Año 789MK de la misión. Los humanos pronto descubrirán que les hemos observado desde que este insignificante planeta nació en un sistema solar cercano a Alfa Centauri.
Ellos llaman Sol a la estrella que les da luz, y Tierra al pequeño planeta en el que viven.
Yo solo soy un minero de Aldebarán que ha quedado atrapado aquí, a años luz de su hogar por un estúpido planeta que resultó estar vivo.
Ellos lo llaman SU planeta, hasta que nosotros lo reclamemos como nuestro. No llevo aquí desde hace 4500 millones de años terrestres cuando la Tierra se formó a partir de polvo y meteoritos que chocaban entre sí para que se lo queden ellos, los humanos. Cómo disfruté toda aquella destrucción, las nubes de gas incandescente, la roca fundida, un protoplaneta sumido en el fuego y los gases tóxicos que crecía poco a poco por los impactos de los meteoritos. Una espiral de roca danzando al son de la gravedad.
Y al enfriarse su superficie apareció… Cuando íbamos a descender para empezar a sacar los metales que había en toda aquella corteza volcánica apareció el agua. Empezó a brotar de la corteza y a condensarse hasta cubrir el planeta de nubes. Aquello fue el final de la expedición.
Desde entonces se han sucedido los eones. Millones de años esperando, observando desde lo alto y viendo como el joven planeta iba evolucionando.
Primero fue aquel enorme océano que apareció con la formación de las nubes y la condensación del agua en la atmosfera. Lo que antes era rojo y negro ahora era azul. Azul como los tejados de azurita de mi casa en Aldebarán.
Prácticamente no había oxigeno. Los volcanes empezaron a surgir de las profundidades del mar y la corteza que formaba la capa externa del planeta se fragmentó y se empezó a mover por el fuego y la rabia que surgían del interior.
La vida no tardó en aparecer como en cualquier parte del universo con una química lo suficientemente compleja. Las diminutas moléculas orgánicas iban ganando en complejidad y se unían y se separaban intercambiando átomos en una danza al ritmo de la música de la luz que daba su estrella. Pequeñas algas verdes y rojas, organismos unicelulares…y oxígeno.
Un alga, los estromatolitos, un organismo insignificante que utilizaba la luz que le llegaba del Sol para generar energía empezó a liberar oxígeno en el planeta. ¡Oxígeno!. Lo que era verde se oxidó y pasó a ser amarillo y naranja. El hierro se quebraba cuando lo exponías a la atmosfera. Llenó el planeta de veneno y casi convierte la tierra en un cascaron inerte.
La vida se ahogaba en un gas que no podía asimilar. Al final todo y todos somos eso, solo química en constante cambio.
Habían pasado varios miles de millones de años y nuestro señor y nuestras familias empezaban a impacientarse por nuestro regreso a casa.
En una ocasión la Tierra se convirtió en una enorme bola helada. No era blanco, era brillante como cuando quemas una antorcha de magnesio. No nos importó ya que se formó gran cantidad de hierro que podríamos aprovechar. Es el mismo hierro que ahora utilizan ellos y ni siquiera saben cómo apareció.
Cuando la bola de hielo se derritió y el planeta se calentó empezaron a aparecer organismos complejos. Pero no había descanso para nadie ahí abajo. Los continentes se separaron y se volvieron a juntar. Los niveles de gases invernadero alcanzaban niveles que no han vuelto a tener y el clima cambiaba constantemente. Llegaron a extinguirse el 95% de las especies de golpe. El planeta hacia un ‘reset’ cuando lo veía necesario. Destruía lo viejo y dejaba sitio para lo nuevo.
Nosotros nos dedicábamos a observar desde la nave las patéticas criaturas que iban apareciendo y evolucionando: insectos gigantes, peces acorazados, reptiles de varios metros de altura de vivos colores. Bosques inmensos que se extendían por toda la superficie.
Pasaron de ser peces a reptiles. Los reptiles aprendieron a volar y se convirtieron en pájaros o les creció pelo y se convirtieron en pequeños ratones delante de nuestros ojos.
La impaciencia se hizo patente en mi equipo y tuve que ejecutar a dos tripulantes de la nave para que no echaran todo a perder. Yo también echo de menos mi vida. Pronto, era todo lo que nos decían desde Aldebarán, pronto será el momento de actuar.
La Tierra evolucionaba rápidamente. El universo parecía reírse de nosotros. Él no entiende de tiempo y espacio y solo continua su música de negro y blanco sin fijarse en quien pueda escucharla.
Los volcanes y los meteoritos mataron a los grandes reptiles y dejaron un hogar vacío listo para que lo ocuparan los mamíferos.
Y por fin. Hace 200.000 años terrestres apareció el primer atisbo de inteligencia en el planeta. Nuestra espera estaba a punto de finalizar. Esta joven especie, el Homo Sapiens como se hacen llamar, se ha multiplicado y ha dominado el planeta. De 4500 millones de años llevan aquí 200.000. Menos de un 1%.
Y lo llaman su planeta. Es mi planeta. Perdí mi familia y mi hogar por buscar el hierro y el cobre que ellos usan. Llevan aquí menos tiempo de lo que dura un año en mi casa de Aldebarán en este insignificante planeta y son nada. Y lo más divertido para mí, es que no lo saben. No saben los cambios que ha experimentado el planeta a lo largo de su vida y no son conscientes de que cuando el planeta no quiera que estén, desaparecerán.
Y yo podré volver a casa. Cambiaré el azul de la Tierra por el azul de los tejados de mi hogar…Aldebarán.
Notas del autor.
Este pequeño relato cuenta de manera resumida varios de los eventos importantes que ocurrieron a lo largo de la historia de la Tierra contadas por un extraterrestre que observa el planeta desde su nacimiento hasta la actualidad, como si fuese un ser vivo que cambia y evoluciona con el tiempo.
Esto permite desconectar la existencia de la Tierra y la existencia del ser humano y darnos cuenta de que somos meros invitados en un sitio mucho más viejo que nosotros.
La historia de nuestro planeta es demasiado larga para contarla en un solo artículo y en futuras publicaciones profundizaré más en cada uno de los procesos que ha sufrido el planeta en el que vivimos.
Para saber más: Biografía de la Tierra: historia de un planeta singular. Anguita, Francisco (2011). Disponible en la biblioteca digital de la Universidad Complutense de Madrid.
Portada: NASA/Apollo 17 crew; taken by either Harrison Schmitt or Ron Evans