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Mito | Revista Cultural
Culturas 0

Sobre el concepto de ‘patrimonio cultural’

Por Diana Ramos el 29 octubre, 2016 @DivagaDia
  • Frecuentemente somos testigos de nuevas declaraciones patrimoniales que se justifican unilateralmente bajo la premisa  “para resguardar una parte del pasado de la sociedad”. Esta declaración de intereses nos relata que determinados bienes, materiales y/o inmateriales sufren un proceso de transformación, es decir, un bien común se convierte en patrimonio cultural.
  • Debemos entender que esta transformación no es más que una consecuencia recurrente de las nuevas concepciones y funciones sobre los objetos. Para poder comprender en profundidad estos procesos comenzaremos a descifrar el mundo del patrimonio cultural, concepto amplio y a veces ambiguo.

Recuperar el pasado en el presente para el futuro. Esta declaración de intereses aparece frecuentemente cuando se trae a colación en cualquier contexto de la vida moderna las cuestiones que rodean a los objetos del pasado. Constantemente se habla de “no perder”, “el conservar”, “el preservar el pasado”, como una constante en nuestra vida cotidiana. Aparece como una realidad inminente y como un deber que implica y alcanza a toda la sociedad, tal cual si fuera una obligación intransigente, a la cual nos aferramos con gran fervor. Esa sensación compartida colectivamente que conlleva a resguardar nuestro pasado como si este nos diera forma y sustancia en el presente, y como si esta fuera necesaria para conservar nuestra integridad en el futuro.

Patrimonio y cultura son dos conceptos que en los últimos años parecen estar en boga. Si hacemos una primera aproximación veremos que la primera definición y aplicación del término patrimonio aparece en el campo jurídico y económico, refiriéndose a la herencia de bienes que recibe una persona por línea ascendente[1]. El concepto de aplicación jurista concentra la idea de que existe un cúmulo de bienes que por sucesión directa recibe una persona. Entonces, en términos generales, el concepto de patrimonio implica que: 1- existe un bien, y que 2- ese bien se hereda.

Por otro lado la cultura, puede ser entendida como “(…) el conjunto de símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos, significados, formas de comunicación y organización sociales y bienes materiales que hacen posible la vida de una sociedad determinada y le permiten transformarse y reproducirse como tal de una generación a la siguiente (…)” (Bolfy, 2001:81). Este concepto puede ser entendido y aplicado en dos sentidos: como la totalidad de la creación humana o como una forma particular de ser de una sociedad determinada, en tal sentido se habla de la identidad[2] cultural (Bolfy, 2001).

Con el paso del tiempo el concepto de patrimonio se ha extrapolado y se ha aplicado para dar explicación a otros fenómenos en otras disciplinas. Tal es el caso de su utilización en las ciencias sociales modernas, en donde aparece el término patrimonio cultural. La definición de patrimonio extrapolada a este campo no ha perdido su esencia básica, seguimos hablando de la herencia de bienes, pero como señala Davallon, “La primera oposición en la noción de patrimonio puede encontrarse en su definición legal y económica, en lugar de en su definición cultural: entre patrimonio significando el cumulo de bienes o propiedades heredados por una persona, las cuales es libre de vender o trasmitir, y patrimonio significando esas cosas culturales o naturales que pertenecen a una comunidad entera” (Davallon, 2014:47).

Espagne, Catalogne, province de Tarragone, comarque de Conca de Barbera, Vimbodi, la route du Cister, monastère Santa Maria de Poblet, classé Patrimoine Mondial par l'UNESCOMonasterio de Poblet. Declarado en 1991 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Con esto entendemos que, dentro de la concepción de patrimonio cultural, los bienes y la herencia, contraen otros significados e implicaciones. Por lo tanto el patrimonio cultural es un cúmulo de bienes culturales que se heredan en colectividad. O bien, acercándonos más a la conjunción de ambos conceptos (patrimonio + cultura),  podríamos decir que el patrimonio cultural son “(…) aquellos productos culturales tangibles o intangibles que tienen un valor excepcional para una colectividad social determinada y que forma parte fundamental de su identidad cultural” (Bolfy, 2001: 82).

