Amo mi tierra, sus lomas, sus cerros, sus huertas, sus piedras.
Amo el interior que me ha visto crecer. Esas calles con olor a tierra húmeda.
Atardeceres opacos, amarillos, nostálgicos
MURALLAS
Las calles pálidas son una consonante entre los miedos.
un eco en mi cabeza
a la hora en que la aurora dicta escalofríos.
La mirada da vuelta a la carne.
Podría entonces resucitar un espejismo entre la niebla.
Tomar los posos del café como merienda entre bambalinas.
Tomar las hojas como luceros en los coches;
el otoño me infunde valor para acordarme
de los bancos del parque.
Fluyen historias dormidas,
murmuran la enfermedad que corroe mis entrañas.
Me quedo aquí, mirando mis manos,
¿Qué sentido tiene cantar al alba?
Si una pequeña lágrima se escapa en las rendijas.
Olvidé apuntarla en la nota simple
del corazón.
CALLEJAS
Callejas oscuras.
Oscuras trampas
inertes.
Inertes el crujir del día
donde asoma las
ventanas corridas.
Corridas están las callejas
que invaden la calzada.
Calzada doliente
al temblor de las madrigueras.
Madrigueras que deshacen la boca
cubierta de cenizas
amparando la infancia.
Infancia que limpia las farolas,
sin caminar en la cicuta rosada.
Rosada tu mano en mi sexo,
entre las oscuras y siseantes callejas.
Portada: Un lugar en el que pensar | Andrés Nieto Porras
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Tempo». Publicado el 25 de octubre de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.26 – URL: |
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