La guerra de Vietnam fue un acontecimiento que no necesita presentación ya que en mayor o menor medida todos sabemos algo de ella. Sin embargo, ese Vietnam queda lejano y el Vietnam vibrante de hoy tiene muchas sorpresas para el viajero. Sin duda, un lugar con mucho carácter.
Si el viajero busca un reto, Vietnam es el lugar. Podemos visitarlo de forma organizada y de forma libre. En cuanto a la organizada es fácil deducir de qué se trata: autobuses con AC en la puerta del hotel, vuelos cortos entre cada destino, comida deliciosa y sábanas limpias. Sin embargo, este artículo trata sobre la forma libre y, digámoslo, arriesgada. El viaje puede definirse con una palabra: intenso -aunque también podríamos añadir, emocionante, agotador y diferente-.
Al llegar a Vietnam ya se advierte el bullicio: son 90 millones de habitantes en una superficie poco mayor que Italia. Llegados desde Laos, lo que más llama la atención es la vestimenta tradicional de los pueblos Hmong. Los mercados son bulliciosos, sus calles difíciles de atravesar y los vendedores ambulantes acechan a cada paso.
Es difícil comunicarse incluso para encontrar alojamiento o comida; cuando uno se esfuerza por hacerlo con gestos se da cuenta de que a veces usan códigos distintos. Si bien los occidentales apuntamos con los dedos hacia la boca para indicar «comida», ellos con una mano forman un cuenco y con la otra un palillo con el dedo índice. Por si fuera poco, las manos en forma de cojín para indicar que se busca un lugar para dormir solo despierta risas en los interlocutores. Es conveniente aprender las cuatro palabras básicas en vietnamita o agudizar el ingenio expresivo y aprender su código gestual.
Si se encuentra un sitio para comer mejor no preguntar: si señalas con el dedo preguntando en inglés “¿chicken?”, te dirán que sí; si preguntas “¿pork?”, te asentirán también.
Si se necesita un transporte, basta con saber el nombre del destino y buscarlo escrito en la ventana del autobús, pues usan el mismo alfabeto que nosotros.
Para saber su precio, mejor fijarse en el billete de otro pasajero; pasa saber cuánto tarda, paciencia, mejor no preguntar. Los autobuses no son aptos para claustrofóbicos, aunque el viajero corre el peligro de desarrollar la fobia después de bajar de él; son toda una experiencia, quizás de riesgo, al ir acompañados de gallinas, cerdos, sacos de arroz,… incluso es posible que el conductor esté fumando y hablando por el móvil mientras recorre la serpenteante carretera de las montañas del norte. Para los mareos, el conductor facilita una bolsa de plástico antes de arrancar; una vez llegados al destino, ya a salvo, puede dar un ataque de risa por la inhóspita aventura.
Puede creerse que es más seguro usar la autopista número uno que lo atraviesa de norte a sur – la única del país-, pero es un error: gran parte de sus 90 millones de habitantes circulan por ella. El tráfico es tan intenso que se precisa de un copiloto que pueda ayudarnos para avistar un camión, un autobús, una carretera de bueyes, una bicicleta, etc., pues a veces para el conductor es casi imposible por el desorden reinante.
Si desean ahorrar y optan por usar el autobús nocturno, prepárense para ver su espacio personal totalmente invadido. Los autobuses nocturnos constan de tres hileras de literas donde se puede intentar dormir semitumbado. Cuando las camas están todas ocupadas, no crean que ya no habrá paradas: ¡todavía queda espacio en los dos pasillos! La gente sigue subiendo y va tumbándose a lo largo del suelo del autobús. Olvídense de levantarse para ir al lavabo.
Si contratan el servicio de un moto-taxi, cuidado con las distancias de los trayectos pues tienden a exagerarlas para cobrar más; incluso no tendrán escrúpulos en dejar al viajero en otro lugar.
Pese a todo, Vietnam es un país rico en historia, tradición y naturaleza exuberante. Es una tierra muy fértil. Las siembras llegan hasta el borde mismo de la carretera; no hay espacio de tierra sin lechuga o arroz cultivados.
Resulta llamativa la diferencia entre norte y el sur en cuanto al aspecto de las ciudades, al transporte, incluso al ocio y a los negocios: han evolucionado de forma diferente debido a las circunstancias históricas y a los sistemas políticos y económicos previos a su unificación.
Vietnam es un choque a los sentidos; un cúmulo de sensaciones que el viajero realmente no asimila hasta que una vez en casa va recordando todos los pequeños aspectos del viaje. Nada es como uno cree a priori; los tiempos, la higiene, los gestos o los modales. Pero eso es en sí mismo razón para viajar y aprender, ponerse a prueba y salir de la zona de confort.