Conservación de los monumentos y conjuntos funerarios contemporáneos: La Declaración de New Castle, La Carta de Morelia y la Declaración de Paysandú.
En el Madrid de 1898, Mesoneros Romanos escribía con respecto a los cementerios de la capital española: “El campo de los muertos está muerto también: más que cementerios son ya museos arqueológicos”,[1] El autor denunciaba así el abandono en el que habían caído algunos cementerios y tumbas de ilustres personajes madrileños por aquellas fechas, si bien, la frase sirve también para ilustrar la situación actual de los Campo Santos y del cambio de pensamiento hacia ellos que se está gestando en la sociedad occidental. Y es que los rimbombantes cementerios decimonónicos y de principios del siglo XX, llenos de epigrafía poética y alas angélicas, vidrieras, alegorías, e imágenes de duelo, comienzan a antojársenos algo totalmente ajeno a nuestra manera de sentir y actuar sobre la muerte. Su valor ya no es tanto el de cementerio como el de un museo al aire libre.[2]
Esto se debe a un cambio de mentalidad respecto a la muerte y la memoria de los fallecidos que se ha gestado desde mediados del siglo pasado y que se ha traducido paulatinamente en la degradación y abandono de nuestros cementerios históricos[3], así como en la génesis de un tabú respecto a las cuestiones funerarias. No obstante, es necesario también señalar que otro de los factores que han llevado al deplorable estado de muchos cementerios históricos ha sido el económico, dado que las tasas anuales que deben ser abonadas se han hecho insostenibles para muchas familias.
Cruz del antiguo cementerio de Celeiro de Mariñaos, en atrio de la Iglesia parroquial de Santa Cristina © Melodi Parga Otero
La conservación del patrimonio funerario responde a una conciencia mundial nacida a mediados del siglo XX y consolidada sobretodo en la primera década del siglo XXI con las redacciones de la Declaración de New Castel y la Carta de Morellia, ambas de 2005.
El primero de los documentos, la Declaración de New Castle, se redactó en el marco del X Forum Unesco – Universidad y Patrimonio y que tenía como título: “Paisajes culturales del siglo XXI. Legislación, gestión y participación pública”.[4] La principal novedad que este escrito aporta al ámbito patrimonial es el reconocer que el concepto de paisaje cultural definido en declaraciones y cartas anteriores debe de ser diversificado puesto que también deben considerarse paisajes culturales aquellos lugares relacionados con el dolor, la muerte y el sufrimiento: cementerios, campos de concentración, campos de batalla, …
DECLARACIÓN DE NEW CASTEL (16/04/2005)
EN GENERAL: […] Art. 8. Que los paisajes culturales no son solamente lugares agradables y amenos sino que también pueden ser lugares de dolor, sufrimiento, muerte, guerra, terapia, reconciliación y recuerdos. […]
EN PARTICULAR QUE … Art. 1. El concepto de Paisajes Culturales según lo reconocido por el comité de Patrimonio Mundial debe estar más plenamente representado en variedad y diversidad por todo el mundo en la lista de Patrimonio Mundial; […]
Sin embargo, en noviembre de ese mismo año se redactaría, en el seno del VI Encuentro Iberoamericano y Primer Congreso Internacional de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales y Arte Funerario, la Carta de Morelia (relativa a cementerios patrimoniales y arte funerario). Para la redacción de la misma se tienen en cuenta la Carta de Venecia (ICOMOS 1964), la carta de Nairobi (UNESCO, 1978) relativa a la salvaguarda de los conjuntos históricos y su función en la vida contemporánea, así como la Recomendación sobre la Protección de Bienes Culturales Muebles (UNESCO, 1978) y la carta de Florencia sobre jardines históricos (ICOMOS, 1980).
Cementerio Neogótico de Goiriz (Vilalba, Lugo). Luis Villa del Campo
En el desarrollo del documento se manifestaba la existencia de diferentes tipologías de monumentos o sitios funerarios, así como las problemáticas de conservación que acechaban a los camposantos y las posibles soluciones que podrían tomarse a fin de preservar recintos y monumentos del paso del tiempo. Además, en el corpus de esta carta quedaba patente también el valor de los monumentos funerarios como reflejo de la cultura inmaterial funeraria, que ha de ser también estudiada, protegida y preservada. Por otro lado, se contemplaba el valor de algunos espacios como jardines históricos.
