Este artículo fue escrito originalmente en el formato de ponencia y es parte de un proyecto de investigación que bajo el título Los actores sociales en los orígenes de la educación artística en la Universidad de Sonora he presentado ante la División de Humanidades y Bellas Artes de la propia universidad. Del conjunto de la investigación abordo aquí un aspecto singular, aunque relevante de esos orígenes, en las figura de Higinio Blat que llegó de España a Sonora, México para formalizar la educación plástica universitaria.
Parto de una convicción, apoyada por la evidencia histórica, de que Sonora nunca fue una entidad aislada y es posible explicar su formación cultural precisamente en virtud de las relaciones establecidas por sus habitantes aún antes del contacto con los europeos, relaciones que formaron parte significativa en el período misional y que se confirmaron con el México Independiente y sus procesos formativos subsecuentes. En su devenir este espacio geográfico no ha sido solo lugar de tránsito sino que los diferentes acontecimientos que se han presentado en él han conformado un segmento significativo de su formación cultural y han tenido impacto en la historia nacional, que no lo coloca en el linde de la historia sino que lo incorpora como un actor importante y significativo en los procesos históricos. Es cierto que su peso relativo fue menor que el de otros espacios geográficos, pero esto no implica que se haya desenvuelto en un espacio social de aislamiento.
Sirvan nada más como muestra los siguientes ejemplos enunciativos: La presencia de Alvar Núñez Cabeza de Vaca cuya relación ha quedado tanto para la historia literaria como para la crónica histórica en la formación del mito de las ciudades de oro; la presencia de los jesuitas cuyo impacto es cualitativamente diferenciable del resto de la institución misional en la formación de la etnogénesis del mundo indígena sonorense y su incorporación al mundo colonial; la presencia por último, aunque no menos significativa, del visitador José de Gálvez quien puso a prueba la implementación de las reformas borbónicas desde la Intendencia de Arizpe para todo el mundo novohispano y para iberoamérica y que tanto impacto tuvieron como detonantes de los diferentes movimientos de independencia que concluyeron con el desmembramiento del imperio español y el surgimiento de lo que hoy conocemos como América Latina.
Aquí reflexiono brevemente sobre los orígenes de la historia del arte sonorense que se ha practicado durante más de medio siglo en la Universidad de Sonora. Parto de una inquietud que se transforma por requerimientos metodológicos en preguntas de investigación: ¿Cuál ha sido la continuidad de esa historia? ¿Podemos encontrar la permanencia de su espíritu original en todo su desarrollo? ¿En cuántas etapas puede dividirse? Y en caso de poder dividirse, ¿cuáles son sus rasgos característicos?
La presencia de Higinio Blat y la Escuela Libre de Pintura y Dibujo
Cuando Higinio Blat (Valencia, 1893-Pamplona, 1974) aparece en el escenario universitario, Hermosillo, México, se ha convertido ya en receptora de familias españolas que llegaron como refugiados del régimen de Francisco Franco que habían consolidado sus redes de relación y eventualmente impactarían de una forma u otra en la vida social de la ciudad y en la toma de decisiones de algunas de sus instituciones. En la nómina podemos contar al Maestro Angel Gaos, el Ing. Amós Ruiz Girón, Francisco Mallart, Pedro Costa Santoló y otros.
El dibujo y la pintura en Hermosillo habían ya iniciado su historia con el profesor Eduardo W. Parra quien durante un cuarto de siglo estableció cursos de dibujo y pintura, aunque sin alguna pretensión profesional. En cuanto a la Universidad de Sonora, se ha argumentado para comprender este momento del proceso inicial que la presencia de Blat significó para la institución seleccionar el tipo de corriente plástica que seguiría, dado que la escuela de la plástica mexicana tenía ya presencia en el estado en productos tangibles con la obra plástica y educativa del profesor y escultor Francisco Castillo Blanco, quien en realidad reproducía figuras del mundo clásico. A ese ambiente plástico y cultural se reintegraba Jorge Othón después de estudiar Artes Plásticas en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México (Cruz Alonso, 1996).
