Un paisaje con ruinas es una de las imágenes románticas por antonomasia. Obras de artistas como los alemanes Caspar David Friedrich o Carl Gustav Carus forman parte de nuestro imaginario colectivo. Sin embargo, ¿se cultivó este tipo de pintura en España? ¿Quiénes fueron sus representantes? ¿Siempre se realizó con una intención meramente estética? En este artículo realizaremos un breve recorrido a través de la iconografía de las ruinas en el siglo XIX español de la mano de diversos artistas, proyectos y edificios.
«El tiempo y los azares de la guerra han contribuido a que las miradas de los curiosos se fijen con sentimiento al par que con veneración en lo que antiguamente llamado obra de arte hoy solamente lleva el triste nombre de ruinas.» – Luis de Castro.
«Silenciosas ruinas de un prodigio del arte, restos imponentes de una generación olvidada, sombríos muros del santuario del Señor héme aquí entre vosotros.» – Gustavo Adolfo Bécquer.
Parece inevitable la asociación de la palabra Romanticismo con la imagen de unas ruinas: ruinas iluminadas por el claro de luna; ruinas solitarias en lo alto de una montaña; ruinas visitadas por algún poeta… Pero no se trata de cualquier ruina. La ruina romántica por excelencia es la gótica y la imagen prototípica es sin duda la del arco apuntado, ya desprovisto de sus coloridas vidrieras y recortado contra el cielo, como único testimonio del elevado muro del que formaba parte.
Si en países protestantes como Inglaterra la expropiación de terrenos y propiedades a los monasterios dio lugar, con el correr de los siglos, a numerosos edificios medievales en estado de ruina que pasarían a inspirar los poemas de Wordsworth o las acuarelas de Turner, en España las ruinas arquitectónicas no tienen un único origen. Dos son los motivos principales por los que el patrimonio arquitectónico será destruido o abandonado.
En primer lugar, la Guerra de Independencia contra los franceses a comienzos del siglo XIX; en segundo, las desamortizaciones de bienes eclesiásticos, en especial la de Juan Álvarez Mendizábal, ordenada en 1836. Por ello, muchas de las obras artísticas vinculadas a esta estética de la ruina o sus autores estarán vinculados de una manera u otra a una preocupación por difundir y conservar ese patrimonio que corría el riesgo de perderse y poseen, más allá de su valor artístico intrínseco o estético, un grandísimo interés documental.
En este artículo sólo presentaremos algunos de los muchos ejemplos de obras o autores que cultivaron el paisaje de ruinas durante el Romanticismo español. Nuestra selección incluye también imágenes aparecidas en prensa del momento, debido al importante papel que desempeñaron en la época estas publicaciones periódicas en el conocimiento del patrimonio arquitectónico de siglos anteriores.
Las Ruinas de Zaragoza
La serie de treinta y seis estampas titulada Las Ruinas de Zaragoza es parada imprescindible en nuestro recorrido por la estética de la ruina en el arte español del siglo XIX ya que, como indica su título, las ruinas arquitectónicas son protagonistas indiscutibles. Sin embargo, su finalidad principal no es presentar un repertorio de imágenes de poéticas ruinas abandonadas, sino la de documentar, a modo de crónica de guerra, los hechos acontecidos durante el Primer Sitio de Zaragoza por los franceses, que había tenido lugar entre junio y agosto de 1808.
Ruinas de Zaragoza Ruinas del patio y costado de la iglesia de Santa Engracia
Muy poco tiempo después de estos acontecimientos, procedentes de Madrid, llegaron a Zaragoza dos pintores vinculados a la Corte: Juan Gálvez (1774-1846) y el italiano Fernando Brambilla (1763-1832). Allí tomaron apuntes a partir de los cuales desarrollaron las treinta y seis estampas que componen la serie y que serían impresas en Cádiz en 1812, con gran éxito y rápida difusión.
Las imágenes se dividen en tres grupos de doce estampas cada una: un primer grupo dedicado a los retratos de los protagonistas del enfrentamiento, otras doce a recrear diferentes episodios bélicas y, en mayor tamaño que las anteriores, otras doce con las ruinas de diferentes lugares de la ciudad como protagonistas.
Puesto que los edificios más afectados por los bombardeos e incendios fueron conventos e iglesias, la mayor parte de las estampas de este tercer grupo corresponden a edificios religiosos. De algunos, en la actualidad, no queda nada; de otros, como el icónico monasterio de santa Engracia, apenas unos pocos restos (la portada-retablo de alabastro).
