Según Bárbara Kubiak, simpatizante del Parti des Français[i] y encargada de la limpieza de una discoteca de Lille, el nacimiento de Said Adil estuvo marcado por el desprecio a la tradición judío-cristiana. De hecho, la nacionalista ch’ti[ii], hija de comunistas polacos que llegaron al norte de Francia para trabajar como mineros, asegura que el pequeño Said, cuyos padres y abuelos nacieron en Lille, hizo “aquello” intencionalmente. Es que, aunque Said tenía pocas horas de nacido, la patriota francesa está convencida que este llevaba en su sangre árabe la animadversión por los judíos y los cristianos. Sobre todo está segura que el petit beur[iii] odiaba a los franceses, a pesar de que los padres y abuelos de este habían nacido en le pays des droits l’homme. En realidad Said no era árabe, era amazigh[iv] y además era más francés que ella, si tomamos en cuenta que Bárbara era la primera Kubiak que había venido al mundo en el pequeño pueblo de Pecquencourt y no tenía ni una gota de sangre gala, mientras que Said tenía una abuela que era francesa por los cuatro costados, pero estos detalles eran irrelevantes para Bárbara, pues ella estaba convencida que su pelo teñido de rubio y su sobrepeso eran suficientes para afrancesarla, dándole cierto parecido con la leader del Parti des Français o con cualquier mujer de las zonas rurales del Nord-Pas-de-Calais.
En su reunión nacionalista en Lambersart, la eslava ch’ti insistió diciendo “El bougnoule[v] lo hizo adrede, los franceses estamos en riesgo, nuestra tradición está en peligro”. Simultáneamente, otros “nacionalistas”, principalmente Didier Scrocchio y Etienne Brigante[vi], ambos hijos de analfabetos italianos que migraron para trabajar en Le bassin minier[vii], afirmaban su identidad llamando “raza de cerdos” a los musulmanes y gritando “La France aux Français”[viii]. Coincidiendo con los anteriores, Gaspard Dumont dijo que se debían quemar todas las mezquitas y que no se debía permitir que los niños educados en la tradición occidental jugasen con aquellos fanáticos, formados bajo las agresivas normas coránicas, pues sería peligroso exponerlos al contacto con aquellos tercermundistas pendencieros que han invadido el tan laico e ilustrado hexágono. Finalmente, Géraldine Goutier recordó el pavoroso hecho narrado por Bárbara, concluyó que Said era culpable y dijo que había que hacer algo para detener a todos los de su raza, pues bien es sabido que los “árabes son una amenaza”, incluyendo aquellos que aún no han nacido o aquellos que han muerto.
Bárbara entendió que su discurso la había convertido en una leader y lo pronunciaba cada vez que podía, pero su clímax de elocuencia lo tuvo en la braderie[ix] de Pecquencourt, su pueblo natal. Repitió la historia de Said, la asoció con los atentados de Nueva York, Madrid, París y Niza. Además, haciendo uso de su facundia, la iletrada mujer logró convencer a otras “francesas” de que era necesario dejar de comprar en los mercados de Douai y Lille, pues ambos lugares estaban llenos de vendedores magrebíes que habían llegado desde África para robar el pan de los franceses. La desempleada Juliane Ribeiro, la drogadicta Lorie Dajewska, la exprostituta Margot Gaiurski y la pentecostal Peggy Vaccaro, vieron en la “ofensa de Said” ecos de una guerrilla islámica y dijeron que Francia debía tomar medidas para eliminar el mal desde la raíz. Al mismo tiempo comentaron que los mercados se habían convertido en lugares de proselitismo, en los que uno encuentra aceite de argán y dátiles, pero no logra hallar un brie o un camembert. Fue en ese momento que la señora Pierrette Chéreau, francesa por los cuatro costados, asintió con la cabeza, demostrando su aprobación al contenido de tan interesante charla. Para Bárbara, el gesto de esta anciana “verdaderamente francesa” representó un tipo de orgasmo nacionalista, una prueba de que ella, Bárbara de origen eslavo, era considerada totalmente francesa o al menos que podía parecerlo.
En realidad, no todo el mundo compartía las ideas de Bárbara. Tal vez las frustradas mujeres del mercado o los fracasados miembros de su partido político, pero quiero que seamos claros, Bárbara no representaba al pueblo francés, pero sí formaba parte de una masa acomplejada que siempre buscaba alguien para odiar, para proyectarle sus complejos y fracasos. Las Bárbaras que hoy pisotean a los musulmanes, a nombre del respeto a la tradición judío-cristiana, están relacionadas con las Bárbaras que años atrás disociaban el judaísmo del cristianismo y hablaban del “peligro judío”. A su vez, aquellas Bárbaras antisemitas se podrían relacionar con las Bárbaras que disfrutaban del espectáculo de la guillotina. Al mismo tiempo esas son parecidas a aquellas que se excitaban con las hogueras de la Inquisición.
