La arquitectura es para la gente
Prolífica y multifacética, Lina Bo Bardi dedicó su vida al arte y la cultura, enredándose a todas las diferentes ramas que pudo alcanzar y entregando su mayor esfuerzo, en todas las disciplinas que abarcó, a comprender las necesidades humanas y a trasmitir la importancia de la cultura.
Adoptó la producción artística como un deber para con la sociedad y luchó, continuamente, para hacer llegar al público la cultura y el arte modernos. Al fin y al cabo, defendía, el arte es un hecho cotidiano, un suceso del día a día, del que todos participamos.
Lina y su vida
Nacida Achillina Bo, en una Italia que se abalanzaba hacia la Segunda Guerra Mundial y en la que el totalitarismo era el único pan de cada día, Lina desarrolló un sentimiento crítico hacia cualquier fuerza de opresión que se quisiese imponer sobre el ser humano. Así pues, situó a éste, siempre, en el epicentro de sus creaciones, reivindicando la igualdad de derechos y la justicia y defendiendo que: “la verdadera libertad, solo puede ser colectiva”.
Estudió arquitectura en Roma; no obstante, el inicio de su carrera no arrancó en la construcción, sino en el seno de diversas revistas italianas de diseño. Empezaría ilustrando sus páginas y llegaría a escribir algunos artículos en los que, ya en ese momento, enfocaría sus palabras e ideas hacia un mayor compromiso de la arquitectura moderna con la sociedad. Demostraba interés por crear alternativas constructivas, así como un diseño y una arquitectura más humanizados. Paralelamente, también participó de movimientos comunistas que reivindicaban la igualdad y criticaban el sistema del momento.
Poco después de terminar la guerra, Lina Bo Bardi, junto con su marido, Pietro Maria Bardi, decidió cruzar el Atlántico y emigrar a Brasil. En este país encontraría su hogar, quedando maravillada por la cultura del lugar, por su atmósfera vibrante y repleta de vida, tan diferente de la Europa de la que partió. Tal fue su admiración, que llegó a definir Brasil como “el país donde todo es posible”.
Se instaló primero en Rio de Janeiro, para mudarse más adelante a Sao Paulo, ciudad en la que residiría hasta sus últimos días. En Brasil, Lina consiguió sumergirse entre la gente, formar parte de ellos. Ellos que iban a ser los protagonistas en sus creaciones, ellos a quienes dedicaría sus esfuerzos, ellos que habitarían sus edificios y a quienes quería transmitir el potencial cultural de la arquitectura y el diseño.
Lina y el tiempo
Fue en Brasil donde despegó su carrera como arquitecta. Allí, Lina encontró un país en el que la industrialización llegaba tardía y en el que el peso de las tradiciones y las costumbres marcaba el paso del tiempo. Como joven educada en el Movimiento Moderno, Lina vería en las nuevas técnicas y materiales, las múltiples posibilidades que éstos podían ofrecer; pero a su vez, abrazaba el pasado como fuente de conocimiento, la artesanía de aquella nueva tierra, tan expresiva y llena de vida.
En la arquitectura de Lina, se observa ese continuo diálogo entre el pasado y el presente. Su obra se plasma como una ida y venida hacia el modernismo, materializando la comunicación entre la innovación y la tradición, entre la tecnología y la artesanía, entre los progresos y las costumbres, entre la nueva materialidad, y la puesta en valor de lo popular.
En Sao Paulo, Bo Bardi encontró su nuevo hogar y construyó su casa. Conocida como La Casa de Vidrio, esta obra ejemplifica su voluntad de hacer convivir lo moderno con lo tradicional. La casa se asoma al visitante entre la intensa y densa flora tropical, como un pabellón ligero de vidrio, una caja transparente que reside sobre delicados pilotes de hormigón, influenciada por la visión europea y americana de la caja acristalada como observatorio. Después, en su interior, esta estancia, vidriada de suelo a techo, conecta por detrás con un patio que reúne la tradición y la cultura brasileñas. Se genera así el diálogo entre lo moderno y lo popular, a la vez que se disuelven el exterior y el interior, lo natural y lo humano.
Construida en una colina, la casa nace en el terreno con raíces brasileñas, con el lenguaje de la tradición, y al mismo tiempo que se aleja del suelo y avanza hacia el vacío, se adelanta en el tiempo y adopta la forma y la estética moderna, su materialidad y ligereza. Se genera una dualidad entre abstracción y realismo, entre racionalismo y naturalismo, entre progreso e historia.
En esta obra, y en toda su arquitectura, Lina se encamina hacia una extensión del modernismo y los nuevos avances, que se entremezclan con la sabiduría popular y las necesidades del día a día. Integrar el progreso con la tradición, para mejorar la calidad de vida y la sociedad, respetando los orígenes.
Lina y el lugar
La arquitectura de Lina buscaba una constante relación con los hombres y con la naturaleza, abrazando siempre la contingencia y espontaneidad de la vida. A lo largo de toda su carrera, Lina trabajó para diseñar esas relaciones, creando espacios que la gente identificara como suyos, fundiendo los límites entre lo público y lo privado, entre lo natural y lo humano, sin olvidar nunca su ambición por acercar la cultura moderna a todas las personas.
Criticaba la arquitectura concebida a priori, defendiendo la necesidad de basar los cimientos del proyecto en las circunstancias específicas e intrínsecas de las que él mismo forma parte, incluso antes de empezar a existir.
