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Mito | Revista Cultural
Biología

El papel biológico de la madre más allá de la genética

Por Jonathan Cueto Escobedo el 9 mayo, 2014 @JonathanCuetoE

La importancia del cuidado maternal en la supervivencia y desarrollo de los mamíferos

 

Cuantas veces no hemos oído “tienes el mismo carácter de tu madre” o por el contrario un “yo no sé de donde lo heredaste, porque de mí no”. A un investigador al que le pidieron una vez que explicara este fenómeno constantemente repetido en todas las familias dijo: “si no lo heredaron, lo aprendieron; así que como sea la culpa es de su mama” la connotación negativa de “culpa” es sólo humorística; bien podríamos mejor decir que el mérito es de mamá. Pero además de lo heredado y lo aprendido, ¿hasta qué punto la figura materna tiene una influencia biológica? es algo que la ciencia cada vez describe más y con resultados realmente sorprendentes.

Genéticamente hablando, somos la mitad de nuestro papá y la mitad de nuestra mamá. Al menos eso es lo que nos dijeron en la escuela; hagamos memoria, durante la clase de biología o de educación sexual el maestro nos dijo algo así como: entonces el espermatozoide del papá fecunda al óvulo de la mamá y cada una de estas células aporta su material genético para producir una nueva célula con toda la información necesaria para desarrollar un nuevo ser. Así que somos mitad papá y mitad mamá, pero tal vez esto no sea del todo cierto. Cada vez es más evidente el papel protagónico de la madre en la formación de un nuevo individuo.

Muchas especies de animales tienen un sistema nervioso que desde muy temprana edad es capaz de reconocer estímulos sensoriales, como sonidos, formas o aromas, provenientes de la madre que le permiten formar un vínculo con ella. El ejemplo más famoso lo descubrió el médico de origen austriaco Konrad Lorenz que observó y documentó que las crías de ganso siguen a la primera criatura que ven después de romper el cascarón, normalmente es mamá gansa, pero puede ser desde un ganso de juguete hasta un ser humano; algo que el mismo Lorenz comprobó en su persona. Este fenómeno conocido como impronta, favorece la formación de un vínculo entre la madre y sus crías. El vínculo formado es altamente adaptativo, ya que la madre proporciona refugio contra la adversidad del nuevo ambiente fuera del cascarón y protección contra los depredadores. Si lo pensamos un poco, suena lógico que además de los gansos, en los mamíferos exista un sistema parecido, aunque no por eso deja de ser sorprendente. Fenómenos parecidos a la impronta se han observado en mamíferos como las ratas de laboratorio (Rattus norvegicus) y en animales de granja como cerdos (Sus scrofa) y becerros (Bos primigenius taurus), sólo que en estas especies, las pistas no son visuales sino que más bien se trata olores.

El perfume de mamá

Los mamíferos pasan todo su desarrollo sumergidos en el líquido amniótico producido por la madre, este líquido tibio que rodea al feto es un medio de protección por excelencia contra los golpes y el frio del exterior. Pero al nacer, los nuevos individuos se ven expuestos a un medio ambiente nuevo, completamente diferente, inexplorado y lleno de peligros. Las sustancias presentes en el líquido amniótico hacen que tenga un olor particular y único que se impregna en la madre durante el parto y que las crías son capaces de reconocer y buscar activamente. Inmediatamente después del parto la madre limpia a las crías con la boca impregnándose más del olor del líquido amniótico, que por ahora es el mismo olor del bebé. Éste es el primer paso que permite el reconocimiento de ambos, la madre se familiariza con el olor de la cría y la cría con el olor de la madre, y que permitirá la formación de un vínculo. Pero ¿es igual de importante el olor para los seres humanos?, al parecer la respuesta es sí. En 1877 Charles Darwin publicó en Mind (Mente) su artículo “A biographical sketch of an infant” (Bosquejo biográfico de un niño”) en donde recopiló información detallada acerca del desarrollo de sus propios hijos. En esta investigación observó en sus propios bebés un tipo de reconocimiento semejante al de otros mamíferos y lo describió de la siguiente manera:

“A la edad de 32 días percibe el pecho de su madre cuando se encuentra a 32 pulgadas de él, lo cual se hace manifiesto por la protrusión de sus labios y sus ojos fijos, pero dudo mucho que esto tenga alguna conexión con la visión; lo cierto es que él no había tocado el pecho. Si se ha guiado a través del sentido del olfato o la sensación de calidez o por medio de una asociación hecha con la posición en la que es cargado siempre que se le alimenta es algo que no puedo concluir con seguridad” (Darwin, 1877).