Minerva, Francisco Castillo Blanco
Castillo Blanco había sido parte de la planta de profesores fundadores de la Universidad de Sonora, por lo que su presencia en ese espacio social era ya muy conocida. En 1948 se discute su proyecto para establecer una Escuela Libre de Artes Plásticas, aunque se prorroga y eventualmente se descarta su establecimiento por cuestiones administrativas. Un dato relevante para este ejercicio de reflexión se presenta en el carácter libre que adoptaría la educación artística ya que está dado no por una concepción estética sino por el grado de escolaridad que se pediría como requisito para ingresar y por el horario en que se impartirían las clases. El requisito mínimo sería la educación primaria ya que se argumentaba que si se pusiera como condición la secundaria no habría alumnos, y el horario sería nocturno para no tomar las características de un plantel con exigencias básicas regulares[1]. Dos años después se acuerda abrir inscripciones para las clases que iniciarían en enero de 1951[2], pero ya sin la presencia de Castillo Blanco.
«La Academia de Artes Plásticas de la Universidad de Sonora […] recibió desde el primer momento la orientación artística europea a través de su primer director, el pintor Higinio Blat Pérez y la maestra Karle Garmendia; la presencia de los republicanos españoles en México trajo consigo una visión reciente de los movimientos artísticos europeos; todo esto coincidió con las políticas culturales tendientes a desplazar la influencia de la Escuela Mexicana de Pintura del panorama artístico de México, de allí que la presencia de Blat Pérez en Hermosillo dio oportunidad (accidental o premeditadamente) al Consejo de Administración de la Universidad de Sonora de estar al día con los nuevos objetivos que se pretendía imprimir a la educación artística en México, esto trajo como consecuencia que el escultor Francisco Castillo, ex-alumno del maestro Diego Rivera y de otros distinguidos mexicanos fuera descartado como posible director de la Academia Libre de Pintura […] Así, al arribo de Higinio Blat Pérez a la dirección de la Academia Castillo Blanco quedó privado de la posibilidad de tener discípulos significativos…» (Cruz Alonso, 1996)
El argumento de que la coincidencia “con las políticas culturales tendientes a desplazar la influencia de la Escuela Mexicana de Pintura del panorama artístico de México, [diera oportunidad] (accidental o premeditadamente) al Consejo de Administración de la Universidad de Sonora de estar al día con los nuevos objetivos que se pretendía imprimir a la educación artística en México”, más que establecer un hecho histórico lo considero una hipótesis plausible. Sin embargo sostengo que el argumento, de tener validez, solo es sostenible por el entorno ya que los motivos explícitos de la rectoría universitaria para no establecer el proyecto de Castillo Blanco, como lo hemos señalado, son de carácter técnico-administrativo internos que en nada explican posiciones ideológicas o estéticas. Es decir, no hay evidencia empírica al interior de la universidad que nos permita confirmar esa hipótesis. La explicación de Cruz Alonso está dada por el contexto sin que necesariamente se establezca la relación de los acontecimientos en la configuración del hecho histórico. En cambio sí es posible advertir la solución a la contingencia por una eventual influencia proveniente del entorno sobre los tomadores de decisión universitarios. En efecto, Castillo Blanco fue desplazado y su lugar lo ocupó Higinio Blat, quien traía en su haber la escuela europea, y en particular la escuela valenciana de pintura cuyo exponente más destacado sería Joaquín Sorolla de quien Blat habría heredado la técnica. Esto es lo observable, el resto queda aun en el terreno de la especulación. En la Universidad de Sonora Blat, de alguna manera, daba cuerpo a un proyecto que no estableció durante el año 1946, cuando desarrolló el plan de estudios para una escuela de pintura para el gobierno vasco en el exilio.[3]
La Escuela Libre de Dibujo y Pintura con Higinio Blat optó por una tendencia europea que de alguna manera no representaba sesgos nacionalistas mexicanos que en la práctica se traducía en no adoptar la escultura y el muralismo, con sus implicaciones ideológicas y discursivas de carácter social, para dar lugar a la pintura de caballete con temas convencionales de la figura humana basada en los modelos clásicos grecolatinos y en el paisaje y bodegón como temas recurrentes de la creación artística:
