Retrato y reflejo es la breve reflexión e introspección que se presentará a continuación de Venezuela en el presente y de cualquier otro país en el futuro, y ello solo si éste último se deja encantar por la belleza profética de la ideología del desastre.
Al sur de América, al norte de Suramérica, entre Colombia y Brasil y al borde del despeñadero que separa la posibilidad de vivir el hoy y llegar al mañana de la agotadora lucha por sobrevivir hoy y quizás, solo quizás, mañana.
« ¡Pobre Venezuela!» puedes decir y escuchar con lástima, con la misma pesadez que ha convertido en inmigrante a tu vecino, al nuevo de la tienda y al que ahora, ha tenido que comenzar de cero; con la tristeza con la que hablas de tu país con los vecinos de la cola o entre tus amigos mientras extrañan al pana que se fue.
« ¡Venezuela pobre!» ves en la sección de internacionales de todos los medios de comunicación, y si vives en el desastre, puedes percibir tan malas noticias desde el principio y hasta que finaliza el día. Claro, tu conocimiento sobre tal escenario dependerá del color, posición, valentía y cobardía con la que estés dispuesto a comprender el panorama.
Así pues, tú, extranjero de ahora, conoces a Venezuela por algunas razones equivocadas, políticas, antónimas del verdadero significado del país, y son esas mismas razones erradas por las que, tú, venezolano de hoy y de ayer, empezaste a desconocer tu propio país, entonces…
No has salido.
No has tomado ningún barco, autobús o avión.
No has comprado pasaje. No te alcanza.
Si aún permaneces en el mismo lugar ¿por qué lo desconoces tanto?
«¡Qué retórica la pregunta!» te reprochan los precios altos y lejanos (por devaluaciones luz) de tu presupuesto; los anaqueles vacíos de lo relevante y llenos de falso patriotismo; las noticias que exhiben la amplia gama del rojo: rojo muerte violenta y rojo ideológico; la enésima sinfonía de estómagos patrióticos; los billetes vacíos, los bolsillos peluseros y pare el otro de contar.
Ya no eres sinónimos de esto. Voltea a ver la ciudad a tu alrededor, pregúntale a tus amigos del interior y repasa cuántos panas se te han ido al exterior.
Estas nuevas costumbres no te pertenecen. Dormir más para comer menos, perseguir camiones en lugar de sueños, estremecerte por causa de un simple «¿tiene hora?», desear bolsas sin prudencia, ofrecer agua porque no hay café para la visita sorpresa, de los domingos y las tardes, ajustarse al horario del agua que llega cada que la dejan o la luz, que es otro milagro intermitente, cambiar medicina, comida, ropa…
Y ¡vaya!
Hasta las referencias te han cambiado, por ejemplo, a María la que vive en la esquina, la hija de la Sra. Flor y esposa del portugués de la panadería, ya no se le conoce de esa manera, no, ahora María es «la del abasto al que le llega harina pan cada miércoles». Los señores Jorge Luis, Margarita, Rosa, Evangelina, Pedro y otros, ya no son los viejos gruñones de la cuadra, ahora son «los del CLAP». Las habladoras del barrio ya no se reúnen para compartir sus descubrimientos, ahora tienen un grupo de WhatsApp para informarse de las movidas del lugar incluyendo llegadas de camiones, sectorización de bodegas, abastos, red de supermercados, repartición de números para compras y lo que surja.
De ahí, que ahora tu agenda telefónica, la de tu madre, amigos o conocidos, almacenen contactos como: Roberto (Chinos); Rosa garaje de ropa, Benito Bicentenario, Juan Feria de pollo, Luisana Banco de Venezuela, y así vas, contactando personas con apellidos de algún beneficio, quienes se convierten en inevitables salvavidas para el mar de inflación, escasez, pobreza, miseria y realidad en el que, comprensivamente, te niegas a naufragar.
Ya ni reconoces lo poco que vives y lo mucho que sobrevives. Te vas y te van desconociendo, principalmente, por la pérdida obligatoria de peso o por esa marca de aquel día en aquella cola rutinaria, ya ni sabías si eras un número exagerado como un 436 o un terminal de cédula. Ni hablar de la gente, quedarías corto.
Ya no eres el tricolor que todos los bandos profesan, y parece que ahí, evidente, está la respuesta.
No eres forastero.
No eres el término cobarde y equivocado que te han adjudicado.
Eres de aquí, de donde siempre, hasta que el mesías besa viejitos y arropa muchachos, con supuesta palabra santa y promesa profética, te haga decidir lo contrario.
Y es que estás hecho de decisiones. Decisiones que cambiaron tu rumbo y el de los tuyos venezolano de ayer y de hoy, latinoamericano de siempre, habitante del mundo, incluso si un día decidiste no decidir. Ahora que puedes, olvida el milagro y descruza los brazos. Di, haz, muévete, aún no es tarde por mucho que lo parezca, porque tarde solo será cuando dejes de lado lo que te pertenece y te dejes construir una casa de paja por un lobo que soplará fuerte siempre y cuando no sean elecciones.
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? https://revistamito.com/extranjero-desconocimiento-identidad/ : «Extranjero: desconocimiento de identidad». Publicado el 22 de septiembre de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.37 – URL: |
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