Por Alba Girau Pellicer
Desvirtuar la realidad para hacerla más soportable, obsesión por poseer, imposición, autoritarismo… son algunas de las actitudes que mejor definen la patología colonialista. Es indispensable que resurja el legado que dejó la poetisa para darnos cuenta del problema de identidad que presenta la región.
Lucila Godoy Alcayaga nace el 1889 en Vicuña, la pequeña ciudad del valle de Elqui, Chile. Su padre, Juan Jerónimo Godoy, fue maestro de escuela con una sólida formación en latín, griego, filosofía, literatura y teología, que además escribía versos. Aunque con poco más de tres años las abandonó. Con su madre se traslada por los pueblos elquinos de Pisco y Montegrande. Este paisaje andino se convertirá después en su universo poético.
Con trece años y nuevas mudanzas empieza a escribir sus primeros versos inspirada por el mar de Coquimbo. Su paso por la escuela fue muy breve, así que decide iniciar su estudio de forma autodidacta. Un año después ya empieza a trabajar como maestra en la escuela de Compañía Baja. Desde este momento asistimos a la verdadera vocación de la poetisa: la docencia.
Este mismo año conoce a Fernando Ossandón, un periodista que le acerca su biblioteca para que Lucila siga empapándose de literatura. Es así como tiene su primer contacto con la poesía de Federico Mistral y el pensador Montaigne. También escribe su primer artículo para el periódico de Coquimbo. Un año después empieza a colaborar con La Voz de Elqui utilizando algunos seudónimos, hasta llegar al que la consagra definitivamente: Gabriela Mistral, en honor al poeta antes citado y el nombre del viento, el nombre fue elegido por la admiración que sentía hacia Gabriel D’Annunzio y por el arcángel. Continúa su carrera como docente y trabaja para diferentes escuelas como el Liceo femenino de La Serena.
En 1909 y siguiendo con las desgracias que caracterizan la vida de la poetisa, aparece Romelio Aureta, quien había sido su pareja, muerto con una foto de Lucila y con dinero que había robado de su trabajo. La tragedia sacude a la prensa y a la reputación de la de Elqui. Aunque Lucila niega ser la responsable, la trágica muerte afecta a su ánimo.
En 1910, ya con el título de maestra sigue su tarea de docente en otros centros. Dos años después es destinada cerca de Santiago, donde aprovecha para colaborar con la revista Sucesos e iniciar correspondencia con Rubén Darío. En esta época empiezan los primeros premios para la chilena: primer premio en los Juegos Florales de Santiago.
Es tan importante su labor educativa, que es requerida en Temuco para mejorar el liceo de la región. Es aquí donde conoce al joven Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, conocido más tarde como Pablo Neruda. El gran poeta chileno siempre reconoció la importancia del magisterio recibido por parte de Gabriela. «Puedo decir que Gabriela me embarcó en esa seria y terrible visión de los novelistas rusos y que Tolstoi, Dostoievski, Chejov… entraron en mi más profunda predilección».
Durante el periodo que de 1922 a 1945 el gobierno mexicano la invita a participar en el proyecto educativo de la revolución y al mismo tiempo publica su primer libro, Desolación, al que seguirán Ternura y Tala; y finaliza con la recepción del Premio Nobel. Probablemente es su periodo más intenso, ya que publica con asiduidad y empieza a tener el reconocimiento tanto de los círculos académicos internacionales como de la crítica. Después de México se dirige a Estados Unidos, donde ofrece conferencias en diversas universidades norteamericanas. Luego recorre Francia, Suiza —país en que se entrevista con Romain Rolland—, España e Italia —donde conoce a Giovanni Papini—. En Madrid se publica su segundo poemario Ternura
En el viaje de vuelta a Chile realiza paradas en Argentina, Brasil o Uruguay, donde es homenajeada. Una vez en su país, la Sociedad de las Naciones aprueba su ingreso en el Instituto de Cooperación Intelectual, en el que representa oficialmente a Latinoamérica. Más tarde volverá a viajar, esta vez a París para desempeñar el cargo de consejera del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, lo que le permite entrar en relaciones con personalidades de la época: Madame Curie, Paul Valéry, George Duhamet… En Chile sale a la luz la tercera edición de Desolación. Participa en diferentes congresos europeos en Italia, Ginebra o Francia y es nombrada miembro del comité editorial de la Colección de Clásicos Iberoamericanos.
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En 1928 adopta a su sobrino, a quien llama Yin Yin. Mucho se ha especulado acerca de este pariente, de quien se ha dicho que era el propio hijo de la poetisa, fruto de un abuso sexual. De nuevo en el continente americano colabora con diferentes periódicos y revistas de Buenos Aires, Estados Unidos y Santiago de Chile. También viaja a Puerto Rico invitada por la universidad de la isla. Recorre las Antillas, el Caribe y los países centroamericanos. En la República Dominicana, Cuba, Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala —donde recibe el doctorado honoris causa— es recibida con honores por las universidades y personalidades intelectuales de los distintos países. Visita diversas ciudades españolas: Málaga, Mallorca y Barcelona.
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Una vez estallada la Guerra Civil española se traslada a Portugal, Francia, Dinamarca y Brasil para seguir con encargos consulares y de ayuda a españoles exiliados. La época de los cuarenta se convierte en un período complicado para Gabriela, quien tiene que huir constantemente de las guerras y dictaduras europeas. Además, su sobrino Yin Yin se suicida con arsénico.
