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René Lalique vivió entre dos siglos diseñando sus obras de arte como orfebre y como vidriero, creando piezas al compás de los dos grandes estilos decorativos que marcaron el final del siglo XIX y el principio del XX: el Art Nouveau y el Art Decó.
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Se adaptó a ambos con una absoluta imaginación y riqueza creativa, que las grandes posibilidades que el cristal y los materiales no considerados nobles hasta entonces en joyería, podían darle a la hora de idear obras únicas.
Entre el 15 de abril al 12 de noviembre de 1900, se celebra en París la Exposición Universal, donde Lalique expone sus piezas de joyería que para entonces le habían situado como uno de los joyeros más originales, influyentes e innovadores dentro de las artes decorativas.
Su aprendizaje comienza en el taller del joyero Louis Aucoc, donde entra como aprendiz, para posteriormente trasladarse a Londres y formarse artísticamente en la Crystal Palace School. Su vuelta a París en 1880 coincide con el momento de mayor eclosión creativa en el ámbito de la joyería, y donde Lalique va forjando su estilo propio siempre influenciado por la naturaleza y sus formas, a las que se remite por su contacto en la región de Ay en la Champaña francesa, donde pasó su infancia y a la que retornaba la familia del orfebre todos los años y que siempre tuvo presente como inspiración.
La extensa imaginación del diseñador junto con el momento de expansión de lo orgánico en el arte lo encuadran entre los dos grandes movimientos de los siglos XIX y XX: el Art Nouveau y el Art Decó. La representación de la naturaleza y su adaptación a las artes decorativas, así como el japonismo que conoce de la mano de Siegfried Bing, dieron a Lalique un amplio campo de expresión artística que supo aprovechar y que lo llevaron al reconocimiento público como creador y a convertirse en uno de los primeros de la historia del arte, como afirmaba Calouste Gulbenkian en una carta dirigida a la hija del joyero tras su muerte.
Precisamente Gulbenkian, fue uno de los mayores coleccionistas del mundo de la obra de Lalique, adquiriendo en 1903 la famosa libélula con cabeza de mujer que tanto asombro causó en la Exposición Universal de París de 1900, y que junto a numerosas piezas del francés se exponen en el museo lisboeta de la fundación que lleva su nombre. Esta expectación por ver las creaciones de Lalique cuyo nombre ya estaba entre los mejores joyeros franceses, fue recogida en un grabado de Félix Vallotton “La vitrine de Lalique”, donde muestra al público apretujado ante el escaparate donde el artista exponía sus piezas.
Félix Vallotton. La vitrine de Lalique: «Exposition Universelle» III, 1901. Bibliothèque Nationale de France
Dejando de lado el valor de la joya en sí, es el valor de la creación total de Lalique lo que se cuenta como precioso, junto con el uso que las nuevas formas expresivas que el vidrio y el esmalte daban a la orfebrería. Las tonalidades y reflejos que se lograban con el uso del esmalte no tenían fin en la paleta de color. El uso de materiales semipreciosos como ámbar, marfil, carey o nácar que se adaptaban a cualquier objeto decorativo, joyas o adornos- y aunque los materiales no eran valiosos en sí puesto que no hablamos de tradicionales piedras preciosas-, lo exótico y distintivo del conjunto, lo convertían en una joya con toda la entidad.
Las joyas de Lalique se convierten en autenticas esculturas con un alto componente narrativo en su decoración, se aleja de la simple unión de materiales preciosos para dotar a las obras de clara personalidad y de un carácter individual que consigue con la inclusión de motivos zoomorfos y vegetales, con la figura de la mujer que se transmuta en animal etéreo o que se remite a deidades de la antigüedad.
Este valor lo daban el diseño y la creación del joyero, que en un momento en que la burguesía ávida de novedades buscaba lo más innovador, Lalique les dio la solución en forma de adornos, joyas y objetos decorativos, y que clientes como la actriz Sarah Bernhardt, para la que diseñó una serie de joyas que lució tanto en el escenario como en la vida real, elevaron el trabajo de Lalique a la categoría de objeto lujoso y extraordinario.