La aparición y aplicación del concepto de patrimonio cultural aparece en la constitución de un nuevo paradigma mundial o como señala Ariño en la “primera modernidad la cual generó la mirada patrimonial en la cultura” (2012: 209). Es decir que, la conjunción y relación de los conceptos cultura y patrimonio son la consecuencia, a grandes rasgos, de procesos históricos y sociales que se gestan durante el siglo XIX y ven la luz en el siglo XX: la constitución de los Estados, la aparición de un nuevo sistema económico mundial y el desarrollo de los países modernos dentro del contexto de la incipiente globalización.

El fenómeno de la globalización trajo como consecuencia una homogenización de la vida cultural. Esto provoco, de manera generalizada, la desaparición de la tradición, es decir, los objetos y prácticas perdieron todo tipo de vinculación con la vida cotidiana y dejaron de funcionar como una forma de reproducción social o de conexión con el pasado (Ariño, 2012).

Frente a este proceso las sociedades experimentaron una inicial desaparición de sus fronteras culturales. Esto supuso para muchos Estados y sociedades una problemática emergente en donde debían de redefinirse culturalmente, dejando bien claro que era lo que los definía y diferenciaba, encerrando dentro de sus límites culturales sus elementos más representativos. Así, comienza a configurarse esa “mirada patrimonial sobre la cultura” (Ariño, 2012) y aparece en escena el concepto de patrimonio cultural para asegurar esa cohesión social y continuidad temporal de una sociedad.

Esta mirada se construye en y por la modernidad estableciendo un “(…) nuevo campo de significación que se organiza en torno a la valoración social de los objetos y prácticas como expresiones testimoniales (…)” (Ariño, 2012). Esto implica una toma de conciencia de la distancia temporal entre presente y pasado; una nueva interpretación de los objetos y prácticas como bienes colectivos, frágiles y perennes, que poseen un gran valor y deben ser resguardados.

La importancia de la preservación de los objetos y prácticas de una sociedad radica en que estos portan información sobre su cultura. Para poder explicarlo con más claridad me serviré de la arqueología como ejemplo.

Cuando un arqueólogo investiga una sociedad extinta lo hace a través de los restos materiales que esta sociedad ha dejado. Los objetos encontrados son la única evidencia de que esta sociedad existió, y es a través de estos que el arqueólogo interpreta e intenta reconstruir la cultura y los modos de vida de una sociedad. Por lo tanto, la única evidencia del pasado son los objetos, y el arqueólogo, tal cual si estos fueran un texto encriptado pretende descifrar los mensajes que transportan. Analizar los objetos de una sociedad nos dará algunas pautas para descubrir el sistema de creencias, los conocimientos científicos, los valores estéticos, etc. con los cuales esta sociedad veía e interpretaba el mundo, así como echar luz sobre algunos acontecimientos históricos.

En consecuencia, del pasado solo quedan los objetos. Los restos materiales son testigos y contenedores de cultura y transmiten mensajes o ideas que aporta  información valiosa para reconstruir la historia de una sociedad (Ballart y Juan, 2001). Los objetos históricos son aquellos que resultan útiles para reconstruir la historia de un lugar, pero también aquellos que son de utilidad para recordar sus momentos destacados, aunque no sean útiles para la historia (Muñoz, 2003).

tribunal-de-las-aguas-de-valenciaTribunal de las Aguas en Valencia. En 2009 fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Cuando una sociedad moderna comprende esto, se predispone a resguardar aquellos objetos que han dejado sus antepasados porque considera que la supervivencia de estos es primordial para comprender su historia y forman parte de su identidad. Esto quiere decir que, determinados elementos culturales están asociados a una determinada identidad, y que, determinada identidad se define y se reconoce a través de determinados elementos culturales adquiriendo “un carácter sacralizado y, aparentemente, esencial e inmutable” (Prats, 1998: 64). De esta manera, determinados objetos y practicas se reconocen como bienes culturales, los cuales concentran un alto valor para una sociedad, es decir, asumen valores simbólicos que sintetizan el perfil de la cultura a la que pertenecen (Tugores y Planas, 2006).

