Parece interesante reflexionar, en un número dedicado al arte cinematográfico, sobre una palabra que está en boca de los cinéfilos con harta frecuencia como es la de remake.
Como verbo (re-hacer ‘volver a hacer’), este vocablo data del siglo XVII, aunque al parecer no se aplicó a una película hasta 1936, como pueden demostrar estos dos ejemplos ligeramente posteriores:
- Phyllis Brooks and Arthur Treacher in an amusing remake of a 1930 comedy (“Cinema: Also Showing”, Time Magazine, 12 de diciembre de 1938)
- Laurel & Hardy in a not very funny remake of Laurel & Hardy (“Cinema: Also Showing”, Time Magazine, 4 de diciembre de 1939).
En nuestra lengua, todo parece apuntar a que la primera vez que se utilizó fue hacia finales de los 70 o principios de los 80[1]:
Frecuentemente, Kurosawa teje su historia a partir de una idea abstracta, general, y la desarrolla con tal intensidad que se toma una monumental reflexión sobre la condición humana: tal la caridad, a veces impotente, del doctor Barbarroja, o la evolución heroica, pero irrisoria, de Los siete samurais, que, pese a su carácter clásico de la preparación para la guerra (el bushido), enlaza con ciertos rasgos típicos del western, algo que explica cómo en Hollywood se realizase su remake (Themagnificentseven), trasladada sin esfuerzo al Oeste americano (“AkiraKurosawa: una vida para el cine”, El País, 25/10/1980)
En ese lapso trabajó en varios proyectos de coproducción con compañías de Hollywood, que luego rechazó, como el ya mencionado remake de Los siete samurái (“AkiraKurosawa: una vida para el cine”, El País, 25/10/1980).
Si calculamos que la aparición del término en lengua inglesa tuvo lugar allá por los años 30 (seguramente se dijera antes de que se escribiese) y la del término en español apareció acá por los años 70 (algo antes, probablemente, de las primeras muestras escritas), debemos entender que el préstamo se efectuó de aquel idioma a este en un lapso de tiempo de unos cuarenta años.
En primer lugar, llama la atención el hecho de que estos mismos cuarenta años sean los que aproximadamente pasan desde que nace el cine (entendiendo como tal fecha prototípicamente aceptada la del 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Lumière proyectan en público Salida de los obreros de la fábrica hasta que surge la palabra remake en textos escritos (1936).
Sin embargo, igualmente interesante resulta que tienda a aceptarse Asalto y robo a un tren (The Great Train Robbery, Edwin S. Porter) como primera película objeto de remake que, datando de 1903, ya al año siguiente cuenta con la reproducción de Siegmund Lobin.
¿Qué ocurre en este período de tiempo para que tarde tanto en aparecer por escrito el término remake, cuando ya había tenido lugar el hecho que designa? Puede haber, al menos, dos explicaciones: bien que haya lagunas en el corpus lingüístico (una cosa es el lenguaje oral y otra muy distinta, el escrito, y aquel no tiene por qué dejar pronta huella en este); bien que no se sea consciente de qué es un remake hasta que pasan varios años y comienzan los teóricos del cine a preguntárselo… y entonces necesitan ponerle nombre al fenómeno.
En segundo lugar, puede ser también interesante reflexionar sobre los motivos históricos que permiten que pase tanto tiempo entre la aparición del concepto en lengua inglesa (años 30) y la aparición del préstamo en lengua española (finales de los años 70).
Fotograma de Lo que el viento se llevó (1962)
A este respecto, cabe a su vez hacer dos apreciaciones. Por un lado, el lapso de tiempo que aparentemente tuvo lugar entre su aparición en inglés y su culminación en español está probablemente relacionado tanto con la historia del cine como con la historia socioeconómica de la época: si durante los aproximadamente cuarenta años de franquismo no se introdujo en España ninguna película, digamos, que constituyera un remake de otra, puesto que se fundamentaba la industria cinematográfica en “películas íntegramente nacionales”, no se creó la necesidad de emplear dicho término, porque apenas había contacto con el mundo anglosajón.
