Relacionando los movimientos migratorios con algunas políticas públicas que pretenden, en cierto modo, regularlos, analizamos el sentido lingüístico de un titular aparecido en 2012 que, a juicio de cualquier hablante, parece ser un lapsus línguae: “La Comunidad proyecta un plan de fomento del éxodo rural”.
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En un número dedicado a la crisis como motor de cambio no podía faltar una reflexión meramente lingüística sobre los movimientos migratorios que están teniendo lugar gracias a (o debido a o por culpa de) ella.
Entre esos ires y venires de la población, sigue siendo común abandonar las zonas más rurales para establecerse en las áreas más urbanas, dada la creencia de que “en el mogollón” habrá una salida al túnel profesional, se encontrará una esperanza para mejorar el estilo de vida o conseguirán hacerse con una existencia, en definitiva, más feliz, pese a que luego el ritmo cotidiano en la gran ciudad se acaba convirtiendo en una forma de sobrevivir, en algunas ocasiones, estresante, agobiante, apresurada e, incluso, hostil.
De ahí que resulte llamativo un titular que apareció escrito en cierta cadena de televisión un día del mes de julio de 2012 durante un telediario vespertino: La Comunidad proyecta un plan de fomento del éxodo rural.
Cualquier apasionado del análisis lingüístico se habrá dado cuenta de que seguramente esta perla se deba a un lapsus línguae, igual que, con casi total seguridad, cualquier hablante competente del castellano entiende perfectamente lo que se quiere decir aunque detecta –no sabe muy bien cómo– que no se está diciendo adecuadamente.
Casa abandonada. Basilievich
Antes de recurrir a un diccionario especializado, hay que pensar bien a fondo el motivo por el que el susodicho titular parece ir en contra de nuestra intuición como hablantes nativos. Y es que resulta que, según nos enseñaron en las clases de geografía humana del instituto, el éxodo decimonónico –época con la que se tiende a asociar la palabra éxodo–, directamente relacionado con los comienzos de la revolución industrial, era eminentemente rural, lo que equivale a decir que la gente dejaba su pueblo para irse a trabajar a la ciudad, como cualquier buen lector del prolífero Benito Pérez Galdós (recuérdense las magníficas descripciones de los bajos fondos madrileños, por ejemplo, en sus novelas Tormento, Misericordia, Doña Perfecta, y, por supuesto, Fortunata y Jacinta) podrá atestiguar. Lo que se entiende, pues, con esta frase, es que se está buscando la forma de impulsar la salida hacia las ciudades de la gente que viva en el campo, que es justamente lo que ocurrió en el siglo XIX.
Para realizar un buen análisis lingüístico, conviene tener todos los datos posibles sobre el contexto en que se produce, por lo que cabe acto seguido explicar la noticia que rodeaba a tan inquietante titular. Al parecer, lo que se pretendía con el plan en cuestión era justamente lo contrario a lo que aparentemente se decía: promover que la gente dejara de vivir en las ciudades para irse a habitar los desolados campos de alrededor. Por tanto, si desde ciertas políticas públicas se pretende mover a la gente de la ciudad al campo, la razón puede encontrarse en que este se está quedando vacío y las ciudades continúan saturándose, de manera que sigue ocurriendo, en la actualidad, lo mismo que sucedía en la época de don Benito.
Evidentemente, esto no tiene más importancia que la que uno desee darle: despistes lingüísticos tiene todo el mundo y hasta al buen escribano le sale un borrón, por lo que no habría nada que reprochar al responsable del titular, siempre extralimitado por el número de caracteres y la necesidad de sintetizar. Se podría arreglar el desajuste perfectamente transformando el sustantivo fomento por evitación o, a favor de un mejor estilo, por un infinitivo evitar, para que quedase la frase La Comunidad proyecta un plan para evitar el éxodo rural. También podría solucionarse cambiando el adjetivo rural por urbano (La Comunidad proyecta un plan de fomento del éxodo urbano) de modo que quedase bien claro que lo que se trata de impedir es que la gente siga saliendo del pueblo para ir a las ciudades, y que lo que se intenta conseguir es que la población salga de estas y se vaya a vivir a aquellos.
Sin embargo, hay algo en estas soluciones que no acaba de cuajar, especialmente tras escuchar la noticia al completo, una vez se ha aumentado el conocimiento sobre dicho plan y después de contextualizar así el enigmático texto.
La primera solución (La Comunidad proyecta un plan para evitar el éxodo rural) no es suficiente. Al fin y al cabo, lo que se pretende desde instancias políticas no es tan sólo impedir que la gente deje de desplazarse del campo a la ciudad (medida que estaría destinada a un grupo de personas, habitantes del campo), sino incitarla a que deje de vivir en la ciudad y se traslade al medio rural (medida que estaría destinada a otro grupo de personas, habitantes de la ciudad). Dado que no se trata exactamente del mismo proceso, conviene distinguir ambos lingüísticamente. En otras palabras, la oración La Comunidad proyecta un plan para evitar el éxodo rural se acerca bastante a un antónimo absoluto de la oración La Comunidad proyecta un plan para fomentar el éxodo rural, pero no se ajusta a lo que se pretendía expresar con la noticia.
La segunda solución (La Comunidad proyecta un plan de fomento del éxodo urbano) resulta, en principio, más apropiada, si nos dejamos guiar por la intuición lingüística. Dicho así, parece que lo que pretende el mencionado plan es, simplemente, hacer que los urbanitas dejen sus lugares de origen y acudan a vivir a los pueblos.
