Ídolo de una época no tan lejana en España, la vida de este famoso personaje no tuvo nada de heroica.
Convertido en héroe legendario por el cantar de Mio Cid, en realidad Rodrigo Díaz de Vivar fue famoso en su época por ser un soldado invencible, un mercenario que se vendía al mejor postor, cristiano o musulmán, que conquistaba territorios y que fue señor de Valencia.
No se sabe a ciencia cierta en qué fecha nació Rodrigo Díaz. Las diferentes fuentes la establecen dentro de un período de nueve años, desde 1043 hasta 1054, aunque lo más probable es que naciera hacia el año 1048. Tampoco se sabe donde nació. Vivar era un lugar insignificante dentro de los amplios dominios familiares que, sin embargo, se menciona como su localidad natal en el Cantar de Mio Cid, sin duda como licencia poética.
Diego Laínez, su padre, era un hombre de frontera, un conquistador de territorios para la corona de León y Castilla, que se movía alrededor de su hacienda en Burgos. Se desconoce el nombre de la madre, aunque se sabe que pertenecía a una ilustre familia castellana, los Álvarez. Esto hacía que Rodrigo Díaz no fuera un noble de segunda, como se le atribuye en el Cantar de Mio Cid, sino un hombre que pertenecía con pleno derecho a la nobleza más poderosa de Castilla.
Quizá nos sorprenda ver que el apellido de Rodrigo es Díaz, y no Laínez como el de su padre. Esto es debido a que durante toda la Edad Media española, el apellido de los hijos hacía referencia al nombre del padre. Las desinencias en -az, -ez, -iz, -oz y -uz (y también las que sustituyen la z por la s) indican filiación paterna. Es decir, Rodrigo Díaz significa Rodrigo hijo de Diego. Costumbre que se mantuvo hasta el siglo XV en el que empezó a instaurarse la obligatoriedad de los apellidos hereditarios.
Rodrigo se educó en la corte del rey Fernando I, junto al hijo de éste, el infante Sancho. Con ellos recorrió todo el reino de León y Castilla, iniciándose en ejercicios militares y saberes propios de la alta aristocracia de la época junto al infante. Fue entonces cuando surgió su interés por los dominios del otro lado de la frontera: los reinos musulmanes de Al-Andalus. De ellos provenían grandes tributos en forma de monedas de oro, así como noticias sobre el gran desarrollo artístico y la gran riqueza de la sociedad musulmana.
En 1064, con unos 15 ó 16 años, realizó su primera incursión en las tierras de las que tanto había oído hablar. Acompañó al infante Sancho hasta la capital del reino musulmán de Zaragoza. La misión era cobrar los tributos al príncipe de la taifa, al-Muqtadir. La taifa de Zaragoza asombró a Rodrigo, acostumbrado a la sobriedad castellana: mezquitas y palacios fastuosos, indumentaria cortesana deslumbrante, estancias palaciegas ricamente decoradas y una ciudad inmensa y dinámica.
Al llegar conocieron que Ramiro, rey de Aragón, había irrumpido en la taifa de Zaragoza conquistando la plaza de Graus. Para reconquistarla, se formó un ejército mixto, con hombres del infante Sancho y del príncipe al-Muqtadir. Era una de las relaciones de alianza establecidas entre los reinos cristianos y musulmanes de la península: la ayuda mutua en caso de agresión exterior, viniera ésta de donde viniera.
Rodrigo aprendió de aquella primera batalla que la lucha que se estaba librando era por el control de las tierras, de sus gentes y, sobre todo, de sus tributos, dejando a un lado las creencias religiosas y las vinculaciones familiares. Por un lado, combatía un ejército de tropas cristianas y musulmanas contra uno exclusivamente cristiano. Y por otro, el rey Ramiro de Aragón, que resultó muerto en la batalla que finalmente perdieron los aragoneses, era tío del infante Sancho.
