La vida del inglés William Morris, nacido en 1834 y fallecido en 1896, está definida por dos facetas, inseparables y necesarias para la comprensión de su pensamiento. Por un lado, la política y concretamente su adscripción al socialismo, por otro, el arte, materializado en la creación de Morris & Co. Formado en Oxford, amigo de Rossetti, Burne- Jones, Webb y otros artistas ligados al Prerrafaelismo, autor de poesía y novela, Morris participó activamente en la vida política del momento, pudiéndosele considerar uno de los pioneros del socialismo en Inglaterra. Publicó asimismo numerosos escritos, especialmente en periódicos ingleses, y pronunció conferencias, siempre intentando divulgar sus ideas.
“El arte ha enfermado debido a esa superstición de que el comercio es un fin en sí mismo, de que el hombre está hecho para el comercio, y no el comercio para el hombre”
“Aparte del deseo de producir cosas bellas, la mayor pasión de mi vida ha sido y es el odio a la civilización moderna”
William Morris
Morris vive en la próspera y hegemónica Inglaterra de la Revolución Industrial y del colonialismo, pero también en la Inglaterra de las profundas desigualdades sociales, del socialismo y de la Primera Internacional. Como se ha señalado antes, Morris no se mostrará ajeno a todo esto y llegará a formar parte de formaciones socialistas y del Comité de la Asociación de la Cuestión de Oriente; finalmente fundará en 1884 la Socialist League. En relación a su activa vida política, Morris señala en uno de sus escritos: “siempre tuve el deseo de unirme a cualquiera que se proclamara sinceramente socialista”.
Artísticamente, es la época de los revivals arquitectónicos y de la Royal Academy en pintura, pero también de la Hermandad de los Prerrafaelitas, con la que Morris tuvo especial relación. El teórico más importante de la época será John Ruskin (1819-1900), partidario del neogótico y defensor de los prerrafaelitas, quien tendrá una importante influencia en Morris, como veremos. En este contexto artístico y estético desarrolla William Morris su carrera, como pintor en menor medida y especialmente en su Morris & Co., alcanzando gran fama.
Al margen de su producción literaria propiamente dicha, que comprende una novela utópica y poemas y traducciones de tema medieval entre otros, Morris, como se ha comentado, publicó numerosos escritos en los que expresó y divulgó sus ideas, especialmente a través de periódicos, panfletos y conferencias.
Existen numerosas ediciones en castellano que, a modo de antología, incluyen algunos textos y conferencias de William Morris. El libro que ha sido punto de partida de este artículo, Arte y Sociedad Industrial, es precisamente una recopilación de esos escritos realizados a lo largo de toda su vida. En ellos, a pesar de no tratarse de una obra de concepción unitaria, se aprecia una serie de ideas recurrentes tales como la finalidad del arte, el socialismo y su concepto de arte o del artista. El propio Morris señala en uno de esos escritos que no es su propósito dirigir sus críticas contra movimientos o artistas concretos, ni siquiera proponer un modelo de arte. De hecho, no le interesará teorizar sobre la relación entre mímesis y arte, sobre el gusto o el placer estético, la importancia del dibujo o el color; no se perderá en especulaciones filosóficas de ningún tipo, sino que centrará su atención en algo más cercano, práctico si cabe. Tal vez sea por ello adecuado calificar su estética de pragmática, puesto que le interesará especialmente el papel del artista y el arte en la sociedad y cómo éstos pueden ayudar a mejorarla.
No cabe ninguna duda de que su acercamiento a la cuestión artística está profundamente influenciado, si no condicionado, por su adscripción al socialismo.
Fundamental en la teoría estética de William Morris es su definición de arte. Para Morris el arte es:
“La expresión que encarna el interés por la vida del hombre, surge del placer que el hombre halla en su vida (…) es expresión del placer de la vida en general, del recuerdo de los hechos del pasado y de la esperanza de los de futuro, así también es, en especial, expresión de la satisfacción del placer del hombre en los hechos del presente: en su trabajo”.
Por tanto, arte y vida aparecen intrínsecamente unidos. Pero Morris, al hablar de arte, precisa que este va…
“Más allá de las actividades que son obras de arte conscientes, para abarcar en ella no sólo a la pintura, la escultura y la arquitectura, sino a las formas y los colores de todos los objetos de uso doméstico o-aún más- incluso a la disposición de los campos para la labranza y para el pasto, la organización de las ciudades y de nuestras carreteras de todo tipo; en una palabra (…) todo lo que rodea nuestra vida”.
Esta definición resulta interesantísima porque en un principio parece elevar a la categoría de Arte toda producción humana, retrotrayéndose a la definición clásica de arte que había pervivido prácticamente intacta desde la Antigüedad hasta que Batteux y luego su traductor J.A. Schlegel, en el siglo XVIII, habían distinguido, por fin, entre Bellas Artes y artes mecánicas. Sin embargo, casi inmediatamente después, Morris reconoce la existencia de una subdivisión en ese gran grupo de actividades que conforman el Arte: “el arte debe ser dividido, a grandes rasgos, en dos clases, la primera de las cuales llamaremos arte intelectual, y la segunda arte decorativo, utilizando esas palabras por razones de simple conveniencia”.
