Jesús Acebedo es compositor y pianista. Está titulado como Profesor de Piano por el Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona y es Licenciado en Musicología y en Psicología por la UAB. Compositor del dúo de piano y voz “Sigmund’s Mirror”, acaba de editar un disco de composiciones propias llamado “16 peces per a piano”; hemos podido entrevistarlo en estos días, en los que prepara junto a la coreógrafa y bailarina Mireia de Querol un espectáculo de piano y danza contemporánea.
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Tu vida está ligada a la música, desde muy pequeño. ¿Cómo son esos primeros pasos? ¿Los recuerdas?
A los 6 años empecé a estudiar música en Mataró (Barcelona), en la escuela de música de Alba Masafrets. Guardo muy buen recuerdo de esa época, aunque también he de reconocer que para un niño pequeño a veces es complicado dejar la pelota de fútbol y ponerse a tocar el piano…
Alba despertó mi interés por la música. A Alba Masafrets la recuerdo como una pianista con grandes dotes pedagógicas, además de una depurada técnica y una exquisita sensibilidad musical. Con ella empiezo a hacer pequeños conciertos de piezas sencillas de música clásica para piano, y realizo a los 9 años mi primera pequeña composición para piano, que aún conservo. Alba despertó mi interés por la música, y a los 11 años, me recomienda ir al Conservatorio de Música de Mataró. Allí empiezo a estudiar piano con el maestro Josep Canals. Josep Canals me inculcó la disciplina que requiere el estudio del piano, y aumenta mi interés por la música.
A los 17 años continuo mis estudios en el Conservatorio del Liceo de Barcelona, con la pianista Margarita Serrat y con Francesc Burrull. También empiezo a estudiar bajo y guitarra. Desde los 17 años desarrollo más seriamente mi labor compositiva para piano y empiezo a dar conciertos de mi obra.
¿Cómo crees que influye la música en el desarrollo de un niño? ¿Qué te aportó a ti?
La primera infancia es la etapa más propicia para el desarrollo de la música. Cualquier niño tiene su propia musicalidad en mayor o menor medida, y esta característica se debería potenciar desde las edades más tempranas. Se puede aprender música de mayor, pero –y ésta es mi opinión personal, que se basa en los músicos que he ido conociendo a lo largo de todos estos años- para llegar a dominar la música se debe empezar a aprender desde pequeño.
La ciencia ha demostrado que los niños aprenden determinadas habilidades de forma especialmente rápida: la música, el lenguaje…
Estas etapas sensibles del desarrollo se llaman ventanas neuronales. Y estas ventanas neuronales se van cerrando a medida que pasa la edad óptima, que va aproximadamente de los 3 a los 10 años. Es decir, se puede empezar a aprender música en la adolescencia o de adulto, pero la plasticidad sináptica del cerebro será menor.
La música se debe enseñar a los niños de manera lúdica, como un juego divertido , alegre y sugerente. Así el niño querrá aprender más y educaremos de una forma natural; creo que si se hace de manera forzada tenemos serias posibilidades de que resulte contraproducente.
La música despierta la creatividad, ayuda a expresar sentimientos, mejora la coordinación, el sentido del ritmo, desarrolla la imaginación, la memoria, la atención, la agilidad mental, la concentración…
Además, y hablo por experiencia propia, si el niño se acostumbra desde pequeño a dar conciertos en público, subir al escenario se vive como algo normal. La música también me aportó un entorno propicio para desarrollar la capacidad creadora, la sensibilidad artística y a nivel social y afectivo la relación e interacción con otros niños.
Tu instrumento predilecto es el piano. No obstante, tocas también el bajo y la guitarra. ¿Hay algún instrumento más complicado que otro de tocar? ¿Cuál es el instrumento más recomendable para comenzar en la música?
Si nos referimos a piano, bajo y guitarra, no creo que haya algún instrumento más complicado que otro de tocar. Tocar bien cualquiera de ellos requiere perseverancia y cierta introversión.
Ahora bien, sí creo que para una persona que empieza la guitarra es más “agradecida” que el piano, pues en relativamente poco tiempo y con pocos conocimientos de solfeo se puede empezar a acompañar canciones con la guitarra.
Las partituras de piano son complejas, con claves diferentes para cada mano. ..y tampoco hay que olvidar el uso del pedal.
