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Mito | Revista Cultural
Culturas 0

Oportunidades para los oficios en vías de extinción

Por Iván Dueñas Villamayor el 30 marzo, 2015 @Ivn66

Los profesionales del instrumento, y no de la máquina, pueden hacerse hueco en el sistema económico moderno.

El afán de las empresas por invertir en todos los sectores económicos y generar beneficios exorbitados, provoca que los trabajadores que practican, por cuenta propia, oficios ancestrales queden aislados, convirtiéndose en jornaleros poco cualificados dentro del sistema laboral.

 

El trabajo manual posiblemente fuera la primera seña de identidad que empezó a definir al ser humano. De hecho, todavía surgen discusiones en torno a una cuestión: se desconoce si antes llegó el ‘’homo faber’, el hombre que hace o fabrica, o el ‘homo sapiens’, el hombre pensante. Parece plausible la hipótesis de que nuestra capacidad racional se desarrolló, en un principio, estimulada por la necesidad de transformar la naturaleza, pues dentro del reino animal, nuestra especie fue la única capaz de fabricar los utensilios que ha necesitado para vivir de manera más confortable.

La sociedad postindustrial apenas es consciente del lugar que podrían tener los oficios ‘no industrializados’ en el tejido productivo de un país; aquellos que no forman parte de una cadena productiva empresarial y se practican por cuenta propia. La misma globalización que ha traído la interacción cultural, también ha dejado el camino libre a las empresas occidentales para que se aglomeren, cobren más fuerza y promocionen sus productos más allá de las fronteras nacionales. De ahí la tendencia a generar grandes cantidades de excedente, y también de contratar empleados de forma masiva, muchos de los cuales se ven obligadas a dejar sus oficios debido a que pierden clientes y no obtienen suficiente rentabilidad por los trabajos que realizan. En la actualidad, solo caben las empresas de alta velocidad, las que producen a gran escala y amontonan fortunas para volver a invertir y crear imperios comerciales, pero, por otra parte, los comerciantes que venden en un contexto local, cesan de trabajar y no les queda otra alternativa que adquirir empleos de baja cualificación en los polígonos industriales de las ciudades.

Nostalgia de un oficio, de Lliana Bugarín, exhib ición  Pintura a la Acuarela Museo Roca, Buenos AiresNostalgia de un oficio, de Lliana Bugarín. Exhibición de Pintura a la Acuarela. Museo Roca (Buenos Aires)

El tiempo invertido, el diseño de las piezas fabricadas, la búsqueda de clientes y todas las atribuciones que definen al trabajador por cuenta propia, dependían únicamente de él mismo, pero su autonomía desapareció cuando irrumpieron en su hábitat inversores que empezaron a fabricar sus productos de acuerdo con las exigencias de otros mercados, más grandes y más competitivos. En los núcleos pequeños de vida humana, donde la actividad de sus vecinos pasaba inadvertida hasta que llegaron los inversores foráneos, fue donde se empezó a fraguar el crecimiento de las firmas empresariales, dirigidas desde los grandes centros bursátiles de las ciudades.

Las empresas multinacionales ponen sus bienes fabricados a disposición de la población mundial. Este salto cualitativo acontece a raíz del fordismo, fenómeno que reactiva la industria de bienes de consumo y atrae a la población rural. Así es como cambia la dinámica empresarial, y los beneficios, que hasta entonces se acumulan de manera extensiva, es decir, manteniendo unos niveles estándar de productividad, sin alterar las técnicas de fabricación, ahora lo hacen de manera intensiva, sacando más rendimiento a las unidades de trabajo, tanto en la industria pesada como en la industria ligera[1]. Las empresas crecen de forma inconmensurable y acaban trasladando las fases del proceso productivo a otros emplazamientos, separados, pero interconectados, intensificando los flujos migratorios.

En los países donde campea la economía de mercado, el empresario determina la oferta y demanda de trabajadores. De esta manera, los “cuentapropistas”, los trabajadores de oficio, se desvanecen porque las grandes empresas los desplazan del mercado. Sus productos cuestan menos fabricarlos y se venden a precios más bajos y contra esto, los trabajadores de oficio, no pueden competir. En ese momento se ven obligados a pedir empleo en las grandes naves, abandonando el talento que han adquirido en el entorno familiar.