Por otro lado, no podemos evitar lanzar una reflexión puramente lingüística: ¿cuándo una palabra deja de ser extranjera para pasar a ser propia? Aunque tenga apariencia inglesa, resulta casi indiscutible que hoy en día la palabra remake ya forma parte del uso común de la lengua española, como muestra la cantidad de ejemplos en los que aparece rodeada de este idioma, aunque tenga una fonología un tanto ajena y una ortografía más bien extraña. Desde esta perspectiva, no aceptarla en el DRAE puede ser absurdo, porque una amplia cantidad de hispanohablantes sabe qué significa y cuál es su empleo habitual. Otra cuestión, claro está, es si se debería asumir ortográficamente como remake (que, además de poder ser leída como remaque, va en contra de las normas generales de la ortografía castellana) o como rimeic, rimeik o rimeiq (que tampoco es que vaya muy a favor…).
Por mantener en forma el intelecto, podría dejarse a la mente divagar durante unas líneas acerca de la conveniencia de emplear otra palabra con significado semejante pero de origen latino, como puede ser el vocablo contrafactum (pl.contrafacta), para denominar a lo mismo que se refiere el término remake del inglés.
Lone tree birds. SR Photies
El empleo de contrafactum cuenta con un par de ventajas. En primer lugar, está implícitamente aceptado por el Diccionario de las Reales Academias de la Lengua, lo que sin duda otorga de prestigio social a su uso. En efecto, el vocablo contrafactum es el participio de perfecto del verbo latino contrafacere, de probable creación romance, dada su estructura {contra ‘enfrente, contra’ + facere ‘hacer’}. Evolutivamente, facere habría dado lugar a hacer, de donde se originaría contrafacer > contrahacer, ambos verbos existentes en el DRAE.
Gramaticalmente, la creación del participio de perfecto del verbo castellano contrahacer sería el irregular contrahecho (se puede dejar de lado lo regular, *contrahacido, porque tampoco se da ya en hacer > *hacido más que en el habla de los niños y de algunos extranjeros), que podría funcionar también como sustantivo, igual que ocurre con hecho < hacer, con el que forma el compuesto: He hecho todo el trabajo por la mañana (participio) vs. El hecho de que llueva me aburre (sustantivo). Teóricamente, por tanto, podría decirse tanto Lope de Vega ha contrahecho un nuevo poema (participio) como Este contrahecho de Lope de Vega es excelente (sustantivo).
Sin embargo, dado que el DRAE registra que contrahecho, adjetivo y sustantivo, significa “Que tiene torcido o corcovado el cuerpo”, tal vez en relación con el segundo significado de contrahacer, que no es otro que el de contravenir (“Obrar en contra de lo que está mandado”), parece más apropiado, entonces, seguir manteniendo el término latino, contrafactum, porque de facto se ha empleado en otras ocasiones para designar lo que aquí interesa, por un lado, y porque no conlleva ningún matiz peyorativo, existente tal vez en contrahecho, por otro.
Cuatro son las acepciones propuestas, pues, para contrahacer:
- tr. Hacer una copia de una cosa tan parecida a ella que apenas se distingan una de otra.
- tr. Falsificar algo con malos propósitos.
- tr. Imitar, remedar.
- prnl. fingirse.
Screen of the movie theather le cinema amitie, in Erstein, France. ecran_amitie
Como vemos, si contrahacer es “Hacer una copia de una cosa tan parecida a ella que apenas se distingan una de otra”, entonces está claro que significa lo mismo que to remake (‘Make[something]againor differently’), porque en el significado del verbo inglés se entiende que se puede hacer una cosa de manera diferente, siempre que se vuelva a hacer, que es exactamente lo mismo en lo que consiste copiar según el DRAE (nótese que la sexta acepción de copiar coincide casi por completo con la tercera de contrafacer):
- tr. Escribir en una parte lo que está escrito en otra.
- tr. Escribir lo que dice alguien en un discurso seguido.
- tr. Sacar copia de un dibujo o de una obra de pintura o escultura.
- tr. Imitar la naturaleza en las obras de pintura y escultura.
- tr. Imitar servilmente el estilo o las obras de escritores o artistas.
- tr. Imitar o remedar a alguien.
- tr. En un ejercicio de examen escrito, ayudarse consultando subrepticiamente el ejercicio de otro examinando, libros o apuntes.
- tr.poét. Hacer descripción o pintura de algo. En Argentina, u. c. prnl.
Es decir, cuando un director se propone hacer una nueva versión de cierta película, está copiándola porque toma de ella la esencia (sin que nadie sepa muy bien qué es esto exactamente), pero a la vez está creando un nuevo producto artístico, que generalmente engancha a los noveles y decepciona a los veteranos.
