El Impresionismo es sin duda uno de los movimientos artísticos más queridos por el gran público. Allí donde se exponen obras de Monet o Renoir el público está asegurado.
Poco importa que la selección de obras sea muy pequeña (recordemos el caso de la «miniexposición» Pasión por Renoir que visitó el Prado en 2010 y que ocupaba únicamente una pequeña sala) o que las pinturas impresionistas dialoguen con otras abstractas que en condiciones normales no llamarían demasiado la atención del visitante (como ocurrió en Monet y la abstracción en el Thyssen en 2010).
Así pues, una exposición monográfica de Renoir, para algunos el pintor de mujeres por antonomasia, es sin duda uno de los grandes acontecimientos de la temporada expositiva. Y, casualidades -o quizá no tanto- de la programación museística, durante este otoño no sólo Madrid sino también Barcelona dedican sendas muestras al pintor. En el caso del Thyssen, Renoir. Intimidad enlaza con la recién clausurada Caillebotte, pintor y jardinero y, según declaró Guillermo Solana durante la presentación a los medios, en el futuro seguiremos disfrutando más del Impresionismo.
Hablar de Renoir significa hablar del artesano, hablar del artista, hablar del padre y hablar del ser social que fue Pierre-Auguste Renoir, el hombre cuya aspiración era ganarse la vida con sus manos y que acabó convirtiéndose en el más comercial de los impresionistas.
La exposición con que en esta ocasión nos obsequia el Museo Thyssen-Bornemisza es una oportunidad no solamente para conocer al más matérico y delicado de los pintores del grupo, sino que nos sirve para saber en realidad quién fue Renoir como artista y cuáles fueron sus filias y sus fobias.
En primer lugar nos encontramos con una pequeña sala en la que cuatro retratos de mujer nos dan la bienvenida a la exposición. Se trata de cuatro obras pertenecientes al período preimpresionista de Renoir, muy vinculado a la pintura realista de Courbet o Manet, y en la cual también nos encontramos retazos orientalistas relacionables con Delacroix.
Posteriormente nos sumergimos en la aventura impresionista de la mano de los retratos de Monet y Camille Doncieux, su primera esposa, quienes nos emplazan a los baños de la Grenouillère, las zonas de baño y disfrute colectivo en las que Monet y Renoir parieron al alimón el Impresionismo.
Pierre-Auguste Renoir. Le Moulin de la Galette (estudio), 1875-1876. Copenhague, Ordrupgaard
No puede faltar en esta sala tampoco una alusión a la Maison Fournaise, el restaurante donde Renoir pintó su obra maestra Los remeros, y que aún a día de hoy sigue siendo casi un centro de peregrinación del Impresionismo, quizá avivado por la icónica escena de Amélie.
Asimismo, son muy relevantes las dos visiones galantes pintadas por Renoir ya a principios de la década de 1870. Tanto El paseo como Confidencias no dejan de ser un canto a la pintura de Watteau y otros maestros del Rococó francés como Boucher o Fragonard. Es aquí donde vemos el aprendizaje del joven Renoir, quien durante varios años estuvo como copista en el Musée du Louvre.
No hay que perder de vista tampoco que es en este período cuando coincidieron varias donaciones y compras importantes por parte del Estado francés de obras maestras del siglo XVIII, dándose una especie de revival por este gusto rococó más delicado y pretendidamente ingenuo, que quedó grabado a fuego en el gusto artístico del propio Renoir.
Por otra parte, en las salas del museo también nos encontramos con escenas que nos llevan a la intimidad de una sobremesa al aire libre entre amigos o todo lo contrario, al bullicioso Moulin de la Galette en Montmartre, donde las muchachas bailaban polcas con jóvenes bien parecidos que posiblemente acabasen de conocer.
Pero lo que no debemos perder de vista es que si a Renoir le conocemos por algo es por su faceta como retratista, con la que amasó una importante cantidad de dinero y que lo definió (y encasilló en cierto modo) profesionalmente. De este modo, aunque encontramos retratos de niños y una buena selección de retratos masculinos de la familia del marchante de arte Durand-Ruel, donde Renoir es más genuino es en el acercamiento sensual a la mujer. Quizá por ello es común oír entre el público el tópico de que «nadie ha pintado a la mujer como Renoir».
Pierre-Auguste Renoir. La trenza, c. 1886-1887. Museum Langmatt
En las siguientes salas nos encontramos una serie de placeres que abarcan los gustos de Renoir y los ajenos. Por una parte hablamos de ajenos porque encontramos a mujeres aseándose, cuidando de sus plantas, tocando la guitarra o leyendo, mientras que en la sala dedicada a los paisajes del norte y del sur lo que apreciamos es la necesidad de Renoir de encontrar una válvula de escape para pintar por el puro placer de hacerlo y no por razones laborales, como acabó ocurriéndole con los retratos.
Es igualmente interesante adentrarse en la sala referida a la familia y su entorno más cercano, porque nos da pie a ver un Renoir volcado con su mujer Aline Charigot y sobre todo con sus hijos, a los que toma como modelos y no les deja parar hasta que nacía el siguiente vástago.
Finalmente, la exposición termina dando lugar a su última gran pasión, presentarnos a la mujer desnuda en un entorno clásico, casi lo que denominaríamos «arcádico». Aquí está el Renoir más referencial, el que reivindica el buen hacer de los antiguos maestros y el que más choca con la forma de ser y el discurso de los impresionistas.
Pierre-Auguste Renoir. Ninfa junto al arroyo, 1869-1870. The National Gallery
A pesar de que en los años finales de su vida Renoir estuvo aquejado por una artritis reumatoide que le acabó postrando en una silla de ruedas y que le destrozó completamente las falanges de las manos, Renoir nunca dejó de pintar la felicidad, aún cuando cada vez que le metían los pinceles entre los dedos le hacían llorar de dolor. Toda una lección de vida.
No queremos terminar esta reseña sin comentar que en la última sala antes de salir el Departamento de Educación del Museo Thyssen-Bornemisza (EducaThyssen) ha preparado un espacio para que nos dejemos seducir por olores, sonidos y tactos que estuvieron presentes en la vida y obra del maestro.
Renoir. Intimidad
Museo Thyssen- Bornemisza, Madrid
Del 18 de octubre de 2016 al 22 de enero de 2017
Portada: Pierre-Auguste Renoir. Almuerzo en el restaurante Fournaise, 1875. Colección Potter Palmer
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Renoir. Intimidad en el Museo Thyssen». Publicado el 14 de noviembre de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.39 – URL: |
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