Cuando murió Fernando I en 1065, su dominio se dividió en tres reinos independientes, Galicia, León y Castilla, gobernados respectivamente por los reyes García, Alfonso y Sancho, hijos de aquél.
Mapa de los reinos de España en el s. XI. Robespierre
Rodrigo quedó en la corte de Sancho II, como buen y fiel vasallo, ganándose en esa época el apodo de Campeador, versión romance (castellano antiguo) de la expresión latina campi doctor o campi doctus, que significa experto o vencedor en el campo de batalla. Durante su estancia junto a Sancho II debió ejercer algún cargo destacado en la corte, como guardián de las armas del rey o portador de su espada en ceremonias de la corte; cargo que no implicaría necesariamente lo militar.
En 1072, durante el cerco de Zamora, el rey Sancho murió asesinado por Bellido Dolfos. Le sucedió Alfonso VI y Rodrigo Díaz le rindió vasallaje con total normalidad, no produciéndose, como dice en el Cantar de Mio Cid, ningún encontronazo con el nuevo soberano. En el Cantar se dice que fue Rodrigo Díaz quien tomó juramento a Alfonso VI de no haber intervenido en la muerte de su hermano Sancho y que por ello fue desterrado. Otra licencia poética.
Jura de Santa Gadea. Marcos Giráldez de Acosta (1830–1896)
La realidad era que Alfonso VI y Rodrigo Díaz mantenían buenas relaciones, aunque no llegó a tener la relevancia cortesana que tuvo con Sancho II. Prueba de esa relación cordial fue que el rey Alfonso VI concertó el matrimonio de Rodrigo con Jimena, hija del conde Diego de Oviedo y pariente del propio rey, lo que lo emparentaba con una familia de mayor rango que la suya. También lo prueba la confianza que depositó Alfonso VI al dejarlo a cargo de arbitrar, en nombre del rey, pleitos especiales y de complejidad procesal.
Como embajador de León y Castilla ante los reyes de las taifas aliadas, en 1079 viajó hasta Sevilla y Córdoba para cobrar los tributos que estos monarcas debían al soberano castellanoleonés en virtud de los acuerdos de paz establecidos ente ellos. Era el segundo viaje de Rodrigo Díaz a las tierras del otro lado de la frontera, pero en esta ocasión era él quien comandaba la expedición. Al llegar a Sevilla, se encontró una situación similar a la que ya le había pasado en Zaragoza: un ejército estaba a las puertas de la ciudad. En esta ocasión, se trataba del rey de Granada que, junto con el cristiano García Ordóñez, asediaban la ciudad. Rodrigo ofreció su ayuda a al-Mutamid, rey de Sevilla, enfrentándose esta vez dos ejércitos mixtos de cristianos y musulmanes por la conquista y defensa de una plaza musulmana.
La batalla se convirtió en un duelo particular entre García Ordóñez y Rodrigo Díaz, ambos compañeros en la corte de Alfonso VI, aunque García Ordóñez algo por encima en el escalafón de la monarquía castellanoleonesa. El vencedor fue Rodrigo, quien esperaba de la corte un mayor reconocimiento del que recibió a su vuelta, ya que no pasó de recibir una mera formalidad, a pesar de que confiaba en un ascenso en su carrera tras diez años al servicio de su señor, el rey Alfonso VI.
Lo que sí sacó en claro Rodrigo de esta segunda incursión fue la riqueza que envolvía las cortes musulmanas, una sociedad tentadora para los buscadores de fortuna. Había salido triunfante, junto a un ejército musulmán, frente a otro ejército teóricamente superior. Y la situación en la corte no le era muy favorable tras esta victoria, ya que los caballeros cristianos vencidos en Sevilla eran ahora sus enemigos. Curiosa situación en la España del siglo XI: caballeros aliados en una corte cristiana se asocian con reyes musulmanes para defender taifas. Esto muestra que lo que importaba no eran las creencias, sino el control del territorio y de las riquezas que éste podía ofrecer.
