Enfrentando la soledad ética: Escuchar, transformar la narrativa y buscar la justicia.[1]
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Retomando el concepto de Jill Stauffer, esta segunda parte habla acerca del poder de escuchar para apoyar en la recuperación de las personas, así como de la transformación de narrativas de traumas en parte de una historia de vida.
El artículo pasado[2] concluyó mostrando las limitaciones de las instituciones encargadas de proporcionar justicia para ayudar en la recuperación de las personas afectadas por condiciones de represión o de violencia en su contra (o en contra de sus seres queridos). Es importante situar a la soledad ética en su debido contexto – en la discusión sobre justicia transicional y reconciliación política. Un ejemplo actual y muy reciente es el caso de Colombia y las FARC, pero también se puede hablar de Sudáfrica, las dictaduras latinoamericanas, los genocidios de Europa del Este en los 90’s, y la actual crisis de refugiados provenientes del Medio Oriente. Como Stauffer señala, la soledad ética es una manera diferente de visualizar los problemas que las instituciones y el legalismo tradicional no son capaces de ver. Por lo tanto, analizándolo desde una perspectiva eminentemente filosófico-ética, se pueden entender mejor las situaciones que muchas personas viven y así proceder a diseñar soluciones viables para restaurar su sensación de seguridad en el mundo y su confianza en el resto de la humanidad.
Aunque no todas aquellas personas que sufren de soledad ética han estado sometidas a vivir bajo dictaduras o vivir en zonas de conflicto, un porcentaje mayoritario sí ha tenido que pasar por estas condiciones. Una de las necesidades básicas del ser humano no necesariamente vinculadas con su cuerpo material es la de poder vivir en condiciones de seguridad y libertad y de ser respetado y valorado por los demás. Mucha gente desea eso. Pero las condiciones en varias partes del mundo dejan a las personas en seria vulnerabilidad o les producen daños crónicos constantes. El resultado es que mucha gente no puede satisfacer esa necesidad básica humana.
Este artículo presenta los otros aspectos relevantes del concepto de Soledad Ética de Jill Stauffer – entendida como “la experiencia de haber sido abandonado por la humanidad, añadida a la experiencia de no ser escuchado” (Stauffer, 2015, p.2, traducción propia). Primero se aborda la importancia de escuchar, así como las formas de escuchar y las fallas de los grupos y de las instituciones en escuchar a quienes se han sentido agraviados. Después se presentan las prácticas de revisión que mantienen en o que liberan de la soledad ética a las personas. Finalmente, se plantean algunas formas de alcanzar lo que Jill Stauffer menciona como “el postre” [3], o maneras de que los agraviados puedan sentirse satisfechos (por ejemplo, alcanzando formas de justicia) o salir adelante.
Art of the Brick | Wired for Lego
El reto de escuchar
De acuerdo con Stauffer, se pueden identificar dos formas de interpretación derivadas de enfrentarse al mundo, exponerse a sus testimonios y analizar sus realidades. La primera es la forma paranoide, que funciona como un “seguro contra la decepción” de desear que el mundo fuese de una manera, y descubrir consistentemente que no es así. Así, cuando alguien analiza el mundo con una visión pesimista acerca de las personas y los acontecimientos, no se decepcionará cuando lo que encuentre es opresión, violencia, miedo y abuso de poder. El problema con esta forma de interpretar el mundo, de acuerdo con la experta en el tema Eve Sedgwick[4], es que uno se enceguece ante ambigüedades que permean en estas conductas, y uno puede cometer el error de pensar que con una descripción de los hechos y con el descubrimiento de la verdad se puede alcanzar la reparación para quienes han vivido en estas condiciones. La segunda es la forma de interpretar es la reparativa, la cual deja al analista con una apertura al mundo y a la sorpresa, a encontrar una realidad que no se esperaba, para bien o para mal. Esta segunda forma de interpretar es la necesaria para aproximarse a alguien que ha sufrido de soledad ética y que busca reparar los agravios (aunque no haya sido su causante), puesto que ciertos tipos de soledad son ocasionadas por un fracaso de escuchar al otro.
