Estamos en la era del papanatismo tecnológico, creemos que la técnica puede hacerlo todo, escribir poemas, enamorar a personas (suponiendo que eso todavía importe), curar tristezas, pero a pesar de todo las cosas más íntimas (las que de verdad nos afectan, las que pueden decidir la vida o la muerte) todavía no pueden fabricarse con medios técnicos, no son artefactos, necesitan una inspiración, una conexión con la vida, porque vienen del misterio, la técnica solo es una parodia de la naturaleza, una simplificación, una externalidad, puede producir cosas similares a las cosas naturales pero siempre serán productos sin alma, sin ese algo más que les falta, el aliento, el misterio, la vida.
Y la tecnología no da vida, porque la vida es inexplicable, es misterio, si explicamos algo lo reducimos, lo esquematizamos, pretendemos controlarlo, que sea como nosotros queremos, al explicar algo no dejamos que sea él mismo, que tenga su aseidad, su misterio, el misterio es la libertad, es dejar a las cosas existir más allá de nuestras explicaciones, es permitir que el mundo viva más allá de nuestro pensamiento, la explicación es como la lámpara de la policía, pretende acumular los datos, meterlo todo en un papel, saber por qué una persona ha actuado, pero en realidad se le escapa todo, lo que está en el papel son miserias, el alma del individuo no está en el expediente policial, al misterio solo se puede acercar uno con otro misterio, lo que late se aproxima a lo que late, Castel y María en “El túnel” de Sábato se aproximaron en la esquina del cuadro que no comprendían, no sabían por qué pero sentían lo mismo, después Castel quiso reducir el misterio de María y por eso la mató, porque reducir es como matar, el hombre, y el hombre no quiere que lo expliquen, quiere ser absurdo y libre y angustiado como León Chestov o como Dostoyevski en “ Memorias del subsuelo” ( o incluso el Anthony Burgess de “La naranja mecánica”).
La vida es siempre misteriosa y como dice Bergson solo lo inerte es explicable, y el misterio es aquello que nos inspira, esa parte más íntima de nosotros que nadie puede explicar y que nadie podrá reproducir nunca técnicamente, a donde no llegan los fluorescentes ni los interrogatorios de la policía, lo que no se puede reducir a datos ni a gráficos matemáticos, de ahí surge lo más vivo, porque ahí es donde está la vida, el ángel que agita las aguas no va a contestar cuestionarios ni va a explicar cómo lo hizo, igual que nadie puede explicar por qué Rilke acabó las Elegías al final de su vida en el castillo de Muzot, habían pasado por él millones de vivencias y de intensidades y de olvidos y de esos abismos que nunca podrán cartografiarse surgió el torrente prodigioso de las elegías.
Gabriel Marcel distinguía entre misterio y problema, misterio es aquello en lo que estamos inmersos, de lo que formamos parte, problema es algo que podemos controlar y resolver, y la modernidad quiere convertir todo misterio en problema pero no se puede, el misterio no es algo para resolver sino algo de lo cual vivir, en lo cual fecundarse, en él radica nuestra libertad, nuestro ser nosotros mismos, los problemas se pueden abordar con talento pero al misterio solo se acerca uno con genio, es decir, con inspiración.
