Nos situamos en una época, 1918, en que existe un grave problema en el sistema educativo francés, pues está segregado en dos subsistemas dirigidos uno a la clase social alta y otro la clase social de los desheredados. Este problema debe solucionarse pues es muy injusto, sobre todo tras haber visto cómo durante la Primera Guerra Mundial lucharon juntos todos los jóvenes, sin importar su rango de clase ni su ideología política.
Varias polémicas previas en Francia sobre una posible reforma educativa se sucedieron, y tal debate llevó a la publicación de un libro, de gran repercusión en el Estado, por parte de Les Compagnons. En esta edición de L’ Université Nouvelle, comentada por Bruno Garnier y editada por el Institut national de Recherche Pédagogique, se examina en profundidad esta célebre publicación.
Recordemos que Les Campagnons fueron un colectivo de estudiantes surgido en la Francia posterior a la Primera Guerra Mundial, con el objetivo de introducir la idea de una escuela unificada en el país, que articulase a las clases ricas con las más desfavorecidas. Les Compagnons eran un grupo de universitarios de clase alta, pero que habían compartido trincheras con las clases populares durante la Gran Guerra. Allí se dieron cuenta de que era muy positiva esa mezcolanza en pos de un fin mutuo: defender a Francia.
En el libro se alude a los desastres acaecidos en la Primera Guerra Mundial, pero de los que se ha sacado fuerzas de flaqueza para tratar de materializar viejos anhelos tradicionalmente considerados utópicos. Lo cierto es que justamente la colaboración y la convivencia durante la guerra entre los dos estamentos sociales que habían estado tradicionalmente separados por el sistema dual, hizo que emergiera la idea de impulsar un sistema educativo unificado.
En la obra se describe que la configuración no democrática de la educación nacional había sido tema de denuncia por parte de los reformadores desde al menos los últimos veinte años. Se relata cómo funciona el sistema dual clasista, donde se separa a los niños en virtud de su poder económico. Los niños ricos van a establecimientos libres o a Liceos del Estado para recibir instrucción elemental, luego pueden cursar segunda enseñanza y finalmente acceden a una enseñanza superior. Los pobres, en cambio, van a escuelas primarias públicas, y se critica que el Estado espere que con lo aprendido hasta los trece años esos niños puedan desenvolverse para el resto de su vida. Algunos afortunados logran una beca para la enseñanza primaria superior o para la escuela secundaria, cuyos programas, exclusivamente memorísticos, son también criticables. Los hijos de los burgueses y los hijos del pueblo van por caminos diferentes, por subsistemas de educación diferentes, sin correlación ni posibilidad de conexión entre sí.
En el año 1918, el año de finalización de la guerra, Les Compagnons redactaron su manifiesto, en el cual proponían una escuela única que durase hasta los catorce años. Esta escuela estaría basada en la selección por méritos académicos, en la idea de meritocracia, de modo que no sería fácil para nadie superar los cursos, y sólo lo lograría el que lo mereciera, todo lo cual era visto como lo más democrático. Es decir, de acuerdo a este modelo, los que lograrían ir a la universidad serían los que, por sus facultades y aptitudes, obtendrían el acceso. Lo que se buscaba, en última instancia, era que un chico inteligente que fuera pobre pudiera ir al bachillerato y que tuviera la posibilidad de acceder a la formación universitaria, del mismo modo que podía hacerlo un chico nacido en alta cuna. Se buscaba abrir una puerta, dar una oportunidad, si bien eso no era garante del resultado, pues el chico debía esforzarse y demostrar cualidades y talentos que le hicieran merecedor, cosa que sólo conseguía un 20% aproximadamente.
En el último párrafo, el autor incide en que los ideales utópicos de algunos soñadores por cambiar esta situación se habían paralizado por la guerra, pero que curiosamente, en las trincheras se encontraban jóvenes de todas las clases sociales, y desde allí continuaron soñando juntos. Imaginaron un mundo, una nueva Francia, con una enseñanza renovada y más equitativa.
Lamentablemente, la propuesta de Les Compagnons nunca se materializó, a pesar de que el Gobierno de radicales y socialistas de Édouard Herriot (1924-25) trató de impulsar el proyecto. No se logró que la educación dual desapareciera ni que se hiciera un sistema selectivo democrático, al menos para los más aptos. Curiosamente, sólo se logró un modelo unificado de escuela elemental con el régimen de Vichy, en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
— “Ya que los padres han vigilado las mismas trincheras, ¿por qué los hijos no deberían estudiar en los mismos bancos?”
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