Hoy día, gracias a internet podemos localizar y descargar en pocos segundos la imagen de una pintura que acabamos de ver en un museo o que se encuentra a miles de kilómetros de nuestra casa. La difusión del arte jamás ha sido mayor en alcance y calidad. Sin embargo, el interés por difundir el patrimonio no es algo exclusivo de nuestra sociedad del conocimiento: el siglo XIX, momento en que se gesta la historia del arte como disciplina, verá aparecer diferentes iniciativas que, haciendo uso de las técnicas y medios de reproducción existentes en la época, intentarán documentar y difundir un patrimonio artístico que apenas se estaba comenzando a valorar y conocer y que, por otro lado, debido a diferentes avatares históricos y políticos, podía perderse para siempre.
En el presente artículo trataremos a modo de introducción algunas de las empresas editoriales que, durante el siglo XIX español, intentaron contribuir a la divulgación del arte con mayor o menor alcance y fortuna.
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Para introducirnos en la difusión del arte y el patrimonio que se desarrolló de manera tan profusa a lo largo del siglo XIX, resulta imprescindible en primera instancia mencionar las técnicas de la litografía y la cromolitografía, pues serán las empleadas en la ilustración de la mayoría de los textos que mencionaremos a continuación.
La creación de la litografía se remonta a los últimos años del siglo XVIII, teniendo lugar su desarrollo y rápida difusión durante el siglo XIX debido a las grandes posibilidades que ofrecía a los artistas (no en vano, el propio Goya contribuirá a su perfeccionamiento). Esta técnica se basa en el uso de una piedra caliza, pudiendo dibujarse directamente sobre ella con una plumilla de acero (método calcográfico) o bien transportando el dibujo desde un papel mediante el uso de un lápiz graso (barra litográfica) (método litográfico). A continuación la piedra se humedece, absorbiendo ésta el agua, y se pasa el rodillo de entintar, de manera que el dibujo, realizado con lápiz graso, retiene la tinta, mientras que el resto del soporte la repele. Con un torno litográfico se presiona el papel contra la piedra, consiguiéndose así la estampación. La principal ventaja de esta técnica es que pueden realizarse amplísimas tiradas, por lo que será la preferida en la publicación de periódicos y revistas ilustradas que perseguían llegar al público más amplio posible a un precio mucho más accesible.
Valentín Carderera, Vista exterior de las ruinas de Burgos (litografía)
Una mejora importante que experimentó la litografía, ya en torno a la década de 1840, fue la inclusión del color, dando lugar a la cromolitografía. Para ello debían hacerse tantos dibujos, sobre la piedra o papel, como tintas de colores fueran necesarias, correspondiendo a cada color deseado una piedra diferente. Como puede deducirse, un proceso tan laborioso como éste fue empleado fundamentalmente en publicaciones de lujo; al final de este artículo comentaremos dos de ellas.
En cuanto al proceso creativo de estas litografías, era habitual que estuvieran basadas en dibujos realizados por artistas de mayor o menor prestigio, muchas veces fruto de viajes por diferentes lugares de la Península subvencionados por las Comisiones Provinciales de Monumentos[1]. También fue frecuente que un mismo dibujo sirviera de modelo para las litografías de diferentes publicaciones o que los artistas pidieran y recibieran dibujos de otros pintores y dibujantes para elaborar los suyos. Es el caso, por ejemplo, de Valentín Carderera, cuyos dibujos pudieron servir de modelo a Parcerisa para la lámina de Ávila de Recuerdos y Bellezas de España, a Cecilio Pizarro para su vista del ábside de la catedral de Ávila publicada en El Arte en España y, por último, para la litografía incluida en Monumentos Arquitectónicos.
De izquierda a derecha y arriba abajo: Valentín Carderera, Ábside de la Catedral de Ávila. Fundación Lázaro Galdiano.; lámina de Recuerdos y Bellezas de España (1865); ilustración de El Arte en España (1866); lámina de Monumentos Arquitectónicos.