El arte intelectual crearía obras que tienen como fin alimentar la mente y carecen por completo de necesidades materiales, mientras que el arte decorativo comprenderá aquellos objetos cuyo fin fundamental es estar al servicio del cuerpo, si bien apelan, como el primer grupo, a la mente. Reconoce Morris que ninguna cultura, a lo largo de la historia ha carecido de arte decorativo.
Manifiesto de la Socialist League (1885)
A pesar de que, con la división más arriba señalada, pudiera parecer que Morris se limita a repetir lo ya establecido, introduce una nota distintiva: siempre que el arte gozó de buena salud, ambas artes mantuvieron entre sí una relación estrecha, hasta el punto de confundirse entre ellas; así, artista y trabajador llegaban a ser la misma persona. Morris lamenta la rígida separación actual de ambas artes, que implica, además, una distinción social, pues el arte intelectual está integrado por miembros de las clases altas y realizan su obra por vocación, mientras que aquellos que se ocupan de las artes decorativos son trabajadores que reciben una paga semanal.
A partir de estas ideas, Morris traza su visión del devenir del arte, atendiendo no a criterios formalistas, sino al sistema de trabajo de los creadores. Así, los períodos ideales para Morris serán la Edad Media, con la organización gremial del trabajo, siendo “la unidad de trabajo era el hombre inteligente”, y el Renacimiento. Sin embargo, la gloria del Renacimiento pasó y se inició un período de decadencia; del sistema artesanal de trabajo se había pasado al taller para llegar finalmente al sistema de la división del trabajo, bajo el cual “toda ilusión artística murió”. La crítica feroz a la industrialización y el capitalismo es obvia, puesto que se opone completamente al sistema artesanal de trabajo y supone la muerte del arte. Además, si toda obra de arte es inimitable, es inconcebible que la producción masiva de las fábricas sea considerada arte.
Sin embargo, a pesar de haberse perdido el instinto de belleza y por ende del arte popular, muerto el arte en definitiva, Morris manifiesta su esperanza en que la situación cambie y el arte renazca: “El socialismo, que comúnmente se cree que tiende hacia un puro utilitarismo, es la única esperanza de las artes”. Si el arte está determinado por las condiciones de trabajo y el sistema político, la llegada del socialismo supondrá por tanto un cambio en el arte. Ahora bien, no es posible determinar qué forma tomará ese arte, aunque sin duda alguna responderá, para Morris, a la voluntad de todos y “la vida será más agradable por la ausencia de la violencia y de la tiranía del pasado”.
Conocidos ya el contexto en el que desarrolla Morris su pensamiento así como las principales ideas de su estética, esto es, el concepto de arte, la revalorización del arte popular y artesanal, la evolución del arte y su propuesta de futuro, cabe preguntarse qué papel desempeña todo ello dentro de la estética del XIX.
El desarrollo de la industria es uno de los hechos más importantes del siglo XIX y tuvo sus consecuencias en el arte y la sociedad. Frente a los logros del progreso técnico, los diferentes autores se posicionaron, dando lugar a una respuesta positiva o negativa. Encabezando este último grupo, el de la respuesta negativa, destaca el inglés John Ruskin, mencionado más arriba, quien tuvo una importante influencia en Morris. No en vano, el propio William Morris hace referencia a Ruskin en varios de sus textos, comentando que ya lo leía durante su época de estudios en Oxford. Con este autor, el fundador de Arts and Crafts tendría en común no sólo su rechazo hacia la industrialización, sino también su visión de la Edad Media como un período idílico.
En este sentido, por tanto, del rechazo del progreso técnico y sus consecuencias en el arte, Morris no resulta novedoso, sino que comparte y amplía opiniones sostenidas por otros autores de la época como Ruskin y Baudelaire en Francia. Sin embargo, en nuestra opinión, mientras que el desprecio de Ruskin se debía más bien a motivos estéticos (aunque también se mostrará duro y polémico en su crítica del capitalismo en algunas de sus obras), la oposición de Morris responde a consideraciones más sociales, que él mismo explica en sus textos al confesar que es consciente de la situación de los trabajadores, de la artesanía artística y de las consecuencias negativas de la revolución industrial en definitiva.
También Morris participará del deseo de evasión y rechazo del presente, expresado primero por románticos y luego por los simbolistas finiseculares: “Aparte del deseo de producir cosas bellas, la mayor pasión de mi vida ha sido y es el odio a la civilización moderna”.
