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Mito | Revista Cultural
Culturas

Un viaje por las emociones y sentimientos peculiares del mundo

Por Noemí Villaverde Maza el 4 julio, 2014 @Antropologaluna

Emociones y sentimientos de otras culturas y la sonrisa occidental.

El amor, el miedo, la ira, la alegría… no son fenómenos únicamente bio-psicológicos. Cada cultura esboza, en el interior de su visión del mundo, un repertorio propio de emociones que sólo los que comparten sus raíces sociales son capaces de sentirlas y reconocerlas de igual manera. No son procesos fisiológicos, son relaciones. Ejemplos hay muchos: El miedo «takoet poeles» balinés, el amor «amae» japonés, la negación «musu» en Samoa, el pesar de la «tuza», colombiana… Los jíbaros, shuar, aún con fama de ser feroces, ríen mucho más que los occidentales. ¿Tal vez la pérdida de la risa, y el laconismo emocional que nos caracteriza, sea un signo de civilización?

 

El escritor Milan Kundera se encontró con un grave problema cuando escribía su obra “El libro de la risa y el olvido”:

«Un estudiante nadaba con una estudiante en el río. La chica era una deportista y él en cambio era un nadador desastroso. La chica lo amaba perdidamente y tenía tanto tacto que nadaba igual de despacio que él. Pero cuando la natación se acercaba ya a su fin, quiso pagar rápidamente la deuda que tenía con sus aficiones deportivas y se lanzó con rápidas brazadas hacia la orilla. El estudiante intentó avanzar más rápido y tragó agua. Se sintió humillado, puesto en evidencia en su inferioridad física y sintió lítost.

Recordó su infancia de niño enfermo, sin deportes y sin compañeros de juegos, bajo la vigilancia excesivamente preocupada de la mamá, y se sintió desesperado por sí mismo y por su vida. Cuando volvían por el camino, atravesando el campo hacia la ciudad, no abrió la boca. Se sentía herido y humillado y tenía un deseo irresistible de pegarle. ¿Qué te pasa?, le preguntó, y él le reprochó que hubiera nadado hasta la orilla opuesta sabiendo que allí había remolinos, se lo había prohibido y hubiera podido ahogarse – y le dio una bofetada en la cara. La chica se echó a llorar y él, cuando vio sus lágrimas, se compadeció de ella, la abrazó y su lítost se esfumó.»

“Litost” es una palabra checa a la que Kundera no encontró posible traducción. No al menos una traducción que no traicionara lo que era verdaderamente sentir “litost”, el tormento por la visión repentina de la propia miseria. Kundera se preguntaba cómo podía ser que fuera tan difícil de traducir, si para él era indispensable para entender el alma humana.

Sometimes I Cry - I'm Only Human, MarLeah Cole

Sometimes I Cry. I’m Only Human, MarLeah Cole

También Vladmir Nabokov se encontró con grandes dificultades para explicar la palabra rusa “toská” . En su libro Eugene Onegin intenta describirla como un dolor sordo del alma, a menudo sin causa específica.

El psicoanalista japonés Doi se asombra de la ausencia de traducción en otras culturas del sentimiento de amor y ternura cálido y dulce que describe la palabra “amae”. El ejemplo perfecto es la dependencia de los hijos hacia sus padres, pero puede muy bien ser hacia el jefe, la persona amada o hacia una amistad. Se trata de «depender del amor de otro» explica Doi, consciente de que en el Occidente individualista, esta dependencia no está bien vista. (1)

Cada cultura contiene emociones y sentimientos particulares construídos a lo largo de su historia por las redes sociales de su grupo social. A veces, resultan muy difíciles de traducirlos, más aún de explicarlos, y casi imposible sentirlos en su totalidad si no es desde una perspectiva emic, desde el punto de vista nativo.

En Bali, cuando los balineses están asustados, se van a dormir. De esta manera, controlan el miedo. Esta conducta se denomina «takoet poeles» (asustado dormido). Un día, M. Mead les pidió a sus ayudantes balineses que le trasladaran sus aparatos, pero los dejaron olvidados en un autobús. Por el miedo de la reprimenda que iban a recibir de la antropóloga, decidieron irse a dormir, y así les encontró Mead cuando volvió, dormidos.