La malla capitalista también ha ido atrapando a los pequeños municipios y algunos trabajadores, exponentes de la vida urbana en estos lugares, se han reinventado y han continuando trabajando en otros sectores. Serenos, colchoneros, cesteros, hojalateros, esquiladores, alfareros, bordadoras, costureras, zapateros remendones, todos desaparecen y si siguen practicando sus oficios a tiempo parcial, es por seguir cultivando sus aficiones, no porque se lucren, pues sus servicios son reclamados dentro de un pequeño segmento de mercado local y su trabajo no es suficientemente retribuido. Los costes de fabricación es mayor frente a quienes producen de manera eficiente y dinámica en las naves industriales.

Artesano, Pablo LaveguiArtesano, Pablo Lavegui

La patronal podría, si hubiera debate, establecer un acuerdo consensuado para permitir el ejercicio de estas profesiones. Existen talleres de inserción laboral donde gente incapacitada elabora manualmente piezas de costura, repostería, orfebrería o ebanistería ¿sería mucha molestia mantener estos talleres en muchos más lugares y paliar la fuga de empleos, así como el abaratamiento de precios que medra sobre la calidad de los productos? No lo sería si los gobiernos aprobaran políticas efectivas, pero este es el menor de los problemas, ya que cuando los inversores modifican la disposición de hábitats rurales y urbanos, empujan a sus pobladores a iniciar fuera otra vida, ofertando servicios poco cualificados y dejando sus propiedades del pueblo desatendidas[2].

¿Qué oportunidades tienen estos profesionales de adaptarse en un mercado que está continuamente mutando por la asimilación de innovaciones tecnológicas? Haciendo una visión general, verdaderamente, son pocas. Las herramientas que utilizaban nuestros antepasados ahora se exhiben como antiguallas en museos etnográficos, colocadas en espacios que reproducen sus antiguos lugares de trabajo. Realmente, en muchos lugares el interés que suscita entre la gente es lúdico, sin más, pero en muchos municipios, esto es lo mejor que puede ocurrir porque no han encontrado otras salidas viables para mantener sus pequeños talleres y se han convertido en trabajadores asalariados. Si de ellos dependiera, preferirían seguir con sus profesiones, las que han heredado de sus padres, produciendo para el consumidor local, pero el contexto es distinto y deben resignarse a trabajar para las grandes empresas.

Zapatero, Museo Etnográfico de Riaño (León), por elialalricZapatero, Museo Etnográfico de Riaño (León), elialalric

Sólo planteamos la comparación del antes y el después para jactarnos de la situación tan confortable que vivimos actualmente, pero es posible estudiar cada situación en particular y promover el desarrollo. Los empleados cualificados están en la cúspide de la jerarquía empresarial y cualquiera que provenga del universo tradicional, pasa a ocupar las peores plazas. En lugar de empobrecer, cerrando puertas a la población para que acepte empleos precarios, estaría bien firmar acuerdos consensuados y averiguar cómo podrían aprovecharse las virtudes de estos trabajos.

Agudeza, moderación, destreza manual, libertad para planificar horarios, respeto por el hábitat donde ha crecido, todos ellos son hábitos que proporcionan suficientes razones al trabajador para proseguir con sus pequeños quehaceres, en lugar de contribuir al amasijo de fortunas de las grandes sociedades capitalistas. Sin embargo, la ciudadanía no debe complacerse con atribuir los goces propios de las atracciones turísticas, ya que los trabajadores que han emigrado desearían recuperar el sitio que han perdido. Es un hecho que las migraciones campo – ciudad han vaciado núcleos de población enteros.

Muy lejos de su anunciada desaparición, estos oficios denotan capacidad de adaptación y el capital puede repensar la oportunidad de utilizar la tradición. Limitar el análisis a concebir unidades aisladas, a efectos prácticos, no hace más que abanicar el conflicto entre los dispositivos de valoración[3]. Logrando sintetizar las técnicas modernas y tradicionales, logramos más competitividad en el mercado, pues cada unidad fabricada presenta las peculiaridades que solo confiere el ser humano con su talento artesanal. Además, la supervivencia de oficios no industrializados evita la segregación y acerca culturas, crea espacios cosmopolitas.

La valoración de los oficios tradicionales es una misión que se propone llevar a cabo el antropólogo, analizando las costumbres de los pueblos y hablando de ellos a la opinión pública. Realiza estudios a partir de la convivencia con sus informantes y la recopilación de observaciones personales. La antropología se encarga de sacar a relucir las costumbres que la civilización occidental ha perdido con el paso de los tiempos y estudia la historia no como un encadenamiento de fenómenos a gran escala, sino como sucesos que sólo tienen sentido para la vida y el devenir del ciudadano[4].

