Tomando como punto de partida la Adoración de los Magos del Bosco, este artículo intentará buscar los antecedentes del san José del Tríptico de la Epifanía del Bosco (c.1450-1516), aportando no sólo ejemplos gráficos, sino también fuentes literarias.
La Adoración de los Magos, cuya representación se remonta al arte paleocristiano, es un motivo frecuente en la pintura del siglo XV. La mayoría de los pintores flamencos abordaron a lo largo de su carrera este asunto, introduciendo ligeras variantes referentes a composición, presencia de donantes, personajes, escenario, según conviniese al encargo. Sin embargo, el tríptico de la Epifanía del Bosco realizado en torno a 1510, hoy en el Museo Nacional del Prado, presenta ciertas peculiaridades respecto a otras obras coetáneas del mismo asunto, entre ellas la representación de la figura de san José.
El Bosco, La Adoración de los Magos, c. 1510. Museo Nacional del Prado
Si lo grotesco, monstruoso e inquietante pueblan y casi constituyen el rasgo más característico de la producción del pintor de `s-Hertogenbosch (sin duda alguna El Jardín de las Delicias es el mejor ejemplo), no podían faltar en su Adoración de los Magos, aun cuando su presencia no es, según la iconografía ortodoxa, obligatoria o al menos necesaria. Así, ese grotesco, monstruoso e inquietante se materializa en este tríptico conservado en el Museo del Prado en las figuras de los pastores que, curiosos, observan la escena desde el tejado o a través de una ventana o bien en los jinetes que cabalgan ajenos a lo que ocurre en la vieja cabaña; se materializa en la figura del llamado cuarto Rey Mago, interpretado generalmente como el Anticristo, o en un anciano José que en un rincón de una de las tablas laterales seca pañales junto al fuego. Esta iconografía burlesca del santo carpintero es poco frecuente no sólo en la pintura flamenca del siglo XV y comienzos del XVI, sino también en el ámbito mediterráneo y parece tener unos orígenes textuales algo alejados de la Biblia, los textos apócrifos o las meditaciones y visiones de santos, estando más vinculada a la religiosidad popular, como veremos en este artículo.
El evangelio de san Mateo es el único de los cuatro textos canónicos que relata la Adoración de los Reyes Magos (2, 1- 12), dedicando al momento de la Adoración propiamente dicho tan sólo el penúltimo versículo:
Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.
Como puede observarse, la información que aportan estas líneas es casi nula. Aspectos como el número de Reyes, su séquito o su edad se irán concretando con el paso del tiempo a través de fuentes varias. Del mismo modo, no se alude a san José.
Los textos apócrifos, que en otras ocasiones intentan llenar las lagunas de los canónicas, tampoco mencionan al personaje de José; tan sólo en el Evangelio árabe de la infancia se señala que, los Reyes Magos,
Después saludaron a sus padres (del Niño), los cuales estaban asombrados, contemplando a aquellos tres hijos de reyes (…) Y María y José les preguntaron: ¿De dónde sois?
Por tanto, existe en principio una amplia libertad en la manera de representar al santo carpintero, dada la ausencia de un texto que codifique de manera clara su actitud. Así, es posible encontrar en Natividades y Adoraciones de los Pastores y los Reyes san Josés en ademán pensativo, saludando a los Reyes Magos, portando una vela o recogiendo los regalos que le son entregados.
Otro grupo de san Josés, protagonista de este artículo, comprende aquellos santos que realizan tareas cotidianas tales como cocinar o lavar pañales, resultando esto chocante y grotesco frente a la solemnidad del resto de figuras que componen la escena. Es el caso de la tabla izquierda del llamado díptico del Bargello, fechado en 1380-90 y realizado por un maestro francés desconocido. En él, puede observarse cómo, mientras los Magos se arrodillan y levantan sus coronas en señal de respeto hacia el Niño, san José, relegado a una esquina, calienta sus pies desnudos en un pequeño brasero. Sin embargo, no se muestra totalmente ajeno a lo que ocurre a su alrededor: gira la cabeza y levanta el sombrero en señal de saludo hacia los recién llegados; al buen José, la llegada de los Reyes le ha sorprendido mientras intentaba aplacar el frío del invierno. También el santo, como fiel y cumplidor esposo, puede dedicarse a la cocina: así ocurre en la Epifanía de c. 1420 de un maestro alemán anónimo, hoy en el Hessisches Landesmuseum, Darmstadt; José, en una esquina, calienta en una pequeña sartén la papilla; aparece sin nimbo, completamente indiferente a la escena principal y tampoco nadie parece reparar en su presencia.