En este ambiente no resultó extraño que hacia el año 1080, Rodrigo hiciera su tercera incursión, esta vez de forma absolutamente independiente, en tierras musulmanas y en concreto en la taifa de Toledo. Sus hombres (cristianos y musulmanes) lo siguieron sin rechistar, confiando en el líder que los había llevado a la victoria en Sevilla, y se dedicaron durante unos días a saquear campos y a asaltar fortalezas, encuentros de los que salieron victoriosos y con un gran botín que se repartieron a su vuelta a Castilla.
Si Rodrigo esperaba reconocimiento por parte de Alfonso VI, se equivocó. El rey castellano, al saber de la incursión de su vasallo en Toledo, reino asociado con Castilla, no podía dejar sin castigo el ataque sufrido a las tierras de su aliado, el príncipe al-Qadir. Por lo que tomó una medida drástica: desterrar a Rodrigo Díaz de Castilla.
Es aquí cuando empieza la leyenda del Cid Campeador en el Cantar de Mio Cid como héroe de la España del siglo XI. Pero nada más lejos de la realidad. Rodrigo salió de Castilla con todos sus bienes, familiares y mesnada, decidido a hacer fortuna fuera de su patria. A partir de entonces se convirtió en un mercenario, un soldado que ofrecía sus servicios al mejor postor, cristiano o musulmán, para luchar contra musulmanes o cristianos.
Desde 1081 hasta 1087, Rodrigo Díaz se dedicó a vivir de los beneficios de la soldada, la captura de botines, el rescate de rehenes y la captación de tributos. Su primera intención fue la de ofrecer sus servicios a los condes de Barcelona, pero al no aceptar, se dirigió hacia la taifa de Zaragoza y al príncipe al-Muqtadir, con el que estableció un pacto de colaboración.
Durante esos años venció tanto a musulmanes (a Alfagit, rey de las taifas de Lleida, Tortosa y Dènia) como a cristianos (a Sancho Rodríguez de Aragón y al conde Berenguer Ramón II de Barcelona) en repetidas ocasiones. En la corte de Zaragoza fue reconocido y admirado por su talento político, diplomático y militar.
Retrato de El Cid en una portada del Cantar de Mio Cid del s. XVI. Caricato da Mappo
Pero en 1086, Rodrigo, desterrado de Castilla desde hacía cinco años y mercenario a las órdenes del rey de la taifa de Zaragoza, es llamado a la corte de su antiguo señor, Alfonso VI, que lo requería para luchar contra los almorávides que venían de al-Andalus. La derrota de los castellanos frente a Yusuf ibn Tasufin, emir de los almorávides, en Sagrajas (Badajoz) fue el punto de inflexión para esta reconciliación forzosa. Necesitado de todos los hombres posibles, Alfonso VI lo llamó a la corte, lo recibió y le ordenó la defensa del reino en la región valenciana.
Por entonces, Rodrigo ya era un hombre poderoso, adinerado y considerado uno de los mejores guerreros de la península, al que el rey ofreció como pago por sus servicios el derecho a todas las tierras y castillos que ganara en el levante luchando bajo sus órdenes. Sin duda, este aliciente monetario alentó a Rodrigo a ayudar a un rey al que no defraudó, consiguiendo ahuyentar a los almorávides de Valencia, en la misión encomendada por Alfonso VI. Fue el primer contacto de Rodrigo Díaz con Valencia y algo que nunca olvidará.
Rodrigo venció frente a todos aquellos que pretendían quedarse con Valencia (Mostain de Zaragoza; Alfagit de Lleida, Tortosa y Dènia; y Berenguer Ramón II de Barcelona), recuperando para sí los tributos de Valencia y ganando, además, los de Sagunto y Alpuente. Ingresos que le permitieron mantener un ejército perfectamente equipado y listo para ponerse a las órdenes de Alfonso VI, que no tenía que aportar nada para mantenerlo.
