Visiones de cambio emancipatorio desde momentos de crisis[1]
Las teorías marxistas y post-marxistas, mediante sus concepciones del mundo social, elaboran algunas razones sobre las cuales se provocan crisis en el sistema. Los cambios que parten de estas crisis permiten vislumbrar la posibilidad de establecer nuevos órdenes sociales.
La realidad social actual se caracteriza por su gran complejidad y por la cantidad de vínculos e interrelaciones de los elementos que la conforman. A pesar de esto, se puede generar el argumento que en muchas sociedades contemporáneas, las prácticas sociales se han visto absorbidas por lógicas de eficiencia y productividad en el ámbito económico, y por la ideología neoliberal en cuestiones de organización social y política. Este tipo de lógicas, por su naturaleza, se encuentran en contraposición con el bienestar de las personas, pues sus implicaciones varían desde un número mayor de horas de trabajo por el mismo sueldo, hasta minimizar la provisión de servicios básicos por imperativos económicos. ¿Qué quiere decir esto? Que las personas se hallan atrapadas en un contexto donde el propósito de la actividad humana es promover el mejor funcionamiento de la economía en diferentes contextos (locales, nacionales o internacionales), y la economía ya dejó de ser una serie de prácticas que deben estar al servicio de la humanidad.
Por estas razones es que dos perspectivas teóricas son muy útiles para visualizar por qué las crisis son claves para generar un cambio en las sociedades. Estas perspectivas son el marxismo, que tiene fuertes raíces económicas pero que también deriva en áreas sociológicas y políticas, y el post-marxismo, que abandona el determinismo económico del marxismo clásico para vincularlo al mundo de las ideas y donde se posiciona el elemento político de las relaciones humanas como eje central.
El artículo presentará primero la perspectiva teórica del marxismo y su concepción de la realidad social. Después se explicarán los momentos de crisis del sistema, así como los factores que influencian esta crisis. Posteriormente, se explicará la perspectiva post-marxista y su manera de concebir la realidad social y una crisis en el sistema. Ambas, para su mejor entendimiento, serán simplificadas considerablemente. Finalmente, se hablará de las visiones de cambio que cada una ofrece, así como una posibilidad de realización en la vida real.
Mural de Diego Rivera. Wolfgang Sauber
Empecemos por la perspectiva marxista. Karl Marx y Friedrich Engels, ambos filósofos del siglo XIX, son los padres de esta corriente y quienes ponen los primeros postulados sobre la realidad social y sus contradicciones internas. Su concepción de la sociedad tiene como elemento central último la economía como determinante de lo que ocurre en las relaciones entre los actores que la conforman, así como en las estructuras más grandes. Su contexto histórico, uno donde se podían observar los excesos de la revolución industrial, les dio la visión para conceptualizar el tipo de sociedades que observaban como “capitalistas”. ¿Qué es el capitalismo en su concepción? En términos muy simplificados, es el sistema económico en el cual una clase (los capitalistas) explota a otra por su trabajo (el proletariado). Aunque generalmente se denomina a la primera clase como burguesía, siguiendo los términos de Marx y Engels, para simplificar los distintos tipos de burguesía que describen, se agruparán bajo el término de capitalistas, que engloba los diferentes tipos de burgueses y sus formas de explotación.