Fear, Vinoth Chandar

Fear, Vinoth Chandar

Otro comportamiento que le sorprendió es el denominado «musu» en Samoa. Esta manifestación afectiva traduce la negativa a hacer algo. Una mujer rechaza a su amante, una criatura no quiere acostarse, etcetera. Cuando se les pregunta la razón, simplemente alegan que no lo saben ni ellos. Esta actitud se admite y se justifica y genera incluso «una especie de respeto supersticioso». (2)

La «tuza», explica el antropólogo Josep M Fericgla, es la que sufren en Colombia «algunos hombres al ser abandonados por su amada, y es una mezcla de pena, rabia, frustración, sequedad interior, tristeza, abandono… En sentido literal, la tuza es la parte central, seca y leñosa, que queda de una mazorca de maíz al extraerle los granos.» (3)

H. Geertz señala la singularidad del termino javanes «sungkan», «que se refiere a un sentimiento de cortesía respetuosa delante de un superior o un desconocido, una actitud de restricción, de limitación de los propios impulsos y deseos, a fin de no perturbar la ecuanimidad emocional de quien puede ser espiritualmente más elevado que uno» (4)

En España, Eduardo Crespo cita la «vergüenza ajena» como una emoción típicamente española, caracterizada por la turbación interior sentida a la vista de un individuo que se comporta de manera inadecuada. (5)

Hay palabras que sólo ellas se vuelven como la poesía, bellas para el alma pero opacas para la razón. Los guaraníes lo saben bien: ñe’ê significa “palabra”, pero también significa “alma”. Los indígenas onas de Tierra del Fuego sacralizaban a su espíritu supremo, Pemaulk, Palabra. Los pocos que hablan el araki (hace unos años, únicamente unas ocho personas) pronuncian “sorosoro” para referirse tanto al aliento como a la palabra.

La única que hablaba yagan, también de Tierra del Fuego, Cristina Calderón, supo difundir antes de su muerte la bella palabra “mamihlapinatapai”: “la mirada cargada de significado que comparten dos personas que desean iniciar algo, pero que son reacias a dar el primer paso para comenzar.”

“Ilunga”, en el idioma del sudeste de la República Democrática de Congo llamado tshiluba o luba-kasai, significa la altura moral de “la persona capaz de perdonar un abuso u ofensa por primera vez, de tolerarlo una segunda vez, pero nunca una tercera”. (6)

Sentimientos que seguramente has sentido pero que nunca esperarías que existiera un término para ello es, por ejemplo, “viitsima”, del estonio, cuando sientes que no tienes ganas de hacer nada, ni siquiera no hacer nada. El “torschlusspanik”, alemán es el miedo a perder oportunidades a medida que envejeces. Literalmente significa pánico al cierre de un portal. “L’appel du vide”, en francés «la llamada del vacío», es el sentimiento de una necesidad urgente de saltar desde lugares altos. Es lo que sientes cuando estás arriba de una cascada y sientes que el agua te atrae. La llamada de “l’esprit de l’escalier”, el espíritu de la escalera, es la que oyes cuando, en una situación adecuada, piensas en una respuesta ingeniosa… pero demasiado tarde, por lo que sientes ese arrepentimiento, pesar y rabia peculiar. Sientes “jakinmina”, dolor por saber, en el idioma euskera cuando sientes ansia por saber o curiosidad. “Forelsket”, en noruego, es la euforia sentida en el primer enamoramiento. “Gigil”, filipino, es el impulso de pellizcar algo que es insoportablemente tierno. “Yoko meshi”, en japonés, es la inquietud sentida cuando se habla en un idioma extranjero. Literalmente significa “comida que se come por los dos lados”.

“Honne”, en japonés, refiere los verdaderos sentimientos y deseos de una persona. Sin embargo, “tatemae” literalmente «fachada,» es lo que finges a través de tu conducta, cuando ocultas estos sentimientos profundos. Quizás esta dualidad nos parezca más cercana.

“-¿Los blancos sentís emociones como nosotros?” le preguntó un indígena Cree de Canadá a la enfermera Clara Valverde. “Sí, creo que sí.” le contestó Clara, mientras pensaba “Claro, los Cree pueden estar todo el día captando las emociones de los otros porque han vivido siempre en pequeños grupos, pero nosotros que estamos en ciudades con millones, no nos podemos permitir esos lujos” y decidió detallar la respuesta:

“- Creo que metemos las emociones en una caja y la cerramos. Sólo la abrimos cuando hay muchas.