Los bienes culturales pueden asumir diferentes y simultáneos tipos de valor, tanto tangibles como intangibles. Los valores que sintetizan pueden estar relacionados con su valor de uso,  afín con la capacidad del patrimonio cultural de satisfacer alguna necesidad determinada o con la capacidad de transmitir información. Así mismo, pueden ser reconocidos por su valor materia, siendo valorado por su función, su forma o composición material. Otros bienes asumen un valor histórico, es decir, aportar conocimiento histórico. También pueden asumir un valor emotivo porque pueden contraer una carga sensible y movilizar sentimientos y emociones. Pero sobre todo asumen valores simbólicos, porque representan, evocan y transmiten ideas. (Fontal, 2003).

En conclusión, el patrimonio cultural es una categoría de clasificación de objetos socialmente construida, es decir que, la patrimonialidad no proviene de las características intrínsecas de los objetos sino de las consideraciones e intereses que tengan los sujetos sobre estos (Tugores y Planas, 2006). La selección de esos bienes culturales que formen parte del patrimonio cultural está condicionada por el valor y reconocimiento que le otorgue la sociedad en un contexto determinado. Que un bien obtenga ese reconocimiento implica que, a través de un proceso social, ese bien ha sufrido una valoración simbólica y que se considera esencial su herencia, su protección y su conservación. (Ariño, 2012). En otras palabras, “(…) patrimonio cultural, entendido como todo aquello que socialmente se considera digno de conservación independientemente de su interés utilitario” (Prats, 1998:63).

En esa “primera modernidad”, el patrimonio cultural funciona como punto de referencia y diferenciación; y constituye una forma de autodefinición e identificación dinámica. Para que una sociedad mantenga ese punto de referencia y esa constante definición y diferenciación con otras sociedades, se aferra a sus elementos culturales (tangibles y/o intangibles), los produce y los reproduce, pero sobre todo busca preservarlos y heredarlos a lo largo del tiempo.

Esta constante intención de preservar los bienes culturales de una sociedad, desarrolló una necesidad intrínseca de institucionalizar dichas intenciones de protección. Durante el siglo XX se canalizan estos propósitos instaurando un sistema que regula legislativamente todo lo relacionado a este ámbito, proliferan los museos, los expertos en la materia y los ordenamientos legales. Podemos decir que el sistema de protección patrimonial, tal como lo conocemos en la actualidad, resulta de la institucionalización de las intenciones de preservación de los bienes culturales de una sociedad, motivado históricamente por la delimitación y redefinición cultural intrínseca frente a al nuevo contexto mundial.

Hasta el momento, queda claro que el concepto de patrimonio cultural, y que la mayoría de los autores que intentan definirlo y trabajan con él, coinciden en que el patrimonio cultural no tiene existencia social en sí mismo, sino que es una construcción social que se materializa a través de una selección y concentración de bienes culturales[3] (Prats, 1998; Tugores y Planas, 2006; Hernández I Martí, 2008; Ariño, 2012; García Cuetos, 2012; Davallon, 2014).

Así mismo, debemos entender que la interpretación del patrimonio cultural es dinámica, ya que depende de la construcción social, de la interpretación y de la definición que hace una sociedad de él en un tiempo y un contexto determinado. Esto queda evidenciado por las nuevas dimensiones que abarca el patrimonio cultural como consecuencia directa de la globalización en la postmodernidad, haciendo que este concepto trasmutase considerablemente.

La globalización, entendida por la mayoría de científicos sociales, como la homogenización de los modos de vida y una progresiva unificación planetaria entra en contraposición a una nueva interpretación que declara que la misma  provocó “(…) la producción de nuevas formas de heterogeneidad y pluralismo que resulta de la emergencia de identidades transnacionales a través de procesos de etnogénesis o radicalización de perfiles de identidad ya existentes (…)” (Segato, 1998: 2).