Luca di Tomme, Adoración de los Magos, c. 1360-65 (izquierda) y Maestro Francke, Adoración de los Magos, 1424 (derecha)
Si el san José de la Epifanía del italiano Luca di Tomme puede resultar grotesco en su manera de permanecer de pie con la bolsa abierta en espera de presentes, más aún lo será la interpretación del mismo motivo por el maestro Francke apenas medio siglo antes. El maestro alemán, que vivió en la primera mitad del siglo XV y desarrolló su actividad en la ciudad de Hamburgo, representa en uno de los paneles del altar de santo Tomás a un José, de nuevo relegado a una esquina, de espaldas, que, con gesto imperioso, tiende la mano para que le sean entregados los presentes y poder guardarlos en su caja. De este modo, el san José que recoge dones se ha convertido en un anciano avaricioso.
También es posible encontrar un José dedicado a otras actividades, tales como encender el fuego de la chimenea; es el caso del santo de la Epifanía realizada por un maestro flamenco anónimo, en torno a 1500-25, hoy en Brujas: san José, en el fondo de la habitación, aviva el fuego con un fuelle.
Otra variante de este san José grotesco es aquel que seca pañales junto al fuego. En los evangelios apócrifos es posible encontrar algunas referencias a los pañales del Niño; en el evangelio árabe de la infancia se nos cuenta que María regaló uno de los pañales a los Magos, pañal que sería poco después protagonista de un prodigio. Sin embargo, a pesar de la mención de los pañales, este texto no puede más que considerarse como una fuente indirecta y probablemente sin relación con que san José aparezca lavando o secando pañales; más bien ha de interpretarse como una variante de esa concepción burlona, grotesca, que durante toda la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XVI se tenía del santo. De este modo, san José, secando pañales, aparece en la Adoración de los Magos del Wallraf-Richartz Museum de Colonia de c. 1515, debida a un maestro flamenco anónimo, y en la Epifanía del Bosco, de c. 1510. En ambas, el santo aparece de espaldas junto al fuego, lejos de la escena central, agachado, con los pañales en la mano; en la obra del Bosco, además, vuelve la cabeza hacia el espectador, lo que acentúa aún más, si cabe, su carácter grotesco y ridículo.
Sin embargo, esta iconografía del san José grotesco no es exclusiva de las Epifanías; también, e incluso más frecuentemente, aparece en las Natividades. En ellas, se ve a un José dedicado a tareas domésticas, cumpliendo su papel de esposo y padre de familia. Así, puede preparar un baño para el Niño (Natividad del maestro de Hohenfurth, c. 1350) o lo sostiene en brazos para entregárselo a la Virgen (panel del retablo mayor de san Pedro de Hamburgo, del maestro Bertram, c. 1379). Ya en el siglo XVI, Durero representa en uno de sus grabados a san José sacando agua de un pozo.
Maestro de Hohenfurth, Natividad, c. 1350 (izquierda) y Maestro Bertram, Panel del retablo mayor de san Pedro en Hamburgo (detalle), c.1379 (derecha)
En una de las tablas de un políptico de en torno a 1400, hoy en el Museo Mayer van den Bergh de Amberes, aparece una iconografía muy poco habitual: san José, descalzo, parece cortar unas telas. Según señala Gertrud Schiller, este motivo aparece en torno a 1400 y procedería de villancicos populares en los que se cantaba cómo san José se quitaba sus calzas para mantener caliente al Niño. Schiller recoge además el verso de la filacteria de una Adoración de Lézignan: María, toma mis calzas y envuelve a tu querido niño en ellas. Esta autora señala, además, que las calzas de san José eran una de las reliquias de la ciudad de Aachen; resulta interesante también su observación de que este motivo, que en definitiva significa descalzarse ante la presencia de Dios, estaría relacionado con Moisés descalzo ante la zarza ardiente, episodio considerado prefiguración de la Anunciación y la Natividad.