En mi opinión lo ideal es que el niño se familiarice a tocar más de un instrumento. Por ejemplo creo que la flauta dulce es una muy buena opción para iniciarse. No resulta difícil leer las notas, ya que sólo se toca una sola cada vez y en una sola clave, y suena bien tocando melodías sencillas. Y a la vez creo que es ideal combinarlo con el aprendizaje paralelo del piano, que le aportará unos horizontes polifónicos de mayor amplitud.
¿Qué aconsejarías a un padre que quisiera introducir a su hijo en la música clásica?
Mi primer consejo sería que escuchen música clásica con sus hijos, para que estos lo perciban como algo normal en sus vidas. La hora del baño o los trayectos en coche son un buen momento.
Asistir a conciertos de música clásica para público infantil es otra buena opción, y si vemos que el niño lo tolera bien, podemos empezar a llevarle a conciertos de música clásica de adultos. Tal vez no aguante el concierto entero, pero es una buena manera de empezar a disfrutar de la música clásica.
Y siempre es muy positivo si podemos explicar a los niños algo del concierto: el compositor, los instrumentos, la obra…
¿Qué diferencias hay entre un músico aficionado y un músico profesional?
A menudo me preguntan si me considero músico aficionado o profesional. Y en mi opinión la respuesta requiere una reflexión y de varias consideraciones al respecto.
El problema empieza en que a veces la categoría “músico aficionado” es demasiado amplia y ambigua, por lo que en ocasiones tiene un cierto aire despectivo. En ella encontramos desde personas con poco o nulo conocimiento musical, pasando por músicos que disfrutan tocando en el ámbito privado y que en ocasiones hacen alguna pequeña actuación, hasta músicos talentosos con un amplísimo historial de formación y actuaciones. En una categoría que abarca perfiles tan diferentes, en ocasiones las comparaciones se hacen odiosas.
Una respuesta rápida, y a la vez muy extendida entre los músicos y la sociedad en general, es la de que “músico profesional” es aquel que cobra dinero por tocar y puede vivir de la música, mientras que el aficionado no. Para mi esta respuesta es incompleta y excesivamente simplista, pues tacha de “no profesional” el trabajo tan interesante que realizan muchos músicos que no ganan dinero con su trabajo. Además, muchos músicos deciden compartir su música y sus composiciones –en algunos casos de gran calidad- de manera gratuita, quedando automáticamente excluidos de la categoría “músico profesional”.
En mi caso, la música no me genera suficientes ingresos que me permitan vivir, razón por la cual tengo otra profesión que es con la que “me gano la vida”. Ahora bien, este hecho me permite, por ejemplo, dedicarme a componer única y exclusivamente aquella música que me gusta y en la que creo. No me veo en la obligación de dedicarme a un género determinado, ni de componer bajo el criterio de hacer música que deba funcionar a nivel económico. Si me involucro en un proyecto gratuitamente será porque me gusta y me dará réditos de una manera distinta a la económica. Trabajaré con mayor libertad: no lo haré con las limitaciones de estilos, plazos y recursos que pueda tener en otra producción que haces por el dinero.
En este sentido, un músico “profesional” debe dedicarse al tipo de música que genera beneficios económicos. Y éste es un pez que se muerde la cola: si quieres ganar dinero tocando, debes dedicarte a esos campos musicales que sabes que funcionan a nivel económico, y dejar de lado otros proyectos que sabemos generan pocos beneficios. Si todos los músicos siguiésemos la filosofía de perseguir el rendimiento económico, perderíamos la riqueza cultural que suponen lenguajes musicales distintos al discurso musical predominante.
Ahora bien, obviamente no todo son ventajas y el hecho de no ser profesional conlleva grandes problemas: El gran inconveniente de “no ser profesional” es el de no poderme dedicar a tiempo completo a hacer aquello que más me gusta: componer y tocar mi música. El hecho de sólo poderme dedicar a tiempo parcial, a veces te hace sentir que no te encuentras al 100% de tus posibilidades. Y en ocasiones esto es duro de digerir, y tienes la tentación de dedicarte a otras músicas más fáciles de tocar, que generan más ingresos y que llegan a más público con muchos menos esfuerzos.
