«Non bien formadas mis bozes serían
quando robada sentí mi persona,
e llena de furia la madre Belona
me tomó en su carro que dragos traían.»
(Juan de Mena)
La lengua es una de las pocas invenciones sociales auténticamente democráticas: la gente habla como el conjunto de los hablantes quiere hablar. La ciencia del lenguaje es una de las más viejas, tal vez una de las más viejas ramas del conocimiento sistemático, o, en concordancia con los reiterados proverbios escolásticos: scientia linguae est prima naturaliter y ceterarum ómnium artium nutrix antiquissima (Calvet, 1974).
El estudio de la lengua desde la lingüística histórica requiere cierta recapitulación de hechos y procesos; en conjunto con la ambigüedad del mismo estudio de la historia, la lingüística se topa con dos caracteres que no están dentro de su campo semántico de acción, pero se vuelven necesarios en su estudio: los caracteres políticos y económicos. El carácter social de la lingüística también le compete a la metalengua, ¿pero lo social, económico y político cómo afecta a su evolución?
El uso de esquemas preconcebidos y trillados para la descripción de épocas escuelas pasadas muestra ser el mayor obstáculo en el camino hacia una visión histórica objetiva de la lingüística desde los tiempos antiguos hasta las décadas recientes. Muy a menudo, las consignas polémicas utilizadas por los grupos de estudiosos más jóvenes para disociar sus aspiraciones de los preceptos de la generación mayor sirven de sustituto de los estudios independientes y de las interpretaciones imparciales de su legado. Así, por ejemplo, la idea trillada de ver al Medievo como una edad retrograda y oscura justifica el alegato todavía corriente en los manuales de lingüística de que la ciencia del lenguaje no avanzó en la Edad Media, que en realidad, es una mera repetición sin pruebas de las invenciones humanísticas contra modos significandi.
Coras del Emirato de Córdoba a finales del siglo X © Té y Kriptonita
Para poder comprender el contexto de la lengua en los siglos VIII al XI me permito hacer un marco histórico del territorio Al-Ándalus, lo que ahora, en su gran parte, conocemos como España:
En 711 desembarcan los “moros”, nombre que se les da en España a los invasores (estos estaban principalmente conformados por árabes y bereberes) comandados por Tarik en lo que luego se llamó Gibraltar, y derrotaron a Rodrigo, el último rey godo, en la batalla de Guadalete. La Hispania fragmentada fue fácil de conquistar, los moros tardaron seis años en conquistarla y a partir de la conquista se le empieza a llamar Al-Ándalus.
El territorio Al-Ándalus estaba conformados por moros, judíos, cristianos y mozárabes, estos últimos no pagaban impuestos por vivir en el territorio. Se logró una paz interna “mediática” gracias a que, a pesar de sus distintas religiones, conservaban características en común: eran monoteístas, aceptaban el islam y a Cristo, su creencia y fe es una forma de vida, modifica sus creencias y costumbres; tienen leyes que los guían (la biblia, el Corán, etc.) y todos ellos guardan un día (viernes, sábado o domingo, respectivamente).
Con excepción de los reinos del norte de España, el resto de la península había quedado bajo el dominio árabe. El latín se había fragmentado en una serie de dialectos locales bastante parecidos. El castellano era uno de ellos, hablado en una pequeña zona del norte, en torno a fortificaciones o castillos (castellum), de donde proviene el nombre de Castilla. El dialecto hablado por el mayor número de habitantes de la Península era el mozárabe, el romance hablado por los cristianos en todas las tierras de moros.
A parte de las muchas aportaciones de los árabes a Hispania, Mocáddam de Cabra, poeta árabe del siglo XI creó la muwasháha. La muwashásha era un artificioso poema en árabe clásico, que debía rematar en una estrofa (jarcha) escrita en lenguaje callejero, ya fuera árabe vulgar o el romance de los cristianos. Esto ocasionó un contraste de estilos dentro del mismo poema. El poema remataba a veces con un indicio borroso de español, estas pequeñas estrofas son cancioncillas de amor cantadas por una muchacha: ingenuos lamentos de ausencia, dolorosas súplicas al amado, etc. Las jarchas reflejan, directa o indirectamente, una tradición poética musical de tipo folklórico.