Políptico del Museo Mayer van den Bergh de Amberes, c. 1400 (detalle)
San José también puede cocinar mientras María acuna al Niño en sus brazos; Konrad van Soest le representa en su Natividad de Bad Wildungen, de 1403, agachado frente a una sartén, soplando para avivar el fuego. En el Libro de Horas de Catherine de Clèves, de c. 1430-1440, realizado por un ilustrador anónimo de los Países Bajos, san José, sentado en un barril convertido en silla, prepara una papilla; la escena tiene lugar en la pequeña estancia de una casa.
Miniatura procedente del Libro de Horas de Catherine de Clèves, siglo XV (izquierda) y Konrad van Soest, Natividad, Stadtkirche St. Nikolaus en Bad Wildungen, 1403
Con un mayor carácter narrativo, en la Natividad de c. 1420 de un maestro alemán desconocido puede verse a san José intentando reparar el ruinoso establo en el que se encuentran; los ángeles colaboran en las labores de construcción e incluso lavan los pañales, mientras María reposa en un mullido colchón. En este mismo sentido de intentar aplacar el frío que asola el viejo establo, pueden citarse las Natividades del retablo de la vida de la Virgen y san Francisco de Nicolás Francés (c. 1445-1460) en el Museo del Prado y la Sagrada Familia, en Viena, de Martin Schongauer; en ambas, san José porta ramajes para proteger la cabaña del frío.
San José también puede aparecer secando pañales al fuego, tal como hacía en la Epifanía. Así ocurre en una de las ilustraciones del Códice Landau (s. XV) del italiano Belbello da Pavia: el santo, agachado, seca el pañal junto al fuego, mientras una de las comadronas prepara agua en una tinaja. En otro libro de horas del mismo siglo puede encontrarse una escena parecida.
Durante la Huida a Egipto tampoco se libra san José de representar el papel anteriormente descrito. Basten como ejemplo alguno de los Descansos en la Huida a Egipto de Patinir, en los que José puede salir a buscar algo de comida a una aldea cercana, cortar algunas hierbitas con un cuchillo o llena su cantimplora en un arroyo cercano. En la Huida a Egipto del retablo para la Cartuja de Dijon, concluido en 1399, de Melchior Broederlam, san José aparece bebiendo de su cantimplora. Ya en el siglo XVII, Orazio Gentileschi representa a José completamente dormido, apoyado, o más bien tirado, sobre un saco.
Melchior Broederlam, Huida a Egipto del retablo para la Cartuja de Dijon, c. 1399 (izquierda) y seguidor de Joachim Patinir, Tríptico de la Huida a Egipto (panel central), c.1515
Vistos los ejemplos anteriores, cabe preguntarse de dónde procede esta visión burlona del santo que, para nosotros hoy, roza lo irreverente. Los evangelios canónicos, y ni siquiera los apócrifos, aportan ninguna información de la que puedan derivarse esas representaciones; es más, en estos últimos san José se preocupa por la Virgen y llega a salir en busca de una comadrona. Tampoco esclarecen este punto las visiones o meditaciones de los santos. Además, a esto se suma que la mayoría de las representaciones grotescas del santo aparecen en obras realizadas desde finales del siglo XIV hasta, en general, finales del siglo XV y en un ámbito geográfico más o menos definido, esto es, Centroeuropa y especialmente Alemania, si bien es cierto que a lo largo de toda la Edad Media san José, a quien siempre se representaba como anciano para demostrar que no podía ser el padre del Niño, quedó relegado a un segundo plano, siendo un simple figurante del que en ocasiones podía prescindirse.
