Hace unos meses nos ha dejado un gran pintor, José Luis Balagueró, y hoy recordamos su trayectoria de la mano de Blanca Mora, su fiel compañera de vida, la mujer que le ha acompañado a lo largo de los últimos cuarenta años.
Blanca ¿cómo ha sido la vida en compañía de José Luis Balagueró?
Ha sido la vida, así de claro, más que bien, mal o regular, ha sido la VIDA con mayúsculas; ha sido estar con un artista que constantemente vivía el arte, que no paraba de trabajar… Conocerle supuso para mí el descubrimiento del arte y el descubrimiento de la vida, con todas las consecuencias, mejores o peores, una vida plena de arte desde que nos conocimos en 1978, al poco de regresar él de Estados Unidos.
S/T (2018) © José Luis Balagueró
En su vida influyeron decisivamente la huella de la guerra civil, el fusilamiento de su padre y la posterior dictadura.
La historia de su niñez es muy dramática. Su padre era de familia catalana, maestro durante la República, y estaba destinado en Romanos (Zaragoza), donde nació José Luis en 1930. A los seis años, cuando estalló la Guerra Civil, vio cómo se llevaban a su padre para fusilarle. Al terminar la guerra se fueron a Zaragoza, donde tenían un familiar; también fue ésta una etapa complicada en la que tuvo que sufrir numerosos insultos por ser hijo de rojo. Desde muy pequeño su pasión era el dibujo y comenzó a formarse muy pronto en la Escuela de Artes y Oficios, pero él quería aprender algo más que bodegón y retrato, trataba de informarse de otras tendencias, algo muy complicado en la España de entonces. Su verdadero sueño era irse a Francia, así que aprovechó una excursión que le llevó al Pirineo y de este modo consiguió huir, pero al no tener papeles y ser menor de edad, le devolvieron rápido.
Francia estuvo también en la mente de otros que fueron sus coetáneos, como Mompó o Sempere. Allí descubrieron el arte contemporáneo, el informalismo… Para Balagueró fue crucial descubrir a Kandinsky, a quien ha tenido en su piel toda la vida, y también a Klee; ambos fueron sus guías a lo largo del tiempo.
Esa inquietud le ha acompañado en toda su carrera artística y en el trabajo en distintas disciplinas, desde la litografía y la fotografía al dibujo, la escultura y, sobre todo, la pintura.
Él lo hacia todo al mismo tiempo, no paraba; mientras comíamos, estaba haciendo algo, un poco como un mago; no es que ahora hiciera una cosa, luego otra, no, él no cambiaba, tenía esa necesidad de creación vital. Siempre estaba dibujando, y cuando viajábamos, lo primero que hacía era montar su estudio en cualquier lugar para continuar trabajando.
S/T (1970) © José Luis Balagueró
Se consideraba autodidacta aunque, en realidad, había asistido a numerosos centros de arte.
Él se consideraba así, pero en realidad no lo era, estaba muy formado y asistió a prestigiosos centros de arte como el Círculo de Bellas Artes de Madrid, la Akademie Mühlebacheter de Zurich o el Evanston Art Center de Chicago. En Madrid conoció a un grupo de artistas franceses en la Casa de Velázquez, que en 1958 le invitaron a ir a Lille (Francia), donde estuvo residiendo un tiempo, y con ellos trabajó en un grupo hoy considerado mítico del arte contemporáneo francés, y que fue de los pioneros en Francia: el Atelier de la Monnaie, exponiendo como miembro de este grupo en la Galería K-58.
En los años siguientes viajó a París y a Zurich y en 1960 se instaló en Formentera, una bella isla caracterizada por el relax y la tranquilidad, desconocida por entonces y en la que se desarrolló poco más tarde el movimiento hippy.
La verdad es que, sin proponérselo para nada, participó en el nacimiento de muchos movimientos. Conservamos esos primeros cuadritos que hizo allí, de la isla, de su estudio, los adoraba… Descubrir Formentera fue importante para él, allí pasó temporadas muy largas e hizo grandes amigos. Había un buen grupo de artistas, él era el único español, y con algunos alemanes pusieron en marcha exposiciones en Berlín como “Ausstellung der Formenter Goup”. Por aquellos años también estuvo presente en el Salón Internacional de Pintura de Ibiza y en San Francisco en “The Pantechnicom Gallery”.