Ruinas del patio de Santa Engracia
Así, encontramos inmortalizadas las ruinas del seminario, del convento de san José, la iglesia del Hospital General o de la iglesia del Carmen, correspondiendo el mayor número de láminas a Santa Engracia. De este último grupo quizá destaque por su dramatismo la dedicada a la explosión de la iglesia, que tuvo lugar en la madrugada del 13 al 14 de agosto durante la retirada francesa.
Pero si Gálvez y Brambilla consiguieron plasmar la destrucción que había asolado la ciudad y su patrimonio artístico poco después de haber acontecido, otros artistas o viajeros aficionados a la pintura, con el correr de los años del siglo XIX, no olvidaron las silenciosas ruinas de Zaragoza y, más concretamente, las de Santa Engracia. Por ejemplo, el 6 de enero de 1856, el Semanario Pintoresco Español dedicaba un pequeño artículo firmado por Luis de Castro al convento de Santa Engracia. Junto a la breve reseña de su historia, estilo y objetos artísticos había lugar para el lamento ante las ruinas:
“No ha mucho se elevaba esta iglesia en todo su esplendor, hoy solo presenta el desconsolador aspecto de unas ruinas.
La memorable guerra de Independencia la ha destruido (…) Aun se ven en sus restos las señales de las balas de los enemigos (…) Hoy en medio de la campiña desolada que le rodea, asombra aun con sus restos”.
Ilustración aparecida en el Semanario Pintoresco Español (izq.) e ilustración realizada por Blanchard (der.)
El texto de Luis de Castro se acompañaba de una litografía con las ruinas de la iglesia dedicada a los Santos Mártires. Firmada por “Oliveras”, la imagen es idéntica a otra que realizara Pharamond Blanchard (1805-1873), pintor que en la década de 1830 había recorrido España junto a Barón Taylor y al artista Adrián Dauzats[1].
Un viajero entre ruinas: Valentín Carderera
Valentín Carderera y Solano nació en Huesca en 1796 y falleció en Madrid en 1880. Hombre polifacético que a lo largo de su vida se vería vinculado a diversas instituciones como la Academia de Bellas Artes de San Fernando o la de la Historia, se formó como pintor en Madrid junto a Salvador Maella y José de Madrazo, llegando a vivir en Roma durante nueve años, y participó como colaborador en la revista El Artista, tan importante para la introducción del Romanticismo en España[2].
A partir de 1836 se vio vinculado a diferentes iniciativas y tareas relacionadas con la recién creada Comisión de Monumentos de la Academia de San Fernando, que había surgido al hilo de las desamortizaciones de 1835 y 1836 y del consiguiente abandono y futura destrucción y pérdida del patrimonio artístico religioso. Así, realizó diversos viajes por la Península en los que tomó notas y dibujos que en muchas ocasiones fueron prestados a otros autores y artistas para la realización de sus propias obras literarias y gráficas[3].
Valentín Carderera, Ruinas de san Francisco de Burgos. Fundación Lázaro Galdiano
Entre esos dibujos- ejecutados a lápiz, aguada o acuarela y conservados en su mayor parte en la Fundación Lázaro Galdiano- encontramos diversos edificios ya en ruinas que muy poco después serían derribados total o parcialmente, lo que dota a estas obras, aunque no sean especialmente sobresalientes en su ejecución, de un importantísimo valor documental.
Así pues, si bien romántico moderado, quizá alejado de los artistas que consideramos hoy románticos por excelencia, Carderera resulta un pintor imprescindible en este breve recorrido por los paisajes de ruinas del siglo XIX español.
Un lugar de ruinas: San Juan de los Reyes
El monasterio franciscano de San Juan de los Reyes en Toledo, levantado en estilo gótico por orden de Isabel I de Castilla, es otro enclave habitual entre nuestros pintores y dibujantes de ruinas. El 19 de diciembre de 1808 había sido pasto de las llamas de un incendio provocado por los franceses que destruyó por completo el claustro renacentista y dejó en muy mal estado el claustro gótico, más antiguo. Asimismo, la iglesia se vio muy afectada. Sabemos que en 1816 ya había intención de rehabilitar el claustro y que en 1827 el convento volvía a tener uso[4]. Sin embargo, la aplicación de las leyes desamortizadoras de Mendizábal en 1836 supuso retrasar durante varias décadas la restauración del claustro. De este modo, a los estragos de la guerra se sumaron el abandono, el olvido y el vandalismo. Y no faltaron los literatos y artistas que quisieron inmortalizar estos restos arquitectónicos, ignorantes de si acaso volverían a ser restituidos.