Para Huizinga, el irrespetuoso interés por san José es como el reverso de todo el amor y culto que se tributan a la virginal Madre de Dios[1]. De este modo, cuanto más se alababa a la Virgen, más caricaturesco se volvía José, quien se convirtió para la fantasía popular en una figura semicómica. Este historiador recoge algunos textos para ilustrar este sentir popular. En unos versos del poeta Eustache Deschamps, quien considera a José digno de lástima, puede leerse: (…) Viajaba a pie, con un fardo en su bastón;/ en muchos lugares es así retratado, / complaciéndoles, junto a un mulo,/ y así no tuvo nunca un día de fiesta en este mundo. Y en otros: ¡Cuánta pobreza sufría José/y penalidades, / y miseria! (…) El buen hombre está pintado/ muy cansado, /y cubierto/ con una túnica y una camisa rayadas./ El cuelo apoyado en un bastón,/ viejo, consumido,/ y burlado./(…)¡Éste es José el tonto![2]. Resulta interesante su insistencia en que de ese modo lo ha visto pintado. Huizinga, así como Schiller, relaciona también esta visión del santo con una religiosidad imbuida por la cotidianidad y la espontaneidad, una religiosidad popular: la vida entera estaba tan empapada de religión que amenazaba borrarse a cada momento la distancia entre lo sagrado y lo profano[3].
Émile Mâle sostiene que esta iconografía del san José grotesco se debe a la influencia del teatro religioso, de los autos sacramentales, donde aparece desempeñando tareas similares a las que pueden encontrarse en las pinturas y miniaturas. Así, cita algunos misterios en los que por ejemplo José reúne ramas para evitar que el frío penetre dentro del portal de Belén. Réau también alude a otros autos en los que José, como si de un bufón se tratase, derrama la sopa o arropa al Niño con calzones agujereados y Gertrud Schiller, como comentábamos antes, relacionaba al José que hace pañales con sus calzas con villancicos populares de la época y con el culto a la reliquia de las calzas del santo.
En algunas obras de teatro medieval castellano también es posible encontrar alusiones a san José, si bien no del carácter bufonesco de los ejemplos antes comentados. Por ejemplo, en el auto del Nacimiento del Señor para su hermana, vicaria en el monasterio de calabazanos, Gómez Manrique presenta a un José desventurado al ver a María embarazada sin saber él de quién; María pide a Dios que alumbre la ceguedad de Josep e su simpleza. Y poco después el ángel se dirige así a él: ¡O viejo de munchos días, /en el seso de muy pocos, /el principal de los locos! En el Auto de la Huida a Egipto del convento de santa María de la Bretonera (redactado entre 1446-1512) el ángel llama viejo a José y éste, a lo largo del camino, entona villancicos.
Escuela del Bosco, Adoración de los Magos, Erasmus House, Anderlecht, c. 1500-1540
Esta visión de san José comenzará a cambiar a finales del siglo XV y culminará con Trento. El teólogo Johann Eck, según cita Huizinga, recomendaba que en Navidad no se representase a san José o que, de hacerlo, se hiciese con decoro y no guisando papillas para no hacer mofa de la Iglesia de Dios; Juan Gerson y Tritemio escribirían sendas obras en defensa de José y Sixto IV introduciría la fiesta del santo en el calendario litúrgico. Finalmente, en 1522, apareció la Suma de los dones de san José del dominico Isolanus, texto importantísimo para la recuperación (o más bien descubrimiento) de la figura del santo carpintero. En él, Isolanus presentaba a José como un hombre dotado de todas las perfecciones, sabio, y divulgaba el relato de su muerte, basado en el evangelio apócrifo de la Historia de José el carpintero, convirtiendo al santo en patrón de la buena muerte.
