Tienen mucho en común los dos, Ralph Waldo Emerson y Hermann Hesse, a pesar de sus distancias en el tiempo y en el espacio y en el ambiente. Los dos son solitarios, los dos confían en sí mismos, los dos se rebelan contra los prejuicios sociales y las rutinas y lo aprendido, los dos quieren algo más que la vida burguesa y rutinaria y sin búsqueda. Los dos encontraron oyentes receptivos mucho más allá de su entorno. Los dos se sintieron inspirados por algo escondido en ellos, por la vida profunda, por lo que les llamaba en sus venas. Los dos me encuentran a mí, extraviado y resistente, a principios del siglo XXI. Uno es un lobo en las montañas de Suiza y otro es un trascendentalista que habla con Thoreau y con Hawthorne en los bosques de Nueva Inglaterra. “El lobo estepario” y “Confía en ti mismo” brotan de un fondo común secreto y entusiasta.
¿Quién puede olvidar “El lobo estepario” una vez que lo ha leído, normalmente en su juventud?, no importa nada lo que digan los pedantes, los que solo quieren conceptos académicos, aquel libro era un revulsivo para animarnos y hacernos temblar, igual que el grito de Munch, era traer lo salvaje y lo libre contra la falsedad de la civilización, un nuevo espíritu y una nueva inquietud como los expresionistas, Harry Haller era un cúmulo de contradicciones, no quería saber nada de sujeción ni de doctrina, vivía a su modo y se rebelaba contra todo, imprecaba a Goethe en su retrato académico, le hacía caso a las mujeres y solo le gustaba obedecerlas a ellas, quería una paz innombrable que no comprenderían los burgueses, se perdía en un teatro mágico que era una explosión de símbolos y un laberinto de sueños, aquello tuvo que espantar a mucha gente y deslumbrar a millones de jóvenes, soliviantar a personas que querían cambiar su vida y vivirla, que leían libros para transformarse y enriquecerse y no para acumular conceptos inútiles, ante esta civilización materialista y apoltronada que había perdido su espíritu hacía falta un nuevo aldabonazo espiritual, una nueva angustia que les hiciese descubrirse, un solitario que hablase de verdad, un lobo de la estepas que no hubiese sido todavía manipulado.
Harry Haller era un inspirado, lo inspiraban los bosques, la vida inquietante, los sueños, tenía la sabiduría apasionada de los bosques, del que habla de verdad desde sí mismo y no se deja manipular, del que todavía no ha sido comprado, del que no ha sido fabricado por nadie, del que delira libremente, por eso tuvo que encandilar a millones de jóvenes, porque se supone que ellos tienen la vida, tienen el impulso de vivir, ante el burgués con corbata y programa semanal bien controlado salía un lobo que aullaba, que se inquietaba, que andaba a solas y vagaba por todas partes con toda la energía que se esconde en el lobo, que iba por la estepa a donde no llegan los discursos, las palabrerías, las doctrinas, donde sopla el viento y cae la noche sin telarañas, ese lobo venía a calentarnos con su inspiración igual que El viento que sacude a la Novia en el cuadro de Oscar Kokoschka, el viento que besaba con sus labios de noche a la novia , los dos tirados en el suelo sin ataduras, y nos inspiraba a todos.
Alguien está inspirado cuando es capaz de hablar como el lobo que no teme ponerlo todo patas arriba, imprecar a las estatuas en sus pedestales, como Hesse que más tarde nos hace temblar con su Demian que habla de Abraxas, con Klinghor que vive en plenitud su último verano, con Sidharta que sustituye todos los conceptos por lo que dice una piedra en el agua, “obstinación quiere decir sentido propio” dice Hesse, y nos dice que hay que ser obstinados, que debemos soltar lo profundo que llevamos dentro, el inspirado habla en nombre de algo indestructible que no se deja acallar.
“Para arar bien, hay que atar el arado a una estrella”, dice Emerson, y es tanto como decir: hay que estar inspirado, hay que poner algo espiritual y trascendente en todo lo que hacemos si queremos que sea fecundo, es decir, seamos verdaderamente inspirados en todo, no hagamos nada como una técnica, como una rutina, Emerson afirma la trascendencia a través de la naturaleza, reivindica el encanto secreto del mundo, se niega a verlo como un simple mecanismo, en cada cosa que ocurre están inmersas fuerzas superiores, lo trascendente se esconde en cualquier esquina, mucho antes que Hermann Hesse o Knut Hamsun nos dice que sigamos nuestra inspiración, que no sigamos escuelas ni doctrinas, que confiemos en nosotros mismos, “Confía en ti mismo” es el ensayo clave de Emerson, y confiar es tener fe, es afirmar los profundos valores que tenemos de verdad, es defender esa dignidad que nos dice Camus que defendamos con rebeldía, estamos inspirados porque hablamos en nombre de nuestra parte más honda, porque sabemos lo que tenemos, tenemos que confiar y seguir nuestras voces como hacía Juana de Arco.
En el fondo del individualismo americano del siglo XIX había algo prometedor que se oponía a todos los inmovilismos del viejo mundo, a las tradiciones paralizantes de Europa, había una fe nueva, un infinito, una apertura increíble de posibilidades, era el entusiasmo lo que llevaba a tantas personas libres a buscar una nueva vida en América, y ese entusiasmo o esa especie de inocencia con que fulguraban contra viento y marea todavía reluce ahora en alguna parte de Estados Unidos, Emerson escribe con estilo y manifiesta con soltura esa vitalidad que los prejuicios no pueden parar, en su obra brillan unos dioses a los que apenas pone nombre pero que nos alumbran, pero para oírlos hay que escucharse bien uno mismo, hay que saber lo que de verdad sale como oro fino de uno mismo, huelga decir que no es seguir cualquier capricho, el impulso del momento, los movimientos superficiales, pero cada uno de nosotros tiene un destino, una aportación trascendente, lleva una animación dentro, un aliento, y ese aliento es el que tiene seguir, no las fórmulas resecas que encuentre alrededor.
Parece que todo está organizado para que nada crezca, la sociedad tiene miedo a la vida, quiere ordenarla y clasificarla, encerrar cada cosa en una casilla, pedirle carnet de identidad a cada león que ruge en la selva, quiere impedir la novela y la intensidad, poner coto a la trascendencia, encerrar la vida en alguna doctrina, hay que mantener a raya lo que es cada persona en sí misma, porque cada ser nuevo es un desmentido a todas las clasificaciones y una amenaza para los tinglados que paralizan, pero Emerson nos dice: confía en ti mismo, no te dejes escamotear, escucha lo que ruge exquisitamente dentro de ti, y le da alas a Walt Whitman.
Portada: Hermann Hesse
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Soledad y confianza». Publicado el 11 de junio de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.34 – URL: |
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