Aunque el mismo Darwin admite que sus observaciones no son concluyentes, estas ya sugieren la importancia del olor de la madre en el ser humano para el reconocimiento y establecimiento de un vínculo entre ella y sus neonatos. Casi siglo y medio después, estudios más recientes han demostrado que los pequeños bebés humanos, con apenas horas o días de nacidos son capaces de reconocer el olor del líquido amniótico de su madre y el olor de la leche materna. Los bebés prefieren estos olores más que otros que podríamos considerar agradables pero a los que no han estado previamente expuestos.

Por lo tanto, también en el ser humano el reconocimiento olfativo es el primer paso en la formación de un vínculo que favorece la supervivencia de la descendencia durante las primeras etapas del desarrollo, pero que también posee otros efectos aún más duraderos. El vínculo de las crías con la madre no sólo las protege de depredadores durante el desarrollo si no que moldea algunos circuitos cerebrales encargados de la regulación de las emociones. Si el vínculo no se forma, la carencia de los cuidados de la madre puede producir alteraciones emocionales que afecten la salud de los pequeños. Los experimentos con ratas de laboratorio ayudaron a comprender este fenómeno que posteriormente se confirmó ocurre en los seres humanos.

Muchos de estos experimentos consistieron en separar a las ratitas bebés de su madre por diferentes periodos de tiempo, por ejemplo: 5, 10, 20, 30, 60 y 120 minutos o más. Después, se dejaron crecer a los bebés y los colocaron en pruebas validadas como un laberinto de brazos elevados el cual sirve para medir conductas que semejan la ansiedad en el humano. El laberinto es una plataforma con forma de cruz elevada del suelo que tiene dos brazos cubiertos por paredes opacas y dos brazos donde el animal está expuesto.

Laberinto de brazos elevados

Laberinto de brazos elevados. A) acercamiento al laberinto, B) vista elevada utilizada para la medición de las conductas, C) pantalla del programa registro con el cual se mide el tiempo que la rata permanece en cada brazo

Los cambios en los tiempos de exploración se relacionan con cambios en las respuestas que los animales tienen ante el estrés del nuevo ambiente que representa el laberinto. A pesar del estrés, un animal menos nervioso explorará más los brazos abiertos (blancos) donde se encuentra más vulnerable mientras que un animal más nervioso permanecerá oculto del peligro dentro de los brazos cerrados. Sorprendentemente, las ratas separadas más tiempo de sus madres eran más nerviosas ya que pasaban más tiempo escondidas en el brazo cerrado del laberinto. La diferencia en el estado emocional de los animales se debe a que el lamido y la alimentación de la mamá a las crías hacen que las partes del cerebro que regulan las emociones y la respuesta ante el estrés se desarrollen mejor y el animal se vuelva más capaz de enfrentar situaciones de peligro.

Capibara, Fidel León Darder

Conducta de amamantamiento. La conducta de amamantamiento se correlaciona con una respuesta emocional más adecuada para la supervivencia del individuo en situaciones de estrés. Foto: Capibara, Fidel León Darder

En los macacos, que pueden considerarse un poco más cercanos y parecidos a los seres humanos, el científico Harry Harlow observó que cuando son separados de sus madres estos empiezan a dejar de comer, se tornan más agresivos he incluso se lastiman ellos mismos además de volverse incapaces de interactuar socialmente con otros macacos cuando son adultos.

La necesidad del cuidado maternal en los mamíferos es tan fuerte que incluso cuando a los macacos privados de la madre se les da a elegir entre dos modelos o “dummies” prefieren aquel que se parece a la madre natural por sobre el modelo que puede proporcionarles alimento.

Experimento de Harlow -

Pero los científicos no estudian la conducta animal sólo porque les interesa saber qué hace un macaco o una rata, si no por que investigan hasta qué punto los seres humanos también estamos influenciados por nuestra biología. En este sentido, fue gracias a las observaciones de René Spitz y John Bowlby que sabemos que en los humanos el cuidado materno también tiene gran influencia en la salud. Spitz descubrió que algunos niños, separados de sus madres por ingreso en instituciones hospitalarias antes de los 18 meses de edad, desarrollan un cambio en su comportamiento que consiste en el aumento del llanto, apatía, una disminución del apetito, estancamiento del desarrollo físico y una tendencia mayor a enfermar y morir. Al síndrome descrito por Spitz se le denominó depresión anaclítica u hospitalismo. Por su parte John Bowlby describió un fenómeno parecido que llamó también depresión anaclítica, que ocurre en niños que son separados de la madre cuando ya han establecido un vínculo de apego con ella. Primero aumenta el llanto del niño, luego entra en un periodo de desesperanza de la recuperación de la madre y por último, la etapa de desvinculación del mundo circundante que se caracteriza por una extrema inactividad. En ambos, casos si los niños no son cuidados pueden llegar a morir.