Su llegada a Madrid en 1966 le supuso conocer a Fernando Zóbel, que estaba en aquel entonces organizando la puesta en marcha del Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
Zöbel le quería muchísimo, iban juntos a todas partes. La relación de ambos fue muy especial porque le encantaba viajar con Balagueró y a él le encantaba hacer dibujos. Creía en él y le ayudó mucho en aquel momento de su carrera. Por esta época realizó la última exposición de ese período en España, en la Galería Edurne, y de ahí se fue a Estados Unidos.
Viaje a la Luna (1969) © José Luis Balagueró
Primero estuvo una temporada en Nueva York y después en Chicago…
A Chicago llegó en 1967, en la época del viaje a la luna. Pensaba que sólo iba a estar una temporada pero al final se quedó allí diez años. Fue una etapa muy profunda, de mucho enriquecimiento; allí conoció el movimiento espacialista y a él le encajó como anillo al dedo. Empezó por entonces sus obras de gran formato, colaboró en varias instalaciones con Christo y con algunos grupos, comenzó a trabajar en fotografía y celebró exposiciones en galerías e instituciones de Estados Unidos y Canadá, como el Evanston Art Centery Larew Gallery (Chicago), 20/20 Gallery (Ontario), Seaberg Insthmus Gallery (Chicago), The Garage Museum of Art. (Fort Lauderdale. Miami)…
Además, su estudio se convirtió en aquella etapa en el punto de encuentro de los artistas españoles que pasaban por la ciudad…
Sí, por allí pasaron muchos artistas españoles que iban a trabajar, especialmente su buen amigo Manolo Mompó, que había residido primero en California.
Regresó a España en 1973 ¿cómo fue la vuelta?
La vuelta a España en los años setenta fue dura, Balagueró se sintió un poco desplazado; no supieron apreciar el tipo de obra que estaba haciendo en aquellos años como lo hacían en América; no encajaba tampoco con la de los del grupo El Paso, al que nunca había pertenecido pues, aunque eran contemporáneos, aquellos eran algo mayores que él, que pertenecía a la siguiente generación, junto con Mompó y Bonifacio. Aunque no se le aceptó fácilmente porque había estado fuera de España, la “movida madrileña” fue abriendo un poco el camino y aparecieron nuevas galerías que le fueron valorando más.
La primera exposición en Madrid fue en Biosca, con Juana Mordó, y también inauguró Moriarty en 1981; él era amigo de Borja Casani, a quien le gustaba mucho la literatura de misterio y que con ese tipo de libros abrió una librería en la calle Vergara, en Ópera, con un espacio dedicado a sala de exposiciones que tuvo mucho éxito, aunque en realidad no se había proyectado como tal. El nombre de Moriarty no surgió debido a que Borja y sus socias, Lola y Marta, se apellidasen así, sino por el personaje del profesor James Moriarty creado por Arthur Conan Doyle.
También formó parte de Grupo 15, un taller de artistas de obra gráfica que María Corral, José Ayllón y Carmen Giménez, habían creado en Madrid. Balagueró, que había aprendido en el Evanston Art Center de Chicago esta disciplina, cuya tradición se había perdido en España, la introduce en Grupo 15 y se trae al taller a Don Herbert, que era profesor de litografía, y a quien se consideró uno de los mejores litógrafos del país.
En 1991, cuando recibe el premio de la Unión de Ciudades Iberoamericanas, que fue muy importante para él porque se fallaba entre artistas españoles y latinoamericanos, ya había expuesto en numerosas galerías y centros de arte de España y el extranjero, y es que Balgueró siempre participó en el desarrollo del mundoartístico español, tanto con lienzos de gran formato como con las pequeñas y coloridas esculturas.
Como fue evolucionando su obra a medida que transcurren los años?