Ya hace mucho tiempo ( con “La pesadilla de aire acondicionado”) Henry Miller vio como nos mutilaría la invasión tecnológica ( poco antes que Ernesto Sábato en “Hombres y engranajes”), él defendía la vida por encima de la técnica, y ninguna tecnología nos dará a un Henry Miller, Henry Miller fue uno de los escritores más inspirados del siglo XX, su vitalismo desenfadado rompe todo tipo de tabúes y de encierros, se propone nombrarlo todo con fuerza y con entusiasmo, está lleno de la inocencia de la vida, solo una inspiración fervorosa como la suya puede arramplar con tantos prejuicios y convencionalismos y malla académica y miedos y encierros y fabricaciones, de pronto la vida empieza a hablar disparadamente de sí misma y resulta jubiloso leer sus libros que niegan toda doctrina y toda técnica y muestran como chisporrotea la vida en París, en Aviñón, en Nueva York, en la isla de Corfú, ese fluir de infinidad de personajes extraños y vitales, esa comprensión dostoyevskiana por todo lo que ve, ese arrebato visionario por todo cuanto se despliega ante sus ojos, y el sexo sin contemplaciones, y todas las pulsiones inconscientes aún más allá que la poesía cósmica de D.H. Lawrence, su bohemia es la forma apasionada de la vitalidad, es la inspiración actuando en su vida, e igual que hizo él hay que dejarse llevar por esa inspiración y vivir intensamente para crear una obra asombrosa, dejar que el estilo fluya en catarata sin amaneramientos inútiles, reventar el lenguaje para seguir los ritmos irrefrenables, el estilo de Miller se vuelve sexual, orgiástico, corporal, hace con la lengua inglesa lo mismo que él dice que hizo Jack Kerouack, y eso no es fruto de ningún plan ni propósito técnico, él no fabrica sus obras, las crea torrencialmente, casi como se corre.
Por supuesto Henry Miller niega las doctrinas tradicionales, los dogmas, los encierros religiosos y se apunta al tiempo de los “asesinos”, a la liberación total de Rimbaud, pero también se opone a la tecnocracia moderna mucho antes que los beat, habla de la “pesadilla de aire acondicionado”, dice que la técnica no va a resolvernos todo, empieza una lúcida desconfianza hacia el imperialismo técnico, por las mismas fechas en que la sentía Sábato, afirma el misterio y la libertad de la vida, el secreto de la vida, por eso late en él un misticismo, esa mística de la vitalidad y la naturaleza, del impulso genésico, y al final lo vive frente al océano en California, donde después surgirá esa inspiración generalizada que fue la contracultura.
El de Henry Miller es un romanticismo con lenguaje moderno, porque él todavía cree en la vida, en lo que no puede fabricarse, hay una serie de iluminados que salen más allá de su época, que se hunden en las corrientes profundas y de ellas sacan su fuerza, que se sumerjan más allá de la Historia, y Miller es uno de ellos, de ahí ese ditirambo que sintió en Grecia ante “el coloso de Marusi”, los dioses lo inspiraron y lo encendieron en las noches, Miller es un pagano pero los simples creen que paganismo es ausencia de dioses y al contrario es que los dioses lo alumbran todo, no es oponerse a la religión sino vivir otro tipo de religión, es que cada muslo y cada polla y cada piedra son sagrados como después diría Allen Ginsberg y ya había dicho Walt Whitman, es que las noches son sagradas y los puertos de mar son sagrados y el semen es sagrado, eso es lo que Miller comprende a la sombra de los dioses, Miller es un asombrado total, es el hombre que en el siglo XX no quiere perder su asombro, la vida es una visión continua para él, se queda pasmado con todos los tipos que ve, con todas las experiencias, con todos los paisajes, el mundo todavía no ha perdido su encanto, es uno de los últimos profetas.
Fotograma de Blade Runner (1982)
Y la tecnología nunca nos pondrá “en estado de gracia”, lo que desaparece de la religión persiste como metáfora en otros ámbitos, la gracia en el cristianismo es lo que Dios nos da porque quiere, sin pedir nada a cambio ni que debamos merecerlo, de ahí deriva gratis, y el Ministerio de Gracia y Justicia, y el “hacer gracia de tal cosa”, o el “caer en gracia” que es mejor que “ser gracioso”, lo usemos como lo usemos el significado de la palabra es similar, siempre indica algo privilegiado e imponderable, un regalo que no se consigue con trabajo ni con técnica, algo que nos encandila, algo como el duende de García Lorca, y del “estar en gracia de Dios” del cristianismo deriva el “estar en estado de gracia” de otros ámbitos, es decir, el estar viviendo nuestras cualidades superiores, en el ápice de uno mismo, en lo mejor de uno mismo, cuando uno accede a lo angélico, a lo que tiene alas, a lo que no pesa, lo contrario de la inercia, del ser pesado, del no tener ocurrencias.