Esto sucede debido a que en los seres humanos las experiencias de los primeros años de vida, en especial el cuidado de los padres, va a determinar la intensidad de las respuestas emocionales y como consecuencia sus respuestas ante el estrés de la vida diaria. Estas respuestas al estrés de las que todos hemos escuchado existen porque son útiles para nuestra supervivencia pues nos preparan para hacer frente al peligro. Si vemos un perro ladrando y corriendo enfurecido hacia nosotros, el sistema nervioso prepara al cuerpo para producir una de dos respuestas: pelear o huir, ambas requieren que se acelere el pulso cardiaco, se mande energía a los músculos y se agudicen los sentidos. En cuanto pase el peligro el estrés también debe pasar. Ahora imagine que usted siente mucho estrés porque tendrá una entrevista de trabajo ante una gran audiencia, si la entrevista es muy importante sentirá cada vez más nervios cuando se acerque el día y será perfectamente normal que una noche antes le cueste un poco de trabajo conciliar el sueño debido al estrés; sin embargo, si la entrevista será en un mes y el estrés de pensar en ese día no lo deja dormir desde un mes antes entonces estamos hablando de una respuesta exagerada y fuera de contexto. Este tipo de respuestas mantiene al organismo en un estado de alerta durante mucho tiempo de forma que interfiere con el desempeño normal del individuo y se relacionan con el origen de trastornos como la ansiedad, el ”burn out” (quemado) o agotamiento por estrés y la depresión. El modo en que afrontamos cada uno el estrés de nuestra vida depende de nuestra información genética, pero también de a cuantos estímulos estresantes estamos expuestos regularmente desde pequeños. Entre más estrés, más probabilidades hay de que se desarrollen estos trastornos, sin embargo, parece que el cuidado parental sería en primer lugar un regulador de las respuestas emocionales. En consecuencia, un buen cuidado parental actúa como una especie de protector contra los efectos negativos del estrés mientras que los cuidados negligentes, el maltrato y abuso infantil aumentan la probabilidad de que surja este trastorno durante la infancia o en la edad adulta.

El cuidado parental es capaz de regular estos efectos de la siguiente manera. El estrés se experimenta por un aumento de cortisol y adrenalina cuando percibimos un peligro. Cuando la respuesta sobrepasa cierto límite o cuando el estímulo desaparece, actúan unas proteínas que al unirse con el cortisol y la adrenalina mandan una señal de alto para que ya no se produzca más de ambas sustancias en el cuerpo. Estas proteínas, llamadas receptores, deben ser producidas por nuestros genes y ahí es donde entra el cuidado paternal. Entre más cuidado parental más genes se activan y se producen más receptores, por lo tanto ante un peligro la respuesta de estrés será de una intensidad más adecuada y de una duración más breve, disminuyendo así los efectos nocivos. Es por eso que la figura de la madre, o de cualquier otro cuidador tiene un papel fundamental en el desarrollo del organismo.

Una penosa excepción

En el pasado, algunas teorías psicológicas sostenían que el autismo se debía a una madre que tenía una relación fría y distante con su hijo. Es triste ver que hoy en día algunos psicólogos siguen creyendo que esto es verdad. Aunque el papel de la madre es vital en el desarrollo del individuo, el autismo es un trastorno tan complejo que poco se sabe de sus causas, pero lo que sí sabemos con seguridad es que este trastorno se empieza a manifestar desde los primeros meses de gestación cuando el cerebro se está desarrollando y nada tiene que ver con la actitud de la mamá con sus hijos.

Por último tenemos que ser flexibles en cuanto a los hallazgos aquí descritos para no caer en una especie de determinismo científico. El cuidado parental actúa como un protector contra el estrés mientras que el maltrato infantil parece incrementar la vulnerabilidad del individuo al estrés haciendo que sea más probable que desarrolle trastornos como ansiedad o depresión. Sin embargo, esto no quiere decir que una persona con una niñez difícil o sin padres esta destinada a padecer ansiedad o depresión, recordemos que en este escrito hemos dejado de fuera la genética que también es un factor de peso en el desarrollo de estas enfermedades, así como otros aspectos del ambiente tales como el apoyo social que una persona obtiene a través de los amigos y la pareja. La importancia de este tipo de hallazgo es señalar que un individuo no se desarrolla únicamente en base a su información genética, su medio ambiente o su capacidad de aprendizaje sino también a través de las interacciones entre individuos, y en el caso de los mamíferos una de las interacciones más importantes es la de la madre.

Portada: Lactancia materna, Sanutri Alimentación Infantil

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Jonathan Cueto Escobedo

Licenciado en Química Farmacéutica Biológica y Maestro en Neuroetología por la Universidad Veracruzana, Candidato a doctor en Psicología en el área de neurociencias por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es profesor en la Universidad de Xalapa y asistente de investigador en el Instituto de Neuroetología de La Universidad Veracruzana.

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