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Mito | Revista Cultural
Crítica

Pentesilea: el amor como poder devastador

Por Julián Naranjo Escobar el 25 marzo, 2014

Heinrich von Kleist

Heinrich von Kleist nos presenta en su obra Pentesilea, el amor como poder devastador en conflicto con los usos y costumbres de un modelo estatal determinado, el de las amazonas. Los conflictos en Pentesilea no obedecen a fuerzas exteriores como podrían ser los dioses, el destino o la fatalidad, más bien obedecen a su propio amor que, transmutado en poderosa fuerza de la naturaleza, libre y en extremo temible, sólo trae consigo la aniquilación del individuo. En cierto modo, Pentesilea refleja la tragedia personal de  Kleist cuya vida fue una búsqueda constante, un perpetuo vagar en busca del equilibrio entre la desmesura de su propia sensibilidad y el orden establecido. Su caótica existencia fue un continuo oscilar entre una pasión desbordante y una extrema decepción; tal vez por ello, su suicidio ha sido interpretado como el clímax fatal  de su propia tragedia.

Heinrich von KleistHeinrich von Kleist es considerado uno de los escritores dramáticos más importantes del romanticismo alemán. Su obra más conocida, El Cántaro Roto, es una comedia de costumbres sujeta a un ambiente local determinado. Esta obra sirvió en su momento, para popularizar una falsa imagen de Kleist que le presentaba como apacible poeta y ameno pintor de costumbres, imagen que para nada se corresponde con Kleist. Sin embargo, la importancia del Cántaro Roto radica en el hecho de ser una obra de intención cómica, escrita por un romántico, ajena a la ironía característica de este tipo de obras y en la que la voz del autor no se destaca entre las voces de sus personajes, lo que de por si constituye un punto de inflexión hacia el futuro realismo. Kleist, fue un poeta de la crueldad, de la decepción, de la acción frustrada; no fue un ameno pintor de costumbres, más bien fue el poeta de aquellos inocentes que la vida lleva a situaciones extremas arrastrándolos a callejones sin salida. Obras características de su genio son El Príncipe de Homburg, La Marquesa de O, Catalina de Heilbronn y Pentesilea.

Goethe, que no tenía una buena opinión de este autor, se expresaba sobre el poeta en estos términos:

 

“Por sinceros que sean mis deseos de interesarme por él, nunca dejó de inspirarme un estremecimiento de horror, como si se tratase de un ser que la naturaleza hubiera creado con las mejores intenciones y que fuese víctima de un mal incurable [1]”

 

En algún momento se sugirió que la incomprensión de Goethe tuvo alguna influencia en la trágica muerte de Kleist. Sin embargo, parece que la melancolía que refleja Kleist en sus cuentos y novelas cortas, era parte de su naturaleza personal y del sello propio de su personalidad que lo hacía un enamorado de la muerte; una victima de una absurda impotencia para realizar sus sueños, pero no por eso incapaz de soñar vehementemente con cumplir todos sus anhelos. Con frecuencia, el poeta expresa sentimientos de profunda angustia y desesperación ante la impotencia humana; angustia y desesperación que se reflejan en las palabras de la reina de las amazonas:

 

PENTESILEA: ¡Si me fuera posible! ¡Si lo consiguiera!

Lo más arduo para las humanas fuerzas

Lo he hecho yo… He buscado lo imposible.

Me lo he jugado todo a un solo dado.

¡Y el dado que decide mi suerte ha caído, ha caído!

Tengo que comprender…, comprender que he perdido [2].

.

 Heinrich von Kleist Memorial en Frankfurt (Oder), Alemania

Heinrich von Kleist Memorial en Frankfurt (Oder), Alemania

Angustia y desesperación que, en El Príncipe de Homburg, estallan en versos que aclaman la muerte como liberación:

 

 EL PRÍNCIPE:  ¡Ahora, eres toda mía, inmortalidad!

¡Atraviesas las bandas de mis ojos, que el sol mil veces más

Esplendorosa! Siento un crecer de alas,

Se adelanta mi alma

En los tranquilos ámbitos del éter; como una nave

Que seduce el viento y olvida ya el tumulto del puerto, así

Llega mi vida a su crepúsculo. Aun discierno formas y colores,

Y al pronto se disipa todo en la niebla.