Cuando uno está “en estado de gracia” tiene ocurrencias, la creación fluye, la vida brota , parecen apartarse los obstáculos, la gracia viene de lo más hondo de nosotros y no se consigue con ninguna píldora ni ninguna máquina, y no la fabricará ningún invento nuevo de estos que nos acosan cada semana, no puede planearse, a lo sumo uno puede prepararse para ella, aprovecharla lo mejor posible cuando viene, a veces es algo muy fugaz, una persona que parecía sosa de repente se vuelve expresiva, a veces parece un hecho fuera del tiempo, es como si estuviéramos soñando, es como si cayera un rocío y tenemos que ser capaces de recogerlo, tal vez venga pero lo dejemos pasar, pero si viene con verdadera fuerza no podremos impedirlo, nada podrá impedirlo. Es llegar torrencialmente a ser nosotros mismos y ninguna técnica nos hará ser nosotros mismos, ninguna técnica fabricará nuestro espíritu porque el espíritu no se fabrica. Y es lo que importa por encima de todo, es con lo que vivimos, es lo que nos hace felices o desgraciados.
La inspiración es el estado de gracia por excelencia, y es descubrirnos a nosotros mismos, en el secreto de la noche o de la vida, cuando el espíritu sopla, cuando sale lo más auténtico de nosotros, lo más incontenible de nosotros, y ninguna máquina nos dará eso.
Los que niegan la inspiración y el espíritu no pueden negar el lenguaje que se hizo a lo largo de miles de años, y las expresiones “estado de gracia”, “gracioso”, “gratis”, que también ellos usan, tienen un contenido indudable, incluso el más racionalista y técnico está en estado de gracia algunas veces, conecta con el secreto de la vida, y no sabe por qué, y resulta gracioso, y asombra a los demás, y el que quiere trabajar la gracia resulta un verdadero coñazo, es como el que cuenta un chiste y tiene que explicar por qué es gracioso, pero incluso los más técnicos sienten a veces la gracia dentro de sí, se sueltan, tienen de pronto más capacidad para casar las palabras, alumbran, encienden, y eso nunca podrá fabricarlo, no se lo dan las máquinas, ni los móviles de última generación, ni las pastillas, ni los programas que guían los coches y hablan con voces heladas.
Las más grandes creaciones (o las más humildes y auténticas de cada día) no las hizo ninguna tecnología, se hicieron en estado de gracia, y se hicieron gratis, cuando el autor ya no pedía nada por ello, a veces trágicamente, cuando ya iba a irse al otro mundo, otras veces cuando ya no le importaba nada, igual que tal vez una mujer te hace caso cuando ya no te importa, los pájaros de la gracia no están a nuestras órdenes, no anidan en los robots ni en los teléfonos móviles, y no nos servirá mirar esos adminículos como pasmones y obedecer a la obligación del consumo , pero pueden venir a anidar en nosotros cuando vean que hay un sitio adecuado, buscamos como decía André Malraux a tientas la gracia que nos arranque de la vulgaridad, y tal vez la encontremos con un poco de inocencia monstruosa, cuando dejamos de apretarlo todo, cuando dejamos que las cosas se suelten, cuando escuchemos a la brisa viva del mundo y no a las máquinas.