San Juan de los Reyes- Semanario Pintoresco Español, 1839 y 1841
Pero no todas las imágenes del claustro de san Juan de los Reyes que encontraremos en la prensa y las pinturas del XIX corresponderán únicamente al ala del claustro destruido. Aunque pudiera parecernos que, por influjo de la sensibilidad romántica, ese debiera ser el lado preferido, no son pocos los ejemplos que optan por mostrar un san Juan de los Reyes íntegro en la medida de lo posible. Así ocurre en la revista de Ramón de Mesonero Romanos Semanario Pintoresco Español, que en 1839 y 1842 incluye junto a un pequeño ensayo dos grabados del monasterio: en la vista exterior sólo se adivinan las ruinas de parte de las bóvedas del claustro; para la vista del claustro el artista ha optado por el lado que se encontraba en mejor estado. Y en su díptico con vistas de ciudades españolas (1835-1839, Museo del Prado) Genaro Pérez Villaamil incluye dos vistas del claustro: una en ruinas, otra íntegro.
De 1846 data el magnífico lienzo del toledano Cecilio Pizarro (1825-1886) dedicado al claustro (en ruinas) de San Juan de los Reyes. Al contrario que las pinturas de ruinas por excelencia del Romanticismo, Pizarro sitúa su escena a plena luz del día y escoge un punto de vista, según Javier Barón, que es el contrario al que Pérez Villaamil había empleado en su vista del claustro en ruinas para el díptico.[5] Esta misma perspectiva, continúa el conservador del Museo del Prado, es la misma que emplearán con posterioridad otros artistas como el francés Guillaume Mayer o Francisco Javier Parcerisa en uno de los volúmenes de Recuerdos y bellezas de España.
Cecilio Pizarro, Claustro de San Juan de los Reyes. Museo del Romanticismo
En su obra Pizarro incluye un anónimo personaje cuya ambigua postura y expresión podría servirnos, casi a partes iguales, como testimonio de la familiaridad –bien y mal entendida- con que los toledanos de la época se acercaban a las ruinas del monasterio y como motivo de reflexión poética acerca del inexorable paso del tiempo: ¿descansa y dormita resguardado del feroz sol toledano el hombre o más bien llora desconsolado al contemplar las consecuencias de “la injuria de los tiempos, la rapiña de unos y afán de destrozar en otros”?
Sin duda literarias eran las intenciones de Gustavo Adolfo Bécquer y Emilio Castelar, quienes con apenas un año de diferencia escribían sus impresiones tras transitar por la iglesia y el claustro de San Juan de los Reyes. En el caso del poeta sevillano, sus líneas sobre san Juan de los Reyes, quizá el texto literario sobre el edificio más célebre, forman parte de un proyecto inconcluso que llevaba por título Historia de los templos de España y que pretendía ser un recorrido por los tesoros arquitectónicos de la Península. Sin embargo, sólo un volumen vio la luz en 1857.
En el capítulo dedicado a san Juan de los Reyes la narración de la construcción del templo aparece intercalada con pasajes de carácter más lírico que nos ofrecen una descripción del estado de las ruinas en aquel momento:
“Los años y la devastación al pasar sobre sus muros le han grabado el sello de la ruina y de grandeza que lo caracteriza y la hiedra que se mece colgada de los parduscos y fuertes machones de su ábside (…) los calados doseletes que arrojan una sombra misteriosa sobre la frente de sus rotos y mudos heraldos de granito”
Y más adelante Bécquer reivindica la ruina como motivo de inspiración del artista y escenario de fantasías:
“El poeta (…) cuya imaginación ardiente reconstruye sobre un roto sillar un edificio y sobre el edificio con sus creencias y sus costumbres, una edad remota (…) verá cruzar, entre los desmoronados sillares del henchido muro, una sombra blanca y cubierta de un hábito religioso”.
Claustro de San Juan de los Reyes según una litografía del Museo Universal (izq.) y según una fotografía de Jean Laurent (der.)
Un año después, en 1858, aparecía en la revista el Museo Universal un pequeño artículo de un jovencísimo Emilio Castelar con el título de “Una tarde en San Juan de los Reyes”. En él el gaditano reflexiona acerca del poder redentor del arte y la influencia de lo oriental y lo clásico en el arte medieval. Y como no podía ser de otro modo, el tema de la ruina también está presente, ruina que, una vez más, gracias a la imaginación del poeta, puede ser reconstruida y es por tanto motivo de inspiración:
“¡Por todas partes ruinas! ¡Ah! (…) ¿Con estas reliquias del arte, no se inspirarán innumerables artistas? Consérvense estas fuentes de santa inspiración, estos tabernáculos del espíritu de nuestros padres, piedras miliarias que atestiguan el camino que lleva la humanidad en la tierra”
Al texto de Castelar, de gran altura poética y poder de sugerencia por otra parte, acompañaban dos litografías, correspondientes al exterior del templo –firmada GR- y uno de los lados del claustro – con la firma “RICO”. En los pies de foto se indica que las imágenes han sido copiadas de fotografías y no sería aventurado pensar que ambos artistas hayan tenido como modelo las instantáneas que el francés Jean Laurent tomó del lugar en fechas similares, introduciendo pequeñas variaciones[6].