Es verdad, no todo el mundo pensaba como Bárbara. Los dos médicos “víctimas” de Said, por ejemplo, no vieron ninguna agresión en lo que hizo el niño. Vieron simplemente un acto de miedo, un síntoma de terror. Efectivamente, Eliezer Stromberg y Alexandre Mercier dijeron que Said actuó así por su desasosiego. Said nació con pánico. Esa era la gran verdad. Cualquier ser que en este mundo hubiese experimentado lo que vivió Said antes de nacer compartiría su miedo. Los médicos tenían razón, no hubo nada de ofensivo, Said no hizo aquello por ofender al judío Stromberg o al católico Mercier. Said simplemente ya no podía más y se desahogó.
Aquello ocurrió un 17 de noviembre. Akilah Adil salía de su trabajo como jefa de agencia de uno de los bancos de mayor importancia de Francia. La esposa del doctor Hassam Adil, profesor de filosofía, fue agredida por un grupo de neonazis. Se piensa que los jóvenes actuaron bajo el efecto de alguna sustancia estupefaciente. Las cámaras de un edificio cercano al aparcamiento lo muestran todo. Akilah se dirigía a su coche, llevaba en la mano algunos documentos del banco, uno de ellos se acercó antes que los demás y le arrebató los papeles. El segundo se acercó y la llamó prostituta. El tercero le dijo que era ofensivo que una árabe fuese jefa de agencia, mientras su madre francesa trabajaba haciendo limpieza. El cuarto, probablemente el más cruel de todos, le pegó seis veces en el vientre y dos en el cráneo. En el video no se puede identificar la cara de los cuatro agresores, pero se puede notar que todos llevan tatuada una cruz celta y se escucha que solamente hablan patois.
Después de la agresión, Akilah se tiró al suelo con mucho dolor. Christian Bærman, aquel buen genetista de la Rue Saint-André, pasaba por allí. En cuanto la vio supo que algo grave estaba pasando, fue a recoger su coche y la llevó a la maternidad. Los seis golpes generaron un parto seismesino. Said nació con bajo peso, bilirrubina alta, casi ciego y tenía dos pulmones poco preparados para adaptarse al exterior, por lo que necesitaba estar en la incubadora. Advertidos por el genetista, Stromberg y Mercier trataron de dar lo mejor de sí, pero no pudieron hacer nada. Said no pudo colaborar. Aunque los médicos lo aferraron entre sus manos, aunque trataron de demostrarle cierto afecto, Said decidió morir, pero antes de hacerlo, el débil neonato, probablemente para expresar su terror ante el mundo, orinó en la cara de ambos doctores, su micción fue un verdadero desahogo, una liberación.
Akilah murió pocas horas después. Improvisamente Hassam Adil perdió a su hermosa mujer y a su primer hijo. El profesor de filosofía sintió que la vida lo había golpeado, torturado, masacrado por causas que no lograba entender. Hassam lloraba pensando a la tragedia de su existencia, a los traumatismos en el cráneo de su mujer, a la breve vida de Said, a la precaria situación de los magrebíes en Europa. Improvisamente recordó la extraña suerte del nombre de su hijo, pues Said significa feliz en árabe, pero esa felicidad es inexistente para un norafricano que nace en lo que llamamos “occidente”.
Casi un mes después, el 13 de diciembre, la policía detuvo a cuatro individuos que estaban agrediendo a un joven senegalés que estudiaba literatura en la universidad que se encuentra en Villeneuve-d’Ascq. Mientras lo golpeaban, los cuatro delincuentes pronunciaban insultos en patois y le hacían besar las cruces célticas que llevaban tatuadas. Los agresores se llamaban Pierre Linsmeier, Maxime Bastardi, Florian y Sylvain Kubiak. El primero pertenecía a una familia de clase media de Douai y quería un poco de diversión. El segundo deseaba ser considerado valiente y pensó que agredir a negros y magrebíes era el único modo de demostrar su fuerza testicular. Los otros dos, hijos de Bárbara, habían crecido sin padre, en un ambiente marcado por la promiscuidad.
Fuentes cercanas a la investigación confiaron que inicialmente la policía dudaba si tomar medidas verdaderamente serias, pero cambiaron de idea al momento que los alborotadores arremetieron contra el oficial Éric Dureux. Después de un agresivo interrogatorio, los cuatro jóvenes admitieron ser los responsables de todas las agresiones anti-musulmanes que se habían registrado en el Lillois[x] en los últimos seis meses, incluyendo aquella contra la mujer embarazada que trabajaba en un banco y tenía un hermoso coche.
