Revisión en torno al empleo y la evolución de un término polémico
A lo largo de los siglos este concepto -cultura- ha ido reformulándose una y otra vez. A través de estas líneas trataremos de acercarnos a sus diversas significaciones
Muchas veces me han preguntado qué entendemos por cultura, una palabra que utilizamos a menudo sin pararnos a pensar en su significado preciso y diversos usos. No es fácil responder a esta cuestión. Tal como ocurre con otras realidades abstractas (arte, amor,…) no resulta sencillo ofrecer una descripción rápida y exacta por lo que, en ocasiones, cuando no tengo ganas de iniciar un largo monólogo, contesto con esa breve y famosa rima XXI de Bécquer, sustituyendo la voz “poesía” por la que nos ocupa. Y, si bien, es inexacto afirmar que una persona sea cultura, lo que sí es cierto es que nuestros cuerpos se hayan culturizados, cada uno de nosotros producimos -dentro de un contexto social- cultura y todos vivimos inmersos en ella.
Ahora bien, podríamos preguntarnos si, efectivamente, existe una definición de cultura y el problema, a mi entender, radica en que precisamente no existe una sino varias; pues la idea ha sufrido innumerables reformulaciones a lo largo de la historia.
El vocablo cultura procede del término latino colere que poseía una amplia gama de significados: cultivar, habitar, honrar con culto o adoración y proteger; y la nueva palabra romance comenzó a ser utilizada únicamente en referencia al trabajo de la tierra o la cría de animales. Por otra parte, en latín existía también la expresión culter que hacía referencia a la cuchilla del arado, y que se fusionará con el concepto anterior por analogía con el tema de la agricultura.
Con el paso del tiempo, desde principios del siglo XVI, observamos cómo tiene lugar una transformación metafórica por la que se empieza a relacionar el labrado de la naturaleza con el proceso de evolución humana y el cultivo de la mente. Y más adelante, a finales del siglo XVIII y principios del XIX la noción de cultura se verá expuesta a nuevas reformulaciones adquiriendo las connotaciones abstractas que lo caracterizan a día de hoy y que la presentan como sinónimo de “civilización”. Por último, el término comienza a ser utilizado también para describir los trabajos y las prácticas de la actividad intelectual y artística, en referencia a materias como la música, la literatura o la pintura, entre muchas otras.
Sería con el desarrollo de las Ciencias Sociales, desde finales del siglo XIX, cuando se da inicio a una revisión sistemática de la idea tratando de fijar la amplitud y alcance de sus múltiples significados. Durante todo este proceso, la situación no dejó de complicarse, hasta el punto que algunas investigaciones críticas invitaron a abandonar su uso dada su aparente sobreextensión. Y, como resultado de esta fase de estudio, existen tantas definiciones de cultura como autores han debatido el tema.
Han sido, sobre todo, los antropólogos los que más se han ocupado de tratar de definirla. Y sin embargo políticos, periodistas, artistas, maestros (y así prácticamente hasta la infinidad) la usan a diario con total impunidad sin pararse a tomar responsabilidades respecto a la precisión con la que deberían usarla. Pero…¿con qué intención deberían utilizarla?
Como se puede ir adivinando a través de este discurso, se descubre que aclarar qué es cultura resulta más complicado de lo que podría parecer en un principio. Tal vez sería más sencillo tratar de explicar qué no es. A día de hoy podemos afirmar que cultura no es arte, a pesar de lo que ocurría en el siglo XVIII. Tampoco acertaríamos si tratásemos de utilizarla para denominar con ella las diversas tradiciones o religiones de los pueblos. Y aún menos si con ella intentásemos designar a un grupo de personas, como nación o sociedad. Aunque en este último aspecto sí que nos acercaríamos a una de sus características, pues, si bien no es sociedad, surge de ella.
Actualmente, el tema ha ido perdiendo interés en el ámbito académico e incluso muchos investigadores han optado por no utilizar el término. Es a Ángel Díaz de Rada a quien debemos la última aportación, que recoge toda la tradición antropológica anterior. De esta forma, propone que cultura es: “el conjunto de reglas con cuyo uso las personas dan forma a su acción social”. DIAS DE RADA, ÁNGEL: Cultura, antropología y otras tonterías, Editorial Trotta. 2010.
A través de esta breve definición puede observarse –entre otras muchas cosas- que la cultura no se posee, es algo que se vive, se hace, se siente y se reconstruye una y otra vez en un contexto social. Por ello no podemos hablar de que unos individuos poseen cultura y otros no o de que exista una superior a otra. Pues todo es cultura. Pero, a la hora de la verdad, tampoco esta descripción otorga gran claridad al asunto. Y sin embargo no podemos aportar otra más aclaratoria –aunque podríamos añadir otras igualmente confusas.
Nos encontramos ante un palabra compleja –como todas aquellas que tratan de dar nombre a una realidad abstracta- cuyo significado ha sido discutido durante años y, como suele ocurrir en Ciencias Sociales, no podemos presentar una único resultado correcto. Tal vez la opción más sencilla sería la de abandonar su uso académico. O tratar de contextualizar su uso y usarlo con extremo cuidado y responsabilidad. Sin embargo, evitar que la sociedad abandone unos usos tan arraigados en el tiempo, a pesar de su inexactitud, resultaría del todo imposible.
El objetivo de estas líneas no es otro que el de invitar a la reflexión pues, como puede observarse, no existe una solución consensuada, por lo que cada cual deberá formarse su propia opinión y actuar en consecuencia. Personalmente me inclino por continuar diciendo que cultura…eres tú.