Sobre la intertextualidad y el tener que irse
La intertextualidad se toma en cuenta a partir de los elementos que surgen del caso de Kaspar Hauser. Todo se conjunta en pequeñas partículas que de alguna manera tienen el mismo fin en el poema de Paul Verlaine: tener que irse.
A ese árbol le crecían las ramas
como manos de madres
anhelando acariciar algo
que aguarda aún más allá
(Juan F. Hernández)
.
Heródoto cuenta que Psamético I −fundador y primer faraón Saita (XXVI dinastía) que reinó Egipto entre el 664 y el 610 a.C.− mandó criar a dos recién nacidos sin contacto con otros humanos, en total aislamiento. El faraón quería averiguar cuál era la lengua más antigua, por ende, el pueblo más antiguo. Resulta que los recién nacidos, después de la primera etapa de los sonidos ininteligibles, dijeron su primera palabra al tiempo que estiraban los brazos como queriendo alcanzar algo: becos.
Después de que se convocó en un comité a los sabios y consejeros del faraón lograron averiguar que becos significaba pan en la lengua frigia. Desde ese momento fue considerada por el faraón y sus sabios como la lengua primigenia de la humanidad.
Quiero destacar que Heródoto nos cuenta lo que tal vez sería el origen de los tratados de psicolingüística, como el problema lógico de la adquisición del lenguaje. A través de esto podemos enumerar distintos casos, que devienen (intertextualmente) del experimento de Psamético I, que han sido usados para el estudio de éste problema lógico. Uno de los más conocidos: Kaspar (Gaspard) Hauser.
El caso de Kaspar Hauser
Kaspar fue criado en una cueva oscura, sólo sabía decir una frase o algo parecido a eso, llegó un día de 1824 a un pequeño pueblo alemán, y se convirtió en la gran sensación científica de la época. Un hombre (¿humano?) casi adulto, que rondaba los 17 años; sin lenguaje, sin impunidad.
Aseguraba que estuvo encerrado en una pequeña celda oscura la mayor parte de su vida. Su ropa con restos de seda, había sido buena en alguna ocasión. Sus piernas estaban casi paralizadas por la falta de movimiento.
Los doctores que lo examinaron informaron que Kaspar no estaba loco ni era tonto, pero que la separación por la fuerza y con crueldad del contacto con los seres humanos desde la infancia le habían influido en su desarrollo.
Se supo por él mismo que siempre estuvo prisionero en un calabozo, desde que tenía tres años, durmiendo sobre un colchón de paja, sin sonidos y con alimento que alguien le llevaba mientras dormía. Tiempo antes de su partida, un hombre se introducía en la celda y le enseñaba a escribir su nombre y las frases que debía decir cuando lo encontraran.
Hauser siguió educándose y adquirió conocimientos de filosofía, latín y ciencias. La creencia popular sostenía que Kaspar era hijo ilegítimo de la casa real de Baden, apartado y mantenido encerrado a favor de otro heredero. Tampoco se ha llegado a saber sobre su evolución en sociedad a más largo plazo, pues falleció cinco años después de ser encontrado, el 17 de diciembre de 1833, víctima de un asesinato.
Kaspar Hauser ha inspirado a varias artistas para la creación de su obra. Adolphe Philippe escribió el drama Gaspar Hauser, Jakob Wasserman escribió la novela Caspar Hauser oder die Trägheit des Herzens, Peter Handke escribió el drama Kaspar, y así varios ad aeternum. Además, nuestro querido Kaspar también ha sido llevado al cine por Werner Herzog en Jeder für sich und Gott gegen alle (Cada uno por su parte y Dios contra todos); y también ha sido evocado por Paul Verlaine en “Gaspard Hauser chante”.
A propósito de la película de Herzog y la teoría de la adquisición del lenguaje, Juan F. Hernández Herrerías, en su artículo “El enigma de Kaspar Hauser”[1] hace una reflexión:
Hay una escena en el film El enigma de Kaspar Hauser de Werner Herzog (1974), en la que podría hallarse una lección, una moral para un cierto tipo de lector (…)La escena a la que me refiero es la siguiente: unos clérigos han visitado a Kaspar y beben té con él. Le preguntan si, en la oscuridad de su celda, percibió a Dios. Después de una breve discusión en que difiere con los clérigos, se le pide “no investigar las cosas de la fe, sino creer”. Kaspar Hauser responde, con toda la dificultad que su pobre manejo del lenguaje le impone, “lo que debo hacer, es aprender a leer y escribir… mejor”.
Ante ese lugar incierto que apenas empieza a conocer -el mundo- Kaspar prefiere mantener una actitud investigativa, no aceptar ningún dogma, ninguna verdad revelada, seguir leyendo ante todo. Creo que ahí hay una lección moral para el lector, que sin embargo no está exenta de paradojas.
Se me hace interesante el grado de intertextualidad que llega a tener lo que podría considerarse una partícula del universo y cómo esta se relaciona con todo lo que le rodea. Verlaine también hace esa “magia” en su poema:
Gaspard Hauser chante
Je suis venu, calme orphelin,
Riche de mes seuls yeux tranquilles,
Vers les hommes des grandes villes:
Ils ne m’ont pas trouvé malin.
A vingt ans un trouble nouveau
Sous le nom d’amoureuses flammes
M’a fait trouver belles les femmes:
Elles ne m’ont pas trouvé beau.
Bien que sans patrie et sans roi
Et très brave ne l’étant guère,
J’ai voulu mourir à la guerre:
La mort n’a pas voulu de moi.
Suis-je né trop tôt ou trop tard?
Qu’est-ce que je fais en ce monde?
O vous tous, ma peine est profonde:
Priez pour le pauvre Gaspard!
Tengo que considerar, en este momento, dos partículas que se desprenden de Hauser: la intertextualidad per se de él como hombre, que se refleja en la película de Herzog; y el sentimiento de partida que nos deja el poema de Verlaine.
El tener que irse que plantea Verlaine también tiene su grado de intertextualidad en la vida diaria. Una paradoja que surge desde siempre para estar presente en lo más mínimo:
– El origen del lenguaje, las distintas gotas de teoría que suben y bajan desde la psicolingüística hasta la filología y que en un momento dado son desechadas para tener que irse y ser reemplazadas o mejoradas.
– Un faraón que encierra dos niños para descubrir a la supuesta cultura origen, ¿luego de la extinción qué somos?
– Un mensaje a las dos de la mañana que termina en silencio.
Después del canto de Garpard Hauser y mis enumeraciones lo único que queda es aceptar que en cualquier lugar y tiempo uno tendrá que irse.
[1] http://linnemagazine.com/2013/10/01/el-enigma-de-kaspar-hauser-la-lectura-y-la-incertidumbre/
Portada, Kaspar Hauser © Herzog