La otra etapa de creación de Lalique viene dada por los jarrones de vidrio. El trabajo de jarrones, vasos y objetos de vidrio se originó cuando buscaba materiales para la creación de sus joyas, y ya en 1894 había comenzado a experimentar con sus recipientes de cristal. El gran éxito de las creaciones de objetos de cristal viene de la mano del perfumista François Coty que buscaba ofrecer frascos de perfume atractivos y sofisticados, para vender sus esencias a precios asequibles. Tras este éxito y a partir de 1908, Lalique dejará atrás el diseño de la joyería para centrase en la creación de vidrio inserto ya en pleno desarrollo del Art Decó.
No es de extrañar que Lalique se dedicase por entero a la fabricación de objetos vidrio, puesto que con las posibilidades que le ofrecía el material podía amplificar su faceta creativa con la combinación de cristal con plomo que coloreaba con óxidos, logrando gamas de color infinitas, contrastes entre vidrios mates y transparentes y sobre todo las opalescencias. El ópalo ya lo había introducido en la joyería, sacándolo de la especie de ostracismo que tenía esta piedra, -la cual arrastraba el mito de que traía mala suerte-, ya que por las características intrínsecas de la variedad tornasolada de color que le proporcionaba, esta piedra no podía dejar de estar presente en sus creaciones tanto en joyería como en el tratamiento de los vidrios.
En 1921 funda en Alsacia su fábrica de vidrio en la villa de Wingen-sur-Moder, lugar de fuerte tradición en la fabricación de vidrio, y en donde buscaba encontrar una mano de obra cualificada dentro de esta especialidad. La empresa se componía por fabricantes de vidrio, cortadores y grabadores donde alrededor de cincuenta personas trabajaban en la misma, y este número en vísperas de la preparación de objetos para la Exposición de Artes Decorativas e Industriales de París entre 1924 y 1925 llegó a aumentar a ciento cincuenta personas, lo que nos hace ver el volumen de trabajo que se desarrollaba en la fábrica de Lalique para un acontecimiento como este.
Vaso de cristal (periquitos). Museo Cauluste Gulbenkian | José Luiz Bernardes Ribeiro
Contrario al pensamiento de William Morris y del movimiento Arts and Crafts que había triunfado a finales de siglo XIX, donde se vuelve la mirada al trabajo artesano y especializado a la hora de desarrollar cualquier arte decorativo, alejado de la industria en serie, Lalique no desdeñaba la producción industrial, aceptando todo tipo de recurso que le procurase producir sus diseños en serie. Según su pensamiento, si se había hallado la forma de crear un objeto hermoso, este objeto debería llegar al mayor número posible de personas. Siempre que no tuviese que salir del sendero de la creación artística, la producción en serie era aceptable para el vidriero.
En 1925 durante la Exposición de Artes Decorativas e Industriales de París, Lalique tuvo un pabellón propio, un sobrio edificio donde los volúmenes de formas puras, ya completamente adecuado en el espíritu del Art Decó, dejaban el protagonismo a los vidrios decorados que daban la bienvenida al visitante. No solo el pabellón del propio Lalique tuvo un gran éxito, sino que su obra estaba repartida por diferentes puntos de los espacios de la Exposición: dos fuentes diseñadas por el vidriero y la decoración de la cubierta del pabellón Primavera.