Fotograma de Metrópolis (1927)
La actitud moderna consiste en una negación de lo divino, desacralizarlo todo, creer que todo es mecánico y puede fabricarse, lo divino nos estorba y parece que nos aplasta, lo consideramos una alienación en el sentido de Marx, algo que no nos deja ser nosotros mismos, es como un escapismo o un escamotear lo que somos, pero sobre todo lo negamos porque lo hemos visto en doctrinas opresivas y en iglesias tiránicas, en grupos que se han dedicado a acosarnos y a prohibirnos todo, que se han aliado con los poderes para machacarnos, que han hablado de un espíritu abstracto y frío y desencarnado, porque consideramos que el espíritu es enemigo de la carne cuando en realidad es el que anima la carne, el que le da su belleza y su vida, en realidad todo es espíritu, la materia pura es tan abstracta como el espíritu de los puritanos.
Concebimos a Dios como alguien encima que nos prohíbe cosas y nos aplasta, pero yo creo que está debajo para levantarnos, es nuestra raíz y nuestro alimento, nos da coraje como decía Paul Tilich y fundamenta nuestra dignidad y nuestro misterio, y está muy lejos de las teologías doctrinarias y abstractas, yo creo que Dios no está arriba como un rey absoluto sino abajo para soplarnos libertades y travesuras y herejías y paradojas y rebeldías, yo creo que Dios es ácrata, entonces lo divino es esa dimensión libre que no cabe en las limitaciones materiales ni la inercia mecánica ni las explicaciones ni los esquemas, lo divino es lo grandioso que siempre se nos escapa y la imaginación y el misterio y la energía y la creatividad, son los dioses de William Blake, son las diosas blancas de Robert Graves, es lo que inspira la poesía , y la vida en general, lo divino en realidad es lo poético, la poesía capta todo lo que tiene de gracia el mundo, de encanto, de misterio, de espíritu, de energía, lo que no puede fabricarse, la poesía elucida el mundo, echa abajo las barreras, como decía Pasternak, nos hace videntes, permite que veamos.
Si negamos lo divino en el mundo lo estamos haciendo mezquino y cerrado, creemos que todo es producto de una técnica, que todo es limitado y mediocre, Camus negaba lo divino del mundo pero en realidad lo afirmaba con su rebeldía poética y es lo divino lo que fundamenta la rebeldía camusiana, lo que puede hacer creer en la dignidad del hombre contra cualquier sistema, porque Camus como Nietzsche se basa en Píndaro que usaba sus loas a los atletas para hablar de los mitos más profundos y veía lo divino en los músculos de los vencedores y la belleza de sus cuerpos, de la divinidad les venía su gracia y su belleza, lo divino sigue ahí aunque lo neguemos y nos salta a los ojos cada vez que algo nos sobrecoge, y nos deja sin habla, y lo anula todo como decía Rilke, y nunca podrá fabricarse.
Estamos en una época que se aleja cada vez más de la naturaleza y la desvalora y nos instala en lo fabricado, pretende que la naturaleza funciona del mismo modo que nuestra técnica, que solo es una técnica torpe que se ha perfeccionado a lo largo de millones de años, increíble arrogancia, toda ella es como un mecanismo, pretendemos que la hemos comprendido totalmente o estamos en vías de hacerlo, y podemos imitarla en todo cuanto nos dé la gana, y hacer sin problemas todo lo que ella hace, así el mundo natural va siendo sustituido por el mundo artificial, sin embargo la naturaleza reaparece una y otra vez donde menos la esperamos, sin que podamos evitarlo, entonces en este mundo prefabricado donde todo es de plástico, incluso las ideas y los sentimientos, de repente a pesar de todo somos naturales, hacemos algo que ninguna ciencia habría sido capaz de prever, sacamos una frescura o gracia que no se sabe de dónde vienen.