Esta interpretación de la globalización pone en tela de juicio la “aldea global” dando a entender que las identidades locales resurgen con más fuerza. La definición de patrimonio cultural busca ajustarse a los cambios sociales de los nuevos procesos identitarios, así como, resolver las nuevas problemáticas culturales a nivel mundial.

Es por ello que, en la “segunda modernidad” (Ariño, 2012), observamos una gran complejización del concepto de patrimonio cultural, radicalizándose los procesos anteriores, produciéndose una patrimonialización de la cultura, “(…) es decir, la expansión de esa sensibilidad particular respecto al pasado mediante una ampliación prácticamente ilimitada del repertorio patrimonial y una proliferación y pluralización de los sujetos que lo activan, llegando a convertirse en un movimiento cívico.”(Ariño, 2012).

Muchos autores coinciden en que la complejización del concepto de patrimonio cultural radica en la ampliación de su significado o de su campo semántico (Santamarina, et al, 2008; Ariño 2012; Hernández I Martí, 2008; Prats, 1998). Esto quiere decir que, el concepto de patrimonio cultural amplía sus contenidos, y que, prácticamente cualquier elemento cultural tiene el potencial o puede llegar a ser reconocido como patrimonio. Lo que observamos aquí es casi una superposición de significado entre patrimonio y cultura, en donde los límites entre ambos conceptos comienzan a superponerse. A su vez el fenómeno de la patrimonialización comienza a tener fuertes connotaciones identitarias y se integran en su gestión nuevos agentes e instituciones.

Esta complejización la podemos observar en la proliferación de numerosas instituciones  que legislan el ámbito patrimonial en diferentes niveles. En los últimos años han surgido numerosos organismos internacionales, nacionales, locales; tanto públicos como privados; encargados de la delimitación, jurisdicción y gestión de todas las facetas que abarca el patrimonio cultural.

Pero lo más notorio es la aparición de nuevas instituciones locales dedicadas a la gestión, rehabilitación, conservación y puesta en valor del patrimonio, así como a la recuperación de tradiciones y modos de vida, en las cuales se involucran nuevos agentes políticos y económicos. También proliferan nuevas definiciones y categorías de clasificación del patrimonio cultural, abarcando exponencialmente casi todas las esferas de la vida cultural de una sociedad.

zona-arqueologica-de-chan-chan-peru-veronique-debord-lazaroZona arqueológica de Chan Chan, Perú. Este sitio fue declarado Patrimonio Cultural por la UNESCO en 1986 | Véronique Debord-Lazaro

Si tenemos que sintetizar de algún modo cuales son los nuevos procesos que se integran y que han llevado a la ampliación de la concepción del patrimonio cultural en la posmodernidad, debemos decir que esta complejización y extensión de sus contenidos se debe a que comienzan a redefinirse, configurarse, interrelacionarse y superponerse  varias de sus dimensiones, y también, que aparecen en escena nuevos agentes activadores.

Con esto quiero decir que sus dimensiones fundamentales: identitaria, política y económica están totalmente imbricadas. Su dimensión identitaria se refiere a que el patrimonio puede nuclear una identidad y que a su vez esta se vea representada simbólicamente en un elemento patrimonial. La dimensión política relacionada con el poder, es la juega el papel activador y legitimador de una determinada identidad y de los discursos sobre los elementos patrimoniales. Además los agentes políticos son quienes normalizan, institucionalizan, racionalizan, median y eligen que elementos culturales son consideramos patrimonio. Y en su dimensión económica, y bajo las alas del capitalismo, el patrimonio cultural representa un recurso económico, tasable, escaso y consumible. Esto queda totalmente representado a través del uso que da el turismo del patrimonio cultural como recurso y producto mercantilizado (Santamarina, et al, 2008).

En relación a la ampliación de los agentes activadores, encontraremos que no solo el Estado es el principal activador del patrimonio cultural, sino que otros organismos, asociaciones e instituciones comienzan a formar parte del juego activador. Desde lo más global, como puede ser la UNESCO, hasta el sector empresario y comercial, pasando por la sociedad civil representada por pequeños grupos locales (Hernández I Martí, 2008).