Mi música, aunque tiene gran influencia de la música clásica, obviamente no entra en los circuitos de música clásica. En mis temas también se pueden apreciar influencias del jazz, aunque en ningún caso se puede decir que es jazz, por lo que tampoco entro en los circuitos de jazz. Y tampoco es música contemporánea (en el sentido que no es música de vanguardia). En definitiva, si piensas en términos de rendimiento económico, lo mejor es dedicarte a un estilo que sepas que funciona a este nivel. Músicas como la mía, que no son seguidas por un gran número de personas, tienen dificultades para encontrar un lugar de difusión. Y conseguir conciertos conlleva un alto gasto de tiempo y energía. Pero también creo que hay gente interesada en descubrir propuestas diferentes, y que buscan algo más a lo que ofrecen los circuitos tradicionales.
Me encuentro entre quienes (y sé que no estoy solo) queremos y necesitamos dedicarnos a crear y tocar nuestra música, porque creemos en ella y porque considero que es mi pasión. A decir verdad, creo que uno puede ser profesional y aficionado a la vez. Profesional en el sentido de hacer bien mi trabajo y de tener mi cabeza pensando siempre en música, y dedicando un gran número de horas al día a ensayar, a componer, a pensar en nuevos proyectos… aunque también me siento amateur, porque no me gano la vida con la vida. Y además amateur en el sentido de «amar a» o «el amador de». Efectivamente amo a la música. Y este amor me lleva a dedicarme a un estilo musical en el que creo pero que se ve poco recompensado económicamente.
En definitiva, me considero un músico amateur a nivel económico, pero con una formación profesional y que llevo muchos años ofreciendo un producto de calidad profesional.
A lo largo de la Historia de la Música hay nombres imprescindibles: Bach, Mozart, Beethoven, Haydn, Vivaldi, Tchaikovsky, Chopin, Liszt…una lista interminable de genios irrepetibles. ¿Qué diferencia a un genio de la música del resto?
Cuando analizas una sinfonía de Beethoven, o un concierto de Mozart, o una sonata de Haydn, o una fuga de Bach…te das cuenta del talento desbordante que tenían. Son músicos tan excepcionales que resulta difícil explicar con palabras cómo hacían lo que hacían. En mi opinión esto es lo que les diferencia: su capacidad prodigiosa que les hace ser únicos.
Además hay que tener en cuenta los medios técnicos de la época. Hoy en día, la tecnología nos permite trabajar con un ordenador y un programa de composición orquestal, y de esta manera probar continuamente cosas y ver cómo suenan. Los compositores que has mencionado no disponían de nada parecido, y lo hacían todo “de cabeza”. Su mérito es extraordinario. Cuando veo sus partituras y conociendo los medios con los que trabajaban, no puedo evitar sentirme muy pequeñito y pensar que realmente estos genios van muy por delante del resto de los mortales.
En relación al piano, ¿cuál es tu autor clásico favorito? ¿y en general?
Sin lugar a dudas mi autor “clásico” favorito es Chopin (1810-1849)… aunque bueno, para ser exactos hay que decir que se enmarca en el Romanticismo musical.
Además la mayor parte de su obra es para piano solo. Le admiro por su perfección técnica, por sus sutiles matices, por sus contrastes, por musicar los más profundos sentimientos, por su estilo personal, por la delicadeza de su pulsación…sin duda alguna, la música de Chopin ha tenido una gran influencia en mi vida y en mi música.
Mi autor favorito “no clásico” para piano sería Erik Satie (1866-1925). Me encanta la profundidad de su música, su minimalismo y el uso genial que hace de escalas inusuales en la música occidental.
Tu último trabajo discográfico es “16 peces per a piano”. ¿Qué novedades encontramos en él respecto a los anteriores trabajos?
“16 peces per a piano” contiene, como el título indica, 16 piezas para piano, todas ellas composiciones propias. Es una selección de mis composiciones favoritas, algunas de ellas son de cuando tenía 17 años (ahora tengo 36). Por lo tanto puedo decir que son piezas muy pensadas y muy cuidadas, que he ido tocando a lo largo de los años y a las que he ido haciendo pequeños arreglos. Es música intimista, temas sencillos y agradables de piano, que funcionan muy bien como música de fondo y que también se prestan a una escucha más atenta. Como influencias…pues nombrar a Chopin, Satie o Yann Tiersen.
El diseño del cd, editado en digipack, ha sido realizado por el artista Toni Càrber. Debo decir que siento admiración por la obra de Toni Càrber -sus diseños,fotos, videos…-y que estoy más que encantado con su diseño, pues capta y plasma a la perfección el espíritu de mi música. Son dibujos sencillos y bonitos, objetos cotidianos de una casa: una silla, una lámpara, un perchero, un piano…que invitan a relajarse, escuchar y sentir.
