Soles apagados
Desconozco las razones de tus ojeras
pero sí el porqué de verter en el café dos sobres de azúcar.
Desconozco las razones de tus juanetes
pero sí el porqué de vestir con el café dos colores de frutas.
Desconozco que te conozco
y conozco solo lo que me enseñaste
una tarde de soles apagados.
Maldito poeta
Me insinúo como un poeta maldito
pero en realidad soy el colmo de la mediocridad:
una cabeza perdida en los intramuros
del minotauro con llamas en la cornamenta,
un solo de trompeta con sordina de una sola nota
mal encajado el golpe en la mandíbula,
ridícula mantis atea.
Una palmada en la espalda con el reconocimiento de un pie,
una silla de plástico blanco sin la cuarta pata,
el billete que pagó con papel reciclado,
el soniquete del patio de colegio a la hora de la siesta,
la luz oblicua de una farola que pega en la ventana,
el ojo tuerto que recibe la luz oblicua,
la botella que cae al suelo y se rompe en mil pedazos
(sin ser abierta),
un colchón cuyo muelle se clava en el coxis,
el trozo de perejil que se queda en el colmillo,
la imagen repetida de una noticia,
el delantero que falla a puerta vacía,
un complejo freudiano condenado al suicidio,
una vitamina que provoca demencia senil,
el verso muerto en la boca de un analfabeto,
una noche de insomnio y vueltas de campana,
o vueltas de campana que dejan noches de insomnio,
atadas con un cinturón al que se le abre un agujero con sacacorchos,
y donde caen los pantalones de la noche
con la risita de un matasuegras.
¿Quién quiere ser un maldito poeta
cuando se obtiene tanto de la mediocridad?
Imagen de portada: Sombra, Shadow. Hernán Piñera
¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? : «Soles apagados – Maldito poeta». Publicado el 6 de octubre de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.26 – URL: |
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