Debido a que el proceso de comunicación es frágil y abundan las malas interpretaciones, Stauffer señala que existe una cierta ironía en que se generen instituciones diseñadas para escuchar a víctimas y agraviados, y sin embargo no escuchan en realidad las narrativas que se les presentan, o bien, escuchan lo que desean escuchar y omiten información importante. Existen ciertas predisposiciones para escuchar de una determinada manera, y para la cuestión específica de la soledad ética se pueden encontrar dos causas generales:
- La primera es el distanciarse de la difícil verdad del mundo para no estar expuestos a la misma vulnerabilidad que aquellos que han pasado por traumas han estado expuestos. En consecuencia, es difícil que aquellos cuyos mundos han permanecido intactos escuchen y asimilen el hecho de que, sin importar lo que hagan, pueden pasar por lo mismo que aquellos que han sufrido de soledad ética. Se dan cuenta de que su seguridad está amenazada, y que el mundo y lo que piensan que está “dado” es en realidad muy frágil.
- La segunda es la idea de que solamente somos responsables por aquello que hemos hecho y querido hacer. Esta idea se fundamenta en la premisa del ser autónomo, independiente del apoyo social. Esta premisa no permite explicar por qué algunas personas son incapaces de encontrar en el presente las condiciones adecuadas para continuar con su vida. Se requiere regresar a la idea de la dependencia intersubjetiva de Levinas – los seres (selves en inglés) pueden ser destruidos por la soledad ética porque a su vez son construidos, de manera cooperativa, por las relaciones humanas de diferentes índoles: racionales en un cálculo de costo-beneficio, afectivas, intencionales, accidentales, escogidas e impuestas.
Quizás la condición más importante para que una persona sea capaz de vivir su vida después de un agravio es recuperar la sensación de seguridad, de sentir que el mundo no es tan hostil como en el momento en que sufrió el agravio. Como el ser se construye por medio de las relaciones humanas, la responsabilidad de la reconstrucción del ser no recae únicamente en la persona agredida. La responsabilidad recae en un amplio campo donde el mundo que la rodea debe ofrecer condiciones más allá de las materiales para que su ser empiece a reconstruirse. Por ello es que el proceso de escuchar en la comunicación entre personas juega un papel crucial – al escuchar, se afirma una norma social explícita o implícita, y se valida que lo que la otra persona sufrió es causa de indignación, y algo debe hacerse al respecto. Otra forma de decir esto es que aquellos que escuchan reconocen y afirman que las condiciones no están bien, y que debe ocurrir una transformación y mejora que faciliten al agraviado salir adelante.
Hope | Ricardo Lago
Cuando se construyen instituciones diseñadas para escuchar, tales como las comisiones de verdad, los tribunales, u organizaciones de atención a víctimas, y no escuchan de manera adecuada, se debe a que algunas de las fallas en el proceso de escuchar a nivel interpersonal se han materializado también en procedimientos o barreras institucionales. Por ejemplo, en algunas instituciones el formato no permite desviaciones de la meta de la institución (búsqueda de ciertos discursos – de perdón, cuando lo que narran es indignación, o de sufrimiento, cuando lo que narran es perseverancia – o la traducción/transcripción que deja fuera elementos como entonación y cuestiones contextuales), o la perspectiva cultural de las instituciones las enceguece a ciertos tipos de discursos (el caso de los escudos de las comunidades indígenas), o la intención de asignar culpables o buscar descripciones precisas de acontecimientos, y no escuchar por qué dichos acontecimientos son importantes para los agraviados (como en los tribunales legales).
Debido a estas cuestiones es que en el proceso de escuchar existe una responsabilidad moral por parte de las personas que conformamos el entorno de aquellos que han sufrido algún agravio. El primer paso es la disposición de captar las historias que nos son contadas con la magnitud con la que fueron transmitidas. El siguiente paso es almacenar, por diferentes medios, estas historias de la manera más aproximada a la magnitud original. Si lo que se desea hacer es propagar estas historias a personas que están desvinculadas del contexto, se deberá efectuar la reproducción del mensaje textual pero también del contexto (emociones, recreación de escenarios, perspectiva personal del problema). Y si lo que se busca es generar condiciones de seguridad para los agraviados, se deben identificar aquellos aspectos que son la causa de la inseguridad y del agravio e integrar tanto a la víctima como a las personas en su entorno en estrategias para proporcionar la seguridad deseada.