Esta situación de armonía con Alfonso VI duró apenas dos años, durante los cuales Rodrigo estuvo intentando reorganizar el este español a su conveniencia. Tras haber llegado a un acuerdo con al-Qadir, el señor de Valencia, que le pagaría una cuantiosa cantidad a cambio de protección, Rodrigo se instaló a las afueras de la ciudad, en concreto en el arrabal de la Alcudia, ubicado frente al puente de Serranos. Era su cuartel general, desde donde dirigía y organizaba las incursiones a zonas aledañas y contabilizaba los grandes beneficios obtenidos con el botín.
En el año 1088, el almorávide Yusuf ibn Tasufin regresó a la península, con la intención de reparar la derrota sufrida, y se dirigió hacia uno de los lugares más estratégicos: el castillo de Aledo en Murcia, desde el cual García Jiménez organizaba ataques contra Granada y Alicante. Rodrigo es llamado a ayudar en Aledo, pero no llegó a reunirse con el ejército que Alfonso VI había enviado para defender la plaza. Si no llegó a tiempo por algún malentendido o si hizo oídos sordos a la petición de ayuda no importa demasiado. El caso es que Rodrigo fue condenado, de nuevo, al destierro, esta vez desposeído de sus heredades y privilegios.
Castillo de Aledo (Aledo, Murcia). Glarrocha
Rodrigo decidió quedarse en Valencia haciendo lo que mejor sabía hacer: prestar sus servicios militares a cambio de suculentos tributos, esta vez a título personal. Se convierte en el protector de la zona levantina, desde Tortosa hasta Orihuela, luchando con sus anteriores aliados, tanto cristianos como musulmanes. Es en estos años, desde 1088 hasta 1092, cuando se calcula que los ingresos anuales de Rodrigo por la prestación de sus servicios eran de unos 150.000 dinares, cantidad mayor que la obtenida por el propio rey castellano Alfonso VI.
En esa época, Fernando I de Castilla y León percibiría unos 40.000 dinares anuales, Sancho II unos 10.000 y Alfonso VI unos 140.000. Rodrigo era el hombre más poderoso y rico de la península. Y eso antes de convertirse en el gobernador de Valencia. La profesión de mercenario estaba resultando ser mucho más rentable que la de fiel vasallo y servidor al servicio de su patria.
Los almorávides que venían de África eran unas tribus de reciente islamización, con convicciones religiosas estrictas y conservadoras, y que se presentaban también como enemigos de los musulmanes que vivían en la península, de pensamiento más progresista.
Estas ideas más conservadoras llegaron también a Valencia, que se rebeló contra su gobernante al-Qadir y contra el protectorado de Rodrigo, por lo que en 1092 éste decide hacerse con el control de la ciudad, por la que luchó durante casi dos años. Primero ordenó el saqueo y el asolamiento de los campos; después la destrucción de los arrabales pegados a la muralla; y por último, la sometió a un largo y penoso asedio.
El 15 de junio de 1094, Valencia se rindió y Rodrigo entró en la ciudad autoproclamándose soberano absoluto y único.
Casi a continuación, se conoció la noticia de que un ejército almorávide, bajo las órdenes de un sobrino de Yusuf inb Tasufin, se acercaba a la ciudad. Las tropas almorávides llegaron a las cercanías de Valencia en octubre de 1094 y tan solo una semana después del asedio Rodrigo los venció en Quart, acabando, de esta forma, con los nueve años de dominio militar almorávide en la península.
El Cid en la batalla del arrabal de la Alcudia (Valencia). Ilustración de 1870
No fue la única vez que se enfrentó a ellos. Tres años más tarde, en 1097, los venció en Bairén (Gandía). Y también en Sagunto y Almenara, conformando para sí un importante principado.