«En Sonora, Higinio Blat fue el fundador y primer director de la Academia de Artes Plásticas de la Universidad de Sonora. Karle Garmendia le acompaña en el empeño y actúa como maestra en dicha academia. La importancia de la citada academia en el arte mejicano fue destacada ya que nuestros artistas llevaron formas y maneras nuevas, traídas directamente desde Europa. Karle Garmendia coincidió en la Universidad de Sonora con otra mujer navarra del mundo del arte, en este caso de la música, Emiliana de Zubeldia.» (Muruzábal del Solar, 2014)
Estamos viviendo en los años cincuenta del siglo pasado cuando la clase media hermosillense siente que por fin ha accedido a la modernidad y declara la emergencia de un discurso de movilidad social ascendente que no habrá de abandonar aún hasta nuestros días. Higinio Blat permaneció una década entre los universitarios para regresarse a España a principios de los años sesentas del siglo pasado. Su legado queda como un recuerdo y anécdotas recurrentes aunque en el terreno de la plástica poco a poco fue desapareciendo en los lindes de la historia.[4]
«Personaje pintoresco, al decir de la gente que lo conoció, Blat dejó en Hermosillo, además de los años como educador en los terrenos de la plástica, una cantidad considerable de cuadros, sobre todo retrato y paisaje; pero no dejó, hasta donde ha sido posible escudriñar, suficientes datos sobre su vida anterior en España y otros lugares de Europa donde paso la gran primera parte de su vida.» (García, 1992:37)
Retrato de Valenciana sobre fondo azul, Higinio Blat.
Una observación desde el entorno
Cuando en 1941 se colocaba la primera piedra de la Universidad de Sonora se confirmaba con ella el espíritu modernizador que habría de caracterizar la mentalidad de los hermosillenses en una ciudad que giraba alrededor de los 50 000 habitantes y que se consolidaba como el centro de la vida social y cultural del estado. Los primeros planes de estudio se enfocaban a cubrir los requerimientos que consideraban inmediatos para el desarrollo de habilidades prácticas, tales como el comercio, los estudios agrícolas y ganaderos, la enfermería, aunque el grueso de la población estudiantil estaba representado por los estudiantes normalistas que, con el tiempo, cederían ese espacio a estudiantes de secundaria y preparatoria. La educación artística debió esperar una década para insertarse en la formación universitaria.
El antecedente inmediato lo encontramos en 1938 cuando un grupo de sonorenses hechos a la vez eco y voz de una clase media emergente se reunía para definir lo que de ahí en adelante sería la principal institución de educación superior en el estado. Es probable que de manera tangencial la Segunda Guerra Mundial habría impactado en sus orígenes, sus programas de estudio y la orientación que tendrían sus egresados al incorporarse al mercado laboral. Sin embargo, no se puede probar un impacto directo en la medida en que el escenario de la guerra se encontraba muy lejos del estado, aunque se ha hablado y escrito acerca de la presencia de agentes pro germanos a lo largo de la frontera norte del país (Ortíz Garza, 1989). Mucho se tiene que discutir todavía sobre la presencia y posterior rechazo de José Vasconcelos como asesor de ese grupo de notables, y que se puede enmarcar en la abierta indisposición del sector obrero organizado a su estancia en Sonora, debido a la percepción que se tenía sobre su orientación germanófila.
Los actores que contribuyeron a la educación artística universitaria llegaron con sus historias desde diversos puntos de la geografía nacional trayendo con ellos sus particulares concepciones del arte; e igualmente cada uno se incorporó en diferentes momentos a la vida social hermosillense por lo que su inserción en la historia del arte de la Universidad de Sonora debe observarse de manera diferenciada.
Justo al inicio de la segunda mitad del siglo XX la Universidad de Sonora incorporaba a sus servicios educativos la educación artística que se estructurarían como Instituto de Bellas Artes en el formato de academias. Habrán de transcurrir casi cincuenta años para que se abran los programas de licenciaturas, lo que implica elevar el rango y el posicionamiento de las artes en el sistema de educación superior. Comprender este salto puede contribuir a explicar las implicaciones pragmáticas del cambio de paradigmas y a entender la evolución de la historia del arte sonorense justamente en los puntos donde la secuencia de los acontecimientos históricos queda desligada.