Para Marx y Engels, las personas en las sociedades pre-capitalistas y capitalistas estaban muy lejos de alcanzar su verdadero potencial humano. Ambos concebían el trabajo como una fuerza positiva, porque así las personas usan sus habilidades creativas y con ellas llevan a cabo actividades productivas de las que derivan una particular satisfacción: el ver materializado su esfuerzo en los bienes creados, que deberían ser gozados o consumidos por ellas mismas. En las sociedades pre-capitalistas, la principal preocupación humana era la supervivencia (encontrar comida, agua, y un refugio). En las sociedades capitalistas, de manera contrastante, ya no tenían que enfrentarse directamente a los retos de supervivencia ante la naturaleza. Sin embargo, ahora las limitaciones estructurales de la sociedad para conseguir alimento y vivienda se hallaban en la capacidad para conseguir dinero. Consiguiendo dinero, podrían satisfacer esas necesidades. Para ello, sin embargo, las personas se veían obligadas a trabajar en sistemas opresores que, en lugar de permitirles desarrollar su potencial, las explotaban para obtener mayores ganancias. Con ello, también se generaba un elemento de alienación en los trabajadores: ellos ya no eran los dueños de las cosas que producían, sino que se producían en masa para venderlas a terceros. De esta manera, la satisfacción y el vínculo que tenían con los bienes creados desaparecen, pues su esfuerzo ya no es tangible ni visible.
Por las descripciones anteriores, David Howarth afirma, en términos simples, que el marxismo como visión teórica se enfoca en la manera en que los seres humanos interactúan con la naturaleza para producir y reproducir las condiciones materiales para su existencia. Asimismo, enfatiza cómo es que las cuestiones sociales y políticas pueden explicarse al entender la manera en que las relaciones de producción material se encuentran organizadas socialmente (Howarth, 2000) [2]. Para Marx, el capitalismo era una fase necesaria en el desarrollo histórico que, debido a sus contradicciones inherentes, colapsaría y permitiría la creación de una sociedad comunista. Pero este colapso, esta “crisis”, solo podría ocurrir por los procesos internos del sistema capitalista y por la acción de la clase proletaria.
Industrial Workers of the World Poster. Dylan Lake
Examinemos, ahora, los procesos internos del capitalismo según Marx y Engels que llevarían a su eventual crisis. Ambos delinean en el Manifiesto Comunista [3] las siguientes fases:
1) Las personas no escogen sus propias actividades productivas. En cambio, estas son escogidas por las personas para las que trabajan (los capitalistas). Les ofrecen a los trabajadores un sueldo a cambio de su poder productivo.
2) Los capitalistas son los dueños del producto, y los trabajadores no escogen qué producir. Muchas veces, las tareas a realizar son tan específicas que los trabajadores no tienen idea de lo que están realizando, ni cómo su trabajo contribuye a la versión final del producto.
3) Los trabajadores son separados de los demás trabajadores. Bajo la lógica del capitalismo, los trabajadores realizan su labor solos y de manera repetitiva, sin usar la parte imaginativa de su creatividad. Esto tiene dos finalidades: aumentar la eficiencia de la cadena de producción, y ejercer control sobre los trabajadores.
4) Los trabajadores son puestos a competir, debido a las condiciones del sistema, unos contra los otros por su poder laboral. En esta competencia, gana quien esté dispuesto a dar el mayor poder laboral al precio más bajo para el capitalista, el dueño de los medios de producción y quien contrata a los trabajadores.
5) En lugar de expresar su potencial humano en el trabajo mediante el uso de sus habilidades creativas, la repetición sin estímulo mental de un mismo trabajo los aleja cada vez más de este potencial y de los demás trabajadores.
6) Resultado: Una masa de trabajadores alienados del producto de su trabajo y de sí mismos, que son impedidos de realizar su máximo potencial humano.
Otros aspectos de la sociedad capitalista, tales como lo político y lo ideológico, derivan de las fuerzas económicas que mueven este sistema, de acuerdo con Marx y Engels. Ellos sitúan a la política, la ideología, y la religión, entre otros aspectos sociales, en el nivel de la superestructura, siendo estos determinados por la base o infraestructura, que son las relaciones de producción.