Según las fuentes musulmanas, Rodrigo Díaz era un adversario poderoso y cruel. En dos obras casi contemporáneas al Cid, la del valenciano Ibn Alqama y la del lisboeta Ibn Bassam, Rodrigo aparece como un nefasto príncipe extorsionador de musulmanes, cuyos actos están guiados por la codicia y la crueldad. Una muestra de ello fue la ejecución de Ibn Yahhaf, el cadí de Valencia, que fue apedreado, según Ibn Alqama, y quemado, según Ibn Idari. Quizá esta muerte cruel la ordenara porque Ibn Yahhaf había sido quien asesinara al anterior gobernante, al-Qadir, aliado de Rodrigo.
Sin embargo, también está lejos de ser el ideal cruzado que se le atribuye en el Cantar. Era, ante todo, el señor de un principado islámico y, como tal, mantuvo la legalidad coránica estricta para sus súbditos musulmanes. Fue un principado islámico bajo soberanía de un príncipe cristiano. Sí que convirtió la mezquita mayor de Valencia en Catedral y nombró un obispo, pero ello constituyó más un acto de afirmación política que de beligerancia religiosa.
También mantuvo las propiedades privadas, según Ibn Alqama, que recoge unas supuestas palabras de Rodrigo:
“Desde hoy, cada uno de vosotros vaya a sus heredades y poséalas como solía”.
Conciliación y respeto por la religión y la propiedad privada afianzaron el poder de Rodrigo sobre su recién estrenado principado.
Cabe la posibilidad que fuera de esta época el sobrenombre de El Cid. Este apelativo vendría del árabe al-sayyid (el señor), que debieron utilizar los soldados musulmanes bajo sus órdenes, aunque no se tiene constancia de que en su época se le llamara así.
El Cid tuvo tres hijos de Jimena: Diego, María y Cristina. Diego murió en Consuegra luchando contra los almorávides. María se casó con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona. Cristina se casó con el infante Ramiro Sánchez de Navarra y en 1134 el hijo de ambos, García Ramírez, fue elegido rey de Navarra a la muerte de Alfonso el Batallador.
Cuando todo parecía controlado en la península, en julio de 1099 murió Rodrigo en Valencia. Según el Cantar de Mio Cid, durante una batalla en la que resultó herido, batalla que venció incluso muerto, causando el temor entre sus enemigos, sin duda la última licencia poética del autor de este clásico de la literatura castellana.
La realidad fue que se le enterró en la Catedral de Valencia con la pompa principesca requerida y tras su muerte, Jimena gobernó Valencia hasta que la amenaza almorávide obligó a evacuar la ciudad en 1102. Entonces, marchó a Castilla con los restos de su esposo, que enterró en el monasterio de San Pedro de Cardeña y vivió cerca del mismo.
Cuando murió el guerrero nació la leyenda. Leyenda que se agrandó con los años, hasta llegar a ser un mito de nuestra historia. Historia que no hay que olvidar, ya que no fue todo lo heroico que nos han hecho creer.
Firma de Rodrigo Díaz en documento de donación a la Catedral de Valencia
Imagen de protada: Estatua de El Cid Campeador en Burgos. Josu
Para saber más…
- Gonzalo Martínez Díez, El Cid histórico, Ed. Planeta, 1999
- Francisco Javier Peña Pérez, Mio Cid el del Cantar, Ed. Dossoles, 2000
- Historia de Valencia, Ed. Levante y Universitat de Valencia,
- El patronímico castellano en “ez”.
- Los apellidos españoles.
- Y para los amantes de la literatura clásica, en la página web del “Camino del Cid” tenéis el cantar actualizado.
- Por cierto, el Camino del Cid es una ruta de senderismo que, al igual que en el Camino de Santiago, te la sellan en los lugares por donde pasas.
- Alberto Reche, El Cid: La conquista de Valencia. Historia National Geographic nº88.
