Viniste de aquella voz.
De aquella otra persona
que se levantaba de pronto en el espejo.
Tu equipaje, fue el peso de tu tristeza,
la salida precipitada de aquel cuerpo
al que ya no pudiste ser fiel.
Y llegaste a mí; aún traías en tu rostro
los colores del pasado,
de ese pasado estático
que yo olvidé en algún buró.
¡Qué bien te sienta la noche!
─dijiste, apurando el vaso de tu dolor─.
Dijiste, y ya levantabas
ese vuelo milagroso de tu mirada.
Dijiste, pero no te oí
(o fingí no escucharte),
ya que en alguna parte del sueño:
otra imagen se incorporaba.
Aves de otro mundo
que fingieron aletear por descuido;
promesas vanas,
sobre labios dormidos.
Ahí, donde la noche puso
sus primeros mordiscos:
te levantaste, y viniste a mí
con ese sueño callado.
¡Algo para tu vanidad!
─volviste a decir─.
Y te quitaste esa sonrisa.
Te quitaste esa blusa y esa falda
como quien se quita
algún pensamiento nefasto.
Viniste de aquella voz.
De aquel vuelo de pájaros
en tu mirada;
de aquella otra imagen,
que resbalaba en el espejo.
¡Qué bien te sienta la noche!
─dijiste de nuevo─.
Y remojando los labios
te fuiste haciendo transparente;
y escapaste, como un fantasma
de mi sueño.
Portada: Sensual curtain. Juliao Matos
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