El objetivo de Marx y Engels es buscar las contradicciones del sistema capitalista que llevarían a una eventual crisis, y por lo tanto, a su desaparición. Ellos hallan dos principales. La primera está vinculada con las relaciones y fuerzas de producción. Su tensión central reside, por un lado, en la tendencia de la expansión de la tecnología y de la fuerza laboral (los trabajadores), y por otro, en la propiedad privada de los medios de producción en manos de unos pocos (los capitalistas), lo que impide en medidas cada vez más grandes la realización del potencial humano de los trabajadores. La segunda contradicción se halla en el conflicto entre dos clases sociales opuestas, los capitalistas y el proletariado (los trabajadores). Esta contradicción se debe al hecho de que, por número, el proletariado es mayor a los capitalistas. En cuanto al poder que cada clase tiene, la distribución del poder favorece a los capitalistas, pues ellos son quienes se enriquecen y ponen en competencia a los trabajadores. Pero la tensión reside en el hecho de que, sin la fuerza laboral que aportan los trabajadores, los capitalistas no tendrían ganancia alguna. Únicamente tendrían los medios de producción, pero no podrían producir nada más que los bienes para consumo propio. Por esta razón, los capitalistas buscan mantener alienados y engañados a los trabajadores, para evitar que se den cuenta del poder que en realidad tienen y la amenaza que presentan para los capitalistas.
El efecto combinado de las dos contradicciones es el que lleva a la crisis en el sistema capitalista, y su reemplazo por una sociedad comunista. ¿Cómo ocurre esto? La crisis en el sistema se da por la conciencia de clase que adquieren los trabajadores, la conciencia que les permite darse cuenta de su situación de opresión y del verdadero poder que tienen en relación a los dueños de los medios de producción. Al adquirir esta conciencia, los trabajadores dejan de ser individuos alienados o grupos diversos, y es entonces cuando se convierten en la verdadera clase proletaria. Como el Estado como institución política también estaba bajo control de los capitalistas, lo que les permitía ejercer de manera legítima el control sobre los trabajadores, el proletariado debe derrocar al Estado capitalista y tomar control sobre él. De esta manera, la opresión legal y legítima contra los trabajadores terminaría y el proletariado sería libre de crear una sociedad en su imagen.
Ernesto Laclau. Ritchie Savage
La perspectiva post-marxista que se va a describir a continuación es la variante de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, expuesta en su obra clave Hegemonía y Estrategia Socialista [4]. Ellos confirman su herencia de la tradición marxista, pero señalan las deficiencias de esta corriente, tales como el determinismo económico siendo un impedimento para un correcto análisis de las sociedades contemporáneas. Ellos, en cambio, señalan a la realidad social como una estructura en esencia simbólica e irreducible a un solo significado fijo. Esto quiere decir que el significado que se le da a elementos de la vida cotidiana, y a la identidad de los grupos sociales, siempre puede ser cambiado y adoptado por otros. Un ejemplo de esto puede ser un bosque, como elemento. Un bosque puede significar una zona ecológica para los ambientalistas, un impedimento para la modernización desde la perspectiva de los políticos neoliberales, o un lugar sagrado para la identidad nacional de un grupo étnico. Asimismo, una mujer en un alto puesto corporativo puede simbolizar dos cosas completamente distintas, en términos de identidad grupal: puede simbolizar el éxito del feminismo liberal por llegar a puestos laborales de igual importancia que los de un hombre, o bien, puede ser visto como una corrupción por parte del sistema capitalista hacia miembros de un grupo sub-representado, como lo son las mujeres.
Laclau y Mouffe también señalan la intervención de lógicas de diferencia, que destacan aspectos distintivos de los grupos sociales, y de lógicas de equivalencia, que se encargan de reducir las diferencias entre grupos para agruparlos dentro de un solo “bando”. La aplicación de estas lógicas en la formación de bandos es la siguiente: en las sociedades contemporáneas, se pueden encontrar en distintos espacios discursos hegemónicos, tales como el neoliberalismo, el racismo, y el sexismo, entre otros. Para hacerle frente a los grupos que se encargan de perpetrar estos discursos en la vida social, es necesario integrar en un proyecto contra-hegemónico las exigencias de diferentes grupos que se encuentran en una relación de subordinación ante los grupos en el poder (los hegemónicos). Las lógicas de equivalencia se encargan de esto: van borrando las diferencias y van señalando las similitudes, para que el bloque contra-hegemónico antagónico tenga mayor cohesión. La importancia de esto se elaborará más adelante.