¿TE HA SERVIDO ESTE ARTÍCULO? ASÍ PUEDES CITARLO: : «El Cid: destronando al héroe». Publicado el 7 de marzo de 2015 en Mito | Revista Cultural nº.19 Marzo 2015. URL: |
12 Comentarios
Un gran experto en la materia cidiana es el Doctor Alfonso Boix Jovanni, que tiene muchos artículos y creo que algún que otro libro, cabe destacar como dato curioso, de que la famosa Tizona, el mismo Cid la llamaba «cariñosamente» como La rabiosa, y decir que en el año 1945, el duque de Alba, siguiendo la leyenda de que Babieca ( caballo o yegua según algunos historiadores ) hizo unas excavaciones donde decía que podría esta enterrado, la leyenda dice mas o menos que esta enterrado entre dos olmos milenarios a la derecha del monasterio de San Pedro de Cardeña, así que decidió hacer eso, excavar y como no encontró los huesos, decidió dejar constancia de que allí se había excavado con una lapida con inscripciones tanto por la parte delantera como por la parte trasera de dicha lapida.
LO ENCOTRADO MUY INTERESANTE, ME GUSTA
Un tantico sensacionalista — poco dice que no se haya dicho ya — y ocasionalmente inexacto o mal documentado:
(1) «campidoctor,» en latín, es un suboficial instructor (mutatis mutandis): la etimología es, de todos modos, dudosa.
(2) El Cantar de Mio Cid no menciona la jura de santa Gadea: la leyenda emerge en el romancero.
(3) «Sus hombres … lo siguieron sin rechistar»: afirmación imposible de probar.
(4) «Rodrigo salió de Castilla con todos sus bienes»: obviamente no los bienes inmuebles.
(5) «autoproclamándose soberano absoluto y único»: el Cid mantuvo siempre una deliberada ambigüedad acerca de su estatus político: le interesaba mantener su conexión castellana, lo que requería que fuese súbdito de Alfonso VI. Sí se declara «princeps,» pero esto no indica necesariamente soberanía. El concepto de «soberano absoluto» es, de todos modos, anacrónico, no puede aplicarse antes del siglo XVI.
(6) «Según el Cantar de Mio Cid, durante una batalla en la que resultó herido, batalla que venció incluso muerto, causando el temor entre sus enemigos, sin duda la última licencia poética del autor de este clásico de la literatura castellana.» La escena no aparece en el Cantar, se incorpora a la leyenda cidiana en la Estoria de España de Alfonso X — aunque probablemente circulaba ya en forma oral.
… y más.
Olvida también la autora, al catalogar los «crímenes» del Cid, su campaña contra el territorio de Calahorra-Nájera, que la misma Historia Roderici, en general encomiástica, describe en términos negativos: «brutalmente y sin misericordia sembró con llama irremediable un incendio terrible, impío y enorme por todas aquellas tierras, y asimismo las devastó con terrible e impía depredación» — el «impío» refiriéndose al saqueo de monasterios protegidos por los Garci-Gómez, enemigos del Cid.
La confusión fundamental del artículo es que identifica el concepto de héroe con comportarse bien de acuerdo con criterios contemporáneos. «Héroe,» en términos culturales es una persona de comportamiento ejemplar en el ejercicio de la violencia (y Rodrigo lo fue, indudablemente), que un cuerpo social asume como signo de identidad. La narración de las acciones reales o imaginarias del Cid, en cualquiera de sus versiones, es una leyenda fundacional de Castilla y, desde la intervención alfonsí en la Estoria de España, de España misma.
Me parece muy ridiculo coger cosas de aquí y de allí y escribir un post como si fuera un descubrimiento por tu parte. Hay muchas maneras de ser mercenarios.
A mí me parece ridículo un señor que lee un artículo en el que la autora cita fuentes y bibliografía y no se entera. Por esa regla de tres, para usted, no hay artículos originales de autor en ningún blog ni revista del mundo. Eso se llama curación de artículos. Modernícese que apañados vamos.