Pues esto está directamente relacionado con la segunda ventaja del empleo del concepto de contrafactum: aunque es una técnica empleada en música por lo menos desde la Edad Media en contextos anglosajones (y tiene tela, si se nos permite el coloquialismo, que en lengua inglesa se utilice la palabra latina sin ningún problema, también se ha utilizado en la literatura española con harta frecuencia, especialmente durante los Siglos de Oro.
En efecto, siguiendo la tradición musical, consiste este pseudoplagio en tomar como base un texto religioso y convertirlo en profano o a la inversa, a veces incluso sin saber quién es el autor que tal artificio hace.
No deja de ser sorprendente que hoy día se siga utilizando el término para referirse a modificaciones musicales contemporáneas, como sucede en el caso del Sound of silence de Simon&Garfunkel convertido en Padrenuestro (contrafactum a lo divino).
En definitiva, si las palabras cambian y han de adaptarse a las nuevas necesidades comunicativas de los hablantes, bien está que sean tomadas en préstamo para su posterior empleo y adaptación a los patrones gramaticales de la lengua de llegada, en este caso, el español.
Phoenix. KΛ13
Pero hay numerosas ocasiones en las que explotar las posibilidades que nos da la lengua madre no está del todo mal, bien porque nuestros antecesores en el uso del idioma dan buena cuenta de ello y sirven, así, de claro precedente; bien porque los hablantes de otras lenguas no romances no tienen ningún inconveniente a la hora de emplear latinismos cuando les viene en gana; bien porque los rasgos semánticos de la palabra propuesta se prestan a ello fonológica, léxica y gramaticalmente.
Si contrafactum designa un tipo concreto de copia artística (de obra de arte musical o literaria, con el matiz de ‘religioso vs. profano’), con la consecuente fusión de innovación y tradición, de recreación e imitación, puede acercarse a su romance contrahecho, que no quedaría, así, demasiado lejos del concepto anglófono de remake, aplicado a un arte concreto que es, ni más ni menos, el séptimo de la lista. De este modo, se podría seguir empleando contrafactum para una reconstrucción profano-religiosa o religioso-profana, de un texto literario o musical, y reservarse contrahecho, su versión romance, para el concepto designado por remake.
Al fin y al cabo, el cine, la literatura y la música comparten un aspecto más: pueden crearse productos artísticos paralelos a partir de un original diferente a cualquiera de ellos, como de hecho ocurre en estos poemas que glosan, por separado, la copla Abrildas bien que el entierro:
GLOSA A LO DIVINO
Las ventanas de mi alma en quien todo mi bien consiste, cerradas quedan en calma; y al demonio se resisten porque quieren llevar mi palma. Con cuidado, en fin, me encierro; y aunque el mirar me fatiga, si entierro pasa, las cierro, aunque el más amigo diga: Abrildas bien, que el entierro! |
GLOSA A LO HUMANO
Hame enterrado mi dama con duro olvido y confusión; ella dice que me ama, y no le falta razón, aunque me ha dejado en calma. Como conozco su hierro, de no vella me destierro, y cierro todas mis pasiones; aunque digan sus razones: Abrildas bien, que el entierro! |
Sea como fuere, las posibilidades de explotación creativa de una lengua como la latina que hace tiempo que el viento se llevó, no se agotan, ni muchísimo menos, en la gimnasia lingüística aquí sugerida: en cualquier momento a algún simio parlante de este planeta medio hispanófono puede sugerírsele que abra los ojos, para que aquella lingua nostra retome el vuelo del Fénix… aunque sea en tierra hostil.
Portada: Cines Callao y Capitol (Gran Vía). Cerca de la Gran Vía de Madrid. Chapuisat
Para saber más:
- Gernet, F. (2009): Parodia y «contrafacta» en la literatura románica medieval y renacentista. Historia, teoría y textos, San Millán de la Cogolla: Cilengua.
- Rossell Mayo, A. (2005): “Música y poesía en la lírica medieval” en V. Valcárcel, C. Pérez González (eds.): Poesía Medieval (Historia literaria y transmisión de textos), Burgos: Junta de Castilla y León, pp. 287-304.
[1] Decimos “todo parece apuntar” porque estos ejemplos han sido tomados del CREA, el corpus electrónico del español actual de la RAE, pero no los hemos localizado en la hemeroteca del diario El País en la fecha correspondiente.
¿TE HA SERVIDO ESTE ARTÍCULO? ASÍ PUEDES CITARLO: : «Contrahaciendo «remakes». Publicado el 19 de diciembre de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.28 – URL: |
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