La mitología de un pueblo, esto es, el conjunto de sus mitos, es mucho más que una colección de historias fantasiosas. Contiene la explicación de sus hechos culturales y aún de su identidad. Sus dioses simbolizan los aspectos esenciales de esos mismos hechos y de esa misma identidad.
Un viejo tuerto de manto oscuro y sombrero de ancha ala, vagabundeando generalmente a pie por caminos inhóspitos; de palabras ominosas, a menudo crípticas; apareciendo y desapareciendo abruptamente, y brindando, en el intermedio, consejo y colaboración, o destrucción.
Un hombretón musculoso, de andar impetuoso, gran barba roja y voz potente, armado de un martillo; en movimiento perpetuo; verbo ingenuo, cólera pronta.
El padre, siniestro y traicionero; el hijo, sencillo y un tanto infantil en su rectitud. Odín y Thor pertenecen a mundos distintos. Más allá de su parentesco directo y de sus respectivas funciones, entrelazadas, en el panteón divino antiguo escandinavo, son esencialmente disímiles.
Odín es el rector de los dioses, su patriarca y, a menudo, progenitor; es la divinidad de la magia, la poesía y por tanto la sabiduría, la guerra y los guerreros caídos en ella. Thor es su hijo mayor, engendrado en la diosa Jörd, la Tierra; actúa como el campeón de los dioses, defendiéndolos en los momentos de peligro; es la deidad tutelar del clima, la justicia, la consagración (del los matrimonios, de los juramentos, de las asambleas), por lo que en cierta forma podría considerárselo dios de la sacralidad.
Ambos son en cierta medida dioses guerreros, si bien sus ámbitos son nítidamente divergentes; veremos que esta distancia es en parte de índole social.
Página de manuscrito de la Edda Prosaica
Dos bandos rivales se enfrentan en el campo de batalla y, en el instante previo a su comienzo, aparece un anciano desconocido quien dispara su lanza hacia uno de los frentes armados y desaparece; se trata de Odín, consagrando para sí a aquellos guerreros que caerán en el bando seleccionado. Algunas sagas relatan eventos paralelos, protagonizados por guerreros que imitan ritualmente el acto odínico. Los muertos, caídos en la lid, serán conducidos por valquirias (“Electoras de caídos en batalla”) a la gran sala celeste Valhalla (“Salón de los caídos”); ellos son los einherjar, guerreros selectos, quienes tendrán como cíclica actividad póstuma prepararse para la gran batalla final: el Ragnarokr, donde dioses y seres monstruosos combatirán y se destruirán mutuamente, para dar paso a un nuevo orden cósmico (y tal vez a un nuevo Ragnarokr).
Esta selectividad odínica es más que cualitativa, es social. El propio Odín, transmutado en muchacho insolente y verborrágico en el poema éddico Hárbarðzljóð (El canto de Hárbarð), se burla de su hijo Thor echándole en cara que
“[… ] A los jarlar que caen Odín recibe.
¡Los esclavos a Tor le van!”
Más allá del grado de verdad que entrañe esta declaración, el autor del poema establece la estratificación social como base para la consagración a cada una de las deidades, y cabe preguntarse si no estamos ante un indicio de la religiosidad nórdica en relación con su sociedad.
De ser así, habría un favoritismo elitista en el culto a Odín, lo cual por otra parte queda testimoniado en las referencias a las muertes odínicas practicadas por los jarlar escandinavos: como rito previo a la muerte presentida o como imposición testamentaria relativa a sus futuros cadáveres, se practicaban heridas de punta de lanza para abrirse camino en dirección al Valhalla, emulando el autosacrificio realizado por Odín de acuerdo al poema Hávamál (Los dichos de Har):
“Sé que pendí nueve noches enteras
del árbol que mece el viento;
herido de la lanza y a Odín ofrecido
-yo mismo ofrecido a mí mismo-
del árbol colgué del que nadie sabe
de cuáles raíces arranca.”
