La etimología nos descubre un origen común de los glóbulos y de la globalización.
Globalization, Globalizacija, Globalització, Globalizace, Globaleiddio, Globalisering, Globalisierung, Globalizazio, Globalisaatio, Globalizzazione, Globalizatio, Glubbalizzazzioni, Globalização… parece ser que en las diferentes naciones se ha buscado un término para hablar de un mismo fenómeno de gran actualidad: LA GLOBALIZACIÓN.
Esta palabra, aunque debido a la influencia del inglés globalization, nos ha llegado de vuelta al castellano, desde el latín globus. Sin lugar a dudas, este término hacía referencia a la forma de globo o esfera. Por extensión, podría referirse a cualquier cosa que adquiriera esa forma. En este sentido, Virgilio poetiza que del Etna brotaron flammarum globos[1] (bolas de fuego).
Es problable que para nuestros antepasados, una cantidad de objetos juntos, les pudiera recordar también a la susodicha esfera, por lo que en latín también vino a significar montón o hacinamiento. Usó la palabra globus Veleyo Patérculo para referirse a una muchedumbre de personas, como también lo hizo Salustio para referirse a un globus nobilitatis[2]. Asimismo, en el plano militar, un grupo compacto vendría a denominarse globus. Podemos encontrar bien a Tito Livio haciendo referencia al globus armatorum[3], significando pelotón, o bien a César mencionando en sus conquistas el globus navium (una escuadra de naves) o al globus equitum refiriéndose a la caballería.
Por nuestra parte, en castellano, también podemos emplear la variante adjetiva de este término para referirnos a algo tomado en conjunto. Pues, podemos calificar un asunto, una situación o incluso, en las escuelas, una evaluación, como global, para referirnos a algo tomado en conjunto. De ahí el uso de la locución adverbial en global. Siguiendo en esta linea, también podemos englobar al incluir o considerar reunidas varias partidas o cosas en una sola.
Volvamos al latín. Si a globus, le aplicamos el diminutivo latino –ulum ya tenemos la forma para un globo pequeñito: el globulum. Los romanos llamaron globuli a unas pequeñas bolitas de pasta fritas en aceite. Petronio traslada estas “bolitas” al terreno del lenguaje endulzando las expresiones con melliti verborum globuli.
Sin embargo, en un ámbito bastante diferente, uno de los protagonistas de Ovidio hizo que su enemigo, al atizarle con una cratera, vomitase sanguinis globulos[4] (borbotones de sangre). Aunque los científicos de antaño aplicaran ese término para hacer referencia a un cuajarón de sangre, pronto la ciencia se apropió del término para hablar de los glóbulos cuando hacemos referencia a los diminutos corpúsculos de la sangre que, por cierto, pueden ser rojos o blancos; dependiendo ésto de si son eritrocitos, compuestos principalmente por hemoglobina o si, por el contrario, son leucocitos que protegen nuestro cuerpo de agentes infecciosos. Es más, desde 1839 Berzelius nos habla de globulina y, desde el siglo pasado, A.B. Lerner y CJ Whatson lo hacen sobre la crioglobulina.
Pero dejemos aparte el microscopio para obtener una visión más grande del globus, hasta llegar a compararlo con nuestra conocida esfera terrestre. El globus terrae sería una forma muy usual de referirse a nuestro planeta como así lo hizo Cicerón[5]. Pues parece que la astronomía helénica ya tenía clara la forma esférica de la Tierra y así, con esa forma, la construyó Crates de Malos en Cilicia a mediados del siglo II a de C. . Muchos siglos después, las expediciones de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, lograron poner en práctica este concepto de redondez del mundo y lo cirunnavegaron –que, por cierto, significa navegar alrededor de algo.
El castellano ha heredado el globo terráqueo, que es un modelo a escala tridimiensional de nuestro planeta, siendo el único que no sufre distorsión.
Por otra parte – y algo más trivial- , nos explica Martín Sarmiento[6] (1746-1770) para el origen del ovillo, que en Galicia se llama nobêlo, que se debe escribir “obillo” con “B” y no “ovillo”, pues no viene de ovum sino, siguiendo a San Isidoro, de globus, gubellum.
Continuando con la forma del globus y, con miras al cielo, encontramos el globo dirigible, que el diccionario nos define como un globo fusiforme que lleva una o varias barquillas con motores y hélices propulsoras y un timón para guiarlo. Definición que, ciertamente, podemos leer gracias al globo ocular que nuestro diccionario define como el ojo, separado de los músculos y demás tejidos que lo rodean; y podemos añadir el globo sonda que no está tripulado y que se utiliza para estudios meteorológicos.
Pero pongamos de nuevo los pies en la tierra y vayamos a lo que nos interesa. Pues si al castellano globo se le aplica el sufijo de acción –izar, nos queda la palabra que buscamos: globalizar. Verbo transitivo que significa integrar en un todo cosas diversas y también universalizar.
Apuntemos todavía más fino y busquemos el efecto de la acción: si al verbo añadimos el sufijo -ción nos encontramos con globalización, el “leitmotiv” del número de esta revista.
En el diccionario de la Real Academia la definen como la difusión mundial de modos, valores o tendencias que fomenta la uniformidad de gustos y costumbres. Siendo ésto así, las personas que habitamos la Tierra estaríamos compartiendo mucho más que un habitáculo. El problema surge cuando en el término se precisa que se trata además de una extensión del ámbito propio de instituciones sociales, políticas y jurídicas a un plano internacional. Entonces, la cosa se pone seria y surgen las controversias y susceptibilidades, es en ese caso cuando hablamos de la antiglobalización, que es contraria al proceso por el que las economías y mercados, con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, adquieren una dimensión mundial.
Por último, partiendo del mundus, quizás las lenguas podrían haber evitado el globus y hablar de “mundialización” (como el francés mondialisation) o mejor, podríamos haber elegido para este fenómeno el término “universalización”, de universi, que en latín significa todos, todo el mundo. Pero Mc Luhan a mediado del siglo pasado, haciendo referencia a la conexión que entre todos los habitantes de la tierra se da gracias a los mass media, prefirió hablar de “aldea global[7]”.
Con todo, podemos decir – y demostrado queda- que, si hay algo que nos une a todos y a todas estas cosas mencionadas es, ciertamente, el globus.
[1] Attollitque globos flammarum, Virgilius, Aeneidos, Liber III, vs 574
[2] Globo nobilitatis, Salustius, Bellum Iugurthinum, Cap LXXXV
[3] Globus armatorum, Livius, Ab urbe condita libri, Liber IV, Cap LXI.
[4] Sanguinis globulos, Ovidio, Metamorfosis, XII, vs 239
[5] Globus terrae: Cicerón, De oratore, 3,79
[6] Catálogo de voces y frases de la lengua gallega (1745-55), editado por José Luis Pensado con ese título, Salamanca, 1973
[7] Aldea global: Mc Luhan, Marshall, La galaxia de Gutenberg, Origen Planeta, México, 1985, pag. 45. (término original en inglés global village)
Portada: Earth Globe © Horia Varlan