Oscuridad gozosa. Tinieblas templadas. Paso quedo de tren. Papeleos, cuadre de cuentas. Voces lejanas, lejanas y movimientos imprevistos de Porsches infinitos en un y venir aparentemente sin destino, pero siempre, siempre el quieto mecer de un lugar limbático en el que la temperatura permanece estática, perenne como el cariño… hasta que escuché una explosión, un big-ban pequeñito y una atroz presión sobre mis sienes que me causó dolor físico. Las manos de médicos y de enfermeras oscurecían de tanta en tanto la poderosa luz del quirófano… ¿Qué era todo ese absurdo y sinuoso deambular de la gente circundante, qué? ¿A dónde iba yo, desprotegido, sin calor materno? ¿Por qué privarme de un espacio privilegiado?
…Oí el cantar de la cabalgata y la majestuosa e impresionante guitarra de las Tendillas con dos acordes. Eran, exactamente, las dos en punto de la tarde del día cinco de enero del 2014. Intenté adaptarme a un habitáculo más grande, a una habitación en la que cabía mucha gente: padres, abuelos, tíos, primos, amigos,… Algunos de ellos reivindicaban el parecido relacionándolo con madre, padre, abuelo/a. Pero tengo que decir que me parezco a mí, a Eduardito.
He venido como regalo de Reyes para colmar el cariño de mis padres después de nueve largos meses de viaje. Ahora que ya estoy aquí, prometo comportarme bien, no dar malas noches y llorar lo necesario, lo justo para que me hagan caso y respeten mis peticiones. ¿Qué puedo hacer yo si no llorar para que me den de mamar o me limpien?
No quiero acaparar toda la atención. Esta es mi parecer. ¿Qué pensáis vosotros?
Eduardito chico. De parte de todos. Y de mi parte en especial
Todas las noches venías a nuestros sueños para anunciarnos tu llegada.
Contemplábamos el sol y sobre todo, desvelados, contábamos las lunas meciendo una cuna blanca, virginal entre las estrellas de incienso, de cariño, de empeño.
Y… entonces viniste tú del misterio, del amor a colmar nuestros anhelos detrás de una sonrisa incipiente. ¡Ay, cuántos desvelos! Los granos del tiempo se los llevó el aire, los alfabetos de la espuma, en Nerja, se los llevó el mar y hasta las nubes quisimos sujetar en el cielo de Castro del Río clavándolas con la insidiosa mirada.
Cuando abriste los ojos, Eduardito, tu figura pequeñita se alzaba, sin embargo, como una torre gigantesca que creímos que nos elevaba del suelo mientras seguías acogido al pecho transparente de tu madre.
Llegaste, como bien dices, en el fragor luminoso de la mañana de los Reyes Magos, a las dos en punto de la tarde y parece que estuvieras ya desde siempre, porque reamente ha sido así.
De todos un abrazo, Eduardito. Y te lo decimos con las lágrimas de la emoción que nos ha producido tu llegada, Eduardito.
Portada: Fotograma de ‘The Tree of Life’, de Terrence Malick River © Road Entertainment & Plan B Entertainment