La inspiración es ese soplo de la naturaleza dentro de la civilización como quería Rousseau, es ser de repente sincero y no guiarse por planes o esquematismos, delirar libremente, salirse de las ideologías que lo clasifican todo, escapar de los puritanismos y las doctrinas, evadirse de los plásticos y poner de verdad agua o jazmín o semen en lo que escribimos, la inspiración es el inconsciente que invade lo consciente, lo reprimido que reaparece según Freud, el susurro de nuestros arquetipos según Jung, y siempre la naturaleza que resurge una y otra vez sin que nadie pueda eliminarla , porque de ella en último extremo viene todo. Y no es que oponga naturaleza a cultura, porque la cultura es algo vivo que viene de la naturaleza, opongo más bien naturaleza a civilización en su sentido más represivo y falsificador, como dice Herbert Marcuse el placer irrumpe en la producción, el eros en la civilización, la estética en la fabricación, el ocio en el trabajo, Marcuse en “Eros y Civilización” remite a las “Cartas sobre la educación estética del hombre” de Schiller, y las considera liberadoras, identifica la estética como la actividad erótica que libera nuestro interior reprimido y no responde solo a la producción, la estética es lo improductivo por excelencia y por eso mismo lo más revelador y auténtico, la inspiración según eso sería la estética dentro de la producción, o la naturaleza dentro de la técnica.
Y la naturaleza, a despecho de los prejuicios modernos, yo no me los creo, señores, no se agota en las explicaciones científicas, va mucho más allá de ellas, es mucho más que una serie de fórmulas, Dios nos libre de que el mundo consistiera en cuatro fórmulas, qué miserables seríamos entonces, y en ella hay una creatividad que nunca sabremos emular, todo lo que hacen los técnicos a pesar de las alharacas y grandilocuencias no son más que remedos o esquematismos, pero el inspirado recupera la naturaleza, se acerca a ella y sus manantiales, capta las Ideas que la constituyen, los sueños que la hacen vivir, las energías que la trazan, por ello imaginémonos en los salones dieciochescos llenos de rutinas y de códigos y pelucas, y que de repente llega alguien y habla con naturalidad, es el ridículo que aparece en la película de Patrice Leconte y que trae aire fresco.
Los románticos crearon el concepto de genio: su creatividad no se puede explicar, es la libertad por excelencia, su creación rompe las reglas, es el infinito que se vuelca en lo finito, a través de él se superan las limitaciones, la imaginación suelta imágenes e intensidades y revelaciones, el genio es el inspirado por antonomasia, aquel por el cual habla el misterio de la naturaleza, el genio es aquel por el cual nace algo en el mundo, no el técnico por el cual algo se fabrica, solo el genio “da a luz” algo, genio se relaciona con genital, es el que genera, el generador, el que tiene energía y la aporta, al genio le hablan los dioses, desciende a los infiernos y trae lo que no nos atrevemos a ver o no sabemos ver, expresa lo inexpresable que no tenía salida, habla con los ángeles como William Blake, el genio es el agua que brota, es la maravilla en un mundo aburrido, es la animación en un mundo inerte, es el que lo fecunda todo, es el que trae algo vivo y no un producto, porque la vida es también algo genial y no algo fabricado.
William Blake by Thomas Phillips (1807)
Es curioso que la palabra genio también indique a un ser maravilloso, alguien irreal que puede cumplir nuestros deseos y rompe los límites de la realidad, en los dos casos aporta lo portentoso, el genio crea y no fabrica, lo que concibe está inspirado y lleno de vida, y no puede servir de modelo para otros, solo puede animarnos a crear también pero no podemos codificar lo que hace en fórmulas y repetir sus procesos, y si lo hacemos solo parimos parodias y simulacros vacíos, se nota cuando algo tiene fuerza original y cuando no la tiene, porque genio también se relaciona con origen y con gen, el genio es el que se remonta al origen, el que desciende al principio del cosmos y ve de verdad como funciona, el que toma esa sustancia que está en el principio de todo y da vida a todo, el genio devuelve el mundo a su origen y por eso es original, y la originalidad es imposible fabricarla, se tiene o no se tiene, y si se tiene es porque uno ha vuelto a la raíz y de ella surge una creatividad inagotable que siempre aporta algo diferente.
