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Mito | Revista Cultural
Opinión

Nuestra historia es la historia del cambio

Por Flavia Marquez Cittadini el 17 enero, 2014 @flabicho

¡El que primero se adapta, gana!, como diría Darwin. Pero ¿dónde estamos metidos? y ¿qué nos trajo hasta acá?

¿Quién no ha oído a sus padres o abuelos quejándose del modo radical y la velocidad extrema con que cambian las reglas de juego últimamente? ¿Acaso son sólo ideas subjetivas o es que verdaderamente ha variado la aceleración social?

 

¿Dónde estuvimos últimamente?

Nada más común en una charla familiar que las quejas de los mayores por las dificultades para ponerse al día con las innovaciones o, cuando menos, entender de qué van antes de que se vuelvan obsoletas. Mientras, los jóvenes defienden los cambios radicales de nuestros tiempos y no desperdician la primera oportunidad de incorporarlos a sus vidas.

Un analista cualquiera, desde un enfoque evolucionista, podría argumentar que no se trata de otra cosa que una manifestación de las diferencias adaptativas esperables en una población que culminan en estos días, igual que antaño, en la selección del más apto. Sin embargo, ya no se trata aquí de la selección referida otrora por Darwin, sino de un tipo particular que más que natural, es esencialmente cultural. Volviendo a la situación cotidiana de la que partimos, son ineludibles las dificultades para negar que la velocidad del cambio en el último siglo se haya disparado. No hace tanto tiempo, una persona nacía y moría inscripta en una misma estructura social cuyas bases se mantenían constantes. Pero los equilibrios, a lo largo de la historia, han durado cada vez menos.

Más de un investigador contemporáneo está empeñado en desentrañar las características básicas de cada etapa para poder establecer un modelo que proponga la identidad de cada una con su fecha de inicio y cierre. Se ha generalizado la aceptación de la sociedad previa a la Revolución Industrial como tradicional y de aquella forjada en base a las condiciones que creó esa  revolución como industrial. Pero acercándonos más en el tiempo, aparecen las eternas dificultades que conlleva no poder distanciarse suficiente de los hechos e inevitablemente los desarrollos teóricos tienen a acarrean en cierta medida la subjetividad de haber vivido en la época que uno analiza y de que no haya transcurrido aun un tiempo prudencial para poder evaluar los hechos en un marco más amplio. Pues no hay novedad en que es complicado determinar si un fenómeno continua desarrollándose o ha mutado cuando existe la posibilidad de que aun estemos inmersos (y confundidos) en él.

Antonio Lucas Marín, un sociólogo español contemporáneo prolifero distingue 3 etapas en la evolución de las sociedades. Él propone que a las tradicionales les han seguido las industriales y a estas las de la información. Así, vivimos teóricamente inmersos en un tipo de sociedad caracterizada por una aceleración muy grande, un creciente acceso a todo tipo de datos que facilita la movilidad social, una valoración aumentada del tiempo que está trayendo aparejada una mayor flexibilidad en su distribución, y en que los conflictos de mayor relevancia dejaron de ser aquellos ligados al ámbito laboral (tal como en los tiempos en que la sociedad fuera eminentemente industrial)  frente a las problemáticas que plantea la igualdad de oportunidades y en la que se inscriben las luchas de las minorías y de las culturas diversas.

No obstante, el desafío surge a la hora de determinar en qué momento se ha producido el quiebre. ¿Cuándo han cedido la sociedad industrial frente a la de la información? Porque si bien históricamente siempre se habla de transiciones frente a la imposibilidad de condensar en un punto exacto de la línea de tiempo el cambio de toda una comunidad, una de las novedades que los tiempos modernos nos aportan es que son fundamentalmente las innovaciones puntuales las que posibilitan profundos cambios en la cotidianeidad individual y la potenciación de ese cambio en nuestro comportamiento en interacción con otros.

foto 2

Todos miramos hacia el frente cuando ahí está la pantalla, Vancouver film school

Se ha propuesto que la sociedad de la información tuvo comienzo con la aparición del correo electrónico en 1981. Y sin embargo, ¿qué porcentaje de la población utilizaba esa herramienta en los 80s? ¿Puede hablarse de que haya cambiado la dinámica de la sociedad cuando aún estaba restringido únicamente a ciertos sectores empresarios, académicos y de poder? ¿Cuánta validez puede tener, en términos colectivos, para considerarse característico de una época en la historia de la sociedad siendo aún tan limitado? Una posible respuesta a todos estos interrogantes es la oposición. Quizá el hito deba ser otro y resulte atinado reevaluar qué define a un cambio como social. Tal vez no sólo dependa de la capacidad intrínseca de la innovación en un plano potencial sino también real y no corresponda hablar de eras sociales hasta no tratarse de modificaciones que tengan un efecto extensivo en el conjunto social.

Redefinir criterios siempre es complicado, tanto como lo es detenerse a definir una palabra que uno ha usado la vida entera. En efecto, las múltiples dificultades en los intentos de consensuar significados de términos de uso corriente son la perfecta demostración de la relevancia de ser claro. Si lo social viene dado por el conjunto y es, en buena medida, independiente de la influencia individual, una posibilidad es juzgarlo en términos de masividad.

