La tinta de mis letras está vaciando mi ecosistema, en múltiples o sencillas variables que voy apuntando.
Apuntalar lo deforme, lo absurdo, es sinónimo de roto.
Un roto en las anillas o altercado a la razón.
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Los humanos somos una ecuación tridimensional de vacíos, cuentas y treguas vendidas, de exquisita mansedumbre y liviana memoria.
¡Quién habla con un “bla” en los ojos, en el agujero de las cicatrices? No me permiten las ganas de arrancar de cuajo el múltiplo de 3 para ser algo menos que un arpón en medio del circo.
¿Por qué morir en minutos cuando lo hago en voces disidentes, galápagos insurgentes que destrozan las ganas de fornicar en las gargantas?
Has tomado por error mi garganta, mi sexo, mi huida, mi labio, mi ceja, mi contradicción, mi bombilla, mi sombrero o mi queja en adornos que se escapan de las encimeras y me convierten en nada que no quiero ofrecer, y sin embargo…
Quién… ¿Quién tornará el aire y lo convertirá en espuma de azúcar en mi relleno?
Tan ácido, amarillento, tan nublado como un muslo en medio del placer en los brazos de la fiebre o del estigma o la desnudez.
Podría beberme el litio, y destronar la guerra de mi odio con el opio de la paz, sorteando silbidos que no soy capaz de traducir porque es como darte cuenta de mi debilidad, no está preparada para el galanteo en las sombras.
Portada: Vista desde arriba de un Tepuy. Inti
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