Reproducción de una estatua de Eyrarland: Thor
Por su parte, Thor se caracteriza fuertemente por su función de activo matador de gigantes de escarcha. Con este nombre se identifica colectivamente a aquellos seres monstruosos que viven en Jotunheim y quienes, por su violencia incontrolable y su anatomía desmesurada, por el peligro que insumen para dioses y humanos (dice Thor en Hárbarðzljóð: “¡Muchos serían si todos viviesen! // ¡Vacío de hombres estaría el Mídgard!”), y que se cree representan a las elementos destructivos, indómitos, de la naturaleza. Así que, por un lado, Thor defiende a la humanidad de estos enemigos (léase: heladas, nevascas, frío, granizo, aludes); pero también propicia un aspecto positivo de la naturaleza, esencial para una sociedad agrícola como la antiguo nórdica: la lluvia.
En efecto, Thor era el dios de la tormenta: en su lucha contra los gigantes empuñaba el rayo (su corto martillo Mjöllnir); al desplazarse en su carro tirado por dos machos cabríos el rodar de las ruedas sobre las nubes generaba el trueno y precipitaba la lluvia.
Su mismo nombre es revelador: Thor, que en antiguo nórdico es Þórr, es Þunor en anglosajón y Donar en antiguo alto alemán; estas variantes se encuentran lingüísticamente relacionadas con vocablos modernos cuales el español “trueno” y el inglés “thunder”, de igual significado. Así pues, como dios atmosférico, es equiparable al griego Zeus, dios fecundador y también armado del rayo. Enfatizando este paralelo, el día de la semana consagrado al dios romano Júpiter (a su vez equiparable a Zeus), el jueves (Jovis dei, esto es, “día de Júpiter”) es denominado en lenguas germánicas modernas tales como el inglés y el alemán, respectivamente, Thursday y Donnerstag.
Odín también tiene su lugar en el ordenamiento semanal: “Wednesday” es “el día de Wodan”, lo que es igual a decir “día de Odín”, dado que Wodan es la forma anglosajona del nombre de este dios. La versión española es “miércoles”, día de Mercurio, el cual era el dios romano de los viajeros así como conductor de las almas de los muertos, entre otras atribuciones. El comportamiento andariego de Odín, así como su carácter versátil y su vinculación con el inframundo, parecen haber guiado esta identificación.
Nótese que Thor fue paragonado con la deidad suprema del panteón latino, lo cual puede entenderse de la siguiente manera: si bien Odín ocupaba por definición este puesto, en tanto dios creador, cabecilla de las demás deidades y padre de varias de ellas, el rango de Thor en el culto era superior.
La popularidad de Thor tiene evidencias en obras medievales como la Eyrbyggja saga [1] (La saga de los habitantes de Eyr), donde se cuenta de un perysonaje:
“Hrólf era un jefe importante y el más distinguido de los hombres. Se encargaba de cuidar el templo de Thór en la isla y tenía buena amistad con él.”
Por lo tanto, el culto de Thor no estaba restringido a las clases inferiores. La diferencia entre ambos cultos, si bien social, radica en otra forma de clasificación societal: no es entre pudientes y pobres, sino entre la elite guerrera, adoradora del dios elitista Odín, y la masa campesina, desde los grandes terratenientes como el Hrólf de la Eyrbyggja saga hasta los esclavos que trabajaban la tierra, seguidores del protector Thor.
Imagen de portada: Walhall, die Götterwelt der Germanen (1905) por Emil Doepler
Para saber más…
- DUMÉZIL, Georges. Del mito a la novela: la saga de Hadingus [Saxo Gramático, I, v-viii] y otros ensayos. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.
- Dumézil, Georges. Los dioses de los germanos. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006.
- Edda mayor. Madrid: Alianza, 2000.
- La saga de los habitantes de Eyr (Eyrbyggja saga). España: Tilde, 2000.
[1] Sobre esta obra consulten este artículo publicado anteriormente en Mito | Revista Cultural: El paisaje humano en una saga de islandeses.
¿TE HA SERVIDO ESTE ARTÍCULO? ASÍ PUEDES CITARLO: https://revistamito.com/odin-versus-thor-indagando-favoritismos/ : «Odín versus Thor. Indagando favoritismos». Publicado el 25 de marzo de 2015 en Mito | Revista Cultural nº.19 Marzo 2015. URL: |
Sin comentarios