Estas ideas se ejemplifican perfectamente en su proyecto para el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP), donde una caja de vidrio suspendida por una inmensa y brutalista estructura de hormigón armado, situada en el corazón de la Avenida Paulista, abre una ventana hacia el paisaje y la ciudad, hacia el valle que se extiende delante de ella. Al elevarse de la cota del suelo, el edificio genera una gran plaza, una extensión del espacio público que penetra bajo el volumen construido. Este volumen, a su vez, proporciona una sombra a la ciudad que se traduce en un rincón fresco donde protegerse del sol abrasador, así como de las intensas lluvias. Bajo la plaza, se sitúan las otras áreas que componen el museo, quedando ésta inmersa en un espacio dedicado a la cultura. De este modo, la plaza invita a ocupar ese espacio con arte, como prolongación del interior, un espacio donde se funden el museo y la ciudad, siendo uno solo, para admirar la naturaleza y la creación del hombre. La plaza constituye un vacío y dialoga con el Parque Trianon, situado en frente, creando una pausa en la larga avenida donde abundan los edificios en altura y el tráfico, y escasean los espacios verdes.
La comunicación vertical del museo se desarrolla por una escalera en espiral, que hace a la vez de elemento escultural y artístico, construida a partir de la técnica y los materiales del lugar. Se convirtió en el elemento icónico que unía el nivel de la calle con el interior del museo, la ciudad con el arte. Y, una vez más, lo viejo y lo nuevo caminaban de la mano generando una fuerte tensión entre la geometría abstracta y la materialidad tradicional.
El MASP, así, fundaba sus raíces en la tierra de la que emergía, encontrando su lugar, como si hubiese estado escrito, desde siempre, que era ahí donde le correspondía estar. Dedicado al arte y la cultura brasileñas, este museo acercaba sus tesoros hacia la ciudad, invitando a los transeúntes a disfrutar de ellos.
Lina y nosotros
Lina entendía los edificios como obras inacabadas que tan solo cobraban sentido cuando eran habitadas y vividas por las personas. Era la interacción humana lo que les daba sentido. Para ella, pues, el diseño partía del entendimiento del mundo físico y las condiciones, hábitos, necesidades y comportamientos sociales; el fin último de la arquitectura es ser útil y significativa para aquellos que la emplean y habitan.
Se la veía continuamente en las obras, donde, junto a todos los demás trabajadores, participaba de la construcción de los edificios. No creía en los estudios de arquitectura convencionales, su oficina era la obra, en la que entre todos se enfrentaban conjuntamente a los problemas e imprevistos que surgían diariamente. Entendía que el imperfeccionismo forma parte de este mundo y que los planos y dibujos no son más que unas guías abstractas susceptibles de ser modificadas por la realidad.
Con esta actitud, Lina se enfrentaba a la relación de la arquitectura con la sociedad. Arquitectura para la gente, construida por, con y para ella. Se aproximaba a los usuarios y habitantes de sus futuros edificios, alejándose de la concepción moderna de una arquitectura que acabó imponiendo sus ideales estéticos y funcionales a una sociedad que no los compartía. Criticaba esa arquitectura que, al abandonarse a un juego puramente formal, iba perdiendo, al mismo tiempo, su carga emotiva, alejándose de los sueños y deseos de la gente real.
El conjunto de edificios que forman el SESC Pompeia, ofrece una clave esencial para entender la intención de Lina de humanizar la arquitectura, de hacerla atractiva, receptiva y colectiva, con el fin de dignificar la presencia humana.
Se trata la obra más significativa de toda su carrera, a la que dedicó muchos años. El proyecto consiste en la renovación de una antigua fábrica, que Lina mantuvo y readaptó, y la construcción de dos torres destinadas a usos deportivos. Vuelve a establecerse el diálogo entre lo viejo, lo existente, y lo nuevo, lo moderno, el cual se transmite a través de la materialidad. El conjunto, es un complejo destinado a las múltiples ramas de la cultura y las artes; es un lugar para todos, situado en un barrio de gente trabajadora y con pocos recursos.
Es un edificio pensado para la comunidad en el que Bo Bardi aunó todas las habilidades e intereses desarrollados en su carrera: arquitectura, diseño, educación, tradición y costumbres, fiestas populares, exhibiciones y teatro; deseando desarrollar una identidad del diseño y arte brasileños basada en el día a día y en la vida colectiva.
Lina Bo Bardi creció rodeada de un tiempo que destruía la vida a ritmo de explosiones, por lo que siempre luchó por defender las creaciones humanas, los más profundos sentimientos y expresiones manifestados a través de producciones artísticas y culturales. Lina se esforzó, durante toda su carrera, por transmitir la importancia de éstos, aprendiendo de la historia y mirando hacia delante, fundiendo la cultura heredada con la moderna.
Quería demostrar que el arte y la cultura, son un hecho de cada día, al alcance de todos. Quería transmitir que con la cultura aprendemos a respetarnos, a nosotros mismos, a los que estuvieron y a los que vendrán; a nuestro entorno y a nuestra sociedad. Es un derecho humano que debemos abrazar con fuerza, pues define quiénes somos y nos hace avanzar por la vida guiados por nuestros más profundos y sinceros sueños.
Portada: MASP, Ling Wang Marina
Fotos: Sao Paulo, Júlio Boaro | Perspectiva, Zonda Bez | Casa de Vidrio, Zonda Bez | MASP, Milton Jung | MASP, Lina Bo Bardi © Lidia Escuder y Adrià Solbes | SESC Pompeia, Lina Bo Bardi © Lidia Escuder y Adrià Solbes | SESC Pompeia, Sergio Filho | SESC Pompeia, Thomas Hobbs | SESC Pompeia, Lina Bo Bardi © Lidia Escuder y Adrià Solbes