En una realidad social donde predomina lo simbólico, Laclau y Mouffe señalan, la crisis del sistema empieza cuando el polo hegemónico muestra clivajes en su discurso. Los elementos que integró para sustentarlo empiezan a ser vistos de maneras diferentes por otros grupos sociales opuestos, y los significados empiezan a cambiar. A este momento, en el que los eventos están haciendo visibles las fisuras del discurso, se le conoce como momento de dislocación. Es en ese momento que los sujetos comienzan a experimentar “lo real” (Zizek, en Laclau, 1990) [5]. Es también a partir de la dislocación que los elementos integrados al discurso hegemónico pueden ser articulados, usando la terminología de Laclau y Mouffe, para otro discurso.
Para clarificar lo anterior, volvamos al ejemplo del bosque. Supongamos que ocurre una crisis económica-ambiental. Esta crisis marca el momento de dislocación, que evidencia las fisuras de un discurso de modernización neoliberal en una determinada sociedad. Este discurso, hay que plantear, había integrado el elemento del bosque como un obstáculo para la modernización del Estado y como un impedimento para el desarrollo económico. Pero ante la crisis económica-ambiental, ciertos grupos sociales se percatan de la contingencia del discurso hegemónico, y estos grupos integran el elemento del bosque a su propio discurso. Este discurso contra-hegemónico podría consistir en mostrar al bosque como un espacio natural importante para la conservación de las áreas verdes en un área geográfica. También puede ser visto como un elemento que disminuye la contaminación y el calentamiento de la zona. Finalmente, podría articularse como punto ejemplar de la reconciliación del hombre con la naturaleza. En una situación como esta, la crisis provocada por el momento de dislocación lleva a la creación de antagonismos entre dos discursos, que para este ejemplo podríamos llamar el neoliberal modernizador y el ecologista emancipatorio.
Democracia Real YA Madrid. Olmo Calvo
Hasta ahora hemos visto las perspectivas teóricas marxistas y postmarxistas sobre los sistemas sociales y sobre las causas de las crisis en estos sistemas. Por lo tanto, es necesario ahora examinar las visiones de transformación que cada perspectiva ofrece. Es decir, se describirán las perspectivas de un nuevo orden social a partir de la crisis del anterior.
En el caso de la teoría marxista, el nuevo orden social se instauraría a partir de la victoria del proletariado sobre los capitalistas. Ellos, al tener las fuerzas del Estado bajo su control, ejercerían decretos regulatorios que regirían las relaciones sociales y materiales de producción. Una primera etapa implicaría la redistribución de la riqueza que se acumuló a manos de los capitalistas, de tal manera que se irían borrando las fronteras entre clases. Después, las relaciones materiales de producción ya no adquirirían el valor como en el sistema capitalista. En cambio, lo que se produce sería únicamente para su uso y consumo personal, no para la venta a terceros. Esta etapa del modo socialista de producción económica concluiría con una transición hacia una sociedad comunista. En esta sociedad de características utópicas, las clases sociales habrían desaparecido. Los medios de producción ya no pertenecerían a particulares, sino que serían de propiedad común. Elementos como el Estado y el dinero también desaparecerían en este sistema. Como todos pertenecerían a una sola clase, las relaciones de desigualdad y opresión ya no existirían, y los seres humanos serían libres de alcanzar su máximo potencial mediante el uso de las habilidades creativas que habían perdido bajo el sistema capitalista.