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Hablamos por teléfono con alguien lejano y más con quien tenemos al lado, Tacoekkel

El correo electrónico definitivamente cambio muchos parámetros (especialmente aquellos ligados al tiempo y al espacio) de la dinámica social pero esto fue insuficientemente representativo antes de los 90s. Con la aparición de servidores que ofrecieron cuentas de email gratuitas se disparó su uso y este trajo inevitablemente aparejada la exigencia de utilizarlo. Recién entonces en correo electrónico tuvo su propio casillero en formularios de todo tipo. Fue la disponibilidad, y la expansión consecuente, la que hizo posible que pasara de ser un lujo a una herramienta básica y que tuviera su lugar entre los requisitos mínimo de contacto.

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La tecnología nos sigue (literalmente) a todas partes, Gastev

Lo masivo es lo que cambia las reglas. Solo en tanto extensamente accesible algo llega a ser socialmente influyente y a trazar la línea entre los que siguen al día y los que se han quedado atrás. Lo masivo es básico y es la adaptación a lo básico es la que nos mantiene en carrera.

 

La  sociedad de la información llegó pero, ¿para quedarse? ¿Eso es todo?

La información sigue al mando pero es irrefutable que ha mutado. Se modificaron tanto su importancia como su influencia. Prácticamente todas las inversiones se dirigen, hoy por hoy, al desarrollo relacionado, en mayor o menor medida, con los el manejo de datos. Tal como ocurre con casi toda construcción humana, el motor que impulsa los avances tecnológicos parece imparable y avasallante. Quizá esto se deba a que más allá de ser algo colectivo, mantiene innegablemente la efervescencia de un creativo inspirado. Esto resulta prometedor para todos aquellos que ven maravillados el cambio vertiginoso de la vida cotidiana y solo desean que el flujo de adrenalina no se detenga. Sin embargo, no es menos importante equiparar los esfuerzos en la investigación los de ingeniería. Hay que averiguar dónde estamos y hacia donde puede llevarnos lo que se está desarrollando. En tanto los cambios invadan tan profundamente nuestra intimidad y nuestra vida cotidiana, es imposible que no afecten otras esferas más allá de la laboral.

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¿Quiere saber más sobre lo que ve? ¡Mejor que tenga un smartphone a mano para escanear el código! Mark Turnauckas

Los dispositivos interactivos, las redes sociales y las apps omnipresentes generan mucho más que interés. Nuestro comportamiento se modifica; el modo en que nos relacionamos y en que llegamos a conocer a los demás pierde humanidad pero gana velocidad y alcance; la distancia entre el ámbito privado y el público desaparecen y las posibilidades de saber parecen infinitas porque cada desconocido es conocible por Facebook y (si no está allí) por Twitter o en algún sitio que nos muestre Google. Hoy, así como después de que se propagara el uso de correo electrónico, volvieron a mutar las expectativas y las exigencias.

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Participar de una boda a miles de km. ahora es posible via Skype, The U.S. Army

Siendo la comunicación lo más humano que tenemos, es imposible cambiarla sin cambiarnos. A esta altura, es difícil aceptar que la forma individual de enfrentar cada día, la interacción micro social o el esparcimiento de un mensaje a nivel masivo sigan las mismas reglas que a fines del siglo pasado. Los parámetros que cambio el correo electrónico son, una vez más, obsoletos.

Mariano Feuer, un experto en social media y comunicación viral que participo de la versión argentina de BarCamp comparo el cambio en las reglas del juego de la comunicación con lo que ocurriría si un futbolista apareciera en medio de un partido de rugby e intentara jugar futbol de todos modos. Solo sería amonestado una y otra vez. El entorno es diferente. Necesitamos ser diferentes. No solo es cuestión de entender las reglas; hace falta actuar pero también pensar de otro modo.

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Los códigos QR reemplazaron la información en toda clase de anuncios y carteles, The Children’s Museum of Indianapolis

Lo que antes era uno a uno, ahora es en todas direcciones. A los que solían ser inalcanzables, podemos contactarlos con redes sociales. Con el uso de los social media se disipan los límites para la curiosidad. El intercambio multidireccional y permanente en el que cualquiera puede entrar a gusto agota los confines del dialogo y los complejiza. Todos los factores se confrontan en caóticamente y esto llega a influir en todo, desde la percepción hasta la lógica que aplicamos para tomas decisiones. En menos de treinta años entramos y salimos del entramado en que nos sumergió la aparición y el estallido del correo electrónico. Y hoy, el escenario ya es otro.

Portada: Nativos de la era digital, Cristóbal Cobo Romaní

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Flavia Marquez Cittadini

Estudiante de la Licenciatura en Medicina (Universidad de Buenos Aires) y en Crítica de Artes (Instituto Universitario Nacional del Arte). Idea original y colaboración en el folletín de difusión literaria 'Negro Compuesto'.

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© 2019 MITO | REVISTA CULTURAL. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido protegido por derechos de autor. ISSN 2340-7050. NOVIEMBRE 2019.

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