La palabra mercenario como tal esta mal dicha, hoy en día somos mercenarios en nuestros trabajos, no me gusta usar el termino mercenario en relación al Cid porque siempre fue fiel a su rey, pero por circunstancias se vio desterrado. Hay una cosa muy curiosa y que la gente no se ha dado cuenta o casi cuenta, el Cid era mas poderoso que el propio Alfonso VI, si él hubiera querido, hubiera sido rey de la península con el ejercito que tenía y los aliados que poseía y aun así no quiso serlo, si después de todo esto, se le llama mercenario al Cid … mal asunto.
Respecto a tu articulo reconozco el enorme esfuerzo que has tenido que hacer siendo arquitecta para informarte a ciencia cierta de lo que pones en el. Soy una simple maestra de primaria, natural de un pueblo de Burgos y cuando he tenido ocasión les he hablado del cid, no como al pefsonaje que tu intentas describir, sino cogiendo los puntos positivos del cantar y a modo de cuento presentarselo a los alumnos para que lo vayan conociendo y aclarandoles que es un personaje histórico que vivió realmente por oposición al personaje ingles , el rey arturo.fruto de la imaginacion del autur de esta novela. En fin, termino dandote la enhorabuen por tu artículo y el trabajo que has hecho con tus «aclaraciones»
El primer documento literario español que se creó sobre este «MERCENARIO» (¿?¿) se llama CANTAR DEL MIO CID. La cantidad de literatura que este héroe (insultado como MERCENARIO) generó, no tiene comparación en ninguna otra nación. Basta señalar que en el mundo se crearon al menos CUARENTA ÓPERAS SOBRE EL CID (en Italia, Alemania Francia e Inglaterra). La ignorancia sobre este «MERCENARIO» se puede paliar visitando la página http://www.fecobur27.blogspot.com.es/
Incorrecto: el primer documento es el Carmen Campidoctoris, de hacia 1083.
¡Pues vaya descubrimiento! Algo que ya sabíamos los medievalistas desde siempre, y que se puede encontrar en la historiografía especializada sin ningún problema. Dejando al margen posibles interpretaciones trascendentalistas -muy propias de una época que necesitaba de ellas para reafirmar una ideología nacional en crisis por causas bien conocidas-, el propio Menéndez Pidal ya contó todo esto muy detalladamente. Rodrigo Díaz, un hombre de su época (ni peor, ni mejor); El Cid, un personaje de leyenda (como Roldán, Carlomagno o el arzobispo Turpín)… A estas alturas queremos descubrir el Mediterráneo… En fin.
Gracias JEM por tu comentario.
Tienes razón al decir que los medievalistas conocen esta verdad sobre El Cid, pero te sorprendería la gran cantidad de gente que aún cree que el Cantar de Mio Cid es su biografía. Yo misma lo he comprobado en grupos de historia de España. Había gente que desconocía totalmente la historia. Y no gente mayor, sino incluso joven, fuera ya de ciertos ideales. Mi intención no era descubrir nada, sino transmitir lo que ya está descubierto en un lenguaje que se adapte a todo tipo de lector.
El señor JFH ha puntualizado cosas muy interesantes que enriquecen el artículo, por otro lado estupendo para un lego en la materia, de Doña Carmen Lacasa. Usted, señor JEM, lo único que hace es dar a entender que, o bien estos artículos están dirigidos a descubrir un mundo nuevo de color a los medievalistas y que a usted en su infinita sabiduría no le ha enseñado nada, o bien, que el resto de los mortales, especializados o interesados en otros temas, no tenemos derecho a saber lo que usted en sus infinitas horas de estudio ha aprendido sobre este. En todo caso, el que no aporta nada es usted que tampoco da ningún dato de cosecha propia. Aprendamos a ser más humildes, y si el artículo no le cuece ni le enriquece, escriba usted uno que seguro que saldrá alguien más estudiado que usted para decirle que no ha puesto nada nuevo. Mil gracias señora Lacasa por tan entretenido escrito.