A lo largo de este año 2015 se conmemora el bicentenario del nacimiento de varios personajes fundamentales en la vida cultural española del siglo XIX. Procedentes del campo de la literatura o el arte, todos ellos contribuyeron a la introducción y desarrollo del Romanticismo en España a través de sus obras individuales y las empresas colectivas en las que participaron.
A pesar de que Eugenio de Ochoa, Enrique Gil y Carrasco, Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera nacieron el mismo año y compartieron espacios, proyectos y amistades, su fortuna crítica en el campo de las letras y las artes ha sido muy desigual. Enrique Gil y Carrasco ha pasado a la posteridad por su novela histórica El señor de Bembibre, publicada en 1843, tan sólo tres años antes de que la tuberculosis truncara una carrera corta pero muy intensa. Sin embargo, Eugenio de Ochoa, también literato y además académico, yace en el olvido de público y bibliografía más allá de su papel de fundador de la mítica revista romántica, de breve vida, El Artista.
Mismo paralelismo puede hacerse entre los pintores Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera, protagonista de este artículo. Federico de Madrazo, miembro de la importante y extensa saga familiar de los Madrazo, fue, además de pintor de Corte como su padre, director del Museo del Prado y la Academia de Bellas Artes de San Fernando, convirtiéndose asimismo en el retratista más demandado y prestigioso de las décadas centrales del siglo XIX. La carrera de Carlos Luis de Ribera, por el contrario, fue más discreta a pesar y tal vez debido a que se desarrolló en paralelo a la de Federico, amigo suyo en un principio y compañero en varias empresas editoriales y artísticas como la ya citada revista El Artista. Además, en las figuras de Federico y Carlos Luis venía a reflejarse la rivalidad profesional que ya había existido entre sus padres José de Madrazo (1781-1859) y Juan Antonio Ribera (1779-1860).
A este “estar bajo la sombra de” hemos de sumar el llamativo olvido que sufre el siglo XIX español entre el gran público, instituciones y planes académicos, hasta el punto de que, casi de manera sistemática, y con la única excepción de la literatura, las bellas artes decimonónicas han sido hasta hace poco y todavía despreciadas, salvándose escasísimos nombres cuyo rescate condena aún más al desconocimiento a numerosos artistas que aún esperan un poco de atención y revalorización por parte de estudiosos y público.
Federico de Madrazo, Retrato de Carlos Luis de Ribera (1838)
En el caso de Carlos Luis de Ribera, la bibliografía existente sobre su vida y obra es más bien escasa. Gracias a la monografía publicada en 1983 por Pilar de Miguel Egea, titulada Carlos Luis de Ribera. Pintor romántico madrileño, y que constituía sólo una parte de su tesis doctoral, disponemos de un catálogo bastante amplio de sus pinturas, así como de aportaciones documentales hasta el momento inéditas. Más allá de este libro, Carlos Luis de Ribera ha recibido exigua atención con la excepción de artículos sobre algún asuntos específico o como parte de obras y catálogos más amplios dedicados al siglo XIX español.
Carlos Luis de Ribera y Fieve nació en Roma, en un día aún desconocido de 1815, hijo del pintor Juan Antonio Ribera, quien había estudiado con Francisco Bayeu primero y con el gran pintor neoclásico Jacques-Louis David en París después. Ribera padre se encontraba en Roma exiliado debido a la Guerra de Independencia española y en la Ciudad Eterna ocupando el puesto el puesto de pintor de cámara de Carlos IV. Fue precisamente este rey, junto a su esposa María Luisa de Parma, quien desempeñó el papel de padrino del pequeño Carlos Luis.
Carlos Luis marchó a Madrid muy joven, con motivo del nombramiento de su padre como pintor de cámara de Fernando VII, y allí recibiría sus primeras lecciones de pintura, de mano de su progenitor. Como él, se formó en los géneros de la pintura de historia y de religión y llegó a ganar con tan sólo 15 años el primer premio en el concurso de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El joven Carlos Luis estuvo pensionado en Roma y en París, donde se formó con el pintor Paul Delaroche (1797-1856), pintor de historia conocido por sus representaciones de temas napoleónicos y episodios de la historia inglesa. En la capital francesa coincidirá con Federico de Madrazo y allí ambos mantendrán una relación estrecha que tendrá su trasunto en los retratos mutuos que realizarán.