Al ser una trayectoria tan larga pasó por distintas fases, pero el espacialismo nunca lo dejó. Toda su obra, desde lo primero a lo último, está en el aire, sus planos, polígonos, universos… siempre están sin gravedad. Fue evolucionando en la abstracción, de lo más lírico hacia una abstracción geométrica que se ha mantenido en el tiempo y que en los últimos años retomó con fuerza.
S/T (2008) © José Luis Balagueró
¿Qué relación ha tenido con Zaragoza?
La influencia de los paisajes de Aragón le ha acompañado toda su vida y aunque sus recuerdos de la niñez no eran buenos, cuando ha vuelto a la ciudad se ha sentido cómodo. Cuando regresó de de América expuso en las Galerías Lázaro, Miguel Marcos y Antonia Puyó. Y en 2011 el Museo Ibercaja Camón Aznar realizó una muestra como reconocimiento a una vida entregada a la creación artística; él disfrutó mucho y le gustó estar en su tierra. Y espero que su obra vuelva pronto a la ciudad, estamos trabajando en una próxima retrospectiva.
Los Monegros (1976) © José Luis Balagueró
A un hombre que ha vivido en ciudades como Lille, Chicago, Madrid ¿qué se le perdió en El Escorial en donde residió desde 2001?
Aunque yo conocía el Escorial porque mi familia había tenido aquí una casita, de forma casual vinimos una vez y nos gustó. Estábamos un poco hartos de Madrid y, al principio, íbamos y veníamos pero no tardamos en mudarnos de forma definitiva y él terminó vendiendo su estudio de Madrid y comprando aquí otro.
Ha sido un hombre muy popular, muy de relaciones humanas, y en El Escorial ha mantenido muy buenas relaciones; le querían y le han respetado mucho. Y hemos participado en buenas iniciativas, como los Estudios Abiertos, y organizando la feria de arte contemporáneo ArteNavas en Las Navas del Marqués.
Este verano se le ha recordado en la Casa de la Cultura de San Lorenzo de El Escorial con la exposición “Balagueró en El Escorial y viceversa”, en la que se mostraba una selección de obras de diferentes técnicas y formatos realizadas por él, y que reflejaba tanto la influencia del entorno en sus obras como su incansable trayectoria en la abstracción. Se trataba de una síntesis de su obra en El Escorial, con mucha presencia de la madera, que siempre le atrajo, pero con la que se había volcado en los últimos años.
¿Dónde está la obra de José Luis Balagueró?
Precisamente en la etapa americana un coleccionista importante de Nueva York, Amos Cahan, le incluyó en su colección dedicada a la pintura de vanguardia española, colección que en la actualidad pertenece a la Fundación Juan March. Gran parte de la obra está en colecciones privadas pero tiene obra en diferentes Museos de Madrid (Municipal de Arte Contemporáneo, Biblioteca Nacional, Reina Sofía, Fundación ICO, Fundación Ankares, Fundación Santillana, Ministerio de Trabajo, Palacio de Congresos, Conde Duque, Ayuntamiento de Madrid), de España (Museo de Arte Abstracto de Cuenca, Museo Municipal, Fundación Ibercaja, Cortes de Aragón y Diputación de Aragón de Zaragoza) y centros en el extranjero como el The Garage Museum of Art, de Florida, el Museo de Teherán, el Evanston Art Center y el Art Institute de Chicago, la Fundación Chateau Citran de Burdeos o el Museo Salvador Allende de Chile.
¿Qué proyectos hay con su obra?
Hay obra inédita en el estudio que vamos a mover. La última etapa ha sido muy prolífica, José Luis Balagueró es un pintor contemporáneo, que trabajó hasta el día de su muerte; abarca una etapa muy larga y una obra muy viva y muy actual. Vamos a ir a Burdeos, y también tenemos planes en Madrid, en galerías y ferias… Su obra era su vida, y sigue acompañándome, y así sigo yo con él, con esta tarea.
El título de una de sus últimas exposiciones ‘Cuando ir es volar’, en 2016, en la Galería Aspa de Madrid, parecía premonitorio de un próximo final. En ella se reveló su mundo más personal, un universo compuesto de pinturas y móviles, con figuras humanas que se balanceaban con el viento.
Vacío (2007) © José Luis Balagueró
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