Ombligo
No podía creer que tuviera tanto desdén, hacia esa sensación inerte de supervivencia estática como la muerte, el invierno. El tintineo de cada gota como las acuarelas sin filtro, sin sueño, nube o rostro… Quema el flotante músculo de una bayeta sobre el suelo mojado de una esfinge sin surtidor de adolescentes. Esas manos… oigo como si retorcieran mi cuerpo sin cuello, como minúsculo mármol o tabla roída. Se va… quiero pensar notando el grifo bajo mi cerebro decorativo.
Descanso por fin en cualquier bañera inservible, esperando las 8 de la mañana o los pies descalzos del arpón de cualquier suela ahogando el fondo de mi piel blanquecina. Pura rutina, miedo, contraste, cinturas, pómulos, labios, muslos u ombligos mientras yo…soy inmune al paso del tiempo.
Ombligo que masturbo con la incesante fe de un pétalo en la salvedad de los besos y de los hechos, es imposible retratarlo, quedó en esferas fuera de una dama que juega con blancas y se diluyen en tizas que saben a hiel.
Se acuerda de voces remotas, de pieles oscuras o blancas, libres, taciturnas, oblicuas; la envidia de no tener vida propia encerrada en solanas.
Argos
La aldaba es profunda como el eco. Basta responder a las bajezas solitarias para responder a las lenguas y los mártires que afloran sin estupor en el sumidero.
Si miro la pantalla me asoma la madrugada. Esos momentos de suministrar anfetaminas a la razón para despotricar en los sentimientos. El vacío puede ser taciturno como los entremeses.
Mientras me pides un licor que no sea muy rancio. Que no sea secuestrador de relojes, del tiempo que se encarga de disparar el instante.
A medida que los bostezos asoman, el delirio es tan grande como la pobreza de servirte de espuma en los moteles.
Y me quedo secuestrada entre miles de versos, entre miles de argumentos que conciertan los adoquines. Y lapidarse se convierte en una autoflagelación de la cornisa, de la propia mampara que relata escuetamente los episodios de una crisis en las macetas, en los puertos, en todos los momentos que bailamos con las sombras, y emborrachamos la sobriedad.
En este momento escribir no tiene sentido, es automático, como la cerveza que se encripta en las gargantas, en la tráquea salvaje que contagia a la suerte y la aterroriza de certezas.
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Ombligo | Argos». Publicado el 15 de junio de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.34 – URL: |
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