Entonces, si a finales del siglo XV, la avanzadilla intelectual ya reivindicaba la figura de san José, ¿por qué aparece en la Epifanía del Bosco, obra fechada generalmente en torno a 1510, esa iconografía más propia del siglo anterior? Podría pensarse que el Bosco la escoge deliberadamente debido a su carácter grotesco y burlón, tan propio de su producción; no en vano, otros seguidores suyos representan así al santo e incluso el propio Bosco: recuérdese el tríptico de la Epifanía de Anderlecht, en cuya tabla lateral izquierda aparece san José cogiendo agua, o la Adoración de los Magos Kleinberger-Johson. Sin embargo, más arriba hemos mencionado ejemplos de ya entrado el siglo XVI (Durero, Patinir) en los que aparece este san José ridículo. Por tanto, en definitiva, más bien cabe pensar en una pervivencia de esa iconografía burlesca que, a pesar de algún resabio, cedería el puesto al nuevo y glorioso san José, que por fin podía ser representado sólo o con el Niño en brazos y que había dejado de lado sus canas y achaques de anciano para rejuvenecer del mismo modo que su bastón florido.
Imagen de portada: El Bosco, La Adoración de los Magos (detalle), c. 1510. Museo Nacional del Prado
Para saber más…
- BANGO TORVISO, Isidro y MARÍAS, Fernando, Bosch: realidad, símbolo y fantasía, Sílex, Madrid, 1982
- BERMEJO MARTÍNEZ, Elisa, La pintura de los primitivos flamencos en España, Instituto Diego Velázquez, Madrid, 1980-82, 2 vol.
- HUIZINGA, Johan, El otoño de la Edad Media, Alianza, Madrid, 2003.
- MÂLE, Émile, L’art religieux du XIIIe. siècle en France : étude sur les origines de l’iconographie du moyen âge et sur ses sources d’ inspiration, Paris, 1988.
- PÉREZ HIGUERA, Teresa, La Navidad en el arte medieval, Ed. Encuentro, Madrid, 1997
- RÉAU, Louis, Iconografía del arte cristiano, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2000.
- SCHILLER, Gertrud, Iconography of Christian Art, Londres, 1971, vol. 1
- V.A.A., El Bosco y la tradición pictórica de lo fantástico, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2006.
[1] HUIZINGA, J.: El otoño de la Edad Media, Alianza, Madrid, 2003, p. 224
[2] Ibídem, p. 225.
[3] Ibídem, p.208.
¿TE HA SERVIDO ESTE ARTÍCULO? ASÍ PUEDES CITARLO: : «La ‘Adoración de los Magos’ del Bosco. En torno a la iconografía burlesca de San José». Publicado el 18 de marzo de 2015 en Mito | Revista Cultural nº.19 Marzo 2015. URL: |
1 Comentario
Buenas tardes:
Ante todo felicitarle por su interesante blog y por esta entrada. Me permito dejarle este comentario en el que informo de que no considero que sea el Anticristo el personaje de la Epifanía:
Por mi parte y tras un arduo estudio iconográfico considero que el personaje que asoma por el establo en ruinas, tocado de un gorro de espinas y vestido como un necio (o más bien desvestido y descalzo) es un judío incrédulo que no reconoce la divinidad de Cristo mostrada a los reyes más poderosos de la tierra en su Epifanía. La actitud del judío viene avalada por determinadas citas bíblicas entre las que destaca san Mateo, fuente evangélica que se ha nombrado en variedad de ocasiones como mentora de determinadas obras del Bosco; los comentarios a este episodio evangélico por parte de san Agustín y otros exégetas y sobre todo una tradición artística previa entre los que citamos a Roger van der Weyden, el Maestro de la Epifanía del Prado, Justo de Gante y otros pintores flamencos, que retratan a este representante del pueblo hebreo que no se descubre ni reconoce el misterio de la divinidad.
Para recalcar más la negatividad del hebreo el Bosco eligió a un «judío rojo» perversa variedad étnica de este grupo religioso, de cuya naturaleza y maldad se hacían eco gran cantidad de panfletos y leyendas que circulaban con especial virulencia a fines del s. XV en Alemania y Flandes debido a la amenaza real para la cristiandad que suponía el avance del Imperio Otomano.
Todo ésto lo descubro y analizo en un capítulo de mi libro titulado: Y Líbranos del Mal. Representaciones del Diablo en el Arte (Ebook, 2016), en concreto p. 76-ss; donde pueden consultar al completo mi teoría:
https://books.google.es/books?id=QTcPAQAAQBAJ&pg=PA297&dq=aragones+estella+mal&hl=es&sa=X&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false
Gracias