Y un artista de ruinas: Lluis Rigalt
Quizá uno de los mejores exponentes de la pintura de ruinas sea el pintor catalán Lluis Rigalt y Farriols (1814-1894), paisajista romántico que mucho tuvo que ver con la configuración, junto a otros artistas como el prematuramente fallecido Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854)-con quien habría estudiado Rigalt- del género de paisaje en la pintura española del siglo XIX, tan poco apreciado y desarrollado hasta el momento.
Lluis Rigalt. Izquierda a derecha y arriba abajo Paisaje nocturno con monasterio en ruinas; Paisaje nocturno; Ruinas
Si bien las ruinas de Rigalt difieren en ciertos aspectos con aquellas plasmadas por Friedrich o Carus en los primeros años del siglo XIX, rasgos como la pequeñez de los personajes que habitan los paisajes o la preferencia por las luces crepusculares están presentes. Sin embargo, para sus obras – acuarelas y lienzos- Rigalt escoge restos arquitectónicos de construcciones no sólo góticas, sino también grecorromanas, muy probablemente inspiradas en las ruinas que se encontraban diseminadas por Cataluña. A este respecto, no conviene olvidar que llegó a ser miembro y presidente del Centro Excursionista de Cataluña, siendo parte importante de su método de trabajo el tomar apuntes del natural para luego reelaborarlos en el taller.
Portada: Paisaje nocturno con ruinas góticas (c.1850), Lluís Rigalt.
Para saber más…
- Barón, Javier: Genaro Pérez Villaamil. Díptico con vistas de ciudades españolas. Madrid: Museo del Prado, 2014
- Bécquer, Gustavo Adolfo: Historia de los templos de España. Madrid, 1857. Disponible aquí.
- Gordo Peláez, Luis: Ruinas de San Juan de los Reyes de Toledo y La Capilla de Santa Quiteria de Cecilio Pizarro. Pieza del mes mayo. Museo Nacional del Romanticismo, 2012. Nipo 551 – 11 – 002 – 2. Disponible aquí.
- Lanzarote Guiral, José María y Arana Cobos, Itziar: Viaje artístico por Aragón de Valentín Carderera. Zaragoza: Fernando el Católico, 2013
[1] García Melero, José Enrique: Arte español de la Ilustración y del siglo XIX: En torno a la imagen del pasado. Madrid: Encuentro, 1998, p. 211.
[2] Para conocer en profundidad la vida y obra de Valentín Carderera así como sus viajes, recomendamos los siguientes textos: Madrazo y Kuntz, Pedro de: Elogio de don Valentín Carderera: Necrología. Boletín de la Real Academia de la Historia, t. II, 1882, pp. 5-12 y 105-126, Azpíroz Pascual, José María: Valentín Carderera, figura relevante e influyente del arte en el siglo XIX. Argensola, n. 120, 2010, pp. 35-63 y Lanzarote Guiral, José María y Arana Cobos, Itziar: Viaje artístico por Aragón de Valentín Carderera. Zaragoza: Fernando el Católico, 2013.
[3] Sobre este intercambio de dibujos para realizar, por ejemplo, litografías que después aparecieron en prensa periódica hablamos en este artículo.
[4] ABAD PÉREZ, A.: Relación sobre el incendio de San Juan de los Reyes (1808) y vicisitudes posteriores hasta 1864, Toletum, 4, 1969, pp. 169-188.
[5] Barón, Javier: Genaro Pérez Villaamil. Díptico con vistas de ciudades españolas. Madrid: Museo del Prado, 2014, p. 48.
[6] Varias de estas fotografías han sido recogidas por Eduardo Sánchez Butragueño en su blog Toledo Olvidado. (consulta 25/6/2015).
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Paisajes de ruinas en la pintura del Romanticismo español: un breve recorrido». Publicado el 8 de julio de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.23 – URL: |
3 Comentarios
un articulo extraordinario cumple ampliamente mis expectativas
Estimado Adolfo, muchas gracias por su comentario. Espero que este artículo le haya servido como aproximación al tema de las ruinas en nuestro Romanticismo. Hay muchísimos más ejemplos (litografías y dibujos de Francisco Javier Parcerisa, lienzos y acuarelas de Eugenio Lucas Velázquez…) dispersos por nuestros museos y la prensa de la época que darían para otro artículo.
Un saludo, Alegra
buenisimo