No obstante, si consultamos el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) observamos que todo resulta mucho más complejo. La acepción del término éxodo, algo ambigua para nuestro contexto (‘Emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas’), nos obliga a hacer una doble interpretación.
Buenos Aires Skyline in Color. Jimmy Baikovicius
Por una parte, entendemos que de tiene, en esta acepción, el significado de ‘origen’, ‘procedencia’ y pueblo tiene un significado locativo que se refiere al espacio ocupado por cierto número de personas (‘Ciudad [‘Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas’] o villa [‘Población que tiene algunos privilegios con que se distingue de las aldeas y lugares’]’ [DRAE]). Así, debido a esa conjunción disyuntiva o de la definición que implica elección de uno de los dos elementos que coordina, o aceptación de ambos si se puede semánticamente –es decir, si no se contradicen–, el significado de éxodo puede hacer alusión tanto a la salida de un pueblo (de un pueblo) como a la de una ciudad (si entendemos que los núcleos urbanos están formados por una muchedumbre de personas), como a ambas (carácter inclusivo de o).
Así, en el primer caso, claro está, estaríamos ante el tradicional éxodo rural (entendiendo esta palabra, con el DRAE en la mano, como ‘Perteneciente o relativo a la vida del campo y a sus labores’), mientras que en el segundo (insistimos: si podemos tomar como sinónimos ciudad y muchedumbre de personas), nos encontraríamos con el sintagma éxodo urbano (en el que urbano significa ‘Perteneciente o relativo a la ciudad’ [DRAE]). Sea como fuere, resulta necesario colocar un adjetivo al sustantivo éxodo para poder aclarar a cuál de los dos colectivos sociales se hace referencia, ya que desde la perspectiva, por ejemplo, de la geografía humana, es sin duda esencial esta distinción para estudiar los movimientos de población con rigor.
Entonces, ¿qué sucede si tomamos la palabra éxodo con el significado ajeno al adjetivo que lo acompaña? El sintagma éxodo urbano, ¿podría llegarse a entender como la emigración que sale del pueblo (éxodo) y adquiere la vida típica de la ciudad (urbano)? Y el conjunto éxodo rural, ¿podría comprender un significado que uniera la emigración que sale de la muchedumbre de personas (éxodo) y que se adapta a la forma de vida del campo (rural)?
Por otra parte, se puede entender, por un lado, que pueblo se refiere a la comunidad de personas que conforman ciertos límites geográficos (‘Conjunto de personas de un lugar, región o país’ [DRAE]) y, por otro lado, que la preposición de que aparece en la definición del DRAE de la palabra éxodo (recordemos: ‘Emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas’) puede no estar haciendo alusión al origen del movimiento poblacional, sino al agente del mismo, es decir, al hecho de que quienes emigran son los pueblos (el éxodo judío, por ejemplo, equivaldría a las constantes huidas de este pueblo a lo largo de su historia, especialmente la de Egipto o la muchedumbre de personas (el éxodo rural, así, haría alusión a todas ‘abundancia y multitud de personas [o cosas]’ [DRAE] que se habría marchado del campo para ir, esperablemente, a la ciudad). Según esta segunda interpretación, entonces, el significado de éxodo se encontraría en el movimiento humano en sí, y dejaría en un segundo plano la procedencia y el destino. Distinta cuestión es, naturalmente, que los avatares de la historia hayan acostumbrado el oído a hablar de éxodo en ciertos contextos concretos, por lo que estamos acostumbrados a escuchar éxodo rural y éxodo israelita, y nos resultan, sin embargo, más ajenos éxodo urbano y éxodo español.
People of Amsterdam. Sergey Galyonkin
En cualquier caso, a veces estos vaivenes léxicos basados en el diccionario carecen de sentido. Las palabras tienen el significado que los hablantes quieran darles y, por el momento, no parece que las combinaciones semánticas sugeridas (La Comunidad proyecta un plan para evitar el éxodo rural; La Comunidad proyecta un plan de fomento del éxodo urbano) vayan a producirse, aunque sería deseable para expresar lo que, humildemente, creemos que se pretende expresar… que no es diferente a aquello que nuestra intuición lingüística interpreta de un mensaje.
No olvidemos que, en realidad, nadie sabe con total exactitud cuándo se origina un cambio lingüístico concreto: quizá el lapsus linguae sea una de las formas que marcan su inicio y, en este supuesto, no merece la pena corregir los titulares… y mucho menos en época de crisis, cuando la vertiginosidad de la vida diaria no nos deja tiempo para pensar; cuando nada se mantiene y todo va y viene sin dar opción a elegir; cuando el que no se modifica desaparece y lo que aparece de nuevas cuesta asumirlo. Y dentro de todo ese proceso de realidades cambiantes, la lengua no podía ser, naturalmente, una excepción.
Portada: Caminantes en Cabo de la Vela. Luis Alejandro Bernal Romero
Para saber más…
- Lázaro Carreter, F. (2000): “Y/O” en El dardo en la palabra, Barcelona: Galaxia Gutenberg, pp. 105-107.
- Real Academia Española (2014-): Diccionario de la lengua española. Versión online (LINK A lema.rae.es).
- ZÁRATE MARTÍN, M. A.; y RUBIO BENITO, M. T. (2005): Geografía Humana. Sociedad, Economía y Territorio, Madrid: CERA.
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