Dalí resucita, al nacer, con el nombre de su difunto hermano, acariciado por el viento de la Tramontana, ante la mirada jupiterina de su progenitor. Salvador es “el otro” al despertar de la vida…
Istriónico, excéntrico, vanidoso, extravagante, onanista, showman… Salvador es un bigote velazqueño con gomina de miel, un Avida Dollars bretoniano, un españolista ególatra… Locura en apariencia, cordura en esencia, performance que construye la obra de arte humana en sí misma.
Atómico, escenográfico, genio arcangélico, narcisista, cuántico, católico, apostólico y romano… Apolítico, monárquico y anarquista, provocador y exhibicionista…
Dalí es el insecto, la hormiga en el sexo, el huevo en el nacimiento, el pez, la mosca aseada, la masturbación iconográfica, el saltamontes que persigue a la muerte, lo putrefacto, lo caduco, lo repugnante, lo bello, lo prohibido…
Horizontes callados de roquedos y marinas trascendentales; raíces secas fertilizadas por la eclosión de un SURREALISMO renovador y caprichoso. Salvador es el sueño que todos quisimos narrar, la psique onírica y desatada de la razón; aquel capaz de escupir a su madre, adorada, desde el inconsciente, y de ser Dalí y Dalí…
Antes Napoleón, después Colón… S. Felipe Jacinto es un astuto retórico de disparatado tono petulante y pupila inalterable. Habla y habla sin mesura de sí como si se tratara de otro; mira y mira procurándonos una atracción excelsa a la vez que esperpéntica que nos hace ridículos.
Autor y Crítico que parte del pensamiento científico. Salvador es un formado virtuoso del dibujo, nutrido en la técnica y en la teoría: renacentista en Leonardo, Palladio, Rafael y Miguel Ángel; barroco holandés e ibérico en Vermeer, Rembrant, Velázquez y Zurbarán; neoclásico en Goya… Salvador es un entusiasta de Millet y del Impresionismo. Metafísico a lo Carrá y De Chirico, dadaísta, cubista en Barradas y en Picasso, futurista en Umberto Boccioni, pre-pop… Dalí absorbe las corrientes artísticas y las renueva hasta llegar al “Método Paranoico-Crítico” en esa exclusiva doble imagen que nos hace descubrir, desde lo visible y lo invisible.
El jazz, el Dry Martini, el Café Pombo, el de Oriente, los venturosos pasillos de la Residencia del Estudiantes, la expulsión de San Fernando… Salvador y Federico, “supergelatinoso”, imaginan universos fermentados de poesía, paseos de espuma y melodías de cola. Con Buñuel llega “El Perro Andaluz”, escrito en una caja de zapatos, y el desaire ante la franqueza de “El Romancero Gitano”. Y Lorca es fusilado para siempre…
Dalí es Gala, que adviene como un torbellino ruso de delirante, erótica y permanente inspiración. Suya es ya la Musa del Surrealismo, suyo es el Salvador desterrado del círculo onírico. Gala es Dalí.
Cuando el soporte sujeta la relatividad en el espacio-tiempo al derretirse como un pedazo de Camembert; el hambre se presenta en el precioso chusco de pan y en la alubia solitaria, el cataclismo cósmico en el rinoceronte, el espanto bélico en la calavera horadada … A la vez que su obra ilustra el ADN, la premonición, la masa y la tormenta; lo estereostópico, lo binocular, lo corpuscular y logarítmico, la corona líquida de una fotografía estroboscópica estampada como una gota de leche al caer su rúbrica. En el momento en el que la sombra vive en un paisaje de oro, el cisne en el mar, el cirro en el cielo o la langosta nos llama por teléfono… Ahí está Salvador.
De agudo talento y conocimiento rebosante, invierte el sentido del Arte de su tiempo de lo vanguardista a la tradición realista española (¿desde el ingenio o la coerción?); permuta que lo obra en un hiperrealista metafísico y asceta catastrofista.
Dalí es España y Francia y América…La redención erótica, el exorcismo, el erizo, el beso que reposa, el dogma de fe, el paquidermo que lastra tentaciones faraónicas.
Con su descarada valentía de mercantilizar el Arte, este extraordinario Guilermo Tell de la Historia fue capaz, desde lo absurdo más absurdo, de ser ni más ni menos que: Salvador Dalí.