«La letra con sangre entra»… y la ética verdadera, también.
La Rusia del siglo XIX se debatió en un conflicto ideológico, resultado del roce entre el modelo tradicional ruso y el modelo modernizador europeizante. La obra de Fiodor M. Dostoyevski muestra frecuentemente esta diyuntiva; el propio autor la vivió y plasmó sus vivencias ideológicas en su novela Crimen y castigo.
Prisión, simulacro de fusilamiento, deportación a Siberia, trabajos forzados, conscripción. Diez años de la existencia de Dostoyevski que constituyen un antes y un después en su trayectoria vital. Más allá de su aparente trivialidad (¿cómo no cambiar después de tantos sufrimientos?), este enunciado recupera el eje ideológico de la obra dostoyevskana.
Fiodor Mijailovich Dostoyevski (1821-1881) se vio arrastrado a la prisión y sus extensos corolarios debido a su participación en un grupo de debate filofourielista, el Círculo Petrashevski; lo inocente de las actividades de este grupo, netamente discursivas, no fue obstáculo para que el gobierno reaccionario del zar Nicolás II condenara a muerte a sus miembros, pena que es conmutada por la de deportación a Siberia.
Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky hacia 1871
El Dostoyevski que volvería años después había experimentado una revolución ideológica que lo aproximó profundamente al cristianismo y a una visión un tanto mesiánica del pueblo ruso. Desde entonces, a semejanza del capitán Nemo, repudiaría la intrusión del racionalismo europeo occidental en su Rusia ortodoxa y apasionada, sin poder por ello ocultar su fascinación ante la “modernidad” que irradiaba Europa. Este cambio y este conflicto interior tuvo un reflejo constante en su obra literaria.
Al Dostoyevski múltiple lo encontramos en los tres hermanos Karamázov de la novela homónima (publicada en 1880), cuyo hermanamiento carnal unido a su distanciamiento emocional representa tangiblemente la discordancia que el propio autor vivía en su cosmovisión.
Simulacro de fusilamiento del círculo de Petrashevski, 1849
Otra de sus obras maestras, Crimen y castigo (1866), desarrolla un paralelismo con el proceso existencial vivido por Dostoyevski.
La novela cuenta la historia de Rodion Romanovich Raskolnikov, ex estudiante provinciano aletargado en una inactividad morbosa; su pasividad física contrasta con una hiperactividad intelectual que le lleva, apoyándose en sus tendencias filoeuropeas, a gestar un modelo social estratificado:
“Yo sólo tengo fe en mi idea esencial: la que consiste concretamente en decir que los individuos, por ley de Naturaleza, divídense, en términos generales, en dos categorías: la inferior (la de los vulgares), es decir, si se me permite la frase, la material, únicamente provechosa para la procreación de semejantes, y aquella otra de los individuos que poseen el don o el talento de decir en su ambiente una palabra nueva. […] Pero sin necesitan [quienes pertenecen a la segunda categoría], en el bien de su idea, saltar aunque sea por encima de un cadáver, por en cima de sangre, entonces ellos, en su interior, en su conciencia, pueden, a juicio mío, concederse a sí propios la autorización para saltar por encima de la sangre, mirando únicamente a la idea y su contenido.”
Raskolnikov se consideraba perteneciente a los hombres superiores, y para poner en práctica sus teorías, así como para autofinanciarse, asesina a una usurera y se hace con un pequeño botín, el cual esconde en un predio particular y deja olvidado; el plan, largamente craneado, falla tanto por casualidades (la aparición de la hermana de su víctima, quien sufre el mismo destino que ésta) como por el estado espiritual perturbado de Raskolnikov; el asesino logra huir del escenario del crimen a duras penas. Si bien es citado por la Policía a declarar debido a su condición de cliente de la usurera difunta, por falta de testimonios incriminatorios no se generan cargos contra él.