Pero si no todos podemos ser genios, porque el genio es lo excepcional por definición, todos podemos ser geniales en algún momento, podemos estar vivos, y si falta el genio al menos no puede faltar lo genial, lo genial es que de pronto algo nace y el mundo deja de ser inerte, de repente somos geniales en un momento afortunado porque conectamos con nuestros mitos, porque hablamos desde el origen, porque lo que decimos ha perdido su peso y se ha vuelto vivo, y entonces nos asombramos, y el mundo recupera su encanto, Y ESO NO LO DA NINGUNA TECNOLOGÍA.
El estilo es la personalidad de cada uno, es su alma, por eso si no hay alma no puede haber estilo, y eso no puede fabricarse ( y también podemos hablar de estilo en la vida, en el modo de comportarse, en todo) Juan Benet dice que la inspiración y el estilo son las dos fuentes de la creación literaria, la inspiración aporta los materiales y el estilo maneja esos materiales, pero para Benet el estilo es el estado de gracia, nos levanta al conocimiento de los dioses que antes nos daba la religión, está completamente fuera de la razón, la razón nunca podrá explicarlo ni dar leyes sobre él, en realidad Benet habla del estilo como si fuera la inspiración, pero es que la inspiración se manifiesta sobre todo en el estilo, Benet tiene toda la razón, el alma de una obra literaria es su estilo, ya lo insinuaron Leo Spitzer y sus seguidores de la escuela estílistica, Amado Alonso, Dámaso Alonso, como señalaba Spitzer el uso que cada escritor hace del lenguaje expresa su espíritu más íntimo, su identidad, su manera de ser, es decir, su alma, el estilo es el hombre, dijo Bufón, el estilo muestra la personalidad de cada escritor, lo que tiene de inconfundible, por eso ningún robot tendrá estilo.
Benet tiene razón en que la temática en sí no es nada, hace bien en rechazar la falta de estilo de los ilustrados o de la tradición costumbrista española (por más que Cela o Umbral destacan precisamente por su estilo), pero como siempre hay malentendidos y simplismos, Sobejano se queda pasmado ante las afirmaciones de Benet, no quiere que le quiten su poder de desarticular una obra literaria (como si ésta fuera una articulación fabricada), otros dicen que estamos ante un puro formalismo, pero hay una gran equivocación: el estilo no es pura palabrería, no es manosear las palabras, el estilo está cargado de contenido, es contenido en sí mismo, en él están las preocupaciones de un autor, su manera de sentir, su visión del mundo, no es que en una obra literaria no importe el contenido, es que todo es contenido, si ponemos un adjetivo antes o después cambia el contenido de la frase, la literatura radica básicamente en el estilo pero el estilo es una forma de conocimiento y no un adorno ocioso, no es que manipulemos las palabras sin decir nada: es que lo decimos todo con el estilo.
Toda la subjetividad de un hombre, todo su espíritu, toda su vibración, están en cómo escoge las palabras, y eso no se hace de manera calculada o mecánica, si alguien tiene estilo es porque tiene inspiración, porque conecta con su propio espíritu, los críticos no se enteran, el estilo no consiste en adornos inútiles, en decir dando rodeos algo que se podría decir directamente, Hemingway tiene tanto estilo como Faulkner, y Celine tanto como Proust, cada uno tiene el suyo, el estilo es la manera especial que tiene cada uno de usar las palabras, el espíritu con el cual las anima, uno es seco, otro fuerte, otro sensitivo, otro enérgico, otro soñoliento, otro veloz, hay mil maneras, todo escritor genuino tiene su voz, y su voz es su estilo, y en su voz radica su aportación, por eso me parece increíble que se pueda hablar de “correctores de estilo”, ¿cómo se puede corregir un estilo?, es como corregir un alma, se puede corregir la gramática o la ortografía pero nunca el estilo, cada uno tiene el suyo, y ay del que no lo tenga, hay tres o cuatro temas básicos en la literatura, pero hay infinitos estilos, y éstos son los que de verdad arrancan visiones, algunos hablan de estilo como si fuera algo añadido que se puede suprimir, pero es lo esencial de una obra literaria, lo que la constituye como tal, y si lo eliminamos solo queda un cadáver, la parida de Stendhal de que quería imitar el código penal puede valer contra los academicismos pastosos, pero solo indica que escoge un estilo más cortante y enérgico, en todo caso Stendhal se pone a sí mismo en esa frase. Y ninguna tecnología podrá fabricar estilos o personas vivas o almas. La tecnología puede dar miles de cosas (o complicarnos la vida y desvirtuarlo todo) pero nunca dará el espíritu.
