Por Saturno Rivera
Tengo mil formas de leer tus trazos;
desde el reflejo azul que no termina de llenar la parte baja del espejo
donde, por un lado llueve un día feliz de pulque
y, por otro, una noche amarga de pintura,
hasta ese azul que nunca se bastará con lo que le sobra al artista.
Porque tú pintas desnuda para que salga tu niñez a escupir relámpagos rojos,
esos que atraviesan ambas partes pero tampoco te llenan;
sólo mantienen tu colorida vida.
¿En qué mancha verde existes si tu raíz no es de este planeta?
¿Acaso planeas escapar por la sombra que tu pincel no sabe explicar?
¡por eso nada tu amarilla duda corazón!
Eres la línea que divide el cielo del mar.
Tengo mil voces de sentir tus planos;
de espaldas al cristal te proyectas de frente,
viendo pasar el tren del futuro hacía el túnel del pasado.
Dolor que tu cámara no sabe detener
porque fluyen todas tus formas en un solo momento.
Al flotar los ojos cierras a la deriva sentada en tu cama;
con el vacío del sonido nunca sabrás quien eres ni donde estás
porque fuiste creada con el número fi.
Eres la nave que nunca ha de parar.
Tengo mil huellas para seguir tus pasos;
mujer suela, llevas el mundo dibujado en tus zapatos,
actúas tan bien que nuestro barroco parece alegre.
Llévame al bosque y deja crecer tu cabello,
enséñame que es posible ser humano con el alma infinita;
que el arcoíris es negro si no llueve.
Desaparece en la canoa de tu risa que aún se ahoga en el río
y olvida la diferencia que nos une en el ocaso.
Tengo mil soles para ocultar tu llanto.
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