El escuchar bien y, en caso contrario, las fallas en escuchar pueden tener consecuencias sociales y políticas que duran por generaciones. Stauffer pone los reflectores sobre una problemática no lo suficientemente estudiada y que es causada por escuchar de forma deficiente – el poder de la post-memoria. Este es un trauma que fue experimentado por generaciones anteriores y que fue propagado a los descendientes. Cuando las condiciones de seguridad para ciertos grupos étnicos o sociales no fueron alcanzadas al no existir buenos canales de comunicación entre estos grupos y los poderes en el gobierno, entonces las historias de agravio se pasarán a las generaciones menores y se perpetuará la desconfianza entre distintos grupos. El conflicto, por ende, permanecerá.
Mourning | Ben Britten
Prácticas revisionistas
Las prácticas revisionistas, en términos simples, son aquellas que permiten que los hechos pasados tomen un nuevo significado en el presente. Aunque el pasado no se puede cambiar, el impacto y el significado del mismo en el presente dependerán de la conducta de instituciones, los efectos de prácticas y actitudes sociales, políticas, económicas y culturales, y del grado de afecto que hay entre personas y grupos. Aquellos quienes sufren de soledad ética no pueden llevar a cabo una revisión del pasado porque los elementos mencionados no se los permiten (en parte, porque las instituciones y grupos de personas no escuchan bien).
Hay un elemento, el resentimiento, que influye en que haya o no prácticas revisionistas. Stauffer señala que el resentimiento está vinculado al respeto propio. Se puede entender como una sensación de “esto no debió ocurrir”. Es una respuesta al daño que busca reparación y remordimiento por parte del perpetrador. Lo que busca el resentimiento es tanto una respuesta por parte de los demás como que se tomen medidas para asegurar que lo ocurrido no pase nuevamente. Lo importante del resentimiento y por lo cual las demás personas deben estar alerta ante su presencia es que evidencia que el ser de la persona siente que recibió un trato injusto. El reconocimiento que busca es que existen normas que limitan el comportamiento y las acciones injustas, que estas normas deben aplicarse a todos, y que todos tienen un papel que jugar en que estas normas se cumplan. Entonces, si bien el resentimiento y la búsqueda de la justicia están vinculados, esta emoción puede convertirse en un grillete: al estar activo, atrapa a quien lo siente en un pasado difícil.
En general, han surgido dos perspectivas con respecto a las prácticas revisionistas. La primera es la de Nietzsche, que promueve una especie de “desear hacia el pasado”[5], o una reconciliación y aceptación de los hechos que ocurrieron, con la finalidad de volvernos más fuertes y enfrentar los momentos presentes con la templanza requerida. La segunda es la de Jean Améry – el resentimiento. El resentimiento no acepta el pasado, porque demuestra la voluntad del ser de que exista una reparación, de que se den las condiciones para que el agravio no ocurra nuevamente.
En las dinámicas de las sociedades que emergen de periodos de conflicto o represión, la aceptación de un discurso oficial o popular como verdad y así alcanzar una reconciliación con el pasado puede verse como equiparable a la propuesta de Nietzsche. Sin embargo, esto puede resultar contraproducente para las personas cuyos seres siguen sintiéndose agraviados por lo ocurrido en el pasado. La aceptación de un discurso de reconciliación, principalmente después de periodos violentos, puede ser un paso para superar la soledad ética. Pero a quienes sienten la herida del pasado y se les imponen estos discursos, se les sumerge más en la soledad ética. Se pueden dar fallas en reconocer y en escuchar por finalidades prácticas (la construcción de una nación o de una democracia, por ejemplo). Esta tensión, hasta la fecha sin resolver, permea en todos los procesos posteriores a un conflicto violento, la caída de dictaduras, y la construcción de Estados y/o naciones en el periodo post-guerra.
Child lost in war destroyed city | Ahmadreza89
La aceptación de estos discursos tiene, no obstante, importantes cuestionamientos éticos por parte de la otra perspectiva sobre las prácticas revisionistas – la del resentimiento. De acuerdo con Améry, dar perdón a lo ocurrido en el pasado sin que se hayan cumplido las condiciones de reparación del daño y para evitar que ocurra de nuevo es un acto inmoral. Simplemente se permite que los agravios se olviden en nombre de la convivencia, o con fines prácticos. A pesar de que el pasado no puede cambiarse, el reconocimiento de los daños, la reparación de los mismos y la transformación de las condiciones sociales a un estado en el que los daños no puedan volver a ocurrir son necesarios para que la reconciliación y aceptación del pasado se consideren morales. Por ello ejercer el resentimiento, según Améry, es una acción ética cuando los elementos mencionados no están presentes.