El postmarxismo también ofrece visiones de cambio, pero por su naturaleza simbólica y la complejidad con la que maneja la formación de discursos y antagonismos, es más difícil entender su objetivo final [6]. Laclau y Mouffe señalan que es imperativo mantener el pluralismo en las sociedades, ya que de esta manera se pueden ejercer contrapesos ante grupos dominantes e incluso entre grupos subordinados. Sin embargo, puedo aventurarme a trasladar algunos de los puntos clave de Hegemonía y Estrategia Socialista al análisis de las sociedades contemporáneas. Por un lado, el cambio producido también implicaría una emancipación. El discurso hegemónico ya no mantendría las relaciones de desigualdad y las identidades de los grupos podrían desarrollarse, de esta manera alcanzando la meta emancipatoria de realización humana. Para clarificar esto, basta con señalar el hipotético fin del sexismo: una mujer podría alcanzar las mismas oportunidades laborales de un hombre, y dejaría de considerársele como el sexo débil. Asimismo, mensajes para el público dejarían de apelar a cualquiera de los dos sexos mediante imágenes del físico del sexo opuesto. En cambio, se buscaría llamar la atención por medio de otros elementos que permitieran una mejor calidad de vida.
De esto deriva la otra consecuencia del análisis postmarxista. Se pueden establecer, mediante la construcción de discursos antagónicos a los dominantes, nuevos órdenes sociales que desaparezcan las relaciones de subordinación y las integren en un nuevo modelo de orden social. Regresando al ejemplo del bosque, la naturaleza dejaría de ser vista como un obstáculo para el desarrollo económico y la modernización. En cambio, se podría articular como un elemento necesario para el crecimiento económico e incluso la modernización, señalando las ventajas de tener áreas verdes para la economía y para la salud humana. En otras palabras, los discursos generadores de nuevos órdenes sociales serían capaz de integrar algunos componentes de los discursos antagónicos en uno nuevo que reconcilie aspectos de tensión.
Manifestación 15 de Mayo Madrid. Brocco
Para concluir, es necesario recalcar los siguientes aspectos: ambas visiones muestran las tensiones en los sistemas sociales, las cuales emergen de las relaciones de desigualdad entre personas y grupos. Y ambas teorías también muestran que, de permanecer con relaciones sociales de subordinación, los sistemas sociales pueden entrar en crisis. En el caso del marxismo, esa crisis se dio por la revolución del proletariado para eliminar su opresión por parte de los capitalistas. En el caso del postmarxismo, la crisis ocurre por dislocación, es decir, eventos, circunstancias o catástrofes que el orden social simbólico es incapaz de explicar e integrar al discurso. Finalmente, las visiones de cambio que aportan implican un orden social donde las tensiones que derrumbaron al previo orden han desaparecido. Por lo tanto, se puede afirmar que la idea central de ambas corrientes teóricas es la siguiente: para alcanzar la emancipación humana, una condición esencial es que las relaciones humanas de desigualdad deben desaparecer.
Portada: Marx outside the Bank of England. Southbanksteve
[1] Le dedico este artículo a dos muy queridos amigos míos: Vicente Gutiérrez y Eduardo De León, quienes fueron mi inspiración para el tema del artículo y cuya amistad tiene una función integral en mi vida.
[2] Howarth, D. (2000). Discourse. Buckingham: Open University Press.
[3] Marx, K., y Engels, F. [1999 (1848)]. Manifiesto del Partido Comunista.
[4] Laclau, E., y Mouffe, C. [2014(1985)]. Hegemony and Socialist Strategy: Towards a Radical Democratic Politics. Londres: Verso.
[5] Laclau, E. (1990). New Reflections on the Revolution of our Time. Londres: Verso.
[6] Para entender ejemplos más concretos sobre visiones de orden social alternativo, referiré a dos artículos publicados aquí en Mito. El primero es “¿Caminando hacia un nuevo mundo? (I)”, de Juan Carlos González Caldito. El segundo es otro de mi autoría, “¿Es posible un mundo diferente? Examinando la alter-globalización”.
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