Mi anterior trabajo fue en 2012 con el grupo Sigmund’s Mirror, dúo de piano y voz femenina –la cantante y psicóloga Paola Graziano- en el que hacemos también temas propios. Este era un disco oscuro, denso y lleno de simbología psicoanalítica. Desde el nombre del grupo (el espejo de Sigmund, en honor a Freud…la idea nace de “qué es lo que veía Freud cuando se contemplaba a sí mismo ante un espejo”), pasando por el título del disco “Mupsichology” –que nace de la unión de Music y Psychology -, las imágenes del libreto –inspiradas en el test proyectivo de personalidad de Rorschach- y acabando en las letras y la música de los temas. Un disco que requiere una escucha atenta e introspectiva, adentrarse en la filosofía del grupo para poder entender las múltiples capas que conforman cada canción.
Además de músico, eres psicólogo. ¿Qué paralelismos encuentras entre ambas profesiones?
Schopenhauer dijo que la música traduce el sentimiento en su última esencia y ser absoluto. Personalmente no podría estar más de acuerdo. Para mi la composición es una especie de viaje interior, de vínculo que me conecta con mi yo más profundo.
Me gusta componer de manera absolutamente libre, esto es, no me gusta seguir el guión que dictan formas musicales prestablecidas –como por ejemplo la forma sonata, o una fuga, etc-. Esta manera de componer me recuerda a la asociación libre psicoanalítica, que en mi caso la denominaría como “asociación libre musical”. La posibilidad de ser paciente y terapeuta a la vez, o dicho de otra manera, compositor que analizo mis obras desde una perspectiva psicológica, tiene un poder terapéutico y liberador. De la misma forma que el paciente que sigue terapia psicoanalítica expresa todo aquello que le pasa por la cabeza sin reprimir nada, para luego ser interpretado y conducido por el terapeuta, en mi caso hago un paralelismo a nivel compositivo.
De esta manera creo que a través de mis composiciones en ocasiones recibo una respuesta a una pregunta acerca de mí mismo que no sabía que tenía. Componer me brinda la posibilidad de realizar un viaje introspectivo, una manera de poder expresar cosas que tal vez no me atreviese a expresar con palabras. La música me descubre vacíos que no sabía que tenía.
Háblanos un poco de qué es la musicoterapia. ¿Cómo nos afecta la música? ¿Por qué?
Musicoterapia es el uso de la música con finalidades terapéuticas. Se aplica de forma tanto grupal como individual. El musicoterapeuta es el profesional con conocimientos tanto musicales como terapéuticos que busca mejorar la calidad de vida y promover o restablecer el bienestar y la salud de las personas con las que trabaja.
La musicoterapia no considera que la música por sí misma puede curar, pero sí que la música reporta beneficios a la hora de reducir los síntomas de ciertas patologías. Es decir, no existe la “farmacopea musical” en el sentido de que ciertas obras o sonidos sirvan para curar determinadas problemáticas.
Es una disciplina integral, basada en una concepción del paciente dentro del modelo bio-psico-social y que comprende la salud desde un punto de vista holístico. Está demostrado que la musicoterapia es beneficiosa en áreas como la física, emocional, cognitiva y social.
Hoy, hay un crisol de estilos y subestilos casi ilimitado, casi tantos como personalidades posibles. ¿Hasta qué punto la Musicología explora el universo musical mundial? ¿Y la música étnica?
El musicólogo no explora el universo musical mundial, sino que es el etnomusicólogo quien lo hace. La etnomusicología es la disciplina científica que investiga el folklore o músicas del mundo: estudia las músicas ajenas a la tradición clásica occidental. La etnomusicología se basa en el principio fundamental de que la música es un fenómeno social y cultural y debe ser estudiada dentro del contexto en que se crea, interpreta y asimila.
Los etnomusicólogos observan la música in situ en los lugares donde se da (aunque no siempre). Este trabajo de campo puede implicar la grabación y transcripción de la música en sus lugares originarios, entrevistas con los músicos, aprender a tocar los instrumentos étnicos, etc.
El término etnomusicología se acuñó en 1950, pues desde 1885 se conocía con el nombre que había propuesto Guido Adler de Musicología Comparada.
En la carrera de Musicología se realizan asignaturas sobre etnomusicología. Todo musicólogo tiene conocimientos sobre etnomusicología, si bien el musicólogo, como tal, trabajará sobre la música occidental y cuyo código le es conocido.