Hay quienes argumentarían que la postura de Améry es un llamado a la venganza, pues su combustible es el resentimiento. Sin embargo, lo que Améry en realidad busca es, por un lado, el reconocimiento social de que las normas fueron violadas de manera colectiva y que, por lo tanto, la colectividad debe reconocer su participación en el agravio (el no haber hecho nada para detenerlo) y validar la norma original; por otro, busca además que los agresores reconozcan que lo que hicieron estuvo mal – no busca necesariamente castigo (aunque sí lo amerita), sino que los agresores validen también la norma que violaron, y que reconozcan que lo que ocurrió fue algo que jamás debió haber ocurrido.
Hay autores como Lazare[6] y Griswold[7] que señalan que hay una práctica revisionista que no cae en el olvido del pasado, en la adopción de un discurso oficial, ni en el ejercicio constante del resentimiento: el perdón. El perdón es un proceso sumamente complejo, que ocurre tanto a un nivel consciente como uno inconsciente. Al perdonar agravios previos, uno se libera de la carga del pasado. Pero este perdón no puede ocurrir de manera ciega ni indiscriminada. Debe otorgarse cuando las condiciones de reparación han sido alcanzadas, o bien, cuando al menos existe una disposición genuina por parte del ofensor, de las personas en el entorno y de las instituciones de restaurar condiciones de seguridad para mantener su condición como una práctica revisionista ética. En caso contrario, negar el perdón es la práctica que se considera ética (lo cual puede verse como un regreso al resentimiento). Asimismo, el perdón, aunque no se ejerza, le otorga un gran poder a la parte que alguna vez estuvo a merced del transgresor – ahora tiene el poder para otorgar o negar el perdón, y el transgresor queda a merced del agraviado. Esta interconexión entre ofensor y ofendido es un recordatorio que permite reconocernos como iguales en el trabajo cooperativo de construir un mundo, la realidad que habitamos y experimentamos.
Como una última nota de las prácticas revisionistas, es importante tener en cuenta que estas se dan en diferentes ámbitos. El ámbito íntimo y más inmediato es entre la víctima y el perpetrador. Pero a partir de allí se pasa a las dinámicas sociales más amplias, como las comunidades, instituciones legales y gubernamentales, e incluso desde la academia, que pueden actuar como mediadores o contribuir al debate sobre prácticas revisionistas con mayor efectividad.
El Postre
Parte de la investigación de Stauffer sobre el concepto de Soledad Ética involucra el análisis del proceder de los individuos y de instituciones una vez que se han llevado a cabo prácticas revisionistas. Ella presenta dos aproximaciones generales – la vía de la venganza, y las diferentes formas de alcanzar justicia. Si se escoge la venganza, pueden generarse ciclos de violencia o una perpetuación del daño para el agraviado. Si, por otra parte, se busca alcanzar la justicia, se entra a un debate sobre tipos de castigos (esto solo se enfoca en el perpetrador) y sobre la transformación de condiciones amplias contextuales.
La venganza puede sentirse bien y provocar una satisfacción momentánea, pero la práctica de la misma solo generará más daños en el largo plazo. Por lo mismo, Stauffer descarta esta alternativa. En cuanto a formas de justicia, Stauffer se centra en las dos con mayores vínculos para el tema – la justicia retributiva y la justicia restaurativa. La retributiva busca un castigo para los perpetradores de un crimen, una pena proporcional al daño que han ocasionado. Pero hablar de retribución provoca que los reflectores se centren en los transgresores y no en los agraviados, dejándolos de lado y no escuchándolos de una manera adecuada para que expresen sus historias. De ser este el caso, será muy difícil que logren salir de la condición de soledad ética. En contraste con esta aproximación, la justicia restaurativa centra su atención en las víctimas y en los perpetradores, las necesidades que tiene cada parte, y en ver de qué manera se repara el daño. Al invitar a cada parte a expresar su historia, esta forma de justicia ofrece mejores oportunidades para sacar a las personas de la condición de soledad ética. Aún así, existe la posibilidad de que por favorecer las necesidades de las partes involucradas se omitan penas o castigos para los perpetradores.
