«La nueva capital de las Naciones Unidas suscita inspiración desde la comprensión de que el globo es habitado por una familia humana, cuyo cuerpo gobernador es las Naciones Unidas, cuya capital debe expresar la universalidad e integración de las artes.» 1
La democracia, etimológicamente, nos habla del gobierno del pueblo; es decir, de un gobierno en el que se escuchan todas las voces. Esto, traducido a escala global, multiplica las voces, que juntas se aúnan bajo la Organización de las Naciones Unidas.
En la ONU, el pueblo somos todos los habitantes de los 193 estados miembros. Tras la Segunda Guerra Mundial, se fundó esta organización con el fin de evitar otro gran conflicto bélico. Se quería asegurar la paz entre los estados, para el bien de todos. Asimismo, los estados miembros de la ONU tendrían un foro para discutir temas que afectan a toda la humanidad, como la paz, la cultura, la igualdad, el medio ambiente, la labor humanitaria… Para ello, para constituir esta asamblea, la Organización de las Naciones Unidas necesitaba de un espacio que respondiese a sus necesidades, de un lugar en el que asentar una sede en la que todos los países se trataran y escuchasen como iguales.
Interior de la Asamblea General de la ONU, Nueva York. Montserrat Labiaga Ferrer
Es por ello que, en lugar de celebrar un concurso internacional para otorgarle el proyecto de su sede al estudio de arquitectura ganador, los representantes de las Naciones Unidas decidieron convocar a arquitectos de renombre de algunos de los estados miembros, formando así un comité multinacional, con el fin de que, todos juntos, democráticamente, como una asamblea, proyectasen la casa de la democracia. El puesto de director de esta comisión fue asignado a Wallace K. Harrison, arquitecto estadounidense; quien, al asumir sus nuevas responsabilidades, declaró «ningún hombre es suficientemente grande para hacer este trabajo solo. Debe ser el trabajo de muchos. Debemos obtener la ayuda de los más talentosos arquitectos, escultores, planeadores, diseñadores y pintores» 1. Así pues, el equipo de arquitectos fue finalmente formado por N.D. Bassov de la Unión Soviética, Gaston Brunfaut de Bélgica, Sven Markelius de Suecia, Howard Robertson del Reino Unido, Liang Ssu-cheng de China, G.A. Soilleux de Australia, Julio Vilamajó de Uruguay, Oscar Niemeyer de Brasil y Le Corbusier de Francia.
La enunciación de este procedimiento para el proyecto de la sede resultó utópica; pues, en la realidad, los diferentes arquitectos entraron en competición entre ellos mismos y sus correspondientes egos, queriendo imponer sus ideas al resto. Establecieron el estudio de arquitectura en la planta 21 del edificio RKO de Nueva York, donde los diez arquitectos discutirían sus ideas con el objetivo de llegar a puntos en común. Ellos se encargaban de elaborar los esquemas del concepto en la sala de conferencias para luego pasarles la información a los delineantes, situados en la sala de dibujo, con el fin de que éstos los desarrollasen y dibujasen en detalle. En total, llegaron a elaborar más de 50 propuestas diferentes.
Le Corbusier, el gran arquitecto internacional del momento, y gran representante de la arquitectura moderna, se esforzó efusivamente, durante todo el proceso, para convencer al resto de que su propuesta era la más indicada. Sin embargo, aquí radica una controversia, pues se dice que fue Niemeyer, que había sido aprendiz suyo, quien propuso la versión que finalmente se adoptaría como definitiva, mientras Le Corbusier afirmaba que dicha propuesta era obra suya. Algunas fuentes también enuncian que Harrison, el arquitecto director del proyecto, se acabó decidiendo por una combinación de las propuestas de ambos arquitectos.
Sea lo que fuere, el simple hecho de que Le Corbusier fuese invitado al concurso para el proyecto de la sede de las Naciones Unidas, en 1946, confirma que la era del academicismo y el clasicismo quedaba atrás, y se aceptaba la arquitectura moderna como la nueva forma de hacer arquitectura. Ni la comisión de arquitectos ni los representantes de la ONU optaron por una versión clásica para el complejo que iba a albergar la sede, sino todo lo contrario. Escogieron una arquitectura que hablaba de nuevos tiempos, de nuevas formas de ver el mundo y de construirlo. Un cambio necesario tras las dos grandes guerras que habían sufrido y que todavía quedaban latentes en el aire.