– Nee hee. A mí me pasó eso con el alcohol. Había un hombre blanco que trabajaba en la escuela que quería ir de caza conmigo y que hacía licor en su casa. A veces, cuando volvíamos de cazar, me daba de beber licor y ocurrían cosas muy raras a mis emociones. Una noche, después de haber bebido, nos pusimos a jugar al jockey con los otros. Yo sentía malos espíritus por dentro, pero sobre todo hacia un Cree que estaba allí. No sé que me ocurrió, pero creo que la rabia se había bebido todo el licor y se había hecho muy grande. Me enfadé con ese hombre y le pegué con el palo de jockey. Pero ya no bebo más porque me dijeron que los indígenas no tenemos esas cosas en el estómago que tienen los blancos para quitar un poco de lo malo del alcohol.

Pero dime, ¿cómo metéis las emociones en una caja?” (7)

Pregunta difícil de responder, pero desde luego, no siempre fue así.

En la civilización medieval, y en el principio renacentista, el ser humano no se distinguía de la comunidad y del cosmos en el que estaba inserto. Su conciencia de identidad, aún siendo singular, estaba dentro de esa red de correlaciones entre la multitud de sus semejantes y el mundo. En el Carnaval, fiesta medieval, era imposible separarse de la efusión colectiva en el que sólo la transgresión era la regla. A través de la risa, se formaba la comunión más allá de las tensiones de la vida ordinaria, y se conseguía transgrediendo aquello que avergonzaba a la clase burguesa: comer, beber, sexo y el cuerpo grotesco y sin límites de narices grandes y grandes protuberancias. Las emociones, claro, tampoco tenían límites, se lloraba a lágrima viva y se reía igual. Duraban un momento, y a veces se contradecían. Los reyes recibían en sus retretes reales a sus visitantes sin ningún pudor, y todas las esquinas de las calles eran un buen lugar para desahogar las necesidades. Las cosas del cuerpo, los pedos, los eructos, los escupitajos, los mocos, el instinto sexual… nada estaba moralizado como en los siguientes siglos. El cuerpo era un lugar esencial y feliz en la existencia del ser humano, algo dentro de las pulsaciones de la comunidad y del mundo natural, no algo molesto y penoso a lo que había que limitar de continuo. (8)

Child laughing, cheriejoyful

Child laughing, cheriejoyful

¿Desde cuándo que no te ríes a lágrima viva? Quizás en nuestras sociedades, como razonaba Valverde, no nos podemos permitir esos lujos porque estamos en ciudades con millones. Así que, en vez de eso, para recibir amigablemente a la gente real y virtual de nuestro alrededor, encendemos la sonrisa “Mona Lisa”.

«¿Pero es que la pérdida de la risa es algo propio de la civilización?” Se pregunta el antropólogo Josep Mª Fericgla, cuando descubre que los shuar, o los jíbaros, se ríen escandalosamente y mucho más que en Europa. Y advierte de:

“El nivel de control y desconexión emocional (y neurótica) actual. Hasta tal punto ha desaparecido la expresión de esta emoción básica que hay cursillos de risoterapia, de un fin de semana de duración, para aprender a reír y para reír. La expresión plena de la alegría es un buen recurso terapéutico para descargar tensiones y para aliviar la entropía propia de las relaciones sociales.

El altruismo primero y la risa en segundo lugar son los mecanismos de defensa más adultos, los más elaborados, y también son los más sanos.» (9)

Portada: Simplemente emoción, Abdel Charaf Photography


Bibliografía

(1) Doi, Takeo. Le Jeu de l’indulgence : Étude de psychologie fondée sur le concept japonais d’amae.

(2) Mead, Margaret. Moeurs et sexualité en Océanie

(3) http://josepmfericgla.org/2011/cultura-y-emociones.

(4) Geertz, Hildred. The Vocabulary of Emotion: A Study of Javanese Socialization Processes. Front Cover.

(5) Crespo, Eduardo. A Regional Variation: Emotions In Spainmore.

(6) http://www.todaytranslations.com/blog/most-untranslatable-word/

(7) Valverde, Clara. En tránsito de sueño en sueño.

(8) Le Breton, David. «Antropología del cuerpo y modernidad«

(9) Fericgla, Josep M. (2010), “Cultura y emociones. Manifiesto por una Antropología de las emociones”.

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Noemí Villaverde Maza

Licenciada en Educación Social (UPV/EHU) y Antropología Social y Cultural (Universidad de Deusto). Antropóloga. Colaboradora en radios libres y en proyectos sociales. Amante de la lectura, el cine y la naturaleza.

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