Train tracks walking journey | Unsplash
Stauffer propone la “retribución reparativa”, la cual mezcla elementos de ambas formas de justicia. Más que un castigo despersonalizado y bajo monopolio del Estado o de las instituciones encargadas para impartirlo, muchas víctimas desearían que el perpetrador reconociera la magnitud de sus acciones y que hiciera algo para enmendarlo, en la medida de lo posible, y de ayudar a evitar las condiciones que permitieron que ocurriera el daño en primer lugar. Los perpetradores de un daño, entonces merecerían un castigo. El castigo, sin embargo, no debe ser completamente despersonalizado: deben considerarse las necesidades de la víctima y encontrar una solución viable a partir de ellas, sin caer en excesos.
Un punto que para varios autores continúa pendiente es lo que ocurre cuando en el mismo ser residen los roles de víctima y perpetrador. Aún no se alcanza un consenso sobre qué hacer con los perpetradores de historial político complejo. ¿Qué pasa con aquellos que causan daño pero también han sido víctimas, y la perpetración del daño fue debido a las condiciones estructurales que los llevaron a hacerlo? Un ejemplo de esto son los niños soldados, llevados contra su voluntad y por la fuerza a grupos guerrilleros donde eventualmente se convierten en adultos soldados.
Como consideraciones finales sobre el tema, es importante aclarar que lo que en realidad importará en muchos contextos, porque de ello dependerán las maneras en que se busque justicia, es si las personas que escuchan estas historias de pérdidas, torturas, represión y abandono también permanecerán atentas a aquello que deja sin decirse. La responsabilidad de las personas, de las instituciones de procuración de justicia, de las Comisiones de Verdad, y de los grupos que rodean a quienes han pasado por estas experiencias radica en escuchar no solo los hechos, sino la sensación de pérdida (en ocasiones irremediable), la fortaleza, y la perpetua búsqueda de justicia que las víctimas desean comunicar.
Asimismo, si lo que se busca es una transformación amplia, se debe lograr la reconstrucción de los sujetos por medio de la atención al escuchar las narrativas. Después, es necesario formar vínculos culturales, actividades que generen valor social, cultural y humano. Para esto, se requiere apertura por parte de las personas que rodean al sujeto agraviado. Habiendo hecho esto, finalmente se podrá proceder a la reconstrucción de comunidades y sociedades. Por supuesto, lo enunciado aquí no son pasos determinantes ni excluyentes de otras aproximaciones, pues en la realidad social muchas cuestiones son frágiles, moldeables y sujetas al cambio continuo.
Portada: Despair Digitally painted in sketch club app | Julie Geiger
[1] Este artículo va dedicado a mi excelente equipo de Ética, Profesión y Ciudadanía, porque la conversación grupal contribuyó a mi conocimiento para escribir este artículo: Yarai Zenteno, Yahaire Salazar, Fermín Resines, Julieta Salazar, Laura Bustamante, César Ramírez, Óscar González, Salvador Carreón, Diana Herrera y Juan Félix Cárdenas. Igualmente, mi más profundo agradecimiento al Maestro Adán Pérez Treviño por su instrucción y guía a lo largo de 6 meses.
[2] Favor de referirse a HURTADO HURTADO, JOSHUA: «Haciendo visible la Soledad Ética (I)». Publicado el 19 de junio de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.34.
[3] Esto viene de una expresión en inglés, “Just deserts”, que implica que las personas reciben lo justo. Generalmente se usa para cuestiones de venganza, o para cuando alguna desgracia le ocurre a las personas que consistentemente tienen una conducta ética cuestionable. En este caso, sin embargo, se refiere a vías de justicia y salir adelante.
[4] Sedgwick, E. (2009). “Paranoid Reading and Reparative Reading….” En Touching Feeling: Affect, Pedagogy, Performativity. Durham: Duke University Press.
[5] Este concepto se explica mejor en la obra de Nietzsche Así habló Zaratustra, de la cual hay múltiples ediciones.
[6] Lazare, A. (2004). On Apology. Oxford: Oxford University Press.
[7] Griswold, C. (2010). Forgiveness: A Philosophical Exploration. Cambridge: Cambridge University Press.
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Haciendo visible la Soledad Ética (II)». Publicado el 26 de octubre de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.38 – URL: |
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