Como he señalado párrafos arriba ha de transcurrir al menos una década a partir de la apertura de cursos de la institución para que se establezcan los programas de arte. Aquí vale el comentario de que el sentido de la palabra academia en la Universidad de Sonora ha tenido dos significaciones que corresponden a dos paradigmas diferenciados, cada uno de los cuales caracteriza a un período de la historia institucional de las artes. El primer sentido de esta palabra se asocia con lo que la RAE define como “sociedad científica, literaria o artística establecida con autoridad pública” (RAE), o bien, según esta otra acepción relacionada: “Sociedad de personas literatas, facultativas, o solamente aficionadas, establecida para el cultivo y adelantamiento, ya de las ciencias, artes, bellas artes, etc., en general, ya de un ramo cualquiera de ellas en particular”. Hay que recordar que para inscribirse a las academias no se requerían estudios específicos algunos sino el simple gusto por la práctica artística, por lo que podemos decir que es a partir de este sentido y su ejercicio que se estructurará la educación artística bajo la función sustantiva de extensión universitaria; y es así como paulatinamente se va definiendo la existencia de cada una de las academias, todas bajo la dirección de lo que eventualmente se conformaría como Instituto de Bellas Artes de la Universidad de Sonora.
Un antecedente inmediato más lo encontramos, ya lo decíamos arriba, con el profesor Emilio W. Parra, colimense, quien muere en 1938 y con él concluye más de un cuarto de siglo de enseñanza en las artes plásticas de manera informal e individual. Ese mismo año llega a Sonora el escultor chiapaneco Francisco Castillo Blanco quien no solo tuvo un impacto inmediato en la educación artística sino en los diversos espacios donde fueron colocadas sus esculturas y que también connotaron la transición de Sonora hacia la modernidad. Como he señalado él propuso a la Universidad de Sonora un programa de estudios profesional para las artes plásticas en 1948, pero no fue sino hasta 1951 cuando se establece la Academia Libre de Pintura y Dibujo bajo la dirección del pintor valenciano Higinio Blat quien estableció su programa de trabajo a partir de su experiencia en la Real Academia de Arte de Valencia.
«En España, el primer intento por crear una Academia de las artes del diseño, pintura, escultura y arquitectura, siguiendo el modelo de las academias como instituciones científicas, literarias o artísticas establecidas con autoridad pública, tuvo lugar en 1726 y si bien no llegó a materializarse en un primer momento, sí que se concretó unos años más tarde, en 1752, al fundarse en Madrid la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, bajo la protección del monarca español.»[5]
Ahora bien, si atendemos al concepto de duración en la conciencia es probable que nuestros hallazgos nos presenten discontinuidades; y cuando hablamos de conciencia nos referimos a la conciencia que los sujetos tienen de su historia y, aun más, a la memoria no como repositorio de información sino como mecanismo que garantiza las operaciones de esa historia. Si a esto unimos el sentido de temporalidad entonces es probable que observemos ciclos de duración determinada que se presentan en correspondencia con los actores históricos de este proceso. Entiendo pues, esta reflexión como la búsqueda de sentido de una historia cuya historiografía se ha escrito desde un horizonte de observación lineal y que como tal ha presentado los diversos momentos del proceso como un continum en orden ascendente, es decir, como una línea de progreso.
Si nos preguntamos cuál ha sido la continuidad de esa historia estamos aceptando de suyo la existencia del continum y, entonces, cualquier respuesta nos induce a justificar su presencia más que a cuestionar su existencia misma. Por tanto podemos plantearla de otra manera: ¿Existe tal continum? No nos interesa volver a la descripción de los orígenes, como forma de abordaje aunque debemos remitirnos a ellos para poder obtener cómo ha sido que se presentaron y cuándo es posible observar los cambios. Entendemos igualmente que toda vuelta a los orígenes puede implicar dos operaciones como mínimo: Una de ellas orienta su descripción como mero fundamento y piedra angular de la cual ha surgido todo el proceso. Este es el más recurrente en la historiografía de nuestro caso; la segunda está orientada a un replanteamiento a partir de reconocer diferentes momentos del proceso y no asumiendo necesariamente un punto de vista lineal de la historia. Hacia esta segunda operación es a la que nos estamos enfocando.