Las fuentes de Lalique de la Exposición eran una de cristal situada dentro del Pabellón del Perfume y la segunda con forma de obelisco frente a la Cour des Métiers, que hacía fluir de manera sutil hilos de agua. Del mismo modo que a la hora de diseñar las joyas no es el objeto tal cual el imperante, sino el sentido escultórico, metafórico y creativo con el que se reúnen materiales para la creación de dicha joya, las fuentes seguían la misma idea. No es una fuente de atractivo diseño la que expulsa agua como una fuente más, es toda una obra inmersa en el espíritu decorativo como un todo, y que logra cambiar el aspecto del objeto dándole otra dimensión. Esto es lo que ocurrió con la cubierta del pabellón Primavera de los Magasins du Printemps, que no era un pabellón que siguiese los principios rectilíneos y clásicos de los pabellones de la exposición, sino que los arquitectos Sauvage y Wymbo se decidieron por una arquitectura sutilmente primitiva que evocaba en su forma a la arquitectura africana por la característica forma cónica del techo que cubría el pabellón. Esta esencia rústica, que destacaba en comparación con el resto de pabellones más sofisticados en sus volúmenes, quedó contrarrestada por las formas ovaladas diseñadas por Lalique y que aliviaban lo contundente de la forma de la cubierta.
Guía de la exposición de 1925, donde se reseña el Pabellón de Lalique y una de las fuentes diseñadas por él. Bibliothèque Nationale de France
De nuevo, tras triunfar en la Exposición de Artes Decorativas, y lo aclamado de sus creaciones en su faceta de vidriero, llevando el cristal a la consideración de objeto de lujo, comenzó a diseñar espacios íntegros, como los interiores de los trenes Côte d’Azur Pullman Express en 1929, o de los vagones comedor del mítico Orient Express. El salón de moda de Madeleine Vionnet que abre en la avenida Montaigne, donde unifica el atelier y la venta de sus diseños de moda, reúne a Ferdinand Chanut, arquitecto, al decorador George de Feure – diseñador de Siegfried Bing para su galería de arte L´Art Nouevau- y a Lalique, que creará sus esculturas de cristal.
La fama de maestro vidriero de Lalique llega hasta Tokio, desde donde le encargan los ventanales de la sala de estar de la residencia del príncipe Asaka Yasuhiko en Tokio, y que se expondrán en el Salón de Otoño de París en 1932. Como dato a reseñar, en 2015 la casa Lalique lanza en una edición limitada el frasco de perfume de la fragancia L´Amour Lalique, inspirándose en estas mismas vidrieras que diseñó su fundador para la familia nipona.
Entre 1921 y 1935 realiza las decoraciones interiores de buques como The Paris, The Île de France y The Normandie, famoso busque transoceánico por ser el de mayores dimensiones para pasajeros que navegaba hasta ese momento por mar. Respecto a edificios religiosos, es notable el Cristo de vidrio del altar mayor de la Iglesia en Douvres-la-Dèlivrande en Normandía, pero sobre todo la obra realizada en la iglesia de St. Matthew’s en Jersey entre 1933 y 1934, que pone el broche de oro y define lo que se llamó escultura de luz de Lalique, logrando con la talla de vidrio translúcido una atmósfera etérea y sutil, donde el color desaparece y la luz pura es la que toma el protagonismo, y que dio a la iglesia de St. Matthew´s el sobrenombre de “Iglesia de Cristal”.
Piezas del altar en la “Iglesia de cristal” de St. Matthew´s
Portada: Mujer libélula. 1901 Museo Cauluste Gulbenkian | sprklg
Para saber más:
- FAHR-BECKER, Gabrielle: El Modernismo. Könemann. Barcelona. 1996
- MILLER, Judith y Martin. Cómo reconocer antigüedades. Círculo de lectores. Barcelona. 1995
- PEREZ ROJAS, Francisco Javier: “La Exposición de Artes Decorativas de París de 1925”. Artigrama, Nº 2, 2009, pp. 43-84.
- Paris, arts décoratifs: guide de l’exposition. Hachette 1925.
- Colección Calouste Gulbenkian: http://museu.gulbenkian.pt/Museu/pt/Colecao
- Colección René Lalique: http://www.musee-lalique.com/decouvrir/collections
- Museo de Orsay: http://www.musee-orsay.fr/es/inicio.html?cHash=c112406b4a
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «René Lalique, el escultor de luz». Publicado el 28 de febrero de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.30 – URL: |
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