En relación con el contenido de tipo artístico de las publicaciones que mencionaremos a continuación, conviene comentar, en primer lugar, que lo habitual es que el texto esté acompañado de imágenes, si bien también es posible encontrar láminas independientes. Los artículos sobre arte podrán ser de contenido y forma variados, dependiendo de la publicación y su finalidad: en obras de carácter más erudito y menor difusión encontraremos monografías de cierta extensión acompañadas de láminas de gran tamaño y calidad; en publicaciones tales como semanarios y revistas, destinadas a un público más amplio y con una periodicidad más corta, abundarán los artículos breves o más extensos pero presentados por entregas dedicados a cuestiones como la historia de un estilo artístico, la vida de un artista, viajes artísticos o simplemente reflexiones en torno al arte o el proceso creativo. En todos estos casos las ilustraciones son de menor tamaño y suelen estar insertas en el texto.
A pesar de la variedad de temas tratados en las diferentes publicaciones a lo largo de todo el siglo XIX, sí se detecta, especialmente en la primera mitad de la centuria, preferencia por monumentos levantados durante la Edad Media, tanto cristianos como hispanomusulmanes, siguiendo el gusto romántico por este período. Pintores como Rafael, Velázquez y sobre todo Murillo serán tratados con frecuencia en semblanzas biográficas e incluso se convertirán en protagonistas de relatos breves.
Para iniciar nuestro breve recorrido por algunas (no todas) de las publicaciones periódicas del siglo XIX que contribuyeron a la difusión y conocimiento del patrimonio histórico-artístico español, traemos en primer lugar la mítica revista El Artista. Aunque de corta vida (1835-1836), esta revista, nacida a imitación de la francesa L’Artiste por iniciativa del artista Federico de Madrazo y el literato Eugenio de Ochoa, contó entre sus colaboradores con nombres luego fundamentales en el Romanticismo español como José de Espronceda, que en sus páginas publicó por primera vez su celebérrima Canción del pirata.
En El Artista había lugar para la poesía, los relatos breves, las reseñas teatrales y musicales y, por supuesto, el arte. En sus páginas encontramos textos de Valentín Carderera, Manuel de Assas o Pedro de Madrazo, entre otros, que reflexionan acerca de la situación del arte y el artista en la España del momento, divagan en torno a algunos estilos artísticos y narran la vida de los que entonces se consideraban principales artistas. A la palabra se sumaban los dibujos de Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera.
Portada e ilustración de uno de los números de la revista El Artista
A esta publicación, considerada por muchos la introductora del Romanticismo en España, siguieron otras que en ocasiones tuvieron entre sus redactores a algunos literatos y artistas que habían colaborado en El Artista. Baste mencionar aquí a No me olvides (1837-1838) o El Renacimiento (1847), revistas también de corta vida pero de gran calidad en su forma y contenido en las que el arte estaba muy presente.
La única revista fundada en estos años que supo resistir con mejor fortuna los problemas económicos habituales en este tipo de empresas fue el Semanario Pintoresco Español (1836-1847), dirigido por Ramón de Mesonero Romanos. En él se incluían novelas cortas, biografías y artículos de diferente temática, incluida la artística. El texto se acompañaba de grabados que, en el caso de textos sobre monumentos arquitectónicos, nos sirven para conocer cuál era su estado de conservación o, de haberse perdido, cuál era su aspecto.
Portada del primer tomo de Recuerdos y Bellezas de España
Uno de los proyectos editoriales más alabados por la calidad de sus textos e ilustraciones, “obra destinada para dar a conocer sus monumentos, antigüedades, paisajes, etc., con láminas dibujadas del natural y litografiadas” según reza en su subtítulo, fue el encabezado por el dibujante y grabador Francisco Javier Parcerisa, responsable de las litografías. Se trata de Recuerdos y bellezas de España, publicado en varios volúmenes que correspondían a diferentes regiones españolas aunque, debido a problemas de financiación, tan habituales por otra parte en el caso de estas publicaciones, algunas provincias como Navarra no vieron su tomo publicado. En cualquier caso, los libros de esta colección que sí fueron editados corrieron a cargo de algunos de los grandes eruditos de la época, destacando entre ellos José María Quadrado, Pedro de Madrazo o Francisco Pi y Margall. La vida de esta obra colectiva se desarrolló entre los años 1839 y 1865 y fue publicada en Madrid y Barcelona.