El primer paso fue decidir dónde situar el complejo. Se tantearon diversas localizaciones y, finalmente, se optó por una gran parcela en la isla de Manhattan, junto al East River. Este suelo de siete hectáreas fue comprado por Nelson Rockefeller, quien lo donó a la ciudad de Nueva York para que ésta lo otorgase a las Naciones Unidas. En manos de la ONU, el solar pasó a tener carácter de extraterritorialidad; es decir, atiende a sus propias leyes y derechos y es independiente del gobierno de la ciudad y de los Estados Unidos. No obstante, existen algunas leyes que sí comparte con la ciudad que lo acoge como, por ejemplo, la normativa de evacuación en caso de fuego, para poder beneficiarse del servicio de bomberos de Nueva York si se diese un incendio.
El complejo de la ONU desde Roosevelt Island © Núria Forqués Puigcerver
El complejo que finalmente se construyó está formado por diversos edificios que cuya distribución corresponde al esquema 23A que Le Corbusier dibujó, el cual es el que se dice, podría haberse basado en los dibujos de Niemeyer. Desde la lejanía, el edificio que gobierna el conjunto es la torre de oficinas de la Secretaría. Una torre de vidrio y hormigón que se eleva 39 plantas, con sus fachadas principales acristaladas y orientadas a este y oeste, y los testeros opacos hacia norte y sur. Los otros edificios del conjunto son la Asamblea General, el edificio de Conferencias y Visitantes y la Biblioteca Dag Hammarskjöld, que debe su nombre al que fue el segundo Secretario General de la ONU, y quien murió en un accidente de avión en 1961. En la maqueta de Le Corbusier aparece un edificio que no se llegó a construir, y que correspondía a la torre de las Agencias Especiales.
Supuestamente, la distribución finalmente construida viene derivada del Esquema 23 de Le Corbusier, y del Esquema 32 de Niemeyer, que convergerían en el esquema 23A. Le Corbusier, había planteado primero un único edificio para las Cámaras del Consejo y la Asamblea General, en forma de bloque horizontal dando frente al río. Niemeyer, en cambio, sugería un edificio diferenciado para albergar la Asamblea General, como acabó construyéndose. De ese modo, el brasileño conseguía generar una plaza cívica acotada por tres volúmenes que se abría hacia la Primera Avenida. La propuesta final que aprobó Harrison situaba la Asamblea General más hacia al norte que en el esquema de Niemeyer, pero conservaba la plaza propuesta y el edificio de carácter independiente, y coincidía con la propuesta final que Le Corbusier dibujó en el esquema 23A.
Torre de la Secretaría, ONU, Nueva York. Dino Quinzani
Centrándonos ahora en el diseño de cada uno de los edificios, observamos que las proporciones de la torre de la Secretaría se vinculan a las relaciones áureas, que también encontramos en el Modulor de Le Corbusier. Así, en las fachadas este y oeste podemos leer tres rectángulos áureos, con plantas de oficinas, entre los cuales se establecen las plantas técnicas que recogen las instalaciones. El volumen de la torre en pantalla o pastilla se debe a un mayor aprovechamiento de la luz y de la ventilación natural. Al disponer de una sección reducida en el sentido transversal de la torre, la ventilación cruzada se puede efectuar con mayor facilidad. Asimismo, el tener mayor perímetro a este y oeste, permitía disponer un mayor número de despachos en fachada, con acceso a la luz natural, reduciendo la necesidad de iluminación artificial.
Tanto las proporciones como la formalización de esta torre marcaron un hito en la historia de los rascacielos. Por un lado, el edificio carecía de decoración. El diseño formalizaba un paralelepípedo sencillo que tan solo usaba paños lisos de mármol y vidrio para su piel exterior. El mármol ponía en valor el pasado, la tradición; mientras que el vidrio daba la bienvenida al futuro, pues cada vez se utilizaba más este material en la construcción. En la materialización de las fachadas acristaladas, además, se tuvo en cuenta la incidencia solar, por lo que se utilizó un vidrio que controlaba la entrada del sol.