El 20 de marzo del año sucesivo tuvo lugar el proceso en el que Hassam Adil incriminaba a Pierre Linsmeier, Maxime Bastardi, Florian y Sylvain Kubiak de haber provocado la muerte de su esposa y de su hijo. El comportamiento de los acusados durante el juicio fue cínico y desdeñoso. Sylvain Kubiak dijo que las muertes de Akilah y Said habían sido necesarias para que los bougnoules entendieran que Francia pertenece a los franceses. Cuando terminó de declarar miró fijamente a Hassam y le hizo el saludo nazi. La acción provocó los aplausos de varias personas presentes en la sala, en la que había familiares de los acusados y simpatizantes de la extrema derecha. Hassam, por su parte, perdió totalmente el control comenzó a gritar “¡Asesino! ¡Mataste a mi familia! ¡Asesino!»
A pesar del apoyo popular, la fiscal Antoinette Durand consideró que los elementos reunidos durante el juicio eran suficientes para encontrar culpables a los cuatro muchachos. Pierre Linsmeier, Maxime Bastardi y Florian Kubiak fueron condenados a dos años de prisión por agresión física. Sylvain Kubiak fue considerado culpable de homicidio involuntario, condenado a pasar tres años tras las rejas y a pagar una multa de 45000 euros.
Fue cuando Bárbara Kubiak escuchó la cantidad que debía ser pagada que comenzó su crisis de histeria. A partir de aquel instante empezó a maldecir el nacimiento y muerte de Said, comenzó a interpretarlo como un acto de desprecio a la tradición judío-cristiana. Fue también en aquel momento que los grupos de respaldo a Bárbara y a sus hijos aumentaron, pues muchos consideraban que los tres años de prisión y 45000 euros de multa eran un castigo exorbitante para indemnizar la muerte de dos musulmanes.
Christian Bærman, Eliezer Stromberg y Alexandre Mercier, quienes acudieron a ver el juicio, miraban la escena con desprecio y sentían el mismo temor que Said experimentó durante su breve vida. Bærman se acercó a Hassam para expresarle su solidaridad, pero era demasiado tarde. El corazón del filósofo ya estaba lleno de odio. Las únicas palabras que el magrebí logró pronunciar fueron “La France aux Français”.
Han pasado tres años después de aquello. Hassam abandonó Lille y no se sabe dónde se encuentra. Hay quien murmura que fue a trabajar como voluntario en un territorio que no tiene derecho a ser un país. Se dice que durante su estadía en aquel lugar vio una masacre en la que un poderoso ejército mató a 2800 civiles. Se dice que identificó estas muertes con la de su esposa y de su hijo. Se dice que una vez, una desgraciada vez, Hassam vio una atroz escena, en la que un soldado golpeó brutalmente a un niño de nueve años. Se dice que Hassam fue a consolarlo. Se dice que el crío tenía el mismo nombre de su difunto hijo. Se dice que Hassan le preguntó por qué fue apaleado. Se dice que Said respondió “porque el soldado supo que yo tenía miedo”. Se dice que Hassam se identificó con esta sensación y que a partir de ese momento decidió morir.
Portada: Edvard Munch. El grito (1893). Galería Nacional de Noruega
[i] Este partido no existe, pero probablemente es una alusión a uno de los partidos ultranacionalistas franceses, cuyo bastión de votos es precisamente el Nord–Pas-de-Calais. Esta zona de Francia, como bien lo describe la novela Germinal de Émile Zola, vivió por mucho tiempo de la minería. Actualmente posee uno de los mayores índices de desempleo del país. Los habitantes del Nord tienen un origen multiétnico, pues muchos de sus habitantes provienen de los obreros italianos, polacos, portugueses, belgas y españoles que migraron a Francia para trabajar en las minas. Paradójicamente, esta zona es una de las áreas que presenta una gran cantidad de simpatizantes a los movimientos políticos xenofóbicos.
[ii] Ch’ti, Chti ou Chtim son voces que sirven para indicar un habitante del norte de Francia. Hace referencia al acento picardo de los soldados del norte, quienes en vez de decir «c’est moi» decían «ch’ti mi».
[iii] Palabra utilizada para definir a los descendientes de norafricanos residentes o nacidos en Francia.
[iv] En Francia, y en los países occidentales en general, hay una tendencia a considerar a todos los habitantes del norte de África como si fuesen árabes en su totalidad. Esto es un gran error. De hecho, la mayor parte de los norafricanos son de origen amazigh (plural imazighen). Said, etiquetado de árabe por Kubiak, es un amazigh o bereber.
[v] La voz bougnoule fue introducida al francés a través de los colonos que habían residido en el Magreb. Inicialmente el término era utilizado por los norafricanos para designar a los esclavos. En Francia se usa de manera racista, para indicar la inferioridad étnica de los magrebíes.
[vi] Nótese que la mayoría de los miembros del partido ultranacionalista poseen apellidos no franceses. Esta es una alusión a la paradoja ideológica del norte de Francia.
[vii] La zona minera.
[viii] Francia para los franceses.
[ix] Feria, mercadillo. Son comunes en el Norte de Francia. La braderie más famosa tiene lugar en Lille.
[x] Correspondiente a la zona de Lille y sus alrededores.
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Said tuvo miedo». Publicado el 30 de agosto de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.36 – URL: |
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