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Mito | Revista Cultural
Arqueología 0

¿La arqueología en la era del conocimiento?

Por Virginia Arieta Baizabal el 18 julio, 2016 @girasolavab

«¿Dónde ha quedado la sabiduría
 que perdemos en conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento
 que hemos perdido en información?».
S. Eliot, 1934

En los últimos años la arqueología se ha valido de las nuevas tecnologías de la información –drones, robots, escáner laser, reconstrucciones tridimensionales, geo-radar, entre otros- para la exploración de sitios, la adquisición de datos culturales y sobre todo, para la preservación del patrimonio cultural. Uno de los resultados ha sido que la numerosa información con la que contamos hoy en día es por mucho superior a la adquirida en el último siglo. No obstante, el gran cúmulo de ésta, hace los arqueólogos nos preocupemos más por gestionarla y organizarla, que por generar conocimientos en torno a las culturas del pasado. Es necesario el uso combinado de las teorías desarrolladas por la antropología en siglos pasados y la aplicación de las tecnologías posmodernas para que la arqueología se vuelva un instrumento científico generador de conocimientos culturales poderoso y convincente.

Cuando Thomas Elliot escribió The Rock –un poema que nace como crítica al cúmulo de información derivada de la tecnología surgida durante la primera guerra mundial y en el que se preguntaba dónde estaban la sabiduría y el conocimiento que se perdían con la obtención de información- ni siquiera se habían trazado los primeros pasos que llevarían al desarrollo posterior de la computadora moderna.

En pleno siglo XXI, lo que aquejaba a Elliot en su momento no es para nada ajeno a nuestra época, paradójicamente denominada “la era del conocimiento” porque la “información es poder”, en donde la aparición de nuevas tecnologías genera datos de todo tipo a ratios cada vez más altos. Es tal el volumen de éstos, resultado de investigaciones científicas, inventos y descubrimientos, que hoy se vuelve imposible ir más allá de la adquisición de conocimientos especializados sobre algún área del saber. Ya ni pensar en la existencia de algún sabio personaje como aquellos de la antigua Grecia o el Renacimiento, quienes manejaban la comprensión de casi todos los quehaceres que hasta ese momento se conocían.

Un estudio publicado en Science (2011) sobre la capacidad tecnológica del mundo para calcular, almacenar y comunicar información a través de tecnologías digitales como la computadora, proporciona cifras verdaderamente abrumadoras: hasta el año 2007 se calculó la cantidad de información generada por la humanidad en 295 exabytes (3.167538381e+11 GB), aumentando para el año 2011 un 200%, es decir, en tan sólo cuatro años hubo un incremento a 600 exabytes (6.442450944e+11 GB) de datos. Ese mismo año, la empresa Google declaró que había 5 Exabytes (5368709120 GB) de información creados desde el amanecer de la civilización hasta el año 2003, misma cantidad que se crea ahora cada dos días y con un ritmo que sigue incrementándose.

A raíz de la noticia sobre el impacto de la posmodernidad tecnológica, y de la cantidad monumental de información que a través de ésta se produce, se gestiona, se organiza y se difunde, me surgió la inquietud por saber cuál era el invento tecnológico generador de datos más importante de los últimos años. En ese momento hubiera apostado de que se trataría de algún dispositivo sofisticado como el dron (vehículo aéreo no tripulado), pero mi sorpresa fue cuando a través de Time Magazine me enteré que, en los años 2014 y 2015, los primeros lugares de los inventos tecnológicos significativos para la historia de la humanidad los ocupaba el selfie stick –el palo que sirve como extensión de brazo para tomar auto-fotos y que actualmente está prohibido en casi todos los museos del mundo debido a los accidente que ha provocado en varias obras de arte- (Imagen 1).

El selfie stick, invento tecnológicos generador de numerosos datos en la actualidad. El presidente Obama haciéndose un selfieEl selfie stick, invento tecnológicos generador de numerosos datos en la actualidad. El presidente Barack Obama haciéndose un selfie.

La noticia incitó en mí tres pensamientos inmediatos, el primero fue de obviedad, debí suponerlo, basta con echar un vistazo a cualquier red social para percatarnos del colosal número de datos que esta herramienta produce por segundo. Según la empresa DOMO, cada minuto que pasa 2.7 millones de personas con acceso a internet sube alrededor de 6 625 fotos a Instagram y Flickr.  Visto lo anterior, el siguiente pensamiento que me embargó fue de preocupación, si Thomas Elliot viviera se vuelve a morir de tan sólo pensar el posible tipo de conocimiento que se pueda producir a través de esta clase de datos, que al fin y al cabo son información.