Elementos a proteger diferenciados en el corpus de la Carta de Morelia:
Tipologías | Definición |
Los sitios | Conjuntos, cementerios o necrópolis y manifestaciones similares. Se refieren con esta definición a lugares con tradición de enterramientos. Por ejemplo: El cementerio de la Sacramental de San Isidro. |
Monumentos, conjuntos y elementos arquitectónicos y vegetación asociada | Se refiere a las manifestaciones arquitectónicas y artísticas que pueden encontrarse dentro de los sitios nombrados en la categoría anterior. Por ejemplo: El Panteón Girao en el cementerio de la Sacramental de San Isidro. Los arboles originales plantados durante la construcción del Patio de la Purísima Concepción. |
Los usos y costumbres funerarias | Todo aquel patrimonio inmaterial relacionado con el ámbito funerario que refleje la espiritualidad y sentir de los pueblos a lo largo de su historia. Por ejemplo: la contratación de plañideras para los funerales. |
En cuanto a los problemas de conservación y preservación a los que se deben hacer frente, se distinguían los siguientes:
Aunque la Carta de Morelia significó un importante paso en la protección y revalorización del patrimonio funerario tanto material como inmaterial, la Red Iberoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales firmaba en el año 2010 la Declaración de Paysandú, donde sometía a revisión la Carta de Morelia ratificando todo lo descrito en ésta pero añadiendo una idea no contemplada en ella: la explotación de la dimensión pedagógica del patrimonio funerario.
Así, la Declaración de Paysandú dejaba patente que:
“Los cementerios y sus manifestaciones materiales e inmateriales ofrecen la posibilidad de construir proyectos pedagógicos integrales que fomenten el valor educativo que estos espacios contienen y potenciar así su valor patrimonial.”[5]
Además, los firmantes sostienen la necesidad de potenciar la participación activa de la sociedad en la que se inscriben mediante el desarrollo de proyectos que fomenten la dimensión educativa del patrimonio funerario. Estos proyectos serán: vistas guiadas, temáticas o mediadas, investigaciones, recreaciones mediante juegos o cualesquiera otras actividades que siendo respetuosas con el entorno en el que se inscriban fomenten la participación ciudadana. Por ello, los redactores de la declaración proponen:
“[…] que las Instituciones encargadas de la formación de los ciudadanos consideren los espacios funerarios en general y los Cementerios en particular como aulas abiertas donde pueden establecerse sinergias entre disciplinas y enseñanzas, imágenes y símbolos, valores y sentimientos, acercamientos y comunicación transformadora. […]”
Por último la Declarción de Paysandú reitera la necesidad de:
[…] Introducir la dimensión pedagógica como uno de los factores clave para la valoración y preservación del patrimonio funerario de nuestros países.
No obstante, no se profundiza en las formulas necesarias para llevar a cabo semejante reto, ni en qué sentido la protección del patrimonio funerario puede aportar algo a la sociedad actual, más allá de mostrar formas y evoluciones de las mismas a lo largo de la historia. Es decir, la respuesta da dos preguntas básicas como: ¿necesita la sociedad contemporánea un espacio de reflexión a cerca de la muerte en nuestros días y tiempos pasados? o ¿podría o debería ser el cementerio histórico un espacio de dinamización social?, no se responden en el documento.
Capilla en el Cementerio de la Almudena. Luis García
Tanto ante la Carta de Morelia como ante la Declaración de Paysandú se observa que el discurso empleado en esencia para la preservación del patrimonio funerario no difiere en absoluto del discurso general para la preservación de cualquier tipo de bien cultural. Es más, en la introducción a la Carta de Morelia se reafirma la validez de los documentos redactados con anterioridad por la UNESCO y el ICOM, con respecto a la protección del patrimonio cultural sea de la índole que sea. Sin embargo, el cementerio contemporáneo no puede ser tratado como una necrópolis visigoda, un cementerio romano o un jardín histórico. Hay algo que diferencia esencialmente al primero de los segundos y es su proximidad en el tiempo y la carga psicológica que todavía desprenden para nosotros. Aunque sus formas y trazados comiencen a parecernos totalmente ajenos, y aunque algunos cementerios hayan sido sepultados por la maleza, como lo han estado otros yacimientos arqueológicos, la identificación de la sociedad actual con este espacio es mayor que con el de las necrópolis antiguas, sobre todo porque algunos cementerios históricos todavía permanecen en activo, como por ejemplo el Cementerio de la Sacramental de San Isidro de Madrid.
La puesta en valor del cementerio como bien patrimonial plantea ciertos interrogantes éticos que deben ser más o menos respondidos en el proyecto de gestión del cementerio-museo. Estos conflictos éticos se refieren a la relación del visitante con el entorno cementerial y la masificación del cementerio histórico, de convertirse éste en un punto de atracción turística.