¡Ah, qué suave perfume exhala la violeta nocturna! [3]

 

El primer verso del fragmento anterior, constituye el epitafio que aparece inscrito en la tumba de Kleist; el 21 de noviembre de 1811, luego del fracaso de El Príncipe de Homburg, Kleist terminó con su vida con un sello de melancolía romántica: el suicidio en unión de su amiga y musa Adolfine Vogel, cuando ésta le pidió cumplir su promesa de quitarle la vida en cuanto ella lo deseara. Kleist disparó contra Adolfine, a quien él llamaba Henriette Vogel, enferma de cáncer en fase avanzada, y luego mordió el cañón de su pistola y detonó el arma en la negra oquedad de su boca. Luego de su trágico final, su obra Pentesilea cobró especial relevancia, tal vez porque en aquella tragedia Kleist logró asociar, magistralmente, la fuerza del amor con la propia muerte.

 

Pentesilea

Penthesilea 1862, Gabriel-Vital DubrayEn completa oposición a la imagen idealizada de la antigüedad grecolatina que impera en su época como modelo moral y educativo, Kleist nos presenta una antigüedad de barbarie y sangrientos excesos en la que la guerra no sólo enfrenta estados sino que arrastra a los individuos al abismo.

El argumento de Pentesilea se teje en torno a tres combates entre los aqueos y las amazonas. En medio de la guerra de Troya, las amazonas llegan para apoyar a los troyanos, al tiempo que buscan hombres a quienes vencer para luego casarse con ellos de acuerdo con sus costumbres. En el primer combate surge el amor entre Aquiles y Pentesilea. En la segunda batalla, la reina de las amazonas cae herida por la lanza de Aquiles, pero este finge ser él el vencido para no herir su orgullo y conseguir su amor. Sin embargo, las circunstancias obligan a Aquiles a confesar a Pentesilea que el vencedor ha sido él y no ella, sin imaginar la indignada respuesta de la amazona. El tercer combate es provocado por Aquiles, quien tratando de enmendar su error comete otro. El Pélida reta a la reina de las amazonas a un encuentro a campo abierto y acude al combate totalmente desarmado esperando ser vencido por ella. Pero Pentesilea es victima de un furor extremo; su amor la ha consumido y desbordado, convirtiéndose en una furia sometida a pasiones irrefrenables. Poseída por una ira ciega, Pentesilea lleva sus armas y sus perros de presa al combate donde la espera su amado, lleno de dulces presagios y ajeno por completo a la locura que ha poseído a la amazona. La Reina lo persigue, lo hiere, lo muerde al unísono con sus perros y lo despedaza; del altivo guerrero sólo queda una masa sanguinolenta, arrastrada por el campo de batalla.

Ahora bien, no obstante el amor entre Pentesilea y Aquiles, de acuerdo con los usos y costumbres de su pueblo, Pentesilea sólo puede conseguir a Aquiles como amante derrotándole en batalla. Pero sus mundos son diferentes y sus lenguajes opuestos; gestos y acciones sólo pueden cobrar su sentido pleno dentro de los signos de su propio colectivo y por ello, la comunicación entre la reina de las amazonas y el héroe griego esta de antemano condenada al equivoco. En el primer encuentro, no hay una percusión encarnizada, el reto de Pentesilea es un signo de amor y Aquiles lo interpreta como signo de deseo:

 

AQUILES: Sé lo que de mí quiere esta divina

Criatura; envía heraldos de sus deseos,

Empenachados, a través del aire,

Con susurros de muerte a mis oídos.

En mi vida, jamás con una hembra hermosa

Me mostré esquivo. Amigos,

Sabéis que a todas he dado satisfacción,

Y si con esta no he cedido aún,

¡Por Zeus, dios del trueno!, ha sido porque

No he hallado aún el lugar apropiado,

Entre los matorrales, para tomarla en mis brazos

Sin estorbos, como su corazón anhela,

Sobre cojines de caliente hierro [4].