El antropólogo podría hacer una divulgación de las acciones más cotidianas que rigen la vida de estos profesionales para modificar la opinión que los ciudadanos tienen sobre ellos. Podrían investigar patrones de trabajo, analizar las normas de convivencia que tienen estipulados los gremios con el fin de entusiasmar a los empresarios, y a su vez, hacer que aprendan valores para mejorar las relaciones con sus empleados. Los pescadores de La Albufera organizan plenos para regular la explotación de las reservas pesqueras, con tal de no dañar el medio ambiente y no interrumpir los ciclos naturales de reproducción de las especies que habitan en los lagos. También respetan la distribución parcelaria de los acuíferos, de tal forma que donde pesca uno no pesquen los demás[5]. Con estudios de este tipo, los trabajadores que aún permanecen en la tradición podrían esgrimir motivos para defenderse de quienes quieren eliminarles.  

Pescador en la Albufera, BamboPescador en la Albufera, Bambo

En suma, el trabajador tiene que adentrarse en una dinámica productiva ajena a sus hábitos para asegurarse el sustento diario, pero en contra de su voluntad, ya que para él sería muy confortable seguir ejerciendo su profesión. La extinción viene con el cambio de mentalidad empresarial, cuando interesan más los bienes que las personas que los crean. Asimismo, el consumidor que apuesta por la calidad y la singularidad de los productos que adquiere, se lleva una decepción cuando encuentra establecimientos que venden repeticiones seriadas, cortadas por un mismo patrón, en lugar de artículos únicos, diferentes, marcados por el sello personal del trabajador. Tradición y modernidad no deben oponerse, sino interactuar en diferentes niveles de integración y alcanzar un equilibrio para garantizar la subsistencia de estos oficios. De esta forma se conseguiría aumentar la calidad de los productos manufacturados, el consumidor aprendería a valorarlos y los pueblos conservarían su identidad, su cultura.

Imagen de portada: Las Hilanderas, 1657. Diego de Silva Velázquez


Para saber más…

  • DOUGLAS, MARY E ISHERWOOD, B. El mundo de los bienes: hacia una Antropología del Consumo, México, Grijalbo, 1990
  • Sobreviviendo a los oficios tradicionales: Una aproximación al trabajo de los carreros – areneros de Florida, LIC. CARLOS SANTOS, Colaboración: ADIB BARREIRO, ÁLVARO, Uruguay, Anuario de Antropología Social y Cultural, 2001, pp. 95 – 107
  • Visión antropológica de la mano y los oficios en el pensamiento y la poética de Claudio Rodríguez, Luis Ramos de la Torre, Debate sobre las antropologías Thémata, Núm 35, 2005, pp. 509 – 517
  • La mano como eje interdisciplinar necesario en la relación Ciencia, Tecnología y Sociedad, Luis Ramos de la Torre, I Congreso sobre la enseñanza de la filosofía en Castilla y león, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Valladolid, 2004
  • ORTEGA Y GASSET, JOSÉ, Meditación de la técnica, Madrid, Santillana, 1997
  • PRAT, JOAN y otros, Antropología de los pueblos de España, Madrid, Taurus Universitaria, 1991

[1] La historia de las estructuras y la historia de la vida. Reflexiones sobre las formas de relacionar la historia local y la historia general, Saborit Terradas, Ignasi, en PRAT, JOAN y otros, Antropología de los pueblos de España, Madrid, Taurus Universitaria, 1991, p. 160

[2] Idem. p. 232

[3] Del estatuto científico de la Antropología, González Echevarría, Aurora, en Idem. p. 190

[4] [5] Los pescadores de la Albufera: adaptación, tecnología y organización social, Sammartín Arce, Ricardo, pp. 382 y 381 – 393

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO?

DUEÑAS VILLAMAYOR, IVÁN: «Oportunidades para los oficios en vías de extinción». Mito | Revista Cultural, nº 19. 30 de marzo de 2015. URL: http://revistamito.com/oportunidades-para-los-oficios-en-vias-de-extincion/

 

ConsumismocosmopolitismoempleoIndustrializaciónmayoristaminoristaproductividadrudimentarioTradición
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Iván Dueñas Villamayor

Licenciado en Humanidades por la UCLM en Toledo y es Máster de Periodismo en la UCM. Colabora en «El Día de Castilla–La Mancha» y en «El Inconformista Digital». Apasionado de la Literatura y del turismo cultural.

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