El camuflaje es uno de los métodos más utilizados en el arte de hoy día. Son muchos los artistas que se han servido de esta técnica para hacer visible, en su mayoría, la situación actual.
Por Irene Romero Fernández
El camuflaje es uno de los métodos más utilizados en el arte actual, bien representando la adaptación al medio, es decir, a la sociedad del espectáculo[1] reinante hoy día, bien como denuncia o como forma de explorar el problema global de la identidad, el ansia del anonimato y la uniformidad en un mundo globalizado y altamente vigilado bajo el pretexto de la seguridad[2].
Según Maite Méndez[3], ha sido el imperio del simulacro en la sociedad del espectáculo, así como el cultivo y uso generalizado del disfraz y la máscara lo que ha provocado que el camuflaje se haya convertido en uno de los motivos recurrentes del arte actual.
Como los animales, los seres humanos nos hemos ido adaptando al medio, y para una mayor efectividad nos hemos hecho con algunas de las técnicas de camuflaje del mundo animal. Pero nuestro depredador es uno muchas más esquivo, la Sociedad, creada por nosotros mismos y a la cual tenemos que enfrentarnos o bien dejarnos atrapar.
Pero ¿cómo escapar de ella sin ser vistos? ¿Cómo enfrentarse a sus normas establecidas?
El camuflaje en estas obras puede aludir a infinidad de cuestiones, por una parte tenemos una corriente en la que el objetivo principal es la crítica hacia la sociedad de consumo y el sistema imperante en el que nos encontramos inmersos. En la obra de estos artistas entre los que destacan Liu Bolin y Desiree Palmen, vemos la utilización de las técnicas de camuflaje con una gran maestría. Con la ayuda de éstas consiguen formar parte del entorno, volviéndose invisibles a la Sociedad y de esta forma desaparecen, pues no hay mayor camuflaje en un mundo totalmente controlado que aquel que te permita la invisibilidad.
La obra de Liu Bolin va más allá del mero camuflaje del artista. El fotógrafo intenta en cada una de sus obras hacer alusión a las millones de personas que se mantienen en el anonimato y que para muchos no representan nada, pero que por el contrario son la mayoría.
En palabras del señor Bolin, su trabajo exhibe los instintos animales e intenta adentrarse en la exploración humana y, sobre todo, adentrarse en la soledad y en el anonimato de millones de personas que, para muchos, parecen ni tan siquiera existir.
Una de las series más destacadas y cargadas de contenido es Escondido en la ciudad. Esta serie tuvo su comienzo en 2005 tras el derrumbamiento por parte del gobierno chino del barrio de Suo Jia Cun (Beijing), el cual tenía la mayor concentración de artistas por km2 de toda Asia y en el que se encontraba el estudio del artista. Tras este suceso, y ante tal indignación, Bolin se decidió a desaparecer de donde no lo querían pero sin moverse del sitio.
En su mimetización perfecta viene a decir silenciosamente que el mundo no puede carecer de la sensibilidad de los artistas porque le es inherente. «Si me quieren echar de la ciudad yo me esconderé en ella». Para protestar tomó una foto en los escombros (pintado de blanco como la única parte del muro aún en pie, y gris como el polvo depositado en el suelo después de la demolición) que lo hizo famoso en todo el mundo[4]. En esta serie se observa su intento por explorar la sociedad china, al mismo tiempo que protesta en “silencio” contra su gobierno.
Por otra parte la obra de Desiree Palmen se desarrolla en esta misma línea.
La idea de un mundo controlado por cámaras, como ya ocurriese en el famoso libro de Orwell “1984”, hizo que la artista dirigiese su obra fotográfica a la idea de la invisibilidad.
Pasar desapercibido se ha convertido en una utopía en un mundo en el que dejamos demasiadas huellas de nuestros itinerarios por la realidad y el deseo. Palmen calibra la posibilidad de escamotear nuestra presencia de la vigilancia a la que la somete el creciente uso de videocámaras y de sistemas de información electrónica de detección de la identidad. Ésta constituye la preocupación central de su discurso artístico, como asegura Arno van Roosmalen, quien subraya también el trabajo del diseño de la ropa que entrañan sus trabajos fotográficos, vídeo y acciones site-specific. El resultado final ha de constituir un desafío para el ojo humano, incapaz de establecer distinción alguna entre figura y fondo.
Las implicaciones sociales y políticas de este trabajo se han hecho aún más evidentes en años recientes, cuando Palmen traslada sus camuflajes a los callejones sometidos a video vigilancia de una ciudad como Jerusalén. Ante ellos cabe siempre la duda sobre si esta sorprendente mimetización, de marcado acento irónico, es una forma de subversión contra un sistema con sesgos orwellianos, o bien la historia de una resignación, esto es, el retrato de una forma de atadura al medio debida a que adaptarse sea ya la única forma de no perecer[5].
En una línea en la que prevalece más el discurso feminista y de lucha contra el sistema patriarcal que aún impera en la sociedad actual encontramos la obra de Gina Zacharias, Janieta Eyre y Liliana Angulo. Los escenarios en estas fotografías se reducen al ámbito doméstico, por una parte, por ser éste un lugar con el que se ha relacionado a la mujer durante toda la historia, y por otra, como medio para denunciar la situación vivida. En estos trabajos veremos cómo se mimetizan con el entorno. Como si de ciertos animales se tratase, toman el color y la apariencia del lugar, para engañar, o bien a la “presa” o bien a su “enemigo”. Porque según vamos viendo, no sólo pretenden adaptarse al medio, sino reivindicar su lugar ante su legendario “enemigo” el varón, pues ha sido el papel, que éste ha usurpado, el que ha relegado a la figura femenina a un “segundo plano”.