Contrastando con el volumen vertical de la torre, el edificio de la Asamblea General es una estructura de carácter horizontal de 115 metros de longitud y 35 metros de alto, lados cóncavos y cubierta inclinada. Una cúpula, situada sobre el foco de atención en el interior de la asamblea corona el edificio y aporta luz natural al espacio interior. En esta sala es donde se reúnen anualmente todos los estados miembros para tratar los temas más importantes de cada momento, como el presupuesto de la organización, la paz o el medio ambiente; y es el único órgano de las Naciones Unidas en las que todos los estados tienen la misma carga representativa. En los demás órganos, se escoge siempre un comité reducido de entre los representantes de los estados, para agilitar los debates rutinarios de la organización.
Edificio de la Asamblea General de la ONU, Nueva York. Clem
Estos otros órganos se reúnen en las grandes cámaras que alberga el Centro de Conferencias. Se trata también de un edificio de carácter horizontal que vuelca su fachada principal sobre el East River. En él encontramos la Cámara del Consejo de Seguridad, la del Consejo Económico y Social y el salón del Consejo de Administración Fiduciaria. El diseño de estas tres cámaras fue asignado a tres diferentes países. En este caso, Noruega, Suecia y Dinamarca, respectivamente. Cada uno de estos países escogió a arquitectos y diseñadores destacados de dentro de sus fronteras para que llevasen a cabo el proyecto. Otras salas de este edificio, como el salón-cafetería de los delegados o el hall también se asignaron a diversos países, obteniendo así un mosaico de diseños que apuntaban a la modernidad y que representaban la variedad cultural de nuestro planeta.
Interior del salón de la Administración Fiduciaria © Núria Forqués Puigcerver
Finalmente, la Biblioteca es el edificio que queda más al sur del complejo, con orientación principal norte-sur, acabando de acotar la plaza cívica. En ella se albergan muchos de los documentos que las Naciones Unidas han ido produciendo desde que se fundaron, así como periódicos y documentos de los Estados miembros.
La construcción del conjunto se completó en 1952, y desde entonces, la Organización de las Naciones Unidas ha encontrado en estos edificios, el lugar para debatir las ideas y preocupaciones de todos los miembros. El complejo hospeda el diálogo y, a pesar de que muchos conflictos todavía están sin resolver, quienes viven este ambiente día a día afirman que gracias a la labor conjunta de los estados, nos hemos podido unir para afrontar preocupaciones comunes y apaciguar conflictos antes de que arrancasen en nuevas guerras.
Desde el año 1946 en que la Organización fue fundada, el mundo en el que vivimos ha cambiado completamente y, por tanto, los temas en los que la ONU hace énfasis en sus debates, también. Desde la perspectiva arquitectónica, que es la que nos concierne en este artículo, recientemente se terminaron unas obras de restauración y modernización en el edificio de la Secretaría y el centro de Conferencias, para adaptarlos a los nuevos requisitos de sostenibilidad y seguridad. Así, se reforzaron las cimentaciones y algunos muros importantes de carga y se hicieron estudios para implementar medidas que disminuyesen el consumo de energía del edificio, llegando a conseguir, al final de la restauración, el grado Oro en el certificado LEED de sostenibilidad. También se restauró el interior de las diversas cámaras y se rediseñó el lugar de descanso de los delegados, de mano de un equipo holandés integrado por la diseñadora Hella Jongerius, quien ha diseñado muebles exclusivos para este proyecto, y el internacional equipo de arquitectura OMA, entre otros.
Complejo de la ONU, Nueva York. Zé Carlos Barreta
Con estos cambios, la Organización de las Naciones Unidas demuestra que sigue aspirando a representar la cultura de los nuevos tiempos y a la sociedad que la abraza. Como dijo Harrison: «No conozco proyecto actual alguno que se pueda permitir tan gran oportunidad por una expresión moderna de nuestras culturas varias. La Capital de las Naciones Unidas reta a los más punteros artistas a unirse en este supremo esfuerzo»1.
Imagen de portada: Edificio de la Secretaría, ONU, Nueva York. Zé Carlos Barreta
1 Texto extraído de una carta escrita por Wallace K. Harrison a las Naciones Unidas el 17-01-1947.
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