Resumiendo, la capacidad simbólica del patrimonio hace que se contengan en él fuertes connotaciones ideológicas, las cuales quedan encapsuladas, representadas y utilizadas por la sociedad para contrarrestar esa pérdida de objetos y prácticas culturales como consecuencia de la posmodernidad y todo lo que esta implica.

Por todo lo dicho, la definición más actualizada y acorde de patrimonio cultural, debe ser deducida como “(…) una construcción social, entendida ésta como la selección simbólica, subjetiva, procesual y reflexiva de elementos culturales (del pasado) que, mediante mecanismos de mediación, conflicto, diálogo y negociación donde participan diversos agentes sociales, son reciclados, adaptados, refuncionalizados, redituados, revitalizados, reconstruidos o reinventados en un contexto de modernidad. Tales elementos culturales se transforman en una representación selectiva que se articula a través de un discurso sobre los valores patrimoniales, y que se concreta o fija en forma de bien cultural valioso que expresa la identidad histórico-cultural de una comunidad, sirve a la legitimación de las estructuras de poder y permite la reproducción de los mecanismos de mercado.” (Hernández I Martí, 2008: 27).

Portada: Arte rupestre en la Patagonia, Ea. La María, Argentina © Diana Ramos


Para saber más:

  • ARIÑO VILLARROYA, A. (2012): “La patrimonialización de la cultura y sus paradojas postmodernas”, en Antropología: horizontes patrimoniales. Valencia, Tirant Humanidades; pp. 209-227.
  • BALLART HERNÁNDEZ, J. y J. JUAN I TRESSERRAS, (2001), Gestión del patrimonio cultural. Barcelona, Ed. Ariel, S.A.
  • BOLFY, C. (2001): “Patrimonio cultural nacional: el marco jurídico y conceptual”, DERECHO Y CULTURA, 4: 79-107.
  • DAVALLON, J. (2014): “El juego de la patrimonialización”, en Construyendo el patrimonio cultural y natural. Valencia, Ed. Germania, pp. 47: 76.
  • FONTAL, O. (2003), La educación patrimonial teoría y práctica en el aula, el museo e internet. Gijón, Ediciones Trea.
  • GARCÍA CUETOS, Mº P. (2012), El patrimonio cultural. Conceptos básicos. Zaragoza, Prensas Universitarias Zaragoza.
  • HERNÁNDEZ I MARTI, G.M. (2008): “Un zombi de la modernidad: el patrimonio cultural y sus límites”, La Torre del Virrey. Revista de estudios culturales, 5: 27-38.
  • MUÑOZ, S. (2003), Teoría contemporánea de la Restauración.  Madrid, Síntesis.
  • PRATS, LL. (1998): “El concepto de patrimonio cultural”, POLÍTICA Y SOCIEDAD, 27: 63-76, Madrid.
  • SANTAMARINA, ET AL, (2008): “El patrimonio etnológico e identidades en España”, Revista de Antropología Experimental– Universidad de Jaén, 15: 207-223.
  • SEGATO, R. (1998): “Alteridades Históricas/Identidades Políticas: Una crítica a las certezas del pluralismo global”, SERIE ANTROPOLOGÍA – Universidad de Brasilia, 234: 2-28.
  • TUGORES, F. y PLANAS, (2006), Introducción al patrimonio cultural. Gijón, Ediciones Trea.

[1] Según definición de patrimonio en la RAE.

[2] Entendiéndose identidad como una referencia común de valores presentes generados en la esfera de una comunidad y valores pasados identificados en la autenticidad de un objeto (Tugores y Planas, 2006).

[3] Tanto materiales como inmateriales.

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO?

RAMOS, DIANA: «Sobre el concepto de ‘patrimonio cultural’». Publicado el 29 de octubre de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.38 – URL: http://revistamito.com/concepto-patrimonio-cultural/

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Diana Ramos

Antropóloga por la Universidad Nacional de La Plata y Gestora Cultural por la Universidad de Valencia. Ha participado en numerosas campañas arqueológicas y proyectos culturales. Amante de la arqueología, la etnografía y los museos.

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