 

Aquiles puede ver el signo de Pentesilea, pero lo observa desde su propia óptica tratando de descifrar el signo desde sus propios códigos; es allí donde el signo se desdibuja y su interpretación se hace necesariamente errónea. En el mismo sentido, el último reto de Aquiles es un intento por satisfacer las costumbres de las amazonas, una concesión a  los que él considera usos exóticos de las amazonas; pero nuevamente, los lenguajes son diferentes y Pentesilea lo entiende como engaño:

 

PENTESILEA: ¿Sabiendo que soy demasiado débil

Para medir mis fuerzas con las suyas, me reta?

Este pecho fiel, ¿no lo conmueve,

Si no es atravesado por su lanza?

Lo que le susurré, ¿sólo llegó a su oído

Cómo una música hecha de palabras?

¿No pensaba en el templo bajo copas de arboles?

¿Coronaba mi mano una estatua de piedra? [5]

.

 La Batalla de las Amazonas 1873, Anselm Feuerbach

La Batalla de las Amazonas 1873, Anselm Feuerbach

Así pues, los símbolos y códigos específicos de sus respectivos lenguajes hacen imposible la comunicación entre ellos. En cierto modo, los personajes de Kleist se encuentran sometidos a una dura prueba, cuya finalidad es resolver el acertijo que proponen los símbolos, descifrar los códigos de un lenguaje ajeno, para así penetrar el misterio de la realidad. La superación de esta prueba, traería consigo la posibilidad de un nuevo comienzo humano producto del amor; pero Pentesilea y Aquiles fracasan en la prueba y tal posibilidad no pasa de ser una utopía. No obstante, es ese mismo amor lo que permite a Pentesilea recuperar su individualidad, su propio carácter singular que hasta entonces se halla perdido entre las normas y códigos de su comunidad. Lo que permite a Pentesilea recobrar su carácter singular como individuo, es la lucha interior que se da en ella entre lo social y lo individual. Una dura batalla entre la norma y las convenciones sociales, profundamente arraigadas en su interior, y la devastadora fuerza de un amor que poco entiende de límites o de normas sociales y culturales. La presunta burla de Aquiles, provoca en ella un dolor tan profundo e insondable que transforma su amor en una furia irracional y ciega que la lleva a destrozar a Aquiles con sus perros participando con ellos en esa orgía de mordiscos y sangre hasta el punto de confundir dentelladas con besos:

 

PENTESILEA:  ¡No! ¿No le besé? ¿Lo despedacé entonces?

¡Hablad!

LA SUMA SACERDOTISA: ¡Ay, ay! Vuelvo a gritarte: ¡ay de ti!

¡Que te cubra la noche eterna para siempre!

PENTESILEA: Entonces fue un error. ¡Besos o dentelladas!

Cualquiera que ame de todo corazón

Puede confundir los unos con las otras [6].

 

Sin embargo, la luz de la razón se abre paso en ella haciéndola consciente de su terrible acción, y es aquí que la ruptura se produce. Renunciando a ley de las amazonas, Pentesilea decide seguir a Aquiles en la muerte. El brutal poder del amor que ha destruido a Aquiles, resulta ahora suficiente para destruirla a ella como un agudo puñal forjado en la fragua del dolor:

 

PENTESILEA: porque ahora desciendo al fondo de mi pecho

Como a un precipicio, y de el extraigo,

Frio como el metal, un sentimiento destructor.

Este metal, lo purifico en el fuego del dolor

Hasta endurecerlo como el acero; luego lo empapo todo

Con el veneno corrosivo de los remordimientos,

Lo pongo sobre el eterno yunque de la esperanza,

Y así, agudo y afilado, se convierte para mí en un puñal,

Y a este puñal, ofrezco ahora mi pecho [7]…

.

Amazona herida, c.1900

Amazona herida, c.1900

Sin embargo, en este , Pentesilea no sucumbe por la fragilidad de su condición humana, sino precisamente por su fuerza, tal como explica Protoe al final de la tragedia:

 

PROTOE: ¡Sucumbió porque estaba floreciendo

Con demasiada fuerza y gallardía!.

