Inventemos un circo que funcione al revés. Un circo que en vez de ir de un poblado a otro presente a una ciudad como su principal atracción: «¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! contemplen la ciudad más extraña del mundo: Mexicali. ¡Si no le gusta no paga!» Ningún freak show sería competencia contra un hoyo pegado a la cerca que divide México y Estados Unidos. Ciudad fronteriza. Un millón de habitantes. Ciudad rara embriagada en caguama y luz solar.
—¿Cuánto cuesta un viaje a ese lugar? —preguntó un habitante de la lejana Alaska.
—Si va en verano, le puede costar la vida —contestó el maestro de ceremonias.
¿Qué se hace en esa ciudad? Bueno, si uno es dentista uno le pone dientes nuevos a los gringos; a precios bajos. Si uno es chino, pues uno le vende comida a los mexicanos; agregar carnitas y chiles güeritos es la clave de todo negocio. Si se es haitiano a uno le queda hacer vudú por las noches, deseando que las cosas mejoren día con día. Hay una buena combinación, que sin duda resultaría atractiva para cualquiera: ser mexico-americano, si se tiene esta suerte uno llega a ganar en dólares y a gastar en pesos. El mexican dream.
La ciudad se mueve en cuatro ruedas y se alimenta de combustible que por disposición federal aumenta en precio hasta cinco, diez, ¡veinte por ciento! El suelo por donde transitan los vehículos se mueve, tiembla, y no, no son los túneles de los chinos, aunque de eso nadie está seguro, a nadie le importa ya. Al sur de la ciudad hay lagunas y un río donde se juntan aves que dan la vuelta por todo el continente; todas esas cosas que a nadie le importan ya.
Claudia Lam. FB @claudialamphoto
Los datos geográficos más finos: un lugar llamado «Los santorales» sin signos de divinidad. Una colonia llamada «Progreso» que representa lo contrario. Un tal «Pueblo Nuevo» que se cae de viejo y una «Zona Dorada» sin ningún valor en especial.
Esta Ciudad-Circo es un verdadero milagro. Hace más de cien años unos hombres con excavadoras enormes y dinero en grandes cantidades lograron hacer que el agua fluyera en la región. No eran chinos ¿Por qué esa obsesión con decir que fueron los chinos, carajo? Bien, pues porque fueron los gringos. La verdad duele, duele de verdad.
Pero olvidemos quien fundó el circo y mejor hablemos de quienes lo echaron y echan a andar: los mexicalenses. El mexicalense es una cruza de sonorense, sinaloense, jalisciense… y ahí nos detenemos. La idea es que el mexicalense es de todos lados, incluyendo Asia y al Caribe. El mexicalense es una bestia noble que se alimenta de tortillas de harina, comida china y cerveza. ¿El narrador exagera? Afortunadamente no. Esta noble bestia festeja navidad, año nuevo, San Valentín, día de las madres y lo que sea con carne asada; una vez más, esto no es exageración alguna.
No exagero lo bello ni lo feo; como acto final del circo hay que reflexionar sobre la ciudad y su manía comparativa. Al otro lado del circo, pasando la cerca, se encuentra el país más poderoso del mundo. Tan poderoso que es un sueño de los publicistas y su branding «El país más poderoso del mundo» tremendo slogan. Nos encanta vernos en ese espejo, que todo lo contrario al espejo de Maléfica no nos dice que somos los más hermosos del reino. Nos recuerda que hay una, dos, tres, cuatro, cinco blanca nieves en el mundo y nos refleja como espejo de feria: a veces largo, a veces gordo, a veces ladeado. Siempre horrible.
Pero vamos aprendiendo que aunque no se tenga lo que tiene el vecino conservamos un cielo azul en los veranos; una necesidad imperativa de tomar con una mano la caguama y con la otra un destapador, un cuchillo, un encendedor, qué importa.
No sea esta una apología al alcohol, ni a las costumbres, ni a la frontera. Sea esta una apología a las rarezas de una Ciudad-Circo, al accidente que los mexicalenses llaman vida diaria y al milagro de sobrevivir verano tras verano en esa tierra abandonada por Lucifer.
Iván Bustamante FB @Mexicali686
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Ciudad-Circo». Publicado el 20 de febrero de 2017 en Mito | Revista Cultural, nº.40 – URL: |
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