Obviamente, ya que el socialismo está muy presente en sus escritos, es posible relacionarlo también con ciertas ideas del pensamiento marxista, concretamente la relación que establece entre la degeneración del arte y el sistema capitalista. Más arriba hemos visto cómo la evolución del arte que traza Morris, desde su esplendor pasado hasta su actual decadencia, corre pareja con el desarrollo del comercio y la industrialización. Esta misma idea aparece en otros autores, por ejemplo Walter Benjamin.
Libro de muestras de diseños de Morris and Co.
Otra opinión relacionada con la doctrina marxista es la de la alienación del trabajador, que vive para trabajar, para producir aquellos objetos de lujo destinados al disfrute de las clases más altas. Morris comparte asimismo con los socialistas su idea de que la clase privilegiada, poseedora de los medios de producción, debe desaparecer: “todos deben trabajar según su capacidad y producir así lo que consumen”.
Incluso el autor propone una definición de socialismo, que retomará en numerosas ocasiones:
“Un estado de la sociedad en que no haya ni ricos ni pobres, ni dueños ni esclavos, ni ociosos ni oprimidos, ni intelectuales de mente enferma ni trabajadores de espíritu decaído; en una palabra, en la que todos los hombres vivan en igualdad de condiciones, se ocupen de sus asuntos si desperdiciar nada y con la convicción plena de que dañar a uno significa dañar a todos…, la realización de la palabra COMUNIDAD”.
Así pues, Morris desarrolla en sus escritos las líneas maestras del socialismo con pequeñas variaciones, estando más cercano al socialismo utópico en su propuesta de una nueva sociedad en igualdad, en la que belleza y producción son inseparables y el trabajo del hombre es placentero, útil y valioso.
Pero Morris, socialista utópico, como hiciera ya Fourier con sus falansterios, en cierto modo intenta llevar a cabo sus ideas, y eso constituye sin duda, su principal y más novedosa aportación, aunque también dará pie a una paradoja. En 1861 funda la sociedad Morris and Co., teniendo como principales socios a Rossetti, Ford Madox Brown, Burne Jones y el arquitecto P. Webb, quienes aportarían diseños a Morris. La finalidad última de esa sociedad era crear diseños de muebles o adornos, tales como camas, papel de pared o tapices. Es decir, diseñar objetos pertenecientes a las llamadas artes decorativas, recuperando el sistema de trabajo gremial, recuperación sobre la que ya habían escrito Ruskin en Unto this last (1860 y 1862) y el propio Morris.
Diseño de William Morris (1862)
La propuesta de Morris tuvo mucho éxito, llegando a participar en exposiciones y recibiendo numerosos encargos. Ahora bien, si Morris pretendió en algún momento que sus diseños y objetos llegasen a los hogares de todos los ingleses, su intento resultó por completo fallido, ya que sus principales clientes fueron ciudadanos pudientes que podían afrontar el pago de objetos artesanales tan exclusivos. Y es aquí donde consideramos que se produce la principal paradoja, que ignoramos qué reflexiones pudo incitar en Morris: en sus escritos, como hemos visto, insiste en la necesidad de recuperar el arte popular, en la necesidad de que la producción de bienes materiales y belleza vayan de la mano y de que el trabajo del hombre sea placentero y útil. Por ello, tomando como modelo el sistema gremial de trabajo, para Morris perfecto, abre su propio taller de Arts and Crafts. Pero, finalmente, sus principales clientes procederán de esa burguesía y clases altas, producto de ese capitalismo y sistema comercial contra el que precisamente está escribiendo. Sus ideas de cambio y mejora del sistema de trabajo, en busca de un mundo bello, son sólo ideas convertidas en objetos decorativos, en una moda más, para disfrute de unos pocos.
Sin embargo, al menos en sus escritos consultados, tan sólo aparece la esperanza de que un cambio es posible, sin plantearse que tal vez que el devenir de su empresa, con esa contradicción arriba señalada, es la prueba de que ya nada puede hacerse contra la industrialización, de que ésta es la única manera de abastecer a los pueblos de bienes materiales y de que el pasado jamás volverá. Ahora bien, reconoce Morris que, a pesar de todo el éxito que ha tenido, es consciente de que “el arte que he estado ayudando a crear se hundiría al morir los pocos que realmente nos preocupamos de él, y que una reforma artística basada en el individualismo está llamada a perecer con los individuos que la hayan iniciado”.
Portada: Factoría textil de Morris and Co. en Merton Abbey en c.1890
Bibliografía
- Castelnuovo, E. Arte, industria y revolución. Ed. Nexos, Barcelona, 1988.
- Cuadra, Fernando Marcelo de la, “William Morris y los orígenes del socialismo ecológico. Apuntes sobre su novela utópica “Noticias de Ninguna Parte», Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en: https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero42/wimorris.html
- Morris, William, Arte y sociedad industrial: antología de textos, Fernando Torres Editor, Valencia, 1977
- Pevsner, N. Pioneros del arte moderno. De William Morris a Walter Gropius. Infinito, Barcelona 1972.
- VVAA, Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas, 2 vol., Antonio Machado Libros, Madrid, 2002.