A pesar de la ironía presente en casi todas la obras contemporáneas que recurren al camuflaje, y especialmente en estas versiones femeninas del mismo, las estrategias camaleónicas también pueden remitir a ideas menos paródicas, como las de indeterminación, pérdida de individualidad y de identidad, tal es el caso de la artista Gina Zacharias, la cual en su serie Chameleon, se sitúa sobre un fondo de pared revestido de papel pintado y un suelo de parquet que remite a un interior doméstico, y con el cual se mimetiza a través del uso de vestidos de los mismos colores que los del papel de pared. Pero no llega a una fusión total, sino que se adecua al entorno, como si fuese otro objeto doméstico más.
Posiblemente use los rasgos del camaleón para escapar de la observación del depredador o agresor, pero manteniendo la mirada alerta. Es un intento de pasar inadvertido, desapercibido, manteniendo la ventaja de mirar, ver y percibir lo otro o al otro. Son entonces, la inmovilidad, el pasmo, la inexpresividad facial, repetidas, las que redundan en las estrategias de ocultación. Pero sabemos, que la causa determinante en la evolución del cambio de color del camaleón fue la necesidad de resultar más llamativo, ya fuese para llamar la atención de posibles parejas como para mostrar su agresividad. Quizás por ello debemos dudar de la aparente calma que reina en las imágenes camaleónicas de Zacharias[6].
Esto nos sugiere que el objetivo pretendido por Zacharias en este trabajo, vaya más allá de una simple adaptación, y que esconda tras de sí, una búsqueda de identidad femenina, sumisa durante siglos, pero que desde hace un tiempo lucha por salir a la luz y ser reconocida como artista.
Por otra parte la búsqueda de identidad y la exploración del yo, también han sido representadas por algunas artistas usando el camuflaje para ello. A razón de esto, y como bien diría Estrella de Diego en su obra “No soy yo”[7], solo en el espacio narrativo son capaces de convivir los dos sujetos; solo las convenciones narrativas devuelven la coherencia a estas contradicciones que implica abordar el relato autobiográfico, puro consenso.
En esta teoría se basa la obra de la artista londinense Janieta Eyre, pues mediante el uso de una fotografía narrativa crea diferentes espacios, mayormente domésticos, pero utilizando una estética que roza lo monstruoso y sobrenatural.
En su serie Motherhood (Maternidad), la artista se disfraza de varios personajes, alude a cuestiones como la identidad y el transgénero, esa dualidad permanentemente puesta en entredicho por el arte contemporáneo. El motivo de las gemelas, o en este caso, “siamesas”, es muy recurrente en todos sus autorretratos. A menudo es éste un intento, físico o metafórico, de ver todos los lados de uno mismo. Así, ella misma se convierte en su propia doble, imitándose de manera inquietante.
Este espacio narrativo de desdoblamientos y disimulos sirve de camuflaje a la autora, que hace las veces del lugar donde es posible perder el rostro – que equivale a liberarse de la identidad, consenso a su vez –. Dicho espacio narrativo asegura, por tanto, impunidad al sujeto. Y el sujeto – el contemporáneo al menos – va incesante en busca de la impunidad, entendida ésta como camuflaje. Ha aprendido que protegido por el disimulo es posible retar a la autoridad y desenmascarar los discursos esencialistas[8].
Como colofón final veremos la obra de la afrocolombiana Liliana Angulo.
En su caso, la búsqueda de identidad, se basa en una búsqueda de identidad racial. Esta artista pretende hacer una reivindicación de la raza negra, particularmente colombiana, y de su importancia en la conformación de dicho país y de sus actuales miembros.
En sus series, observamos como tema recurrente el cliché de la “negrita”, aquella doncella que servía a las familias blancas coloniales, vestida con pañoleta y vestido de lunares, como vemos en su serie Mambo Negrita. Pero en este caso no se recrea en la marginalidad racial, sino que su recriminación la elabora a través de la parodia. Pues en estas imágenes no vemos a una “negrita” servicial, como sería el caso, sino que ésta es luchadora, descarada.
Aunque debemos decir, que aún tomando el humor como punto de partida, su obra se inscribe dentro de una verdadera posición crítica, que hace de la realidad un punto de análisis, como decíamos anteriormente, en un contexto como el colombiano, donde ser negro aun es bastante problemático.
[1] Sociedad del espectáculo: término utilizado por Guy Debord. Él la definiría de la siguiente forma «La modernidad consistía en que el capitalismo pasaba de la necesidad al deseo, de hacer hincapié en la producción a hacerlo en el consumo. Comprar lo que uno compra no a causa de un deseo subjetivo, sino debido a que es objetivamente comprobable que no puedes vivir sin eso».
[2] MENDEZ, M. y PIZARRO, P. Camuflajes. [Catálogo Exposición]. La Casa Encendida. Ed. Caja Madrid Obra Social. Madrid, 2009. Pág. 10.
[3] Ibíd. Pág. 16
[5] MENDEZ BAIGES, Maite. Camouflages. La Casa Encendida Madrid 2009. Pág. 96-97
[6] Ibíd. Pág. 180.
[7] DIEGO, Estrella de. No soy yo. Autobiografías, performance y los nuevos espectadores. Ed. Siruela. Madrid, 2011. Pág. 44.
[8] Ibíd. Pág.44