En tercer lugar, me resulta imposible no trasladar esta inquietud a mi profesión, la arqueología. En las últimas décadas las tecnologías de la información utilizada en la investigación en torno a sociedades extintas se han vuelto necesarias para la adquisición de datos y sobre todo, para la preservación de sitios y artefactos. Preguntarnos dónde quedó la sabiduría arqueológica es quizá ir muy lejos, pero cuestionarnos si generamos conocimiento a partir de todo este cúmulo de información por el uso de tecnología en esta disciplina, es una preocupación que hoy en día se vuelve real.

Este desasosiego se vuelve personal debido a que yo misma he sido usuaria de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) por los últimos diez años, en los que todos los días he tenido que contender con el agobiante número de datos para no olvidar que el principal objetivo de su análisis no es la proyección de mapas con colores impactantes, si no el aporte de conocimientos sobre el estudio de una población antigua específica.

Aunado a lo anterior, en México desde hace un par de años se lleva a cabo el Congreso Internacional “El Patrimonio Cultural y las Nuevas Tecnologías” en donde se presentan decenas de conferencias que muestran la aplicación tecnológica utilizada en el estudio arqueológico, histórico y actual de Mesoamérica, y otras áreas. En su última edición (2015) la participación de expertos y la exposición de sus técnicas empleadas para la investigación de sitios arqueológicos, incrementaban el asombro del público en cada participación: Hoy en día, basta con tomar tu teléfono inteligente y fotografiar la planta de la unidad de excavación para obtener datos precisos sobre la ubicación, forma y tipo de artefactos que al instante de la toma serán enviados por internet a través de un punto de acceso de red inalámbrica. Posteriormente, un arqueólogo especialista desde cualquier otro punto del planeta podrá generar, por medio de un sofisticado software de diseño, los dibujos tridimensionales del sitio más sorprendentes, todo en tiempo real. Esto hace que, además de agilizar el trabajo en el campo –evitando dibujos y descripciones-, al final del día se cuente con un gran conjunto de datos ya procesados, lo que a su vez se traduce en un gran cúmulo de información (Imagen 2).

Sin duda algo impresionante, aunque para quienes hemos sido formados bajo la idea de que el registro arqueológico llevado a través de un diario de campo, cédulas y dibujos hechos ‘a mano’ vale casi lo mismo que tu propia vida, lo anterior se vuelve inimaginable por lo menos hasta que la nube cibernética se vuelva lo suficientemente estable. Aquí es necesario hacer un pequeño paréntesis y aclarar que, cuando un arqueólogo realiza una excavación, hace una especie de desmantelamiento del pasado, lo que provoca que el contexto cultural cuidadosamente intervenido con pala y cucharilla se destruya para siempre. En otras palabras, al mismo tiempo en que obtienes información, la desapareces para la eternidad; el único testigo será el registro, por ello es que su puntualidad y precisión se vuelve nuestro más preciado descubrimiento en una excavación. Además, si en un futuro otro arqueólogo se interesa por continuar con la investigación, quizá la única fuente para su toma de decisiones sean tus anotaciones. Es por ello que el simple hecho de pensar que la información de una unidad de excavación ande navegando por el ciberespacio y que probablemente nunca lleguen a su destino, a algunos nos provoque asombro y ataques de pánico.

La aplicación de nuevas tecnología en la arqueología. Poblado Ibero de CalafellLa aplicación de nuevas tecnología en la arqueología. Poblado Ibero de Calafell

Regresando al punto del asombroso uso de las nuevas tecnologías en la arqueología y que observamos anualmente en el congreso arriba mencionado, podemos continuar aludiendo algunos ejemplos, por los menos lo que para los objetivos de este texto han llamado la atención. Uno de los primeros pasos para la realización de una investigación arqueológica a nivel sitio o región es la prospección o reconocimiento de superficie. La exploración del área y su relación con el medio ambiente se ha vuelto necesaria para una mejor comprensión de las posibles y variables dinámicas de una población en el pasado; así como para la formulación de estrategias de exploración. Hasta hace unos años la fotografía área representaba un primer e importante acercamiento al área de estudio. Si contabas con recursos abundantes podías contratar una avioneta y obtener fotos lo suficientemente claras o incluso, comprar imágenes satelitales para la obtención de una mayor definición (1m x pixel). En contraparte, si no contabas con suficiente financiamiento, más te valía contar con suficiente valor para saltar en parapente desde la mayor elevación y obtener imágenes desde las alturas de forma propia y con un poco de suerte, lo suficientemente estáticas. Hoy, desde hace ya un par de años, sólo tienes que ir a tu supermercado más cercano y adquirir un accesible dron con el que obtendrás fotografías aéreas con definición de hasta 1cm x pixel, y los levantamiento topográficos más rápidos de la historia.