Música y Artes Escénicas han estado ligadas desde siempre. La Danza y el Teatro pronto confluyeron en ballet y ópera, pero ¿hasta qué punto la música se ha intrincado con otras expresiones artísticas?
Bueno, la verdad es que esta pregunta, por sí sola, podría servir para hacer una ponencia o incluso un congreso… así que en este caso daré una respuesta, sin duda alguna, incompleta.
La danza normalmente es acompañada por la música, ya sean géneros clásicos como el ballet, o géneros tradicionales como los bailes de salón, o folklóricos como el flamenco o la danza árabe, o modernos como el jazz, el breakdance, el funky…aunque también puede realizarse sin ella o proporcionar su propio acompañamiento, como en el caso del claqué.
La ópera hace referencia a la obra teatral cuyo texto se canta generalmente acompañada por una orquesta o una agrupación musical menor. Italia es uno de los países con mayor tradición en la ópera, con exponentes como Rossini y Verdi.
Y como curiosidad y si nos referimos a otras expresiones artísticas, la música también se relaciona, por ejemplo, con la arquitectura: la música suena diferente en cada espacio. Es más, algunas obras han sido compuestas para ser interpretadas en arquitecturas concretas. Un ejemplo paradigmático es el Poema electrónico de Edgar Varèse, una obra que fue concebida para ser interpretada en el Pabellón Philips de Bruselas durante la exposición universal de 1958. El pabellón, que fue demolido poco después, fue obra de Le Corbusier, aunque también colaboró el músico Iannis Xenakis.
Actualmente trabajas junto a Mireia de Querol en un proyecto de danza contemporánea. Cuéntanos un poco sobre él.
Pues es un proyecto con el que estoy muy ilusionado. Todo surgió de una forma muy espontánea: fui a ver un espectáculo de danza contemporánea en el que Mireia era la coreógrafa y bailarina, y me encantó. Así que al acabar el espectáculo fui a felicitarla y le regalé un cd con la música de Sigmund’s Mirror. Posteriormente, al editar “16 peces per a piano”, le envié un correo con los temas del disco y le propuse si se animaba a montar unas coreografías sobre los temas. A ella también le gustaron los temas de piano, se apuntó a preparar unas coreografías y…así hasta hoy.
De momento hemos hecho tan sólo dos pequeñas presentaciones, una de ellas en el teatro de la Universidad Autónoma de Barcelona. Pero esperamos seguir trabajando sobre los temas y que el proyecto crezca para así poder presentarlo en más sitios. Es un espectáculo sencillo y bonito, ideal para pequeños teatros, basado en la música que un piano inspira a una bailarina.
¿Qué proyectos tienes en mente de cara al futuro?
Pues me gustaría que mi música sonara como banda sonora de alguna película interesante. Desde siempre la gente me comenta que mis temas de piano les suenan a banda sonora, y me gustaría poder explorar esta posibilidad.
También tengo muchas ganas de tirar adelante el proyecto de piano y danza contemporánea con Mireia de Querol.
Y por último, y como siempre he hecho, seguir componiendo nuevos temas para piano…e ir haciendo conciertos en pequeñas salas y teatros, que es donde me siento más cómodo.
Ha sido un verdadero placer hablar contigo. ¿Algo que quieras añadir a nuestros lectores?
Pues me gustaría hacer un reconocimiento a todos aquellos artistas que han confiado en mí y en mi obra y que he ido conociendo a lo largo de estos años. Artistas que han accedido a colaborar conmigo, artistas a los cuales admiro en sus respectivas disciplinas y a los que estaré eternamente agradecido.
Así pues, gracias a Toni Càrber y sus geniales diseños. Gracias a Edu Duran por la maquetación y por sus siempre buenas ideas y consejos. Gracias a Rafa Dengrà, por sus estupendos cortometrajes y por realizar el videoclip de Sigmund’s Mirror “Bachiana”. Gracias a Miriam Morales por sus fotos tan fantásticas. Gracias a Mireia de Querol por sus preciosas coreografías y bailes. Y gracias a todas aquellas personas que me han apoyado y me han hecho saber que les gustaba mi música. Mil gracias a todos ellos y mil gracias a vosotros por realizar esta entrevista. Me ha ayudado a reflexionar y a ordenar ideas. La he disfrutado mucho.
Muchas gracias, Jesús.
Muchas gracias.
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