Es un hecho constatado que la actividad del público durante un visita puede ser hostil hacia los bienes expuestos o el mobiliario público que forme parte de la museografía del entorno. Por ejemplo, los trabajos de limpieza y consolidación de la Dama del Cerro de Los Santos del MAN revelaron grafitis grabados sobre la superficie de la piedra de la estatua, dichos grafitis pertenecían a niños o adolescentes que habían visitado el museo en excursiones del colegio. Así mismo, quién haya tenido el valor de subir a la aguja de la catedral de Colonia habrá podido comprobar cómo las paredes de la catedral están también cubiertas de grafitis en variados idiomas, incluido el español. Es decir, la exposición abierta a las obras o el acceso público a un monumento, conllevan una serie de riesgos. En el caso de los cementerios todas las obras están expuestas sin ningún tipo de protección, y son muy susceptibles de ser dañadas, a veces ni siquiera por un acto de vandalismo, si no por un acto de amor, como en el caso de la tumba de Orson Welles en el parisino cementerio de Père Lachaise, donde hasta 2012 fue costumbre dejar besos con pintalabios sobre la tumba.[6]
El derecho a la intimidad es algo que también preocupa a las autoridades gestoras de cementerios. Por ejemplo, en el reglamento de cementerios de Madrid, en el articulo 7.5 del título 1[7] se prohíbe la toma de fotos sin consentimiento expreso de las familias titulares de las unidades de enterramiento. Curiosamente, a pesar de esta prohibición, son muchas las fotos que circulan por la red cuyos protagonistas son ángeles o plañideras de los cementerios de San Isidro, San Justo o La Almudena. De hecho, uno de los mayores atractivos que presenta el turismo de cementerios es precisamente el de la fotografía. Con forme a la Ley de Protección de datos de 1999 (en revisión desde 2011) en las fotos que se tomen de los mausoleos y tumbas no deberá ser legible el nombre de los allí enterrados o de la familia a la que pertenezca este panteón, en caso de tomarse la foto sin consentimiento expreso de esta.
La integración del cementerio al espacio habitado de la ciudad en forma de parque o jardín, como parque de la memoria y el recuerdo, también puede entrañar riesgos puesto que el uso público que se hace de estos espacios a veces no es el imaginado en un principio por la administración. Sirva de ejemplo el caso del pequeño cementerio histórico de Mondoñedo (provincia de Lugo), última morada de Álvaro Cunqueiro[8] y Pascual Veiga[9], pues hasta hace más o menos una década este cementerio se encontraba enterrado bajo zarzas y maleza, y aunque alejado del centro urbano, se encuentra lo suficientemente cerca del mismo para constituirse como un espacio útil de nuevo para esta pequeña población lucense. El cementerio se convirtió así, tras una intervención del ayuntamiento, en un parque con bancos e iluminación nocturna, que se recupero como zona verde para el disfrute de sus ciudadanos (por lo que se eliminaron las rejas de las puertas de acceso), y como lugar de memoria para dos ilustres personajes de la vida cultural gallega; sin embargo, no podían imaginar que el cementerio se integraría de tal forma a la vida mindoniense que acabaría por ser lugar de concentración de los más jóvenes para hacer botellón.[10]
Inscripciones en la tumba de Álvaro Cunqueiro, en el cementerio antiguo de Mondoñedo. Barfly2001
En resumen, el patrimonio funerario forma parte de nuestro acervo cultural al mismo nivel que otras manifestaciones históricas y artísticas y debe ser estudiado, protegido, conservado y divulgado de la misma manera.
Imagen de portada: Cementerio de Huaraz, por Dtarazona
[1] MESONEROS ROMANOS, M. Las sepulturas de los Hombres Ilustres en Madrid. Imp. De Hernando y C. Madrid, 1898.
[2] ORIOL BOHIGAS. Los cementerios como catálogo de arquitectura, Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo. N17. Madrid, 1973.
[3] SCHÄFFER, J. Tod und traeuerrituale in der Moderne Gesselschaft. Ibidem- Verlag. Stuttagart, 2002.
[4] Declaración de New Castle, en www.forumunescochair.upv.es (15/01/2014, 16:10)
[5] Declaración de Paysandú. Red de Iberoamericana de Valor y Gestión de Cementerios Patrimoniales. 2010.
[6] La tumba de Oscar Wilde ya no recibirá más besos, en www.lanacion.com.ar (20/06/2014, 12:24). Según este artículo, el nieto del escrito habría decidico cubrir la tumba con cristal para protegerla del deterioro que sufría.
[7] Título 1. Artículo 7.5: Con el fin de preservar el derecho a la intimidad y a la propia imagen de los usuarios, no se podrán obtener fotografías, dibujos y/o pinturas de la sepultura u otras unidades de enterramiento. Las vistas generales o parciales de los cementerios quedarán sujetas, en todo caso, a la concesión de autorización especial de la «Empresa de Servicios Funerarios de Madrid, Sociedad Anónima». Reglamento de Cementerios de la Comunidad de Madrid 1987/1.
[8] Polígrafo gallego (1911-1981).
[9] Compositor gallego (1842- 1906) autor de la melodía de Queixumes dos Pinos, actual himno de la Comunidad Autónoma de Galicia.
[10] L.F.B. Denuncián que o botellón causa danos no cemiterio. El Progreso, en: elprogreso.galiciae.com (4/05/2014, 16:44)
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? https://revistamito.com/patrimonio-funerario-espacios-por-redescubrir/ : «Patrimonio Cultural: nuestro, vuestro, de todos». Publicado el 3 de junio de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.22 – URL: |
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