Dieciocho horas del veintiuno de agosto de dos mil…
¿Qué día es hoy?
¿Por qué me detengo?
Después de una tarde entera de sol,
de té, de pedaleo, hallo solo
una página con sarro,
el beso manchado con escamas,
la rebelión de tu cabeza contra el mundo,
guerra declarada en la cama
o mis botas tras pisar el barro.
Te ausentas y recuerdas
cómo vivías, cómo eras
y esas cosas son importantes
pero no imprescindibles
como imprescindibles eran los hombres de Brecht,
o imprescindible es un capricho de Paganini.
Te ausentas y me preguntas
¿Qué día es hoy, cuándo amanece?
Y solo mi eco es el que perece
con las mismas contestaciones.
Ya dormí en los suelos del mundo
donde no existían los minutos ni las estaciones.
Aspiré la fetidez de los hospitales
y escapé de mi cárcel en muchas ocasiones,
y quizás contigo alcancé
lo que el resto de los monos denominan libertad.
Una libertad basada en caricias
en estirpes de tripas revueltas
y constelaciones constipadas.
Ese puede ser el día de hoy,
y te ausentas y me miras,
me quieres, te toco
pienso, vivo, muero, exijo
el tren pasó sin ruido y me queda poco.
No serás mi ocasión perdida,
aunque te ausentes
aunque no sepa exactamente
el día en el que viva.
Los parásitos
Otra vez la misma historia.
Entra el aire,
sale el aire,
fuera uña
como estiércol,
los parásitos se confabulan
y me obligan al destierro.
Ser madre de un golpe de calor. Selección de poemas – Brasil, Eslovenia, Asturias – 2009-2012
Portada: Dia beacon | Rob Zand
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? https://revistamito.com/dieciocho-horas-del-veintiuno-de-agosto-de-dos-mil/ : «Dieciocho horas del veintiuno de agosto de dos mil…». Publicado el 1 de abril de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.32 – URL: |
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