Durante esta década de 1830, Carlos Luis de Ribera participará en la revista El Artista, proyecto editorial de corta pero intensa vida surgido a imitación de la revista francesa L’Artiste por iniciativa de Federico de Madrazo y Eugenio de Ochoa. Para esta revista, que se editó únicamente durante un año y comprendía la publicación de poesía, relatos cortos y breves artículos sobre arte y literatura, Carlos Luis de Ribera realizó varias ilustraciones, siendo sin duda la más destacada la de la propia portada del primer número.
Portada de la revista francesa L’Artiste (izquierda) y El Artista (derecha)
Esta portada de El Artista era toda una declaración de intenciones en cuanto a los intereses artísticos, literarios y estéticos de sus colaboradores. No en vano, su elemento protagonista es un arco apuntado de clara raigambre gótica, estilo que será recuperado y exaltado por todo el Romanticismo europeo. Otras de sus ilustraciones formaron parte de artículos de Eugenio de Ochoa, relatos de Pedro de Madrazo o versos del Duque de Rivas y otros poetas anteriores.
Como muchos otros románticos, tras la desaparición de El Artista, Carlos Luis de Ribera colaboró con otras publicaciones de mismo espíritu y breve vida. Por ejemplo, en El Renacimiento (1847), ilustró un artículo de Pedro de Madrazo.
Las décadas de 1840 y 1850 traerán grandes encargos para el aún joven Ribera. Uno de ellos es la decoración mural del actual hemiciclo o Salón de Sesiones del Congreso de los Diputados y de su Gabinete de Ministros, que había comenzado a construirse en 1843. Junto a él participarían otros destacados pintores como Joaquín Espalter, José Camarón o, como no podía ser de otro modo, Federico de Madrazo.
El programa iconográfico del Salón de Sesiones gira en torno a la Alegoría de España, en la que aparece Isabel II acompañada de personificaciones de la Nación, la Fuerza y el Saber. Junto ella, se reúne toda una galería de hombres ilustres de la historia de España: Cristóbal Colón, El Cid o Velázquez son sólo algunos de ellos. El resto de la bóveda recoge escenas relacionadas con legisladores de las épocas romana, visigoda y la Reconquista, dando lugar a un conjunto complejo.
Hemiciclo del Congreso de los Diputados, Madrid
De los años centrales de la década de 1840 data la realización de la obra Origen del apellido Girón en la batalla de la Sagra, firmado y fechado en 1845. Narra un hecho histórico que, según la tradición y unos versos de Cervantes, habría dado lugar al apellido Girón. Parece que esta obra fue realizada al final de su estancia en París y regalada al Duque de Osuna, siendo expuesto tanto en París como en Madrid y recibiendo grandes elogios.
Otro importante encargo tuvo como promotora, según parece, a la misma reina Isabel II. Se trató de la pintura La Conquista de Granada, conservada en la Catedral de Burgos, y tenía como asunto inicial la colocación de la cruz y el pendón de Castilla en la Alhambra, en enero de 1492. Sin embargo, a pesar de que es posible fechar este encargo en 1853, la fecha de conclusión que aparece en el lienzo es la de 1890, siendo por tanto la última obra fechada de Ribera. Además, no fue colgada inmediatamente en la catedral de Burgos, sino que previamente los descendientes del pintor intentaron vender la obra al Estado, hasta que finalmente un particular la adquirió, ya después de la Guerra Civil, y la donó al obispo de Burgos.
En la pintura, además de los reyes Isabel y Fernando rezando y dando gracias ante la ciudad de Granada, aparecen numerosos personajes de la época como Gonzalo Fernández de Córdoba o Cristóbal Colón, destacando así la composición por su esmerada documentación en cuanto a retratos e indumentarias. Para esta obra se conservan algunos dibujos preparatorios en el Museo de Bellas Artes de Granada.
La conquista de Granada (Catedral de Burgos) y Dibujos preparatorios (Museo de Bellas Artes de Granada) © Alegra García García
Finalmente, otro de los grandes encargos en los que participó Ribera fue en la decoración de la iglesia madrileña de San Francisco el Grande, que desde 1879 estaba experimentado una importante remodelación y reforma por iniciativa de Antonio Cánovas de Castillo. En concreto, la intervención concerniente a la pintura mural que decora las bóvedas de la iglesia se desarrolló entre 1880 y 1889, siendo una de las grandes empresas artísticas del momento. En este encargo participaron algunos de los principales pintores del momento: Casto Plasencia, Salvador Martínez Cubells, Manuel Domínguez, Alejandro Ferrant o José Casado de Alisal. Carlos Luis de Ribera desempeñó el papel de director del proyecto, presentando un proyecto decorativo para el templo que consistía en indicaciones iconográficas y algunos dibujos o bocetos. Gran parte de este material preparatorio se conserva en la actualidad en el Museo del Prado.