Portada de Crimen y Castigo (1867)
Sin embargo, el juez encargado, Porfirii Petrovich, apoyándose únicamente en argumentos psicológicos, llega a la conclusión de que Raskolnikov es el criminal. No teniendo elementos probatorios, desarrolla de forma sistemática un ofensiva intelectual contra el asesino, tratando de provocar la confesión. Raskolnikov, en parte acuciado por los remordimientos y en parte impulsado por Sonia (Sofia Semyonovna Marmeladova), finaliza entregándose a la justicia y aceptando una condena de trabajos forzados en Siberia.
Sonia, dedicada a la prostitución para apoyar financieramente a su familia, se involucra (previsiblemente) con Raskolnikov, cuya reciprocidad, dado su carácter orgulloso y cínico, demora en exteriorizarse. Ella acompañará al protagonista en su condena.
El epílogo del libro muestra un Raskolnikov transformado moralmente, más humilde, decidido a casarse con Sonia al término de su pena y reemprender la vida alejado de las teorías perversas que poseyera.
Al igual que Iván Karamazov de Los hermanos Karamazov, al igual que el Dostoyevski previo a Siberia, Rodion Raskolnikov corresponde al intelectual ruso influido por la filosofía europea contemporánea; cercano al racionalismo y al ateísmo, se convierte en un criminal (en un pecador, si consideramos la postura cristiana del autor) con el único fin de experimentar la concreción de sus ideas. No es la única vez que Dostoyevski cubre a la filosofía europea con un manto de ignominia. En la novela Los endemoniados (1872) satiriza despiadadamente a una célula nihilista a cuyos integrantes logra caricaturizar hasta lo carnavalesco.
Primera página de la primera edición de Los hermanos Karamázov, noviembre de 1880
Estos son, entonces, su crimen y la motivación para el mismo. Mata para demostrar que es capaz de hacerlo con impunidad ética, sin remordimientos, sin culpa, pues es un hombre superior.
El castigo comienza en el mismo momento que comete el crimen. Porque Raskolnikov no es un hombre superior, no posee una palabra nueva. Pierde la reflexividad sobre sus actos, se ve impulsado intermitentemente a la confesión, pone en duda lo correcto de su obrar, incluso coquetea con el suicidio. Pierde el control.
Nuevo Testamento que llevó Dostoyevski a Siberia
Su entrega a la Policía constituye el comienzo de la segunda etapa de su castigo: es el reconocimiento del pecado. Asumiendo su culpa, Raskolnikov se aproxima a la redención. La asunción misma es la comprensión de la crisis de su modelo del mundo. Esta cosmovisión heterodoxa, de raíces occidentales, que no se identifica con la Rusia tradicional, con la “santa madre Rusia”, entra en conflicto con la realidad apenas Raskolnikov, representante de aquella, intenta darle cuerpo.
Aceptando su castigo judicial, la condena a trabajos forzados en Siberia, Raskolnikov cierra su proceso punitivo personal; el contacto directo, constante y duradero con personas comunes, individuos cuya cosmovisión es la tradicional en la Rusia tradicional, y aún más, la aceptación de su vínculo emocional con Sonia, la prostituta santa (cuya ingenuidad y espíritu de sacrificio altruista la vuelven una candidata tentadora a una identificación con la Rusia cristiana), ambos factores lo aproximan a la redención, espiritual e ideológica, de igual manera que la misma condena es aceptada con igual resignación por Dmitri Karamázov, el Karamázov díscolo cuya inmoralidad se ve purificada a través de la aceptación de una condena inmerecida.
Página manuscrita por Dostoyevski, con autorretrato incluido para su novela Los Demonios
Entonces, Crimen y castigo da cuenta del cambio positivo experimentado por un individuo que se encuentra corrompido por las ideas ateas, de una ética errónea, importadas de Europa, las cuales hacen crisis, como ya dijéramos, en el acto de ser puestas en práctica; el acercamiento a la Rusia pura e ingenua mediante el sufrimiento voluntario resulta en redención.
Portada: Fiódor Dostoyevski. Retrato de Vasily Perov en 1872
Para saber más…
- Dostoievski, Fiodor (1968). Crimen y castigo (dos tomos). Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
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