La encina muerta resiste al temporal

Pero este abate con estrépito a la sana

Porque puede hacer presa en su ramaje. [9]

 

Ahora bien, Kleist proyecta en sus personajes sus propias dudas e indecisiones y, como señala el filósofo Eugenio Trias [10],  llega a mostrarlos como hombres de acción justo en el momento de sus muertes adoptando una decisión que los redima de la tragedia; pero, para que esto sea posible la razón, el pensamiento y la reflexión, deben ser sometidas y dominadas por pasiones y sentimientos desbordados, y, en consecuencia, totalmente irracionales; en otras palabras, Kleist lleva a sus personajes a un estado en que fuerzas oscuras e inconscientes priman sobre la razón. Es la eterna lucha con la razón ilustrada que emprendieron tantos autores del Sturm und Drang y del romanticismo, por considerar que la fría lógica, el mero intelecto ajeno al corazón, no puede más que reprimir y anular la sensibilidad humana y negar al ser humano las inmensas posibilidades de sus emociones y sentimientos.

Pentesilea Reina de las Amazonas. MiniaturaAhora bien, Pentesilea no busca su aniquilación per se, lo que la alienta no es la mera autodestrucción, tampoco la aniquilación definitiva. Lo que la anima en el momento de tomar su decisión suicida, es la esperanza de purificar su sentimiento autodestructivo en el fuego del dolor. En cierto modo, la anima también la certidumbre de un nuevo comienzo en un lugar en el que pueda reencontrarse con Aquiles, más allá de las limitaciones impuestas por la sociedad, de la misma forma en que Diotima le explica a Hiperión: “Solo nos separamos para estar unidos mas íntimamente, mas divinamente en paz con todo. Morimos para vivir” [11].

Lo que Pentesilea busca es una oportunidad, la oportunidad de convertir la muerte en vida, en definitiva transformar la muerte de amor en vida de verdad; es el amor romántico, que trae implícita la aceptación de la autodestrucción, además de un phatos trágico que le es inherente ya que en él descansa la esperanza de un nuevo comienzo, la armonía del uno y el todo y en él se encuentra toda la rebeldía romántica; como concluye la investigadora Gras Balaguer: “en la muerte, el alma romántica encuentra a su vez la liberación de la finitud” [12].


[1] Goethe. J.W. (1970)  Citado por Thoorens León en: Italia y Alemania. El espíritu latino y el germánico en sus manifestaciones literarias. Editorial Daimon. Barcelona, España.

[2] Kleist, Heinrich von. (1988) Pentesilea. Escena IX. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina.

[3] Kleist, Heinrich von. (1972) El Príncipe de Homburg. Escena X. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina.

[4] Ibíd. Nota i. Escena IV.

[5] Ibíd. Escena XX.

[6] Ibíd. Escena XXIV.

[7] Ibíd. Escena XXIV.

[8] Ibíd. Escena XXIV.

[9] Ibíd. Escena XXIV.

[10] Trías Eugenio. (1988) Citado por Gras Balaguer Menene en: El Romanticismo como espíritu de la modernidad. Montesinos editor, S.A. Barcelona, España.  Pág. 43.

[11] Gras Balaguer Menene. (1988) El Romanticismo como espíritu de la modernidad. Montesinos editor, S.A. Barcelona, España.  Pág. 44.

[12] Ibíd. Pág. 45.

Referencias Bibliográficas

  • Thoorens León. (1970)Italia y Alemania. El espíritu latino y el germánico en sus manifestaciones Literarias. Editorial Daimon. Barcelona, España.
  • Kleist, Heinrich von. (1988) Pentesilea. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina.
  • Kleist, Heinrich von. (1972) El Príncipe de Homburg. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina.
  • Gras Balaguer Menene. (1988) El Romanticismo como espíritu de la modernidad. Montesinos Editor, S.A. Barcelona, España.

Portada: Español Pentesilea 1891, Arturo Michelena

Imágenes: Heinrich von Kleist, Retrato | Penthesilea 1862, Gabriel-Vital Dubray (Jastrow) | Pentesilea Reina de las Amazonas. Miniatura

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Julián Naranjo Escobar

Investigador sobre pensamiento latinoamericano, el legado colonial en Latinoamérica y la relación literatura-sociedad. Ha escrito ensayos sobre distintos temas de las áreas humanas (filosofía, literatura, historia y filosofía del arte, pedagogía crítica, etc.) generalmente con un enfoque interdisciplinar. Miembro del Consejo Editor de la Revista de Humanidades Populares, ISSN 0719-0999. Licenciado en Filosofía en la Universidad de Antioquia (UdeA).

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