Interior de la cúpula de la basílica de San Francisco el Grande, decorada con pinturas relativas a Nuestra Señora de los Ángeles
No podía faltar, en este breve recorrido por la vida y obra de Carlos Luis de Ribera, una alusión a su faceta como retratista, sin duda la más fructuosa pero de más difícil estudio al encontrarse muchas de las obras en colecciones privadas. Para los pinceles de Ribera posaron numerosas personalidades de la alta sociedad española del momento: no sólo los reyes Isabel II, Amadeo I y Alfonso XII, sino también José María Queipo de Llano Ruiz de Saravia, el XV Duque de Alba y los Duques de Osuna.
A lo largo de su vida Carlos Luis de Ribera recibiría diferentes honores y ocuparía diversos cargos. Por ejemplo se le condecoró con la Orden de Carlos III al mérito y fue académico, profesor y director de la Academia de Bellas de San Fernando y pintor de cámara honorario de Isabel II. Asimismo, sus obras estuvieron presentes en exposiciones de París o en las exposiciones nacionales de Bellas Artes de Madrid y las organizadas por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, recibiendo sus pinturas, en su mayoría retratos, distinciones en varias ocasiones.
Retrato de Isabel II niña, c. 1835; Retrato de la Duquesa de Osuna, 1866; Retrato de Alfonso XII, 1874
Tras su muerte, acaecida en abril de 1891, los principales periódicos y revistas españoles del momento publicaron diversas necrológicas que, con mayor o menor acierto en datos, fechas y apreciaciones, rindieron homenaje a un pintor cuyo lenguaje parecía ya anquilosado en un pasado remoto, el de los románticos nacidos durante las dos primeras décadas del siglo XIX, de los que ya quedaban pocos y los que quedaban no dejaban de percibirse a sí mismos como personajes fuera de tiempo lugar. El propio José Zorrilla, el poeta romántico por excelencia, escribía lo siguiente pocas semanas antes de su muerte en enero de 1893: “Yo ya he muerto, mi querido tocayo; mi extemporánea e inverosímil coronación fue mi muerte civil, y tengo que aguardar la próxima muerte en el silencio y la oscuridad”[1].
Así, por ejemplo, en la breve necrológica aparecida el 26 de abril de 1891 en la Ilustración hispano-americana, el cronista indicaba que “Ribera estaba fuera de su época; pertenecía a otra generación; la nueva se le había echado encima con su empuje”. Y esta nueva generación, que ya estaba mostrando sus frutos con grandes éxitos nacionales e internacionales, se impuso de tal modo que para Carlos Luis de Ribera y otros muchos de su época supuso el olvido de público e historiografía, a la espera de una recuperación a veces demasiado lenta, a veces, aún, inexistente.
Imagen de portada: Carlos Luis de Ribera, La familia de Gregorio López Mollinedo (1854)
Para saber más…
- Araújo-Costa, Luis: El pintor Carlos Luis Ribera. Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. 1944, 48 , pp. 247-262.
- Navarro, Carlos: Los bocetos para la decoración de San Francisco el Grande (1880-1889), Boletín del Museo del Prado. 2003, 39, pp. 60-87. Disponible online aquí: https://www.museodelprado.es/uploads/tx_gbboletinobras/numero_39_06.pdf
- Miguel Egea, Pilar de: Carlos Luis de Ribera: pintor romántico madrileño. Madrid: Fundación Vega-Inclán, 1983.
- Rodríguez Gutiérrez, Borja: «Yago Yasck» de Pedro de Madrazo y las ilustraciones litográficas de Carlos L. de Ribera. En Rodríguez Gutiérrez (ed.). Trece cuentos del Romanticismo Español. Florida: Stockcero Doral, 2009, pp. 271-286.
[1] YEVES ANDRÉS, Juan Antonio (ed.): Zorrilla y Lázaro. El viejo poeta y el editor mecenas (1889-1893). Madrid: Ollero y Ramos Editores, 2001, p. 72
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? https://revistamito.com/carlos-luis-de-ribera-un-bicentenario-olvidado/ : «Carlos Luis de Ribera: un bicentenario olvidado». Publicado el 19 de mayo de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.21 – URL: |
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