No podemos dejar de mencionar la información por medio de tecnología  LIDaR (acrónimo del inglés de Laser Imaging Detection and Ranging), que permite localizar, detectar y documentar vestigios arqueológicos de forma aérea y terrestre. Asimismo, el posterior tratamiento de la numerosa información proveniente de LIDaR a través de SIG, proporciona modelados e impresiones 3D que muestran puntos clave del sitio jamás imaginados. De la misma forma, podemos hacer mención del geo-radar, los aparatos de resistividad eléctrica, escáner laser, robots y avances tecnológicos en las arqueometrías –relación de la arqueología con diversas disciplinas científicas como la biología, química y física-, que entre otras cosas proporcionan monumental e importante información de índole cultural día a día.

Sin duda alguna, las nuevas tecnologías han revolucionado el mundo de la arqueología; la numerosa información con la que contamos desde hace algunos años es por mucho superior a la adquirida en el último siglo. No obstante, volvemos a la preocupación inicial: ¿Estamos generando conocimiento de todo este universo de información? ¿Hemos logrado trascender de la gestión, organización y almacenamiento de datos a la explicaciones e implicaciones culturales? ¿Conseguimos hacer antropología de la numerosa información arqueológica? o en propias palabras de Elliot, ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?

Después de hacer una breve revisión por algunas investigaciones como las arriba mencionadas –incluyendo la propia-, tratando de encontrar dónde está la falla que provoca la hoy habitual ausencia de conocimientos, fue clara y notoria tanto la debilidad como la fortaleza. Los estudios que fundamentan teóricamente la información proveniente de la aplicación de nuevas tecnologías suelen ser las investigaciones arqueológicas más convincentes. Las investigaciones estructuradas desde su inicio en dónde, cómo, porqué y con base en qué perspectiva teórica emplean el manejo de las nuevas tecnologías de la información, derivan en conclusiones contundentes –más nunca irrefutables-. Por su parte, los trabajos en donde los conocimientos derivados son prácticamente inexistentes, junto a la inundación de datos muchos de ellos ni siquiera procesados, presentan una obvia carencia teórica.

La respuesta a la pregunta de Elliot siempre estuvo ahí, en ese mismo fragmento del poema: la clave para encontrar el conocimiento que se pierde en información está en la sabiduría. La llave para obtener conocimiento antropológico a través de todos los datos que proveen las posmodernas tecnologías en la arqueología está en valerse de las teorías -paradójicamente, la mayoría de ellas desarrolladas en el siglo pasado-. La claridad ideológica y una postura teórica suficientemente sólida en la investigación arqueológica son esenciales para el amplio aprovechamiento de los datos derivados del uso de las nuevas tecnologías, y sobre todo para el aporte de conocimientos antropológicos. De esta forma, podemos concluir que el empleo de la teoría acompañada de la aplicación de las tecnologías posmodernas vuelven poderosa a la arqueología. No obstante, el uso independiente de la técnica únicamente servirá para generar muchos más exabytes de información.

Portada: Luis Jaime Castillo prepara un drone para tomar fotografías de la zona arqueológica de Cerro Chepén en Trujillo el 3 de agosto de 2013


Para saber más:

  • Hilbert, Martin y Priscila López. The world’s technological capacity to store, communicate, and compute information. Science, 2011.
  • DOMO

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO?

ARIETA BAIZABAL, VIRGINIA : «¿La arqueología en la era del conocimiento?». Publicado el 18 de julio de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.35 – URL: https://revistamito.com/la-arqueologia-en-la-era-del-conocimiento/

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Virginia Arieta Baizabal

Virginia Arieta Baizabal

 

Arqueóloga, posdoctorante de la Maestría en Antropología de la Universidad Veracruzana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores-CONACYT, tiene el grado de maestra en Estudios Mesoamericanos y doctora en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus temas de interés son: la cultura olmeca, las dinámicas de la población prehispánica y la aplicación de nuevas tecnologías en la arqueología.

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