Cuando se retoma el estudio de las poesía de Al-Ándalus, más allá de una tradición poética, también podemos ver el análisis estructural de una época que retoma el quiebre de la norma del “árabe culto” en las producciones de los grandes poetas del siglo XI, para incluir una pequeña estrofa en “árabe vulgar” o un proto-español muy borroso, una jerga tal vez. Y no en un sentido connotativo, pero se percibe a través del vocabulario cómo se presenta el etnocentrismo (y eurocentrismo) que sustenta ese abordaje de la historia de las lenguas: hay salvajes y civilizados, lenguas y jergas; este último término con frecuentes usos peyorativos, como ya testimoniaba Moliére: “¡Será imprudente! Llamar jerga al lenguaje basado sobre la razón y el buen uso”.
Así para el estudio de la poesía del territorio Al-Ándalus, en específico retomando nuestro corpus de la muwasháha, se debe tener en cuenta la definición de diglosia:
“Coexistencia, en un discurso, de una variedad de lenguas de distintas procedencias: sustratos, dialectos, lenguas extranjeras, que alternan, ya sea en el habla cotidiana de un individuo o en sus textos” (Beristáin, 1985).
¿Podríamos considerar las jarchas de las muwasháhas como corpus de un “dialecto” de la norma árabe? Para esto me remito a una cita de Saussure donde no define dialecto, pero establece ciertas bases de su concepción:
“Librada a sí misma, la lengua no conoce más que dialectos, de los cuales ninguno gana terreno de los demás, de ese modo está destinada a un fraccionamiento indefinido. Pero, ya que –al desarrollarse- la civilización multiplica las comunicaciones, se elige por una suerte de convención tácita, uno de los dialectos existentes para hacer de él el portador de todo cuanto interesa al conjunto de la nación”.
Da a entender que la diferencia entre lengua y dialecto no es de índole lingüística, sino política. Es una aproximación a la glotofagia con un punto de vista eurocentrista –como ya lo habíamos establecido anteriormente−. Esa glotofagia, cuya finalidad es el confort, lleva hacia el racismo y la justificación del fenómeno colonial que ha de sucederla poco después. Hay que destacar que la visión estructuralista e idílica de Saussure está plantada sobre eufemismos como “convención tácita” para designar guerras entre lenguas, ellas mismas emblemas y productos de conflictos más materiales.
Dentro de los mismos estudios medievales se hace referencia a las jarchas de la poesía árabe como una variación, e incluso se hace referencia a que hubo una decadencia gracias a la inclusión de estas jarchas en árabe vulgar, o en algún dialecto del proto-español. Ejemplo de jarcha:
Se considera decadencia al primer rasgo de la evolución del español en lengua escrita, gracias a que existe la diglosia que rebasa la norma de la lengua. Es casi paradójico que se excluya los primeros parámetros de tal vez una nueva gramática.
Debemos tomar en cuenta que la lengua es abstracta, la norma se hace descriptiva y ya no está en el plano de reglamentar el uso de la lengua (más bien nunca lo estuvo). Hay que considerar que no se está hablando de un imperialismo lingüístico, no busco con esto la definición transitoria de la dominación lingüística. La lengua está en constante cambio, se neutraliza, y también se normaliza. Las consideraciones a partir de la exclusión de la minoría, en términos de hablantes de una lengua, son superlativas a un contexto económico y político. No hace referencia a una sociolingüística de la glotofagia como imposición de una lengua.
Nos encontramos ante una dicotomía del nacionalismo y el origen de la lengua española. Desde una teoría de la glotofagia las muwasháhas representan el canon literario hasta que hay una “decadencia” por la inclusión de jarchas en algún dialecto del árabe o del romance.
Referencias bibliográficas
Calvet, Louis-Jean. Lingüística y Colonialismo. Trad. Luciano Padilla López. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005. Impreso. Lengua y Estudios Literarios.
Frenk, Margit. Los Comienzos de la Lírica. Madrid: Cátedra, 1978. Impreso. pp. IX-XXIX.
Alatorre, Antonio. Los 1001 años de la lengua española. “Tercera edición, algo corregida y ampliada”. 3ª edición. México: Fondo de Cultura Económica, 2002. Impreso. Lengua y Estudios Literarios.
Beristáin, Helena. Diccionario de Retórica y Poética. 9ª edición. México: Porrúa, 2006. Impreso.
Portada: Al-Ándalus © Iker Extebarría