Las bodas del cielo y el infierno, quiere Blake, el infierno es la energía que da fuerza a las creaciones literarias, y la inspiración consiste en bajar al infierno, hacerse demoníaco, romper con las doctrinas y las academias, ser el malo que inquieta, el cielo solo es el dibujo exterior (dice Blake) y el infierno es el contenido, la cisterna contiene pero el manantial se desborda, en eso radica la inspiración, en conectar con el manantial y dejar que se desborde, ir a las raíces de nosotros mismos y conectar con los dioses, permitir que se rompan los diques, ponerse a delirar, decir de verdad lo que tenemos dentro, nadie fue tan impetuoso en eso como Blake ni soltó de tal modo sus visiones, tal vez le sirvió que no tuviera demasiado éxito y no lo tomaran en serio, por eso conservó su libertad, sacaba el agua de sí mismo y no le importaban los cánones ni las servidumbres ni lo que dijeran los críticos, solo podía ser así leyendo a Swedemborg y llevando su locura hasta el final y manteniéndose al margen de las instituciones , con una joven al lado que alucinara con él y fuera su cómplice y comiera desnuda con él.
Dice Blake: “la puerta del exceso conduce a la sabiduría”, la sabiduría siempre se ha relacionado con la moderación, el justo medio etc., sin embargo Blake sabe que la sabiduría viene de la pasión, de sentir profundamente las cosas, y no de artilugios o tecnologías, de llevar las percepciones fuera de los límites convencionales, sobre todo de los límites arbitrarios que ponemos nosotros, la pasión es la que nos hace visionarios y sabios, inspiración y pasión son dos aspectos de la misma cosa, por eso rebosar y salirse del vaso es la forma de saber lo que llevamos dentro, los dioses son excesivos y los ángeles y todas las personas inspiradas, los límites que impone la sociedad son mezquinos, pero el alma no admite esos límites, porque es la animación del cosmos y tiende continuamente a abolir las barreras, solo cuando uno se excede y rompe los cauces manifiesta quien es, solo en el exceso le vemos la cara de verdad a las personas y se desvelan, tal vez uno muera en el intento, pero antes de morir habrá mostrado de verdad lo que llevaba dentro, como los personajes de aquella película apocalíptica de Frankin Schaffner que al morir se ponían inspirados y se quitaban la máscara, y mostraban su soledad más radical, y no hay tecnología que pueda hacer eso, los papanatas están siempre con aparatos, a cada cinco minutos compran dócilmente el último aparato, pero no saben quienes son, deberían tirar todos los putos aparatos, y arrancarse las máscaras, quedarse sin rostro, como decía Rilke en su “Malte”.
Del libro “La inspiración”, de próxima aparición en Editorial Corona Borealis
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «El papanatismo tecnológico». Publicado el 2 de octubre de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.26 – URL: |
1 Comentario
Respecto a lo que aquí se dice de Dios, y abundando en esa idea, recuerdo un aforismo de Joubert (espléndido, como tantos suyos), que cito literalmente en la traducción (igualmente magnífica, como suya) de Carlos Pujol. Habla de «los que sienten a Dios como luz y los que lo sienten como norma».