Ábside de la Catedral de Ávila. Lámina perteneciente al volumen correspondiente a Ávila de Recuerdos y Bellezas de España (1865)
En los mismos años en que Recuerdos y bellezas se publicaba en España, en París veía la luz una nueva obra que combinaba también texto e imagen. Si bien menos ambiciosa en extensión que Recuerdos… la España Artística y Monumental tenía como principal atractivo la participación del conocido pintor gallego Genaro Pérez Villaamil, responsable del desarrollo en España del paisajismo romántico y sobre todo célebre por sus vistas de interiores arquitectónicos tanto en lienzo como en litografía. La España Artística y Monumental constaba también de un texto, a cargo del político y literato Patricio de la Escosura, y su publicación comenzó en 1842, prolongándose hasta 1850.
Exterior de la catedral de Toledo. Lámina procede de España Artística y Monumental
De 1862 data la creación de la revista El Arte en España, cuya vida se extendió hasta 1869. Creada por el importante crítico e historiador del arte Gregorio Cruzada Villaamil, hoy recordado sobre todo por su contribución al estudio de la vida y obra de Velázquez y Goya, El Arte en España destacó por la calidad tanto de sus contenidos como de su propia concepción formal. En sus páginas es posible encontrar artículos sobre piezas y documentos, biografías de artistas o reflexiones sobre la situación del arte en la España del momento.
La segunda mitad del siglo XIX vio aparecer dos ambiciosas publicaciones, fundamentales en el conocimiento y difusión del arte español dentro y fuera de la Península. Concebidas como ediciones de lujo que aunaban texto con litografías de gran calidad, tamaño y precisión técnica, tanto Monumentos Arquitectónicos de España (1852-1881) como el Museo Español de Antigüedades (1872-1880) contaron con los principales eruditos del momento en materia artística y arqueológica para la realización de las monografías que integran ambos libros.
Monumentos Arquitectónicos de España estuvo dedicada, como indica su nombre, al patrimonio arquitectónico español y se encontraba vinculada a la Academia de Bellas Artes de San Fernando. A través de sus páginas encontramos los textos de Pedro de Madrazo, Francisco María Tubino o José Amador de los Ríos a los que diversos dibujantes y pintores aportaron sus dibujos para ilustrar edificios como la catedral de Ávila, la sinagoga de Santa María la Blanca en Toledo o la Alhambra de Granada. En total 281 láminas de monumentos procedentes de 24 provincias. Sin embargo, el proyecto fue suspendido en 1881 debido al alto coste de producción.
Los diferentes edificios eran organizado en tres grandes grupos, correspondientes a las tres grandes culturas que poblaron la Península: pagana, mahometana y cristiana.
Lámina procedente de Monumentos Arquitectónicos Españoles (izquierda) y Museo Español de Antigüedades (derecha)
Por su parte, el Museo Español de Antigüedades centró sus monografías en piezas de arqueología, pintura y escultura que se conservaban entonces en el Museo del Prado o, especialmente, en el recién creado Museo Arqueológico Nacional (fue inaugurado en 1871 por Amadeo de Saboya). Se publicaron once volúmenes y algunas de las obras estudiadas fueron el tesoro de Guarrazar, descubierto apenas diez años antes, el conjunto escultórico del Cerro de los Santos o el crucifijo de don Fernando y doña Sancha.
Como viene siendo habitual en la mayor parte de las publicaciones del siglo XIX, los intereses de estas dos obras se centran en la Antigüedad, tanto prerromana como clásica, la Edad Media y el Renacimiento, quedando prácticamente excluidas manifestaciones artísticas correspondientes al Barroco o el Neoclasicismo. La recuperación y difusión de estos períodos llegará más adelante, de la mano de otras publicaciones periódicas y libros.
Imagen de portada: Valentín Carderera, Vista exterior de las ruinas de Burgos (detalles). Acuarela
Para saber más…
- El Artista
- Semanario pintoresco español
- España artística y monumental
- El Arte en España
- YEVES ANDRÉS, Juan Antonio: Pedro de Madrazo y Jaime Serra. Epistolario y viaje artístico por Zaragoza, Navarra y la Rioja. Madrid: Fundación Lázaro Galdiano, 2014
[1] La Fundación Lázaro Galdiano publicó recientemente un pequeño libro sobre los dibujos que el pintor catalán Jaime Serra realizó viajando por diferentes provincias españolas y que luego sirvieron para la elaboración de litografías. Véase YEVES ANDRÉS, Juan Antonio: Pedro de Madrazo y Jaime Serra. Epistolario y viaje artístico por Zaragoza, Navarra y la Rioja. Madrid: Fundación Lázaro Galdiano, 2014
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