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A los 56 años recibe el Premio Nobel de Literatura, noticia que conoce por el embajador sueco en Brasil. A partir de este momento los reconocimientos se suceden de manera continua: Francia le concede la Legión de Honor, Italia el doctorado honoris causa de la Universidad de Florencia, y Cuba la medalla Enrique José Varona de la Asociación Bibliográfica y Cultural de Cuba. Dos años más tarde establece amistad con Thomas Mann, quien cede su secretaria chilena Doris Dana a Gabriela. Con esta mujer establece una relación sentimental muy íntima hasta sus últimos días.
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En Washington recibe el Premio de la Academia Norteamericana de la Historia Franciscana, que reconoce su contribución a la cultura. A su vez, Chile le otorga el Premio Nacional de Literatura de Chile, cuya dotación la destina a los niños sin recursos que viven en el valle de Elqui. En 1954 la Universidad de Columbia otorga a Gabriela Mistral el doctorado honoris causa por su brillante trayectoria y su contribución a la literatura. Después de 16 años de no tocar tierras chilenas, la poetisa vuelve para recoger el doctorado honoris causa que le otorga la Universidad de Chile.
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En 1956 los médicos le detectan un cáncer de páncreas. El Gobierno chileno aprueba conceder a la poeta una pensión vitalicia. Al año siguiente muere víctima de esta enfermedad. Tras conocer la noticia de su fallecimiento la ONU interrumpe la sesión que estaba celebrando para rendir homenaje a la poeta chilena. Los homenajes a su memoria se suceden por todo el mundo: Francia, España, Estados Unidos, Suecia, Líbano… y toda Latinoamérica honran su persona y su obra. Los restos de Gabriela son trasladados a Montegrande. Se decretan tres días de luto oficial y multitud de personas le rinden el último homenaje. En su testamento transpasa los derechos de sus obras publicadas en el hemisferio sur a los niños pobres de Montegrande, los relativos a las obras publicadas en el hemisferio norte a Doris Dana y a Palma Guillén, quien a su vez los lega a los niños pobres de Montegrande.
En el museo Gabriela Mistral de Vicuña los visitantes se pueden sumergir en el viaje biográfico de la poetisa. Desde sus años de infancia hasta su muerte, atendiendo a todos los viajes que realizó en vida por trabajo o por exilio. Todo ello guiado por las preciosas citas que dejó Gabriela: “Hacer leer como se come, todos los días hasta que la lectura sea, como el mirar, ejercicio gozoso siempre”.
La capacidad activista de Gabriela es una constante en toda su trayectoria. “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino”.
Conforme se avanza en su trayectoria, el visitante asiste a la consolidación de una ideología fuertemente arraigada a su tierra natal y su preocupación por resurgir la identidad indígena por su condición de india-mestiza. La poetisa hablaba de Chile como el “país de ausencia” por la falta de memoria histórica. “Otra forma de patriotismo que nos falta por cultivar es esa de ir pintando con filial ternura, sierra a sierra, río a río, la tierra de milagro sobre la cual caminamos”.
Para entender la preocupación de Gabriela por el indio es necesario remontarse a la llegada de Colón a América. Los procesos de conquista y colonización se dieron en todo el continente con efectos parecidos. La gran capacidad productiva y exportadora de Latinoamérica permitía un enriquecimiento económico para las clases dirigentes, aunque paralelamente se empobrecían las minorías rurales.
Además de la expoliación del terreno agrícola, con la llegada de Colón tiene lugar la creación de una nueva raza mestiza a causa de la esclavización de los indígenas y el genocidio. A partir de este momento, el indio asiste al despoje de sus creencias, costumbres y religiones. De los s. XV al XVIII se registra el menor número de indios por causa de muerte y de mestizaje.
Si por algo se caracteriza el indio es por su conexión con la naturaleza, con la pachamama (madre tierra). Gabriela toma este hecho histórico como inicio de la extinción de la raza india porque, en contrapartida, se instauraron las bases de un modelo occidental. Es así como el indio empieza a vivir como extranjero en su propia tierra y a merced del dominio señorial.
En cuanto al lenguaje, Gabriela recuperó arcaísmos para acercar sus escritos a la tierra y al pueblo, estableciendo así una mayor conexión entre la naturaleza rural de su tierra y su cultura. Ella demostró una gran sensibilidad hacia el quechua y el mapuche, hacia las pocas palabras que quedan en el castellano de los chilenos como muestra de la huella indígena.
Es común a todos los sistemas de poder que siguen sometiendo a pueblos o naciones. Fijémonos que el colonialismo no tiene límites, ni dentro ni fuera de España. A nivel nacional hay un incansable interés por “unificar” las comunidades, que en el fondo no es más que imperar una clase dominante -con todo lo que ello conlleva- a todo el territorio español. Un siglo y casi un cuarto de este vemos que la tónica se repite, se quiere una sola patria o nación, y así, borrar todas las demás para hacernos desmemoriados.
Llama la atención que, pese a ser un ejemplo a seguir para Neruda, Gabriela no ha traspasado el océano para colarse en los libros de texto de los españoles. No cabe ni mencionar lo estudiado que está su paisano en nuestro país. ¿Por qué ella no? En su país natal se hace hincapié desde las universidades para estudiar el gran trabajo de la poetisa, porque no se le da la importancia que debería en la sociedad ni en el ámbito educativo. “No hay un lugar en toda América Latina que no se trate de borrar la huella india”, dice Gabriela. Tanto se quiso borrar que casi la borraron a ella.
“La patria es la infancia, el cielo, el suelo y la atmósfera de la infancia. […] La patria es el paisaje de la infancia y quédese lo demás como mistificación política”.
Portada: Homenaje a Gabriela Mistral © Paul Lowry