Al abordar el objeto de estudio surge la hipótesis de que existen en la historia del arte universitario dos procesos en los cuales es observable una diferenciación funcional. El primero tiene una duración de medio siglo y ubica sus orígenes alrededor de los años 1950s; el segundo inicia a finales del siglo XX y continúa de manera sostenida durante el presente. En este segundo período el concepto academia tiene otro significado como se expresa en sus reglamentos:
«La academia es el cuerpo colegiado integrado por académicos de una misma disciplina o especialidad que se reúnen periódica y regularmente y comparten el interés por desarrollar actividades en una o varias líneas de investigación con objetivos y metas comunes. La academia constituye el espacio para la discusión, el análisis y el intercambio de ideas académicas. Las academias tienen como objetivo, principalmente, promover e impulsar actividades de investigación, así como vincular esta función con la docencia y la extensión, cuidando siempre la calidad y el nivel académico de la Institución.»[6]
Paisaje Marino de San Carlos. Francisco Romero Meneses
Si observamos, no existe en esta enunciación orientación alguna hacia la producción artística que se ha debido adecuar a la práctica cotidiana de la vida académica formal. Es aquí donde podemos incorporar el concepto de diferenciación funcional que nos permite observar, a partir de nuestra hipótesis sobre la idea de continuidad, que existen puntos ciegos en la observación del proceso más que un continum del proceso histórico mismo. Por tanto podemos responder a las preguntas que inician este trabajo y que orientan la investigación: El impacto fue diferenciado y es observable en el mediano plazo. En el caso de Blat, su escuela plástica se reproduce en un grupo reducido de estudiantes. Desde mi punto de vista es en Francisco Romero Meneses, que le sigue en la dirección de la academia, en quien se observa de manera más explicita un eco lejano de la escuela valenciana. Él dedicó buena parte de su producción al paisaje, como podemos ver en su marina de San Carlos, que es una playa en el estado de Sonora, entidad a donde llegó en calidad de refugiado Higinio Blat y de donde partió de regreso a su amada España donde había nacido en 1893 y donde murió en 1974.
Imagen de portada: Cala San Vicente, Higinio Blat.
Para saber más…
- Cruz Alonso, M. L. (1996). Cien años de plástica sonorense. Hermosillo, Sonora, México: Universidad de Sonora.
- Euskomedia. Kultura Topangunea. (2013). Correspondencia cruzada entre Manuel Irujo e Higino Blat. Online.
- García, L. E. (1992). Siete Notas para Bellas Artes. Hermosillo, Sonora, México: Universidad de Sonora.
- Muruzábal del Solar, J. M. (2014). Karle Garmendia. Pintora. Online.
- Ortíz Garza, J. L. (1989). México en Guerra. La historia secreta de los negocios entre empresarios mexicanos de la comunicación, los nazis y EUA. México: Planeta.
- Pilato Iranzo, A. (1996). El pintor Valenciano Higinio Blat. Recuperado el 20 de Febrero de 2014, de Ars Longa. Cuadernos de Arte: roderic.uv.es
- Quiñonez Leyva, I., y García Alegría, M. I. (2002). Cartas a Emiliana. Hermosillo, México: Universidad de Sonora.
- RAE. (s.f.). Real Academia Española. Recuperado el 2014, de Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición.
[1] Memorandum para la H. Directiva del Comité Administrativo de la Universidad de Sonora enviado por el Rector Manuel Quiróz Martínez, 11 de junio de 1948. Archivo Histórico de la Universidad de Sonora, Fondo Comité Administrativo de la Universidad de Sonora.
[2] Memorandum al Prof. Manuel Quiroz Martínez, Rector de la Universidad de Sonora, del Dr. Ignacio Cadena H., Presidente del Comité Administrativo de la Universidad de Sonora, 23 de diciembre de 1950. Archivo Histórico de la Universidad de Sonora, Fondo Comité Administrativo de la Universidad de Sonora.
[3] Para mayor referencia ver (Blat, 2013)
[4] Armando Pilato hace una biografía de Higinio Blat que publica en 1996, (Ver Pilato Iranzo, 1996).
[5] Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, Historia, online.
[6] Marco Normativo. Reglamento de Academias, online.
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Higinio Blat en los orígenes de la educación artística de la Universidad de Sonora». Publicado el 12 de agosto de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.24 – URL: |
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